La nueva cinta de Ridley Scott ha sido uno de los estrenos
más esperados del año, llevaba una buena publicidad que logró acaparar la
atención, el cineasta inglés decía que iba a ser algo nuevo y que abordaría una
de las grandes búsquedas de la humanidad. Ha sido verdad pero también son promesas
incompletas las del director de las legendarias Alien (1979) y Blade Runner
(1982), que lo sindican como un maestro del sci fi aunque algo dormido tras
estos éxitos.
Nos dio algo reciente aunque tampoco demasiado novedoso que nos remite a una etapa anterior a la del octavo
pasajero tocando sutilmente los antecedentes del monstruo alienígena. No resolvió
mucho en lo central -a lo que nos dispuso- ni tanteando ni presentado ninguna
hipótesis en la trama. Lo que sí logró
es mantener la tensión en la primera parte del filme en que nos hallamos en un
planeta desconocido que ha enviado señales que pueden responder a la grandes
preguntas de para qué existimos, de dónde venimos y hacia dónde vamos,
conociendo a nuestros creadores. En la cinta, denominados como los ingenieros.
La trama remite al descenso de un espacio extraño que pronto
empieza a ser un lugar temible y amenazador para la que se considera una expedición
pacífica de reconocimiento e investigación financiada con capitales privados de
un mecenas que acaba de morir, Peter Weyland (Guy Pearce, irreconocible bajo
tanto maquillaje, una figura visualmente recargada y de aspecto falso) que dejó
todo a cargo de la dura y absorbente Meredith Vickers (Charlize Theron) junto
con su sirviente el autómata David (Michael Fassbender), una vez que quedó
fascinado con las teorías de una pareja de científicos, Elizabeth Shaw (Noomi
Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall Green, actor americano poco conocido
que predomina en la primera parte de la realización).
El filme es atractivo en cuanto a la curiosidad que va
despertando, desarrollado con mucha inteligencia y que denota obvia
experiencia del director que pone cada encuentro como si de una clase de arqueología
espacial se tratara. La cueva en la que se introducen es misteriosa y tiene
elementos que van entendiéndose, generando dudas, emociones, desencadenando
circunstancias que van poniendo la nota de terror fantástico en el ambiente y anticipan un clímax que nos llevará a un
desenlace céntrico y reparador si bien se compone de varios ratos de
estupefacción o lucha que lleva un ritmo constante de sacar una novedad más cada
cierto tiempo que inevitablemente u adrede va bajo lo que hila/oculta el mundo
de Alien repitiendo ideas muy bien tratadas, una autopsia, una inoculación y un
space killer. Éste último es el trasunto o germen que da base y sentido a lo que
estamos presenciando.
Vuelven las constantes de Scott como en la mayoría de
autores que llevan una cosmovisión única procesada, una marca de casa, y en
realidad ya de todos en el género del horror mezclado con la ciencia ficción,
pero agregando a ésta realización algunas razones filosóficas y literarias,
preguntas sobre todo, que quedan rondando por debajo de la acción que lo aborda
todo a manera de imán para el espectador, aunque solo se atreve ante la particular
interrogante de ¿por qué nos odian? en el enfrentamiento de los padres con los
hijos y en relación a la motivación de los actos de ambos, una audacia del
cineasta británico en otro nivel que se plantea interesante en la convivencia
social e incluso del arte.
Yendo al meollo del asunto, lo que compete al filme, se pueden hallar contundentes respuestas entorno a ésta inquietud
desconcertante y es que parte del secreto de la expedición justifica ese deseo
de aniquilación, el ser humano es tantas veces un monstruo al que no le importa
nada si tiene algo que quiere. No solo eso, sino porque puede, se adapta fácilmente
de uno de los diálogos de David con un desenfadado Holloway que habla con toda
franqueza y sencillez cuando el robot hace una comparación entre a que se debe
su invención y la del hombre. También principalmente porque la humanidad busca ser
su propio dios como en la mitología griega en que el titán Prometeo buscaba
equiparar a los hombres con Zeus a quien engañó en varias oportunidades como en
el robo del fuego que es como entregar la sabiduría ancestral al control humano,
y que es el nombre de la nave espacial que articula el periplo de la aventura.
Un holograma es el
disparador oficial de lo que se viene y se van dando descubrimientos,
superficiales pero atrayentes que van creando un contexto que empieza a agregar
datos que vamos hilando sobre qué pasa en éste lugar que esconde secretos que pueden
ocasionar la destrucción de nuestro planeta. Algo se agazapa en la oscuridad y
estamos por conocerlo. Las expectativas
van disminuyendo a medida que evoluciona el metraje. Más es meterse en
sucesos que sólo distraen, perdiéndose ese especial entusiasmo por algo
interesantemente oscuro en pos de ser develado, que antecedía como promesa.
Vemos esas cápsulas que nos recuerdan a la incubación del alien pero
efectivamente se van dando otras “novedades” pero pequeñas, relativamente
repetidas, muy acordes con disponerse para un videojuego, lo cual igual está perfecto porque es un filme entretenido, despierto.
Rapace es nuestra actual Ripley que es menos combativa pero
aún eficiente. Destila una cierta sensibilidad y delicadeza aunque puede ser
fuerte. Debe serlo, ya que es básico en su interpretación que de no ser así no la
hubieran escogido. No es tan carismática e impresionante como la
caracterización de Sigourney Weaver pero termina funcionando. La mejor de sus
intervenciones se da cuando se auto-practica una cirugía que junto con la
inmolación del capitán y algunos tripulantes destaca de lo que vemos en la
película, generando adrenalina en la primera tanto como épica emoción en la
segunda que es lo antagónico de una secuencia en que una transformación crea un
ataque frontal a poco de una rociada salvaje de fuego con un lanzallamas. Ésta parte
del filme aunque encaja parece estar demás siendo la mala resolución de una
expectativa. La actriz sueca contrasta
para bien entre lucir pequeña y normal con la actividad a la que debe acometer. Cuando dice ya no puedo más se hace muy verosímil. Da la sensación de estar
enfrentando algo muy superior y eso agrega porque sobredimensiona lo que hay,
sin increíblemente ser incoherente al resolverlo (punto a favor que ayuda al
mismo Scott en cuanto a los rivales).
Theron, ésta vez, luce en cierto grado forzada para dar la
cara de una mujer fría que quiere subyugar al grupo. Esto quizás porque se le
quiere en el guion de intrascendente y esquemática siendo muy propio su valor
de ese final de para que no moleste más. Fassbender es el personaje más rico del
conjunto y el otro sostén de la película. Sobresale en su actuación, sin tampoco
reventarle bombos y platillos. Consigue dar la talla como protagonista (quien pasa por indispensable),
gracias a que se le emplea como el que se mueve en las sombras y va generando
el movimiento que requiere el filme. A un plano el planeta y su enigma; al lado el autómata.
Prometheus respeta el
legado de sus predecesoras, razonablemente porque Alien es una obra maestra y el
concepto que reúne las cuatro son palabras mayores. No obstante puede verse como algo
independiente siendo un filme menor dentro del sci fi, o ser encuadrada como un
complemento de la saga ganando la eternidad para los fanáticos. Un quinteto
entonces. Que así sea.