Sorprende por una parte saber que ésta película ganó mejor
guion en Cannes 2013 (sabemos del talento del director y creemos merecido algún
reconocimiento, pero esta vez me parece que no se ajusta precisamente al premio),
cuando este luce sencillo a grandes rasgos, y más se apega a hacer historias
intensas –pero que tiene sus ratos de contextualización o soporte al estilo característico
del autor- y a un punto básicas que versan sobre un universo conocido, aunque
no dudamos de que se manejen los 4 relatos que le componen con mucha solvencia
entre sus parámetros, o porque el recurso de la violencia resulta tan
determinante y no insufla más que un centro, poco versátil pero bastante claro
y sin embargo a su vez por una parte sugerente, aunque sea poco, en realidad. Y
quién diría que el filme le pertenece a Jia
Zhangke, que suele ser más pausado, tranquilo y meditativo, si bien siempre ha
tenido en su labor un toque de efervescencia rebelde y frescura creativa en sus
obras, como con lo musical, rasgos en la personalidad de sus personajes o con
expresiones visuales llamativas, y he ahí el punto, ahora puesto en práctica en
toda fuerza con su brutalidad y efectismo primario cautivante, que se da firme
y aunque leve posee argumentos, y seguro esto es un rasgo de simplificación o
concentración de lo inteligente hacia lo accesible, directo, potente y aun así
con su sustancia.
Qué duda cabe que estamos ante la obra más fácil de lograr empatía
general de Jia Zhangke, aunque no sea la mejor que tenga, ni la más ardua o
intelectual, sin por ello alejarse del
todo de esa esencia, que le queda sin pompa al respecto, y seguir siendo valiosa
como entretenida, algo que no es poca cosa tampoco, mucho si quien lo hace
intenta hacer algo distinto a lo que acostumbra y en el trayecto ponerle su
marca.
Vemos a un tipo cansado de la corrupción de su empresa
laboral siendo clase trabajadora, alguien del pueblo, frente a la riqueza de sus
jefes y el menosprecio e invisibilidad -estando en la cadena más baja sin
aceptarlo- incluso entre compañeros que lo ven como un bobo (le dicen Mr. Golf
ante una humillación pública del lado del patrón producto de su fijación de
denuncia) por siempre querer quejarse sin que nadie lo escuche, hasta que se
harta y concibe un día de furia, al más puro estilo del cine de acción y gore. Propio de la imagen que presenta al inicio, de
un hombre rudo (estupenda la estética, la fotografía y lo favorecedor de los
detalles del conjunto), luego desmentida y más tarde puesta en toda ley. La
crítica que exuda puede amoldarse a la sociedad americana, a una capitalista (como
se refleja la actual China), es bastante obvia, aunque lo que pretende o lo que
parece más que todo sea seducir al espectador. El siguiente relato es sobre un
criminal que simplemente hace lo suyo, vuelve a su hogar, interactúa con toda
su familia y enseguida se muestra tal cual. Todo gira en base al aprecio y
resguardo en las armas. El tercero trata de una hermosa recepcionista en una
casa de masajes que es la amante de un hombre casado, un conflicto (no solo
ético, literal, y nos habla de evitar romanticismos ideológicos), y hay otro conflicto más, unos sujetos adinerados de aires mafiosos la confunden con una prostituta y
no aceptan negativas, ni razones, exhibiendo prepotencia, y quieren forzarla a
que calme sus deseos de todas formas. Lo que termina en un baño de sangre (lo
cual llega a ser un poco gracioso, ¿Cuántas veces se abre la puerta?, no falta la sonrisa cómplice
con lo primario), dentro de un estado de shock. Se hace hincapié en la
humillación y en el abuso del poder y del dinero. En una pequeña cosmovisión
que se articula. Es la respuesta extrema del que está destinado a obedecer, y
por ende a soportar a otros.
Jia Zhangke como se ve hace una especie de cine social light,
haciendo de paso un llamado al socialismo nacional, repitiendo valgan verdades el
canto de siempre (que pues tiene actualidad, sentido y es real, imperecedero y
ubicuo, en un mensaje sin demasiada ambición), pero si funciona es porque el empaque entretiene –funciona como arte de
goce, que no creo como efecto de consciencia o para ganarse mucha atención en
ello, o quien sabe y la amabilidad y el relajo engendre más que la solemnidad y
la seriedad en el gran público, si llegan a verla masivamente, claro-. Y pues las formas están muy cuidadas, hay buena mano en como contar
las historias. Si el arte es el trabajo dedicado y exigente de la construcción
y no del fondo, este cine de autor –vaya sorpresa- tiene el cielo ganado. Y
tampoco somos duros, no necesariamente este cine debe ser pesado (y Zhangke
suele serlo, como profundo). Ergo, tiene lo suyo indiscutiblemente.
El filme puede implicar en segundo grado o como complemento si
se quiere que el acontecer de sus relatos es una consecuencia de la realidad
misma, la de la China contemporánea, el mundo, que llega a salir sin dificultad
de sus fronteras (Zhangke en su filmografía retrata lo suyo, de forma que llega a mostrar el interior de su
país, su cultura y cotidianidad, diríamos que la provincia, pero no deja de ser
un cosmopolita), sin embargo no es como para tomarlo tanto así, una sociedad que
engendra inadaptados o hace la vida de sus ciudadanos propensa a caer en la
violencia y el descontento, ya que esto es parte de la naturaleza humana y del
cine, claro está, no es nada novedoso ni especial como temática desarrollada en
esta oportunidad, que en el cuarto relato habla de la imposibilidad de realización
personal, en un joven obrero continuamente desempleado que conoce y se enamora
de una prostituta, a la que observa en el ajetreo de su modo de vida, lo que le lleva a la
desgracia. En lo que es un lirismo manido, con una escena de resolución que se
ve impresionante en un realismo contundente, que es lo que no le falta a toda
la película, de donde quizá se excede hasta doparnos de insensibilidad. Mientras recurre
a nuestro espíritu salvaje, y al llamado del placer superficial que es donde se
queda, y le agradecemos mucho el (buen) viaje.