domingo, 24 de junio de 2018

La verdad (La vérité)

Los filmes sobre juicios suelen ser pesados, pero éste escapa a ello cuando vemos de donde vienen las justificaciones para acusar o defender a una criminal, Dominique Marceau (Brigitte Bardot), que ha matado al novio de su hermana, al músico Gilbert Tellier (Sami Frey). El filme cautiva cuando pivotea el presente con flashbacks sobre la vida de Dominique, y conocemos su manera de comportarse, quien es y que la ha llevado a matar a Gilbert. Se genera una gran dinámica de complemento mutuo entre los flashbacks y el juicio con la genial interactuación entre el abogado acusador (Paul Meurisse) y el abogado defensor (Charles Vanel) y los testigos. Ella es una mujer fácil digamos, que inclusive llega a practicar la prostitución. Dominique es una mujer alegre y deseosa de aventuras, de vivir la vida como una fiesta, pero todo el mundo le hace ver su mal comportamiento, salvo su banda de alegres jóvenes.

Un día Gibert, un muchacho formal, queda flechado y corteja a Dominique, cae en su red, producto de un baile de trasero desnudo debajo de la sábana. En ello Bardot es la reina de la sensualidad y la provocación en estado de simpatía y buena vibra. Ella no cae en lo vulgar por más que su cuerpo es el centro del asunto. Pero la hermosa Brigitte Bardot es mucho más que su sexy cuerpo y cómo hacerlo un imán, por más que se le encasille como sex symbol. Ella tenía talento para la interpretación, y ésta película de Henri-Georges Clouzot es la prueba fehaciente, su mejor actuación, la más exigente, aun cuando no escabulle su sexualidad a flor de piel, pero trasciende por su dramatismo.

El filme pone a la alegre Bardot como una mujer que hace sufrir a Gilbert, muchacho que le insiste y la persigue, busca que le sea fiel. Pero esto luego cambia, Gilbert se enfurece con ella y se venga de tanto maltrato, dice nunca haberle querido, chocando con su imagen de chico bueno, sensible y aguantador. Dominique es una mujer que finalmente se enamora de él, lo convierte en su héroe, tras tanto libertinaje, pero el karma le pasa factura. En ello Bardot es maravillosa, afín a su imagen de mujer intensa, feliz, radiante, subyugadora, sólo que aquí no le funciona a su personaje, vive chocándose contra un muro tras otro, lo que propone mucho dramatismo, mucho llanto y decepción.

Es una película finalmente triste, que critica la libertad absoluta, con una muchacha que todo le sale mal cuando pretende ser una especie de hippie. Clouzot empieza con un filme que ve por los pormenores intrascendentes hasta ir aumentado el interés y crear tremendo background de la personalidad de su protagonista. Bardot sostiene todo plenamente, con una mujer que llega a renegar de sí misma, pero antes hace lo que le da la gana. Es una crítica a la sexualidad sin meditación y la dificultad de formalizar cuando hemos hecho mucho daño. Ésta película puede verse como la otra cara de Manon (1949), ambas con féminas poéticas compartiendo un fuerte vínculo por un ser a quien al final se le demuestra amor verdadero.