lunes, 7 de marzo de 2016

Poet on a Business Trip

Grabada en setiembre del 2002 y editada en junio del 2013 hasta julio del 2014, fueron más de 10 años de distancia para llevar la película a una sala de exhibición, y eso predica una época que ha fugado, y que se ha quedado congelada en el filme, en este retrato de China, que fueron 40 días de viaje para concretar esta road movie por la región de Xinjiang en que un joven poeta llamado Shu pasea por la zona en busca de prostitutas de lo más simples, mientras vamos leyendo en pantalla bajo su voz en off 16 poemas suyos que surgieron durante el periplo. El director chino Ju Anqi, invisible, sólo con su cámara, sigue a Shu que toma el ómnibus, tira dedo en la autopista o se las ingenia para recorrer Xinjiang con poco dinero en el bolsillo, comportándose como un mochilero sin mayores razones para justificar su viaje que de fluir e ir por ahí a la aventura, aunque yace siempre en su mente preguntar por las tantas prostitutas de la región (los negocios), con las que se va acostando, mientras muestra la humildad de cierta China, en un estado bastante cool, tanto como harto universal, con unos poemas poco solemnes, pero admirativos de la vida, dedicados a una inspiración determinada de su recorrido, pero sobre todo a esas joyas que brillan: el sexo de las prostitutas. Lo vemos hasta acostarse con algunas (al comienzo y al final), conversar con ellas alrededor de la disyuntiva de escoger entre el matrimonio o el dinero, haciendo un recorrido poco trascendente en realidad, donde son situaciones sin mayores pretensiones las que se presentan, pero que hacen de Shu un tipo tan igual a muchos, en una transparencia bárbara, en que lo vemos en toda faceta posible, siendo fresco, tranquilo, dentro de un filme sencillo, pero muy bien filmado, con la naturalidad del caso, en un blanco y negro que evoca los tantos años que la propuesta durmió esperando su momento de revelación. Es el filme que muchos hubieran querido grabar, concibiendo algo entretenido, curioso, y muy común a la vez, que hace ver a China como un lugar más de viaje, donde nos parecemos tanto, en una época de paz, con la sazón de las mujeres de la vida y la aventura de ir tras ellas como quien degusta sabores, apelando a cierto romanticismo, pero no cayendo en ningún estado de inocencia, existe conciencia, a la vez que un afecto y entusiasmo por el mundo que nos contiene, por nuestras raíces, desde la simpleza de internarnos en la provincia, donde largos caminos de tierra, conversaciones casuales al paso y tonteo bravo, pero agradable, se matizan con letras que van embelleciendo lo rural y a nuestra humanidad más de a pie.