domingo, 28 de noviembre de 2021

Ema


Ema (2019), del chileno Pablo Larraín, es una película cool y que por todas partes exuda y grita popularidad, también es una película con personalidad y que a un punto hace lo que le da la gana. Puede que sea algo efectista y algo notoria en su ansia de ser cool y quizá hasta cinefilia hardcore, pero es una excelente película, no cabe duda, y se disfruta un montón. Qué importa que se noten algunas costuras. En ella se baila y se canta reggaetón. En un momento se argumenta, se le critica a éste baile propio de una nueva época musical, con lo usual, con una exposición de enojo e intensa de alguien inteligente pero de expresión sencilla. Pero enseguida salta a la pantalla como un tiroteo verbal un monólogo poderoso que enaltece al reggaetón y lo fundamenta en un orgasmo y queda perfecto. El filme intenta coger la esencia de éste baile comercial y popular en su postulado máximo, el sexo, que deriva en sensualidad, erotismo de a pie y de paso la libertad del cuerpo. La protagonista es Ema (Mariana Di Girólamo, joven muy popular por un par de telenovelas chilenas) y ella tiene harto sexo en pantalla, con mujeres y hombres, es bisexual, sin tapujos, libre como el viento, pero en un empaque light, medio para la fotografía pero que se percibe simpático, que aprueba, aunque puede que un poco esté demás. Ella deja en claro su liberalidad sexual, se ven muchas escenas de éste tipo, cuidadas, no vulgares, pero sensuales, guapas, en especial con compañeras de baile, queda totalmente claro que esto es el reggaetón o se intenta decir que éste es su mundo y filosofía, simple y contundente, como el filme en cierta medida. El gran Gael García Bernal hace un papel como un tipo y marido tóxico, algo malvado; tóxico es la palabra de la nueva época, una palabra ubicua, de esa otra cara y lugar común o dominante que es el feminismo y la denuncia del patriarcado en nuestra actualidad. Me viene a la mente con ésta película dedicada al reggaetón un debate con el porno donde se podría decir que hay matices y muchas contradicciones por donde se vea, no se sabe definírsele del todo, sí repudiarlo o perdonarle la vida, llamarlo esclavitud y deterioro o liberación o simplemente derecho, así vamos pensando sin querer pensar tanto, es un filme básico en realidad pero bueno. Ema usa un lanzallamas, casi como una seña de su personalidad, como si fuera un cómic, epítome de lo cool, sin duda una gran idea, el fuego es algo muy visual y hermoso, así como el rocío de éste sobre un carro es impactante y efervescente, aquí bajo un plan que al final se desarma en la esencia general -en la temática simbolizante del reggaetón- o es que es sólo cumplir -y ya- con añadir una raya más al tigre de su definición de relajo sexual. Por pantalla pasan algunas luminarias chilenas, actores icónicos o populares chilenos, uno de ellos propio de un gran hit internacional (La Nana, 2009), es la actriz Catalina Saavedra, quien se manda un monólogo riquísimo que le da duro a la pareja protagonista y describe matices, con tremenda solvencia verbal e histriónica, como para darle más momentos así en otras películas. Aunque Mariana es la verdadera estrella de la película y lo hace muy bien, Gael siempre es competente y demuestra el porqué de tanto recorrido profesional y cierta fama. El mexicano sabe ser perverso, Larraín también es un maestro con esto, aunque éste talento a algunos no suele agradar, pero da en la llaga, tiene bastante poder escénico. Un estribillo de sarcasmo y herir al otro asoma en la voz repetitiva de Gastón (Gael) y esto aunque cruel moviliza el filme y a Ema curiosamente, la heroína. Al término del "ingenioso" plan surge un embrollo familiar, un lugar familiar caótico, muy contemporáneo, un poco freak, de muchos colores, pero todos, aunque algo avergonzados, felices. Por el final más parece cierre de comedia de enredos; se diluye un poco el reggaetón, pero como al comienzo -despacio, sólo baile primero, bajo un sol enorme y sugerente- es como subir y bajar los decibeles.