viernes, 8 de septiembre de 2017

Night of the Demons (trilogía)

Night of the Demons (1988) la dirige Kevin Tenney con guion de Joe Augustyn, cuenta como un grupo de 10 amigos -muchachos locos en busca de diversión- deciden ir a la casa Hull en noche de Halloween, una casa de la que se dice está poseída por demonios y que fue una funeraria, crematorio y cementerio. La casa Hull también tiene una historia de homicidios con los dueños –muerte entre familiares- y, además, una leyenda india sobre no cruzar hacia allá. Pero los muchachos quieren celebrar la noche de brujas de la mejor forma y esto es ir a la fiesta que organiza la muchacha marginal apegada a la magia negra, llamada Angela (Amelia Kinkade), la que va con su mejor amiga Suzanne (Linnea Quigley), la chica fácil y sexy.

La chica virginal, temerosa y recatada, estereotipo que no falta en la clásica película de género, se llama Judy (Cathy Podewell) y ella es algo la voz de la consciencia o la que menos bulla hace. Tiene 2 pretendientes, el galán superficial Jay –que sólo se la quiere coger- y el rebelde, rústico y solitario Sal –el amor inesperado-. Con ellos va una pareja de novios cercanos a Judy, personajes anodinos, pero que sirven para poner más carne sobre el asador, y otros tres chicos aparte en su propio auto, un afroamericano que le teme a todo, una chica que sirve sólo para que la insulten y un muchacho grueso, bromista, maltratador, misógino y vulgar.

La película tiene varias escenas de sensualidad, hay que recordar que es una película de típicos adolescentes en busca de juerga, donde hay 3 grandes escenas. Una es cuando Suzanne enseña su voluptuoso trasero en ropa interior –Judy también aunque casual cambiándose en su cuarto- y sus lindas piernas sobre tacos altos rosados para que su amiga pueda robar cosas para la fiesta. Otra es un baile entre freak y erótico de Angela con la canción Stigmata Martyr, de Bauhaus, de fondo; que es el arranque de las posesiones. La última es cuando Suzanne entra en estado de posesión y se pone absurda e imprevisible. Estas dos últimas escenas mencionadas generan buenos momentos de terror.

El filme de Tenney es muy básico, pero es un buen filme. Ya hay mucha agua recorrida en el género pero aun así se las arregla para hacer lo suyo, aunque por sus venas pasa El exorcista (1973), The Evil Dead (1981), Demons (1985), Demons II (1986) y Evil Dead II (1987). La propuesta está bien constituida; su historia mete de todo para justificarse y lo hace muy ligeramente, pero tiene buen manejo de las escenas de terror y su sentir adolescente es sólido. El ambiente central de la casa se presta para la lujuria y lo macabro, su combinación máxima.

Night of the Demons 2 (1994), de Brian Trenchard-Smith con guion de Joe Augustyn, también funciona, no es mala película aunque no es de las más memorables. Imprime mucha comedia, pero mantiene algo el interés en sus escenas de terror, tiene aún efectos especiales decentes. Ésta vez la Angela (Amelia Kinkade) de la anterior película es el demonio central, y tiene un pariente en una chica a la que le suelen hacer bullying (el alma pura a sacrificar). Se inscribe el filme en un internado de chicos problemáticos, con separación de hombres y mujeres, a los que una monja rígida suele vigilar dictatorialmente. Ésta monja (Jennifer Rhodes) hará también de héroe, propiciando cero ingenio más bien; los adolescentes tampoco yacen iluminados (aunque se ve algo en Zoe Trilling, y el taekwondo de uno de los muchachos). No es una película brillante, pero el director y el guion de Augustyn al menos no son un cero a la izquierda. El filme tiene un lado infantil, pero que no llega a destruir la película, se acopla al terror que mantiene un cierto lado serio. Usan pistolas de agua y globos con agua bendita para combatir a los demonios, y sin embargo tiene gracia. Tiene su culto también.

Night of the Demons III (1997), de Jim Kaufman con guion de Kevin Tenney, baja ya demasiado el nivel, se nota un filme en extremo barato, no es ni para televisión; además, la narrativa es en parte repetición de la primera. Se instala en la casa Hull y llegan nuevos adolescentes; el cabecilla del grupo, Vince (Kris Holden-Ried, el mejor actor del reparto, si eso es posible), carga instinto criminal y hace que tengan que escapar de la policía tras un tiroteo. Ésta película no tiene buenos efectos especiales o no los sabes utilizar, no tiene un solo momento de terror decente, incluso llegan a ser vergonzosos, como su humor. La sensualidad también es nula en la propuesta, incluso la chica llamada perfecta –popular, bella- y decente (Stephanie Bauder) no tiene un ápice de gracia. La trama respeta la segunda parte de la trilogía, pero sin salirse del cuadrante de la casa Hull; en la anterior llegan los demonios hasta el internado por un objeto curioso que proporcionaba además una escena a lo Poltergeist 2 (1986), aunque por debajo de su toque memorable. Regresa Angela (Amelia Kinkade) y se le ve bastante a la actriz que la interpreta, en la anterior aparecía pero se veía sobre todo como demonio. La presencia/performance de Angela/Kinkade vuelve infantil la trama en la peor forma para el género, hasta tiene bromas idiotas, de nivel cero de comedia. En esta oportunidad el personaje de Angela es central en la historia, pero se hace bastante mediocre, no tiene ni terror ni simpatía ni audacia por ninguna parte, sólo intenta un momento erótico chupando una pistola como un felatio y extraer las balas es la eyaculación, pero es un personaje igual de adefesiero que el de la monja de la película anterior.