domingo, 13 de enero de 2019

El peral silvestre (Ahlat Agaci)


El filme del turco Nuri Bilge Ceylan debajo de la crítica y fastidio hacia el padre de Sinan (Dogu Demirkol), Idris (Murat Cemcir), de éste su hijo, habla de ir contra la corriente, de tratar de imponer nuestra perspectiva, originalidad o personalidad. Es así que Idris es tachado de perdedor, su padre dice que una vez lo dejaron olvidado en el campo y se llenó de hormigas –imagen que llegamos a ver- y esto lo dejó medio loco o con esas ideas que nunca llegan a buen puerto, como con el pozo y hallar agua donde todo el mundo dice que no hay.

Sinan siempre está enojado y a la defensiva con su padre, un tipo que era muy prometedor de joven, como maestro, pero la rigidez del sistema y lo convencional terminan avasallando a tipos como él, como deja ver un diálogo que habla de su alto saber con los perales silvestres, un tema rebuscado, y que hoy es hasta inviable de enseñar éstas cosas, enseñar algo fuera del plan de estudios; quizá por eso se convirtió en un tipo mediocre, pero, claro, todos culpan a Idris de su devenir presente. Aparte, Idris se malgasta en las apuestas de caballo, por lo que también es culpable, al tiempo que mantiene ideas contrarias al común denominador con su granja, pero aunque él parece feliz a pesar de todo, es mal visto en su comunidad, como un perdedor y deudor, aun cuando ejerce de profesor de niños.

Como se ve es una sociedad rígida, cerrada, aunque no dictatorial, con su pequeña ventana abierta al diálogo, si lo apreciamos aquí, contextualizada además en el campo; se llega a decir que todos son campesinos y la tienen más difícil de sobresalir. Idris es criticado por su entorno, hay una gran cercanía entre todos, pero con formas. La sociedad, la moral, y la religión lo juzga todo; en uno de los grandes diálogos del filme se discute ello, la injerencia de la religión frente al libre albedrío o incluso el ateísmo; la rigidez del islam también. El peral silvestre (2018) es un filme de a pie, emotivo, pero al mismo tiempo intelectual, de manera vivencial; de esto que haya conversaciones extensas en varias partes mientras caminan hacia un restaurante muy campestre bajando una colina o por las calles de paso por un puente por mencionar algunos.

Es un filme que tiene escenas muy sentimentales y hermosas, como cuando Sinan conversa con Hatice (Hazar Ergüçlü) y ella aunque es una mujer humilde -también físicamente bella- muestra inteligencia y hasta rebeldía y sensualidad, y se provoca un beso apasionado y poderoso en sugerencias. Entre ellos hay un diálogo que cambia estados  -placer, enojo-, hay puntos encontrados, pero sale a flote un diálogo maduro. Sinan es un muchacho que tiene fuerte personalidad, se parece a su padre –aunque el progenitor es más light, alegre-, cuando no lo cree así. No obstante más tarde se dará cuenta, gracias a la literatura y ser tenido por un outsider. Sinan es un tipo que gusta debatir, como con el escritor consagrado, un hombre que contrasta con él por sus pies en la tierra y su carácter convencional. 

En ésta propuesta perdura lo poético, lo romántico, como con el final -además de un canto de amor, de aprendizaje y valoración-, pero machacando lo ajeno en primera instancia, como quien señala que salir de la norma es convertirse en perdedor, pero a medida que avanza el filme el protagonista, Sinan, querrá hacer la diferencia y se percatará que Idris no es ningún loco –quien lo ama y admira-, aun cuando vea el éxito en otros, y suena emotivo pero así es el cine –idealista-, como con la declaración de amor de la madre al padre narrada al hijo, de volver a casarse con éste perdedor aun sabiendo cómo será.