sábado, 1 de octubre de 2022

Tiempo de revancha y Últimos días de la víctima


Tiempo de revancha (1981)

Pedro Bengoa (Federico Luppi) es un ex-sindicalista que desesperado acepta un trabajo con mucho riesgo en una cantera con el uso constante de explosivos. Pero su padre le dice que lo ha decepcionado, es decir se ha vuelto dócil con la lucha por los derechos laborales, con defender cierto socialismo digamos, esto le queda en la mente a Pedro pero no lo dice en ese momento. Luego Pedro trata de ser sumiso, pero cuando un amigo le ofrece engañar a su empresa, es decir, sacarle la vuelta al capitalismo, primero se enoja, se hace el loco, pero luego acepta el plan, un buen plan, aunque enfrentaran también un lado criminal que tiene la empresa y que lo meterá en cierta terrible tensión y latente peligro. Bengoa tiene que ceñirse fiel al plan, para ello incluso se pone cinta en la boca por las noches, no debe hablar nunca, por nada del mundo. El dinero no es solo lo que busca, quiere darle un gran golpe a la empresa, desprestigiarle y es que ponen realmente en peligro a sus trabajadores y lo que supone la elipsis de las reivindicaciones sociales. Es una lucha contra el poder pero también el poder que tiene ramificaciones criminales. Bengoa es un especie de héroe de alma sindicalista, como su padre deseaba y a quien le tenía devoción y no quiere traicionar. El filme de Adolfo Aristarain pone como compañero de Bengoa en el plan en ejecución a un abogado mercenario, como el mismo se hace llamar, a Larsen (Julio De Grazia), que es todo un personaje, gritón, efusivo, intenso, histrión, en una muy buena interpretación. Bengoa puede ser un poco frío, con la muerte que presencia, pero tampoco es su culpa, el plan lo es todo, incluso cuando su mujer quiere dejarlo por tanto conflicto, que ella cree algo descabellado de él. Bengoa, el gran Federico Luppi, lo hace muy bien, con gestos sugerentes sin hablar, pone emociones visuales, en un tipo que no es de llamar la atención, sino es de perfil bajo, y eso lo hace más astuto, porque se guarda todos sus pensamientos, como el literal silencio lo hace ver. 


Últimos días de la víctima (1982)

Éste filme juega un poco al thriller psicológico, pero al final opta por el realismo si bien puede leerse algo en parte excepcional, es como un espejo lo que va a suceder. El gran Federico Luppi es un sicario, Raúl Mendizábal, muy meticuloso. Hace unos seguimientos muy detallistas y ahí entra lo que genera el estado de suspenso psicológico, un estado de cierta psicosis, aunque al final la decisión será normalizar todo, pero en esto cae en lo un poco tonto, y en lo muy básico. No porque requiera ser un thriller psicológico, sino porque su realismo final o retorno a ello no es muy bueno, encima deja cabos sueltos como los sacrificios humanos, e igualmente suena medio fantástico cómo se duplica al protagonista, lo que se arma. Pero en gran parte es un filme decente, interesante, como cine negro, la historia de un hitman. Luppi está muy bien, hace un criminal creíble, muy rudo y violento a ratos, muy tranquilo y llevadero en otros; puede ser amigable (como con la ex-esposa y su hijo o su amigo el Gato y la prostituta), o puede ser frio y de temer (como con los que le pagan para matar). Es una mala persona, pero tiene rasgos engañosos de empatía (simpatía), que finalmente justifican el final, es un mero elemento de un sistema digamos. El filme de Adolfo Aristarain es muy erótico a ratos, muy liberal, hay un gran trabajo ahí, que le da esa cierta sordidez que ostenta el trabajo del hitman. La mayor parte del filme está bien realizada, es interesante ver como ejerce el sicario, como va montando su trabajo, como se relaciona con la gente, pero cuando el filme se transforma en un misterio éste termina de manera muy inferior a lo que había prometido, quizá por tratar de ser original. Hubiera optado por ser un noir puro y duro y no tanto entrar y salir del thriller psicológico. Cuando mata a la mujer todo es intenso, pero luego decae mucho.