jueves, 5 de octubre de 2023

The Wonderful Story of Henry Sugar

The wonderful story of Henry Sugar (2023), de Wes Anderson, adapta un cuento del británico Roald Dahl. Es un mediometraje que apenas rebasa el tiempo para serlo. Wes ha plasmado todo su estilo personal habitual en la obra de Dahl con quien hace una notable fusión. Es una historia interesante, que trabaja con la multiculturalidad entre La India e Inglaterra, con el misticismo y poder meditativo indio, para cambiar el materialismo occidental por nuestra humanidad para con el prójimo. Henry Sugar es un cuento dentro de otro cuento, dentro de lo fantástico, pero que se puede ver un poco entre natural y freak. Se puede uno identificar fácilmente, más una sensación de extrañeza sutil como envoltorio. Wes Anderson nada entre la inocencia y lo raro, con un pie en el cuento y otro en la reflexión social, mientras imprime un quehacer de entretenimiento con una voz en off muy potente. Es en lo visual muy Anderson, bastante cinematográfico, pero mostrando una estética que se desnuda abiertamente artificial (pero mágica), que quiere ser -tal cual el título- un cuento, un viaje alucinante, pero también hay una cuota de querer ser cotidiano, muy próximo al público. Éste mediometraje es muchas cosas, es también por esa voz en off omnipotente, que se emparenta con el propio autor original, muy literario además. Tiene así mismo mucho sentido del humor, aunque no es 100 % relajado, sino guarda cierta discreta pequeña malicia. A ratos de tanta buena fusión uno no sabe donde es Wes Anderson y donde Roald Dahl, ambos manejan mundos extraordinarios. En cierta manera es un filme esotérico, fusionado con un cierto aire a lo Disney clásico, que se hace atractivo de oír -como literatura o narrativa- y de ver como creación visual donde uno se deleita con los detalles estéticos, con toda la artificialidad made in Wes Anderson que aquí ha sabido hallar alguien que le va como anillo al dedo y lo hace brillar, todo lo contrario a no poder concretar un mundo imaginativo literario rico, es un filme que aporta, no que se queda en la orilla. En un momento un policía hace pensar al protagonista, cuando él supone vienen a arrestarlo, es esperar lo que no tenemos en mente, un consejero impensado, aunque el cine social británico justamente y lógicamente representa la calle y que mejor que la ley, pero en acto de generosidad. No solo es desarrollar un superpoder, sino aceptar una responsabilidad, y así mismo es el cine social que encuentra comunicación entre la Inglaterra obrera -niños en abandono- y la austeridad mística india, partiendo del habitual lugar de la banalidad, el de la opulencia extrema, para hallar una misión y trascendencia en el mundo sirviendo auténticamente a los demás, un acto de desprendimiento del egocentrismo u ombliguismo.