domingo, 13 de junio de 2021

Silver Bullet


Silver Bullet (1985), de Daniel Attias, es parte de mi cinefilia temprana, del recuerdo de mi chiquititud con el cine de terror, cuando ni siquiera habituaba la palabra cinefilia en mi vocabulario y aun no veía muchas películas, pero ésta me encantó. Después de Un hombre lobo americano en Londres (1981), también de mi cinefilia temprana y de mis favoritas del género, es de mis más amadas de Hombres Lobo, habiendo un vinculo especial. Es una película en realidad sencilla, pero hay un feeling aquí -mío- y la película se deja querer -y en general-, es hedonismo a la vena. Considero que la mejor adaptación de una novela o cuento de Stephen King es El Resplandor (1980), pero esa película es mucho Stanley Kubrick. En cambio Silver Bullet se siente puro Stephen King, que dígase de paso fue el guionista único del filme de Attias, y considero que es una de las películas más memorables hecha en esencia del arte de King, sin quitarle tampoco su autoría del libro que adaptó Kubrick. Del lobo americano en Londres siempre me espantaba el momento cuando aparece el mejor amigo muerto en la sala de cine y antes en el baño. De Silver Bullet era saber quien llevaba el ojo tuerto, momento clave y glorioso del filme. En ese lugar se libra un buen misterio y se practica algo de trasgresión. El filme además hace ver una perversa persona al Hombre Lobo no transformado, como un asesino en serie, aquí no hay clásica tortura mental, sino pura maldad, como cuando el tío Red (el entrañable y divertido Gary Busey) hace arenga por las buenas personas, como por el niño en silla de ruedas Marty (el ídolo adolescente de los 80s Corey Haim). El filme tiene momentos muy dulces e inocentes, lo que puede parecer algo cursi, débil o tonto, pero estos momentos aparte de ser Stephen King en estado puro son momentos logrados de empatía, y no es que Marty sea tratado con excesiva condescendencia, hay fuerza y heroísmo realizados notablemente en él. Marty se deja querer, también su hermana y el tío Red. El filme también tiene escenas de terror llenas de gore bastante buenas, hay una serie de ellas hasta que en el pueblo se plantea una amenaza y una revuelta. Así mismo descolla su emparentamiento con Río Místico (2003). La escena con la pesadilla de las transformaciones también se destaca, como un estado momentáneo de culpa. Cuando sale todo el pueblo de caza y se cae en la trampa para osos es un claro homenaje al mítico Hombre Lobo por antonomasia, el de 1941. Éste Hombre Lobo luce como un oso gigante, pero cumple su cometido. El filme tiene su buen suspenso. Es una obra digna gloria de los 80s y del cine de género, una época hiper cinéfila, de culto y de popularidad.