miércoles, 28 de noviembre de 2018

Luna de papel


Luna de papel (1973), de Peter Bogdanovich, es una película tierna y dulce, de las mejores suyas. También es muy divertida. La relación que se forma entre padre e hija, en la vida real, y padre e hija supuestos en el filme es maravillosa, entre Moses Pray (Ryan O'Neal), un pícaro, un estafador, pero un tipo simpático, gracioso, para el espectador, y Addie Loggins (Tatum O'Neal), niña que en el entierro de su madre, pareja fugaz de Moses quien asiste al entierro, le es entregada para que la lleve donde su tía.

No obstante en el camino la niña descubre que Moses es un estafador, inventa llevar de encargo biblias a viudas que encuentra en el periódico rindiendo tributo a sus maridos, mujeres que manipula para ganar compradoras, sentimentales y medio obligadas, en medio de la época de la Depresión Americana, los 30s, en el sur estadounidense. Conocido esto, la niña en lugar de decepcionarse o asustarse muestra que también es muy pícara y aún más audaz que quien cree su padre, y lo ayuda a vender las biblias. De ahí en adelante la niña exhibe otros engaños, al igual que Moses, hasta meterse con un contrabandista de alcohol y éste resulte tener un comisario de hermano, con lo que el asunto tendrá sus repercusiones.

En ésta propuesta no se busca castigar la vida licenciosa de Moses, no es esa clase de película, sino divertirse con él y la niña, por eso estamos más cerca de la comedia, aunque suave, del entretenimiento ligero, con una pareja de compañeros poco comunes de cierta manera. No es extraño que Tatum O'Neal ganase el Oscar, más allá de la primera impresión, aun a los 10 años de edad y en su debut en el cine, porque realmente está espectacular, y el filme de Bogdanovitch le exige bastante, la mayor parte de la película se trata de sus aventuras y astucia. Ella incluso genera un plan maestro para deshacerse de una pareja romántica de su compañero de correrías, alguien que compite por su atención y llevaba la partida ganada, con la interpretación genial de Madeline Kahn, como una artista y medio mujer de la vida –también se enamora-, pero que al igual que Moses paradójicamente exuda simpatía, exotismo y complicidad del público, donde lo negativo no consume su imagen general.

A ese respecto el filme es audaz, propio de una época de sobrevivencia, donde todo el mundo carga la pobreza, no solo literal, también simbólica; nadie es juzgado con rigidez, más bien hay ligereza y mucha tolerancia con lo que habitualmente nos mantendría alejados. De todas maneras vender biblias no suena tan terrible, aun cuando estriba sobre la muerte de alguien, pero esa es la picardía, ironía, travesura y libertad del filme que busca ser intrépido.

No es típico que una niña haga de antihéroe, sin tampoco ser una comedia de trazo grueso, pero es más importante el vínculo que forma con el que cree su padre, aun cuando éste se basa en pequeñas estafas. Esto no toma mayor trascendencia, producto a su vez que hasta la policía rural tiene de corrupta, a la que se le suma un buen toque vulgar, rustico, propio de la imagen popular del sur. Todo es ligero y veloz, así mismo el castigo a Moses no lleva demasiado melodrama. La separación es lo capital, y es curioso a un punto que sea la niña la que solidifique su vínculo, que sea ella la que lo mantenga. El filme se apoya bastante en la pequeña, y aun así no resulta incoherente o fantasioso, tiene mucho realismo, lo cual es tremenda virtud, proponer mucha naturalidad con algo poco visto, una niña realmente astuta.

El filme es cálido y amable, y se mueve dentro de una mezcla perfecta, de consistencia, humor y relajo, tiene de ligera, de entretenida, pero sin perder un interés mayor, y no se adscribe al drama tampoco, aquí no existe llanto, pero igualmente no hay burla fácil.  El filme también se las arregla para ser sensible, en medio del hambre y la extrema necesidad de una época. La gente es propia del imaginario del sur, gente más tosca. Bogdanovich tiene habilidad para retratar el opuesto a la que llamaríamos su realidad. También papá e hija encajan y al mismo tiempo sobresalen; no rompen la figura, aun siendo especiales. Maridajes en su punto, así debería llamarse éste filme; un filme familiar a fin de cuentas, pero una película que le va a encantar a todo el mundo, que tiene la sensibilidad en la medida y brilla a través de ello.