miércoles, 30 de mayo de 2018

Manchas de sangre en un coche nuevo

Un hombre, Ricardo (José Luis López Vázquez), dueño de una empresa de restauración de arte, un tipo con mucho dinero, recibe de cumpleaños un auto nuevo de parte de su esposa, Eva (Lucia Bosé). Cuando va de regreso a su casa avista un accidente de auto y escucha que alguien le dice que salve a su hijo, a un niño, pero Ricardo, al ver mucha sangre en el brazo del hombre que clama por ayuda, banalmente piensa que va a estropear su carro nuevo y decide irse. Al poco rato el auto del accidente explota, se incendia, mueren los que yacen dentro. Éste es el disparador y eje del filme del español Antonio Mercero, la culpa.

En adelante Ricardo queda traumatizado con el accidente y su falta de escrúpulos, verá unas manchas de sangre imaginarias en su auto a cada rato. A esto se suma otra pequeña fijación y  misterio, el regalo de unas flores amarillas de un anónimo admirador hacia su esposa. Para sumar algo más, Ricardo tiene una bella amante, María (May Heatherly). Éste es un filme muy básico, que toma una pequeña parte de Muerte de un ciclista (1955) para hacer una nueva película –con la misma actriz-, que es cine de género, pero que tiene muy poco de terror, es muy tenue. El tema del filme realmente no es nada del otro mundo, pero resulta coherente al ser capaz de destruir a alguien al obsesionarse y entrar en el ámbito de la locura.

El filme es entretenido, genera atención, aun moviéndose por muy pocos elementos y sin mayores sustos, tanto como por un eje magro. Cierto que la muerte de alguien puede trastocarnos –sobre todo al incluir a un menor-, además de que estaba en nuestras manos salvarles, pero como dice un diálogo del filme, muchos hubieran hecho lo mismo, a ese punto llega nuestra banalidad e indiferencia como humanidad. No obstante María más sensible se pone del lado de entender el desequilibrio de Ricardo. Como sea, se engrandece ese motivo.

Lo que Mercero agrega con las flores puede entenderse como parte de la ambigüedad sexual que circunda por toda la propuesta, pero que no tiene mayor importancia, no mucho por nuestro actual tiempo, aunque para la época pudo sonar más audaz. Igualmente los momentos de miedo propuestos por el viento y la lluvia o la noche en el local con las antigüedades se perciben vacíos, meros efectismos sin profundidad alguna. El filme tiene mucho dramatismo psicológico que avanzado el metraje puede llegar a agotar por su simplicidad y redundancia. Pero esto algo se matiza con la relación sensual con María. Se deja en el aire que Ricardo es una mala persona, un cínico, representando a muchos, pero su consciencia desmiente un poco esto, aunque se le siente indolente en su infidelidad, con una persona que parece contradictoriamente una buena mujer, en comparación a una Eva más superficial, más depredadora.