La primera incursión de uno de los grandes directores
coreanos, Park Chan-wook, en Estados Unidos ha dado como resultado la presente.
Que nos recuerda un poco lejanamente a La sombra de una duda (1943) de Alfred
Hitchcock, sin embargo hay que decir que la obra del británico es muy superior,
y me duele admitirlo porque soy fanático del cine coreano moderno, aunque mucho
también del maestro del suspenso, pero lo que hace el famoso director de Oldboy (2003) es bastante simple e inferior fuera de las apariencias, denotando muy poca
sustancia y muchos errores, en pocas palabras es un bluf. No es todo lo interesante
que si es la de Hitch que aunque subyace en su constante inocencia y apertura, tiene
algunos ratos de antipatía, diálogos explicativos varias veces molestos, es
notoriamente toda una obra maestra del séptimo arte, con un Joseph Cotten
haciendo lo que a Cary Grant no le estaba sido permitido, y seguramente fue
porque es un actor menos carismático y menos estrella, sin embargo su entrega y
disposición no hacen más que alabarlo y darle un mejor lugar en nuestro
recuerdo. Junto a una Teresa Wright que como se solía ser, era toda una señorita,
una dama, madura pero dulce, simple y familiar, aparte de bella (tanto como
deseable sin esforzarse) y común a muchas, guardando esas formas que
naturalmente la hacían tan idónea con su personaje.
Ver a Mia Wasikowska también ha sido un deleite de alta
categoría en aspectos más típicos a nuestros tiempos, con una personificación
muy destacable (su solvencia como actriz es irrefutable y mucho se debe a que
no sea todo lo grande que parece ser a que sus elecciones cinematográficas no
suelen ser tan atractivas o son secundarias), como una chica con muchos
conflictos internos, que por fuera como es normal ante ello se muestra extraña,
defensiva, y es captada de esa manera, aunque es muy inteligente y segura de sí.
Puede ser capaz como dice en un rato de celos de abrir una puerta nueva a su
personalidad y en ese lapso deparar un momento inolvidable a otra persona. Ella
está pasando por el trance de convertirse en una mujer –al punto de competir
con su madre- en medio de la muerte violenta de su padre, el egoísmo, egocentrismo
y anhelo de deseos de su hermosa progenitora (también muy destacable Nicole
Kidman que se asume en un papel más de cartón que complejo pero que sus gestos
de delicadeza, esnobismo y vanidad la hacen digna de mención, aunque por detrás
de una Wasikowska que es demasiado dominante en cuanto a talento e historia) y
la interrelación de un nuevo modelo en su solitaria existencia, su tío Charlie que
acaba de regresar y meterse en sus vidas (Matthew Goode, que lo hace bien en un
papel de lujo para alguien muy desconocido, pero que no es finalmente tan
atractivo en el guion y se queda en una figura de monótona expresión que
termina cansando).
Park Chan-wook hace de un filme que en realidad es muy
comercial en cuanto a su historia algo más elaborado, le proporciona morosidad,
calma, lo reviste de la elegancia de antaño. Complejiza la forma, la ennoblece
y la disfraza con su estética, que tiene un aire vintage delicado, de colores
opacos y oscuros. Nos pone en un “anacronismo” aceptado, en un lugar de clase
alta culta y refinada de un pueblo americano. Envolviéndonos bajo su toma
técnica y audaz, en sus detalles y en una personalidad que recubre el ambiente.
Como si nuestros rasgos trataran de
salvar y transformar lo que parece destinado a no ser importante.
El problema es que no abundan los aciertos en la historia, e
incluso la exageración propia de la contemporaneidad, el mismo Park Chan-wook y
el cine de su país terminan siendo incongruentes con la elegancia e intelectualidad
que antes ha estado trabajando. El nuevo toque pesa en contra y no es ingenioso,
hasta desdibujar el elogioso precedente. Abarata el logro y muestra tal cual al
relato. Ya por entonces todo está perdido, y solo queda la belleza de la sangre
sobre las flores. La estética de Park Chan-wook.
Dentro de lo positivo funciona durante un tiempo correcto el halo de misterio del relato y la hazaña de develarlo rápidamente gana puntos a favor ya que es irrelevante oliéndose a metros. Funciona en lo necesario sacándole el debido provecho. Luego el resto de lo que se guarda en secreto no es una revelación que sea atractiva sino muy ordinaria y manida, no obstante la mano del coreano en la manera de visualizarlo es la que vuelve a hacer algo mejor de lo que es en sí. Lástima que nuevamente el guion sea tan poca cosa y el querer ser original a través de este termine siendo tan vacío. Asunto que cobra la factura al conjunto que no teniendo una base jugosa representa una continua desilusión tras otra. La sorpresa falla cada vez que aparece, por superficial y no tener asidero argumental. Solamente India (Mia Wasikowska) sobresale al respecto, con cierta forma y valor que relacionada a una perversidad que parecía prometer a través del tío Charlie crea una expectativa que se diluye hasta pasar desapercibida.
Volviendo a lo negativo, los crímenes caen mayormente en ser
algo absurdos y poco impactantes, salvando uno predecible pero inteligente en
el recuerdo de la arena en donde juega el hermano pequeño, y algún otro parcialmente
logrado. El filme nos hace recordar un
poco las de Psycho, el hallazgo en la heladera, el pasado en el manicomio o la sonrisa
de Goode en comparación a la de Anthony Perkins junto con un pasaje donde a este
se le percibe con mucha inseguridad, la que más tarde le abandonará por una personalidad
nueva (radicalmente distinta a la de Norman Bates, digamos de paso, ya que lo
hemos mencionado). Seductora y firme. Que deparará la lección y admiración del alumno hacia el
maestro. El tolerante “somos familia, no importa querernos”, leitmotiv de toda
la película, quedará de lado por un apasionamiento, aunque apuntando que no sobreviven muchos instantes en la memoria; los que brillan en su
inducción a través de las cualidades del último tío Charlie, de quien nos
preguntamos ¿de dónde provienen? Pero ya que hemos
mencionado a Hitchcock, debemos de refrendarlo diciendo que él no creía en esas
preguntas de verosimilitud sino en preocuparse solo por el entretenimiento. Que hay que decir que la presente tiene lo suyo solo que no resiste una crítica aguda.
Tratar de darle un background asesino a la historia a través
de la caza o la taxidermia queda muy suelto, artificial e insustancial, tanto
como no darle motivos a otro personaje. Escenas como la sensualidad de la
imaginación en la pieza apasionada en el piano aportan un sentido que pudo caerle
mucho mejor a la trama si lo hubieran explotado y direccionado más y con mayor
ingenio, como no pasa visualmente en el orgasmo en la ducha tras la excitación homicida,
una buena idea no conseguida en toda su magnitud. Sumando simbolismos desafortunados,
como el del rifle o la correa, mientras alguno como el de los zapatos de taco
alto aunque obvio, es atrevido, honesto y resulta atractivo. Estamos ante un Park Chan –wook desperdiciado, al observar su estética y la forma que ha labrado delicadamente –como muestra tenemos la intervención repetida de las
arañas, una especie de simbolización de posesión o envenenamiento-, y
no en su mejor intervención por un guion y una historia bastante mala. Esperemos
regrese con algo mejor. Desde aquí creemos que nadie lo tiene seguro, mucho menos si se es atrevido,
e ir a trabajar a Estados Unidos siempre lo es. Pero desde ya es un tipo
de condecoración, aunque muchas veces –creo, mayormente- termine
siendo el producto una decepción.