Mientras todo el reparto de una realización cinematográfica se traslada al país altiplánico se ven en medio de una lucha que mantiene la población indígena contra las autoridades gubernamentales producto de la privatización del agua. En esa batalla campal sobresale un hombre llamado Daniel que es el que lidera los levantamientos contra el estado, que también participa en el casting que se hace a los pobladores andinos donde es escogido para interpretar a un cabecilla indígena que lidera los ataques frente a los abusos de los españoles. Costa se involucra con él solventando una amistad que empieza por negociaciones que competen a su producción, pero termina entablando una relación fraternal.
En la película se dan dos historias paralelas, una es la película que recrea el descubrimiento de América, la cual se hace de forma entre moderna y antigua, dando a entender que son personificaciones asumidas en la actualidad en que se utilizan escenarios contemporáneos y otras como si volvieran en el tiempo detalladamente y en el contexto realista. En ese aspecto hay un ejercicio de denuncia, se relatan las defensas de los pobladores por parte de personajes históricos de las misiones religiosas a los que se les atañe ideas revolucionarias de igualdad y libertad en comparación con el maltrato y la violencia que ejercen los conquistadores que no dudan en mutilar o asesinar a los autóctonos americanos. Dentro de lo curioso está que Cristóbal Colón es descrito como un tipo ruin, ambicioso y cruel, que promete riqueza y esclavitud en beneficio único de la corona española. El actor Karra Elejalde lo dibuja con la mezquindad necesaria que requiere esa imagen, con lo que se alzó con el afamado premio Goya. En segundo lugar está el problema del agua que viven los pobladores y los lleva a una revuelta con disturbios en las calles que requiere el uso de la fuerza por parte de la policía.
Hay una mirada socialista que defiende los derechos de los indígenas, el enfoque es que el gobierno abusa del poder imponiendo ordenanzas que están fuera del alcance de los pobladores más pobres que no pueden acceder al agua, que se les quita la oportunidad de utilizar pozos producto de que escasea el líquido vital y se ha de distribuir mercantilmente bajo una empresa privada. Si bien es lógico que pueda privatizarse el servicio del agua, la película hace ver que la economía de los indígenas no permite que puedan pagar por ello, colocando una disyuntiva sin solución que solo resalta la indiferencia y la imposición del gobierno que hace hincapié en llamar a esa oposición bajo el eterno rótulo de barbarie y atraso. Hay un claro caso de falta de comunicación y acuerdo como un no deseo de negociación entre ambos bandos, por un lado los aparentemente más débiles que sienten la represión y contestan ávidamente, mientras los otros los poderosos buscan cumplir con la ley que dictan.
Dentro de sus características está que existe una cierta vulgarización contextual, como el uso de un lenguaje coloquial y algo limitado, hay una ambientación que muestra el formato algo rústico, en parte he sentido como si viera una versión española del cine peruano tradicional, de ese que se puede catalogar de poco exitoso y que en los últimos años ha tenido una grata mejoría con algunas excepciones. No es que sea una mala película pero está plagada de defectos, tiene un interesante aire político e histórico crítico aunque con actuaciones que dejan mucho que desear como la irregular performance de Juan Carlos Aduviri que hace de Daniel -y que se le puede perdonar por su inexperiencia- que en ésta realización se convierte en pieza indispensable y recurrente, como las de muchos actores bolivianos carentes de talento; se ve en un momento que hay una asamblea de pobladores que tratan de ver el problema del agua y parece una mala clase de interpretación.
El guión no aporta mucha magia a los protagónicos, Bernal sostiene una personalidad demasiado caprichosa y voluble que puede llegar a entenderse pero no luce demasiado apreciable, en todo caso no logra gran efecto en el espectador, a un tiempo bondadoso y a otro momento insoportable. Tosar es el que mejor sale en pie del asunto, dándole humanidad a su personaje, y aunque también cambia de actitud parece más aceptable, aunque tampoco es mucho.
El mensaje es notorio, notable, el ser altruista, hay buena voluntad pero para quien vive en un mundo ya con mucho uso del tema no convence porque el maniqueísmo es anacrónico y las idiosincrasias sociales son más complejas si bien la revolución que vive el filme sobre el agua parece que ha sido verdadera y la transgresión de la representación de un Colón inhumano se ampara en un hecho contundente como una carta que envía a los reyes católicos.