jueves, 7 de julio de 2011

Simpatía por el Señor Venganza

Película del surcoreano Park Chan-wook del año 2002. Nos involucra con la temática que delinea el título sin rodeos, la venganza. Todo empieza cuando un sordomudo de nombre Ryu tiene que conseguir un donante de riñón para su hermana, pero al no obtenerlo por vía legal decide buscar en el mercado negro bajo una extraña venta, gasta todo su dinero en acceder a ésta e incluso permite que le extirpen uno, finalmente despierta sin nada y al perder su caudal monetario se deja convencer por su descocada novia de secuestrar a la hija de un empresario llamado Park Dong-jin (Song Kang-ho) que no hace mucho ha sido su jefe máximo en su antiguo trabajo de técnico de mecánica, para pedir un rescate que pueda pagar el ansiado órgano. En el trance suceden delicados imprevistos que ponen tanto al empresario como a él en rumbo de cobrarse el irreparable daño recibido que los llena de sufrimiento y un sentimiento de vacío que motiva al primero a deshacerse de todas sus adquisiciones materiales para planificar su resarcimiento emocional como al otro que no tiene nada a hacer pagar a los culpables indirectos de su perdida, cada uno por su propio camino.

Se desata desde éste lugar, partiendo de la primera parte de la cinta que es pausada y en verdad sin mucho orden lógico, un contundente estado de violencia, tan popular en el cine asiático que como de costumbre nos despertará la sed de sangre en una rocambolesca persecución mortal. Para eso no faltan algunas extravagancias, como el retrasado mental que aparece en el río cargando vistoso y exagerado un brazo bastante rígido, entrando en el contexto de forma intempestiva; la hermana enferma revolcándose en el llanto mientras sus vecinos se masturban a través de la pared pensando que está teniendo sexo salvaje; o el mismo comportamiento de Ryu, que luce en buena parte tonto e introvertido, a diferencia de su pareja Cha Yeong-mi (Doona Bae) que es una avispada socialista metida en un pequeño grupo terrorista, en la unión de la chica revoltosa con el joven pacífico y que supuestamente es noble aún convirtiéndose en criminal.

En la trama Ryu y Cha Yeong-mi son de situación humilde, ella suele renegar de su condición pero manteniendo una alegría desbordada como parte de su personalidad y siente como su ideología le guía en la consigna de que el mundo es totalmente injusto con algunas personas como ellos, para eso mueve semejante a un títere a su compañero que actúa con frialdad natural sin un enojo demasiado palpable sino casi como un autómata. El personaje de Song Kang-ho por su lado está destrozado y lo transmite sin rubor, perpetra su ajuste de cuentas con todo sentido del deber, siente que es lo correcto, tomando el asunto en sus manos con un inverosímil control de sus impulsos, parece un experto en asesinar, lo que no guarda un sentido coherente que lo respalde como tampoco a Ryu, ya que ambos son máquinas de matar sin tener nociones de ello, aparentemente sus deseos los han instruido en el arte del homicidio sin remordimientos, lo cual lo hace ver demasiado simple. Y en eso consiste el relato, en entretenernos, sin que hagamos muchas preguntas inquisitivas ni que la propuesta pretenda la habilidad de darnos respuestas, sino que sucede y punto, no hay vueltas que darle.

En efecto no cuestionamos el guión porque éstas cintas contienen una cierta magia para hacer aceptable lo impensable, como que nos ponemos primitivos con la brutalidad visual y quizás lleguemos a comprender los comportamientos desquiciados que en apariencia son consentidos como normales pero desde luego que no lo son. En toda la película subyace una discreta crítica sobre la pobreza económica en un país capitalista aunque en un momento sarcásticamente Cha Yeong-mi cante una canción contra la Corea comunista y a favor de la democracia.

La primera parte de la película es algo confusa pero luego se aclara ensayando buenas explicaciones ante las ambigüedades, como que arranca sin ton ni son y luego recompone esa primera estructura desordenada, mezclada y particular. La segunda mitad recalcamos es una medida carnicería de buena mano que exhibe una factura rara y sensacionalista, la meta es cazar a nuestros enemigos. La revancha alcanza a todo el universo fílmico hasta convertirse en algo que encuentra su propia personificación en la trasformación de los personajes principales, muy bien definido el argumento en el rotulo que enmarca la realización. Al final una supuesta mentira resulta verdad y cierra el ciclo propio de la parca no admitiendo tregua alguna para el espectador que si sabe que esperar se sentirá agradecido.