domingo, 1 de abril de 2018

La hora final


El filme de Eduardo Mendoza se basa en la captura de Abimael Guzmán, líder terrorista de Sendero Luminoso, a manos del GEIN, grupo de inteligencia de la policía peruana. La propuesta mezcla ficción con hechos reales. Pero es más entretenimiento, lo cual está muy bien, es un buen thriller. Los protagonistas son 2 policías, Gabriela Coronado (Nidia Bermejo) y Carlos Zambrano (Pietro Sibille), ambos fingen ser pareja para vigilar casas de posibles terroristas.

El filme tiene mucha acción, muestran al SIN, Servicio de Inteligencia Nacional, como secuestradores y torturadores, que dificultan las labores del GEIN, y desconfían de sus policías. Estos generan mucho juego con Zambrano y Coronado, culpa de que Coronado tiene a un hermano terrorista, pero quiere salvarlo. Zambrano enamorado de ella duda en entregarla. Zambrano también tiene su propia historia en la separación de su hijo adolescente y lo mal que se lleva con su ex mujer (Katerina D'Onofrio).

El filme tiene bien insertada la realidad de los pasos que llevaron a la captura de Abimael Guzmán, mientras va moviéndose a través de los problemas de la pareja de policías que tienen momentos que desaparecen como aparecen, por completo. El guion es potente, intenso, desde aquella explosión del coche bomba, la imagen de la tortura con la mujer colgando del techo y sus senos al aire, y el cuerpo arrojado al mar. Ésta película propone un buen toque de tensión y un desarrollo violento. En los intermedios hay risas y camaradería de los compañeros del GEIN, encabezados por Bernales (Toño Vega).

El filme tiene un manejo visual muy fotogénico aun siendo algunos lugares pobres, hay control en ese aspecto, con la toma de la casa en el cerro o la panorámica del encuentro del ente del gobierno con Bernales. El filme tiene una estructura sencilla al igual como son los diálogos que tampoco exageran con la campechanía ni la jerga. Es un filme muy bien calculado y decentemente estético, pero finalmente austero y práctico en general. Algo que siempre llama la atención en nuestro cine son la recreaciones de personajes famosos, como ver a un Abimael Guzmán propio de ésta película y es notable su parecido, no cae en la mala broma.

No se trata de un filme espectacular, es más medido en cuanto a la realidad, prefiere ser más modesto en su creatividad, recurriendo al thriller, pero con hechos más bien pequeños, resueltos de manera total y marcada, como para que no queden dudas. Tiene un aire bien peruano, como la escena de Coronado y su hermano ideologizado peleados en el puerto con música andina de fondo, dos ayacuchanos sufriendo por el terrorismo. La propuesta de Mendoza sigue una tradición de cómo hacer cine en nuestro país, pero con mayores recursos. Es una historia bien narrada, competente, aunque asumiendo poco atrevimiento.