Ésta película versa en tres versiones del devenir futuro de
un muchacho que tiene fuerte nexo político con el estado de su país; en una
parte con comunistas que son el gobierno y en otra con gente que está contra el
comunismo que hacen periodismo clandestino. El muchacho se llama Witek Dlugosz
(Boguslaw Linda) y es un estudiante de medicina. En una versión Witek abandona su
carrera de medicina y se mete al partido comunista, se pone con el orden
hegemónico de su tiempo. Witek hace de enviado especial para sofocar una
revuelta y se da uno de los momentos clímax del filme, pero en general es un
filme pesado. Al mismo tiempo vemos la relación de Witek con una joven de su
infancia, habiendo bastantes escenas eróticas y artísticas junto a ésta mujer.
No obstante repercute en ellos el orden del partido comunista. En otra versión
Witek pertenece a un grupo anticomunista y tiene además una relación con una
mujer casada de su grupo habiendo más un estado político-social que erótico
entre ellos. Por ultimo en la tercera versión Witek es neutral, ni pro ni
contra el comunismo, piensa en tener familia y desarrollar su carrera de
medicina aun cuando el decano lo ayuda, lo encausa profesionalmente, pero el decano
tiene problemas políticos. El filme abre bien arty, con unos cuerpos muriendo
en un hospital –sabremos que uno de ellos será el de la madre de Witek-, luego
el padre del protagonista yace moribundo melancólico confundiendo su futuro y
Witek pequeño aparece despidiéndose de una niña a la que promete volver a ver.
El azar (1987) es un filme muy político y se hace difícil que uno se entretenga
realmente, aunque tiene sus escenas agraciadas, de buen cine arte. El director
polaco Krzysztof Kieslowski muestra a Witek corriendo desesperado hacia un tren
y en el trayecto empuja a una vieja y hace que una moneda ruede hacia un
vagabundo que luego toma una cerveza como centro de unión de todas las
versiones. Estas escenas son arty igualmente, son pequeñas genialidades
visuales, pero lo político está tan enraizado en todo que la propuesta agota.
Las escenas eróticas ayudan, pero se suman conversaciones pesadas con casi
todas las parejas que pasan por la existencia del protagonista. La última yace
de pie completamente desnuda frente al umbral de una puerta, esta escena es muy
sensual que destaca entre todas por su naturalidad y fuerza.
sábado, 29 de junio de 2019
jueves, 27 de junio de 2019
Faster, Pussycat! Kill! Kill!
El director de ésta propuesta, Russ Meyer, hacia películas
de segunda categoría, pero la presente película es una súper película, una obra
de arte popular, una obra maestra del entretenimiento. Lo tiene todo como goce mayúsculo.
Ostenta una malvada de antología, Varla (Tura Satana), que mata a puño limpio con
golpes de karate. El filme abre con carreras de auto informales, con tres mujeres
pandilleras de cuerpos esculturales, especialmente de tetas grandes, fisonomía distintiva
del cine de Meyer. Estas tres mujeres se topan con una pareja de novios jóvenes
donde el hombre quiere lucir la velocidad de su auto, su eficacia al volante, y
Varla le hace el alto de la peor manera, al estar dotada de un ego gigantesco y
peligroso. Luego las tres bellas pandilleras terminan en un rancho de un hombre
en silla de ruedas que guarda una cuantiosa fortuna y conocen a sus 2 hijos,
uno es un Hulk gringo de cierto retardo, el otro es un cowboy común, de valores,
aun con este padre. El filme es pura acción, Varla hace todo en sus manos para
no ser acusada de nada y querer llevarse la fortuna escondida. El tipo en silla
de ruedas (Stuart Lancaster) es un sujeto perverso por su lado también, tiene
sed de venganza de matar mujeres, pero se topará con la horma de su zapato en
la temible Varla. El filme es uno de sobrevivencia donde Varla querrá deshacerse
de todo testigo. Faster, Pussycat! Kill! Kill! (1965) tiene el erotismo medido,
cuidado, al servicio del relato. No son necesarios argumentos profundos, solo
es dejarse llevar por su intensidad, por su acción, todo es hacer, más que
pensar, y así es hedonismo puro, la sencillez en estado de gracia.
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cine americano,
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Russ Meyer,
séptimo arte,
Tura Satana
viernes, 21 de junio de 2019
Las margaritas (Sedmikrásky)
El filme es simple y a la vez no tan simple. Simple porque la
propuesta trata de dos muchachas hermosas locas que se dedican a las
mataperradas, a disfrutar de la vida haciendo locuras e incomodar al resto banalmente
con sus libertades, con su deseo de tontear. Y no tan simple porque muchas de
las cosas que hacen tienen pequeños efectos cinematográficos o parece simple
juego “absurdo” y es difícil de cogerlo en la memoria. Se tiende a disfrutar lo
que hacen, como cine, pero también a olvidarlo.
En un restaurante hay un espectáculo de Charleston, las
chicas se dejan llevar por el baile y empiezan a hacer desmanes, a
desenfrenarse, a ponerse intensas, haciendo que todo sea cómico como en una película
muda de slapstick. En otro momento la rubia le corta el vestido a la de cabello
negro, a la mejor amiga u hermana, y ésta en un efecto básico de edición le
corta con la tijera un brazo, luego se decapitan y sus cabezas bailan, más
tarde todo el escenario se hace picadillo, diminutos cuadritos, en total estado
de juego. Es un filme de momentos así, de disfrute efímero, con unas muchachas
simplemente vacilándose.
A ellas las veremos mostrándose lúdicas con tijeras, comen con éstas como cubiertos, apelando al festín, al fuego, al poder, a lo impredecible
y a la violencia. Las chicas dicen que el mundo está corrupto entonces argumentan
que no tienen por qué ser tampoco intachables, también serán corruptas, no hay
regla que las detenga. Interactúan con el socialismo y el capitalismo. Con el primero (el socialismo) sucede cuando se topan con un jardinero trabajando concentrado en lo suyo y llaman algo
hermoso a lo que hace, luego roban unas mazorcas y se extrañan que el trabajador
no les llame la atención. Con el segundo (el capitalismo) sucede cuando entran a una fábrica. Se meten apiñadas en un pequeño ascensor de carga, y al abrir una puerta terminan
en una cena de lujo donde aún no han llegado los invitados y como ellas son
adictas a la comida como estado pleno de goce y diversión se dedican a tragar,
a destruir todo orden y a lanzarse la comida.
Una se viste con una cortina, se trepa sobre la mesa
de agasajos, camina sobre los alimentos, pisoteándolos rebeldemente, se burla del
modelaje. Es la belleza al servicio de la personalidad, no la belleza vacía,
tal cual preguntan filosóficamente, pero a su vez son libres para hacer de
tontas en mil oportunidades. También se burlan de la edad, de los hombres
mayores exitosos –mientras se le rinde pleitesía a la juventud-, con los que
salen y terminan aprovechándose de ellos, en comilonas que estos pagan, para luego
hacer que el tren se los lleve; los humillan y los desechan, bajo mímica cómica.
El filme no es uno sexual, no hay escenas subidas de tono, a lo mucho vemos a
la rubia salir desnuda tapándose sus partes más íntimas con cuadros de
mariposas disecadas, siempre en estado de broma naif, pero sabiendo del poder
sexual, de su poderosa femineidad.
Se burlan de tener pareja, también lo hacen de cualquier hombre,
con uno que llama y expresa estar enamorado en el teléfono y ellas ignoran por
completo sumidas en sus locuras. Es un canto de feminismo como entretenimiento,
de fuerte e imponente personalidad, de extravagancia amable, como aparecer
jugueteando a menudo en una piscina, echadas al lado, semejante a unas muñecas,
o cuerpos en absoluto relajo. Las margaritas (1966), de la checa Vera Chytilová,
es pura irreverencia alegre, un llamado a no aburrirnos nunca, a ser intensos y
felices siempre, aunque haciendo mataperradas, portándonos como niños
malcriados.
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cine europeo,
comedia,
crítica,
séptimo arte,
Vera Chytilová
sábado, 15 de junio de 2019
Carta de una desconocida
Una película muy celebrada, perteneciente a Max Ophüls, de poética
maldita, de tragedia romántica, con una mujer que se enamora perdidamente de un
hombre, su vecino, y muere amándolo, dejando una carta confesándole todo su
amor. Lisa (Joan Fontaine) desde chiquilla queda prendada de un famoso pianista
mujeriego, Stefan Brand (Louis Jourdan), y llega a conquistarlo, pero el hombre
mujeriego como es la olvida y hasta redunda en ese olvido. En una estación de
tren él dice que la buscará a su regreso de un concierto suyo, pero no lo hace.
Ella firme en no incomodarlo –en no prestarle obligaciones- termina poniéndose a
un lado –tontamente-, llevando un hijo de Stefan, a quien en vida no le confiesa
de la existencia del muchacho –error aún más grande-. Es una película triste,
con un hombre que se autodestruye inconscientemente al dejar pasar el amor
verdadero, porque él ama a Lisa pero ha fallado por equis
motivo en cumplir con ésta mujer. Ahí yace un pequeño misterio, ¿qué
lleva a Stefan a dejarle entender a ella de que es su otra mitad en la vida,
con aquello de lo que siempre ha sentido le ha faltado y necesitado, pero
termina olvidándola o no reconociéndola varias veces?, esto puede sonar a un
defecto de la propuesta, pero también plantea que el filme sea romántico, poético y trágico mediante
éste olvido inexplicable y leitmotiv. Al final el hombre quien ha
cometido el gran error de su vida recordará en su mente todos sus encuentros, identificándola,
desde pequeña, mucho gracias a la carta sentida que ella le deja. Stefan no es
un mal hombre, solo alguien que ha dejado escapar al amor. Simplemente es un
hombre torpe, ejecutor de tantos fracasos, mientras Lisa representa a la
mujer abnegada, una tragedia andando con su enamoramiento apasionado. El
filme tiene muchas escenas dulces, todo no es llanto o
drama. Pero el fin es ese, echar unas lágrimas con una historia triste.
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cine americano,
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crítica,
drama,
Joan Fontaine,
Louis Jourdan,
Max Ophüls,
romance,
séptimo arte
viernes, 14 de junio de 2019
El bien esquivo
Los protagonistas toman de modelo levemente al Inca
Garcilaso y a Sor Juana Inés de la Cruz, como a El carbunclo del diablo, de Tradiciones
peruanas, de Ricardo Palma. Jerónimo de Ávila (Diego Bertie) es un mestizo que en
el siglo XVII quiere ser reconocido por los ascendentes de su padre español
para obtener derechos, ya que ser mestizo no los tiene. Inés Vargas de Carvajal
(Jimena Lindo) es una monja que escribe poemas sensuales a escondidas, es una
mujer muy sensorial, lo cual le puede costar la vida por sacrílega frente a la
inquisición.
El filme pone a la inquisición como el malvado de la
película, tratando de extirpar las idolatrías. El líder de las persecuciones en
ésta propuesta es Ignacio de Araujo (Orlando Sacha). Ávila se meterá en
problemas con la ley española buscando el acta de matrimonio de su padres, prácticamente
es una persona torpe para ir de error en error criminal. Peleará con un notario
corrupto, matará a un hombre tras unas apuestas, será acusado de idolatría por
las relaciones con su madre india (Delfina Paredes). Inés aunque parece dócil
esconde cierta rebeldía, pero inocua, solo que la inquisición será implacable
con ella.
Ésta es una película de muchas aventuras, hay un romance
llamativo entre la monja y el mestizo que es un espadachín. Es una trama que
habla de las raíces incaicas frente a las españolas, habla de identidad nacional,
pone al culto místico inca contra la religión católica, que recorre todo el
filme. Es una película que contiene a los actores más populares del medio,
muchos en pequeños papeles. Es un filme competente, aunque no una obra de arte.
El bien esquivo (2001) es el filme más reconocido de Augusto Tamayo.
La película tiene buenas actuaciones, inclusive de los que
hacen de actores muy secundarios, como indígenas, aunque también tiene momentos
muy ligeros, demasiado austeros en lo visual, como con el disparo de la
ballesta y el final, a lo película de fantasía, con un Gianfranco Brero bien
maquillado como salido de El señor de los anillos. La huida por el desierto
pasa por lo mismo, a lo paisaje de Lawrence of Arabia, sin casi presupuesto.
Pero en los claroscuros –en especial de sus pasadizos coloniales, de su infraestructura-
esconde cierta magia, cierta esencia de misterio, aunque ésta obra se presta
bastante transparente.
El bien esquivo es pasional, con la monja literata delicada y
expresiva en sus gestos, y el mestizo bravo y llano pero no chacra, prestos al
romance más altisonante, aunque breve. Araujo es un gran personaje, que
recuerda a alguien como al Senador Palpatine, poseedor
de un lado fantasioso aunque identificable en la realidad con su sencilla sotana
y su crucifijo brilloso, pero se le percibe con un aire oscuro, secretamente perverso,
una fuerza subyugadora, manipuladora, castigadora, un sujeto bien letrado, con
excelentes diálogos, una mente inteligente, pero un tipo calculador, firme en
su deseos, en imponer el catolicismo a los pueblos conquistados que buscan
mantener sus raíces y conceptos propios, creándose un poderoso contraste con los
héroes.
miércoles, 12 de junio de 2019
La Vigilia
Edgardo Chocano (Gianfranco Brero), un hombre de dinero,
solo, de noche, piensa y escribe en su computadora un trabajo académico, cuando
es sorprendido por una mujer bella y salvaje del pueblo (Stephanie Orúe). La
mujer lo termina atando y amenazándolo en su casa. No se sabe que quiere. El
hombre culto no es un esnob, tiene bien puestos los pies en la tierra y sabrá
manejar la situación, hasta llegar a compartir una extraña amistad con la mujer.
Ésta película de Augusto Tamayo es un thriller, y es uno
decente, aunque con ciertos defectos. Uno de ellos está normalizado y generalizado
en el cine peruano, hablar demasiadas lisuras, como una metralleta de
vulgaridad, para reflejar realismo o porque todos dicen que así hablamos. Otro,
por ratos el filme adolece de mayor creatividad, se le siente demasiado común o
en buena parte conocido. Pero es un filme interesante en el planteamiento de la
relación de los protagonistas, en ponerlos a enfrentarse entre ellos primero y
luego a una banda criminal, que tiene de motivo un macguffin, que hace entretenido
el filme.
El filme tiene una primera parte en que la mujer agrede con
suma violencia al hombre de la casa, y aguarda el misterio en sus actos. Puede
ser simplemente la invasión terrorífica de una casa privilegiada donde la mujer
pobre aprovecha los bienes materiales que ha usurpado. Luego da un giro el
filme y tenemos una relación particular. Se habla de sexo, pero se trata en
realidad de una amistad, lo que hace curiosa la relación, que no es de padre e
hija aunque Edgardo es mayor y ella hace de chica muy joven.
Ella es sexual, y violenta también manifestándolo. En un
momento se adjudica ser una prostituta, aunque no lo es, pero es firme y
atrevida con esto, podría haberlo sido. Hay una escena donde ella yace toda desnuda
en la bañera; hay otra donde ella tiene sexo de pie en un cementerio. Son momentos
claves de sexualidad donde el hombre mayor hace de voyeur, como de un hombre
muy contenido. Pudo ser más profunda ésta parte, pero queda como que Edgardo es
un tipo híper civilizado, aunque sea capaz de enfrentar el infierno por ésta
chica.
Edgardo tiene dinero, pero es un hombre que puede manejarse
dentro del pueblo sin problemas, dentro de lo criminal también, como cuando va
a distritos más inseguros con total tranquilidad y conocimiento. Los viajes en
auto economizan harto tiempo de cine, tienen una buena edición hay que anotar. El
lado de la persecución criminal no está muy desarrollado, o es bastante simple,
pero esto otorga a su vez personalidad, porque pesa mucho la relación entre el
hombre mayor y la joven, una relación difícil de definir a cierto punto, quizá
un poco un hueco, o medio un enigma, pero un disparador de intensidad,
curiosidad y maleabilidad.
Ella le dice que está loco en su accionar, lo dice de la
manera más llana y vulgar, poniéndose en duda las razones abiertamente, sin que
él responda del todo –estando bien muchos de sus silencios-; también todo
podría haber sido parte de la imaginación de Edgardo, oyéndose mejor que todo
haya sido literatura que un estudio del primitivismo o el choque de clases. La
vigilia (2010) tiene ocurrencias como la de toparse con el peligro de la
embestida de un toro que se percibe un poco boba, al tiempo de básica, pero
tiene un minimalismo atractivo, mucho más saludable y hedonista que la exuberancia y telenovela de Una sombra al frente (2007).
jueves, 6 de junio de 2019
La ronda (La ronde)
Son pequeñas historias de amor fugaz interconectadas por una
persona de las parejas, realizadas en cadena, pasando de una aventura a otra
aventura, con Raconteur (Anton Walbrook) como el presentador y ser ubicuo entre
las parejas, en un carrusel del placer y la felicidad, aunque también hay
decepción y traición. Pero sobre todo brilla la felicidad.
Hay grandes actores franceses de parejas, con una Simone
Signoret haciendo de una prostituta, aunque no una común, capaz de saltarse
cobrar por tener un encuentro de su predilección, pasando por terminar durmiendo
con un aristócrata de buen aspecto físico (Gérard Philipe), donde queda todo en
un estado idílico de romanticismo y ternura –con una Signoret como flotando en
las sábanas ante la mirada voyeur de la cámara acariciándole el rostro, su
belleza- , porque el director Max Ophüls no juzga, ni al adultero ni al
libertino, sino que celebra el amor libre, el placer sexual como hallazgo total de
felicidad.
Serge Reggiani interpreta a un soldado que sólo quiere
divertirse, quiere gastar su día libre bailando, mientras cambia de pareja, no
pretende estabilidad. Simone Simon hace de una bella y sumisa empleada del
hogar rendida a los pies del hijo de su patrón (Daniel Gélin), como fantasía húmeda,
y el hijo del patrón pasa a cumplir una segunda fantasía, metiéndose con una
mujer casada (Danielle Darrieux) que duda y teme ser descubierta. Pero el
marido de ésta (Fernand Gravey) también la engaña, con una joven humilde
atraída por el dinero. No obstante ésta dama realmente desea a un poeta (Jean-Louis
Barrault), y se hace pequeña frente a éste.
En la alcoba, en camas separadas, pero próximas, con sus lámparas
respectivas a tiro de cordón, los esposos hablan sobre la infidelidad, sobre la calma de su relación que el hombre inocente venera y a la mujer le aburre
secretamente. Ella, pícara, le pregunta si de joven ha estado con una mujer casada,
él autosuficiente sorprende confesando que sí, sólo que remata que a esas mujeres no se les ama en esos affaires, ella queda
meditabunda, en un prender y apagar las lámparas en medio de la curiosidad de
ambos, saliendo del silencio y la monotonía matrimonial. Esto implica una escena paradójicamente
simpática e irónica, levemente humorística. Plasma la perversidad en el amor, que aquí
también tiene cabida.
La ronda (1950) es un filme que con el presentador explica que
estamos ante una obra creativa o cinematográfica, un divertimento, mostrándonos
como nos comportamos, o como la gente revolotea alrededor del placer. Y lo hace
con chascarrillo, con libertad, con un toque de despreocupación, algo de
trasgresión, aun cuando es una propuesta de aire clásico, con muchas formas,
delicadeza y amabilidad para narrar.
El presentador ayuda a la consumación de las aventuras, cómplice
en el adulterio, como un alter ego de Ophüls y a quien adapta, a Arthur
Schnitzler, que celebra el placer, que puede ser platónico, o impío, o algo
forzado, o sensual, o engrandecedor. Hay desbalances e iluminaciones, se ama al
vuelo, se desea con fuerza, y te corresponden -como el hijo del patrón cerrando
las ventanas para propiciar un encuentro romántico o a través del velo como preámbulo
sensual-, o no te aman pero te aceptan la aventura, también te la niegan.
La prostituta busca el sentimiento, un soldado no le corresponde
como quiere, está muy apurado por divertirse, que curiosamente no pretende el
camino fácil, quiere la dilación. Pero si un conde, que sufre un repentino deslumbramiento
frente a la elocuencia romántica inesperada. El poeta es deseado como una
celebridad por la humildad de una mujer (Odette Joyeux) y rechazado como algo
de poco valor aun pasando por una necesidad, por una engreída actriz de teatro (Isa
Miranda); aflora todo el paquete, en la vocación de la fuente del
entretenimiento abierto y celebrado, prominente, lleno de calor e ingenio
transparente.
El placer (Le plaisir)
Max Ophüls nos muestra 3 historias, dos cortas de unos 15 a
20 minutos y una extensa que es la del medio y la que más llama la atención.
Las cortas hay una que es sobre un hombre viejo que se pone una máscara de un
hombre joven para ir de fiesta; la otra es sobre una mujer que pelea siempre
con su pareja, un pintor, y se separan, y ella quiere volver con él a toda
costa.
La del centro es acerca de un grupo de cortesanas y su
madame que dejan su discreto prostíbulo que parece una casa de fiestas para ir al
campo a la primera comunión de la hija del hermano de la madame. El hermano es
interpretado por Jean Gabin, y queda prendado, en busca de un affaire
extramatrimonial, de una cortesana (Danielle Darrieux).
El filme tiene una escena muy hermosa cuando una cortesana recién
llega al campo, cuando sale a ver por una ventana y se maravilla de las
estrellas, el cielo y el paisaje rural. Es breve pero llena de cine. La
película versa sobre el placer, como señala el título, el primer hombre lo
busca con ahínco a pesar de que su tiempo ya ha pasado, y su cuerpo no resiste
los sucesos hedonistas y suele caer enfermo.
La última historia es más femenina, una mujer anhela el
placer en su relación con el hombre de sus sueños, pero no puede evitar pelear
con él quien quiere escapar de ella y solía amarla con devoción. No obstante la
bella dama (Simone Simon) quiere volver a contener ese amor romántico (Daniel
Gélin), mientras el hombre se muestra terco en no volver a sus brazos.
Le plaisir (1952) tiene escenas atractivas, muy cinematográficas,
como con el encuadre de los hombres mayores exitosos mirando a la playa al no
hallar el prostíbulo abierto. El filme es elegante, nunca es vulgar aun cuando
trata con el sexo y el libertinaje, es un canto a la libertad del placer, pero
de manera inocente y alegre.
domingo, 2 de junio de 2019
Madame de...
Una dama de alta sociedad (Danielle Darrieux) producto de sus deudas personales vende unos finos aretes
que son regalo especial de su marido, un general (Charles Boyer). El general se inquieta y los busca con ahínco. Los termina comprando de
nuevo, pero curiosamente se los regala a su amante. Aquí el hombre se pinta de
cuerpo entero y prácticamente justifica que su mujer termine enamorándose de un
pretendiente, de un diplomático (Vittorio De Sica). El diplomático sabe que
ella es una mujer coqueta pero que no pasa de ello, que hasta el marido bromea comentándoselo,
sin embargo él nunca deja de seducirla con su caballerosidad. El director Max
Ophüls simplifica la seducción mediante los incontables bailes que comparten, sin
despegarlos. Los vemos en secuencia danzando pegados uno al otro, hablando en
el tiempo. Ella apoyada en una puerta termina diciendo que no lo ama rendida
ante él, éste “no” en realidad es un sí cómplice. Pero pronto el general se pondrá
las pilas y buscará cortar éste affaire. En ello ésta propuesta luce refinada, lo
mismo con ponerse capas mediante ayudantes. El filme es elegante y muy clásico.
Es una historia de infidelidad y romance. De Sica luce como un seductor neto,
con gran porte. Boyer es un hombre de aire inteligente, un tipo muy
despierto, pero ésta relación se le escapa de las manos. El relato es muy sutil con toda la infidelidad, mientras el general guarda las formas. Finalmente la historia se decide por una salida más “brutal”, un duelo de pistolas, aunque de
caballeros, y tiene un final hermoso, con el foco en las velas de la iglesia,
un rezo sin nadie, su cuota de suspenso y una puesta en escena de cierto
misterio. A ésta obra se le puede llamar una película aristocrática, a través de un trío de actores maravillosos.
martes, 28 de mayo de 2019
Dry Martina
Es la historia de una cantante, Martina (Antonella Costa),
que es muy sexual, dice que es ahí donde ella siempre se ha sentido feliz, donde
se halla a sí misma. Ella pretende que el mundo la quiera tal cual, así con su
fuerte deseo sexual y promiscuidad, con su liberalidad a mil, con querer hacerlo
cuando quiera y cuantos quiera, mientras habla de manera directa. El filme
sigue ese rumbo, con la hermana imaginaria de la misma manera, que también es
muy libre en lo sexual, como con el muchacho de color con quien sólo se
divierte y suena a lugar común -siendo el hombre de color representación de sexo
puro y duro-.
El filme intenta ser muy moderno, con lo sexual a la orden
del día, del nuevo pensamiento, un pensamiento progre para bien y para mal en
su significación, la aceptación de la promiscuidad femenina, la ligereza sexual
femenina, el hedonismo ante todo, el sexo libre en toda gloria, sin escenas
subidas demasiado de tono ni rarezas, acótese, pero con aventuras
intrascendentes por doquier, se busca la aceptación total en ese sentido. Pero
Martina quiere que la quieran también así, incluido el espectador, pero le falta
cierta empatía para ello, aunque es algo simpática, no es un cero a la
izquierda. Ella quiere ser cool con su liberalidad, con su sensualidad, pero
poco importa a ratos, no a todos nos convence o entusiasma.
Dry Martina (2018), de Che Sandoval, está bien hecha, técnicamente
es una película más que decente, tiene buenas formas, pero narrativamente
hablando –por lo que cuenta o cómo lo cuenta como trama- es mucho más discutible. Martina confiesa
haberse acostado con todos sus amigos del colegio –fueron 12-; pide una pija y termina
abrazada a un anciano que no entiende su lenguaje, con un juego que plantea la
propuesta, en la comunicación entre la jerga chilena y la argentina. El filme la
pone como una incomprendida, alguien por quien sentir algo de pena, es
finalmente una solitaria, pero esto no pega, Martina debería ser más dura, más
fuerte, mostrarse así tal cual habla y ejecuta, pues ese camino ha escogido.
El sentimentalismo no funciona con Martina, cuando se muestra
conchuda con el sexo previamente, de manera tan desenfadada y apologética. Si eres
irreverente, no pretendas ser tierno después, no será tan fácil de generar
empatía así, si no habrá que ser ingenioso entonces, y en ello el filme falla,
mostrando un salto muy simple. Dry Martina con la historia de la hermana chilena
loca mejora, se libera un poco de su temática de promiscuidad –paradójicamente
a raíz de una relación casual-, dejando de ser repetitiva, para al final dar un
pequeño giro, con la –simbólica- gata maullando. No es un filme malo; como película ligera tiene su gracia.
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Che Sandoval,
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