El director tailandés Apichatpong Weerasethakul tiene un cine raro. Pero posee su
grupo de seguidores fieles en el mundo como ocurre con los cineastas
extravagantes a los que se les suele encontrar sustancia. No obstante como se ve en su
filmografía no es alguien que vaya a ser muy popular. No por ahora, no como va,
cree y hace, aunque claramente es muy respetable en su honestidad consigo mismo,
en defender su cosmovisión personal.
Mekong hotel (2012) es un documental que tampoco lo es al 100% sino
que articula mucha ficción. Y no está mal en nuestros
tiempos ya que el documental actual ha mutado y ahora exalta su subjetividad. El
propio director sale entrevistando a un músico, y en adelante ante ese arranque
nos acompañará siempre una guitarra acústica, hasta verlo nuevamente una vez
más al compositor con la cámara estática por un tiempo muerto ante su humilde presencia
en donde el sonido ha de hipnotizarte o abstenerte a su sufrimiento. Seamos justos,
si bien no amerita tanta presencia, tampoco es detestable, la melodía tiene su hermosura.
Pasada cierta molestia ante la repetida musicalidad que es
bella pero cansina, pasamos a estar en general en una única localización, la
del mencionado hotel Mekong que está a orillas del río del mismo nombre que es
la frontera entre Tailandia y Laos. Luego la historia de ficción retratará a una madre con su
hija junto con la interrelación de un vecino de ellas en el mismo espacio. La
particularidad subyace en el retorno de una de esas constantes de Weerasethakul,
se trata de los fantasmas y la reencarnación, como en su anterior
película, la medio indescifrable El Tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas (2010), en varios sentidos una insólita Palma de Oro.
Otra curiosidad es que la concepción de los fantasmas del
cineasta tailandés es distinta a la que conocemos. Seguramente viene del
folclore de Tailandia, un país muy místico y supersticioso. Pero concebida
desde la singularidad de Apichatpong, que por algo es admirado y visto como
único, siendo su cine independiente. No subyace como mainstream ni
siquiera en su nación. ¿Cómo son estos fantasmas entonces? Los entes en cuestión pueden
convertirse en materia una vez que toman un cuerpo ajeno, pasar por personas normales, mientras son ocultas bestias
carnívoras, tanto que se rumorea que se alimentan también de seres humanos.
Muchos los consideran una especie de vampiros, ya que aman la sangre además.
El filme que debemos aclarar no es ninguna película de terror consta de algunas pláticas ordinarias, como
encuentros casuales entre sus tres protagonistas, o algunas escenas donde salen
convertidos en fantasmas, y otras trascendentes, pero en general suele primar la amigable soltura. Weerasethakul vuelve a sus ideas base y se conversan sus pensamientos en
sus personajes que miran a ratos a la cámara, o se confunden dialogando y dando
la espalda como parte del equipo de trabajo que subyace en medio del documental.
Uno de los temas es una hipotética inundación y destrucción
de Bangkok ante algunos indicios exógenos, una ciudad privilegiada en el país
que parece no tener la fuerza de otras provincias para subsistir ante semejante
desastre. También se habla del pasado militar y un campo de refugiados para habitantes
de Laos, entre fantasmas, protección ante ello y reencarnación.
En su corta duración, el filme dura un aproximado de 56
minutos, se articulan bastantes sentimientos y se juega con diversas
actuaciones aunque como es lógico son breves y no llegan a explotarse demasiado,
hay lágrimas, risas, algo de discreta sensualidad, momentos meditativos, sinceramientos,
algunos otros de salvajismo con pedazos de carne ensangrentada o con la
historia ausente en lo visual de un perro agredido hasta matarlo.
Ven
televisión mientras comparten historias o simplemente yacen en sus cuartos o por el hotel.
También hay imágenes de labores de jardinería y construcción (otros tiempos
muertos y que remiten a un esfuerzo de
paciencia para con el espectador), en donde en general predomina una paz y
tranquilidad alrededor (no faltan los estados contemplativos habidos en
espiritualidad y reflexión meditativa silenciosa). Incluso los ratos de
aparente violencia son muy pasivos, muy dominables o crean esa impresión, aunque
hay conflicto existencial muy particular, la cualidad de fantasma resulta un
peso importante, algo inmanejable y torturador.
Finalmente la película termina con un encuadre de cámara que
se fija en el río Mekong y lo que parecen motos de agua circulando por el
espacio. En fin, es el cine que propone Weerasethakul que a cierto
punto su rareza y algo muy personal que tiene que decir te atrapa aunque no
sea uno de mis cineastas favoritos. Para quien quiera verlo debería
primero prepararse para lo atípico, y luego apostar por sus
mejores películas, las que considero son las dos primeras.
Una, Misterioso objeto al
mediodía (2000), su ópera prima, que es una especie de trama echa en el camino
de forma espontánea por gente común que van tomando la posta como si fueran
actores sin actuación. La otra, Blissfully Yours (2002), en que se
puede entender lo que significa la felicidad desde el máximo sentimiento y
estado del amor, que presenta imágenes explicitas sexuales. Lleva un ritmo lento. Se mueve mediante una historia muy sencilla, en una narrativa de apariencia intrascendente que subyace
dividida en dos partes; un antes en la vida dura y traumática, y otra romántica
e idealizada en la naturaleza y la libertad. En otra opción puede ser Tropical
Malady (2004), en las sencillas aventuras cotidianas y diario vivir de una
pareja de homosexuales rurales tailandeses, y más tarde la complicada leyenda
que se cuece en su territorio próximo a la familia de uno de ellos.