domingo, 18 de septiembre de 2022

El lugar sin límites

Ésta propuesta es una de las más celebradas del mexicano Arturo Ripstein y de las obras más reveladoras, personales y exitosas del chileno José Donoso. Ripstein adapta la novela de Donoso. En éste filme todo pasa por un homosexual y travesti de aspecto simple llamado La Manuela, interpretada por el actor Roberto Cobo quien hiciera de muchacho -a los 20 años de edad- de El Jaibo en la mítica Los Olvidados (1950) de Luis Buñuel. La Manuela comparte un burdel en un pueblito con su hija joven La Japonesita (Ana Martín), hija de la legendaria prostituta La Japonesa (Lucha Villa). Muchos hombres maltratan a La Manuela, hay mucho machismo. La Manuela teme incluso por su vida, teme a Pancho (Gonzalo Vega), con quien comparte erotismo homosexual, una atracción, pero Pancho debe ocultar su homosexualidad aunque por fuera parece un tipo rudo. Las convenciones y el pueblo le exigen ser como todos, maltratar y repudiar a La Manuela. No obstante también en general hay cierta tolerancia hacia el travestismo y la homosexualidad, está normalizado ver a La Manuela, pero aun no está aceptado del todo, ni respetado en toda la palabra. En México se les llama despectivamente Jotos a los gays y así se oye mucho en el filme. La Manuela está fastidiada y atemorizada, sabe como es la situación en éste pueblo primitivo, que es gobernado por un especie de cacique moderno, un hombre viejo, Don Alejo (Fernando Soler), que tiene de malo -quiere seguir enriqueciéndose y es capaz de sacrificar al resto- y también de benefactor y padre de todos -protege a la gente del burdel entre otros, incluso a Pancho-. Entre Don Alejo, Pancho y La Manuela tenemos una historia pintoresca. Luego entra a tallar el cuñado, Octavio, un muy bueno en su papel Julián Pastor y todos en conjunto, como el tipo cruel que empuja al débil Pancho que no quiere aceptar su lado sensible y menos el gay. Pancho es bastante endeble por dentro, pero finge ser un tipo duro y se deja llevar por la violencia. Es un filme donde La Manuela está por todas partes, sin llegar a lo explícito o lo burdo, apenas un beso es detonante, pero la homosexualidad está muy presente, Donoso está muy presente. La música tropical, y el bolero, ponen un tono campechano al filme, criollo (y típico del cine latinoamericano de la época, muy acorde con el boom latinoamericano de la literatura), que va con todo el producto; hay cierta apariencia de lugar del pueblo, de gente humilde (aun cuando el cuñado representa a la clase media, la que lucha contra el poder aunque paradójicamente con resultados y un quehacer negativos). Ripstein maneja muy bien la humildad y el criollismo del pueblo, sabe ser bastante realista. Puede que éste tipo de cine criollo esté por una parte finiquitado (que también lo trabajaba, en el Perú, Francisco Lombardi), pero verlo y rememorizarlo tiene su encanto (aun cuando lo eclético luce más interesante); es un estilo histórico si se quiere ver, y éste es uno de sus hitos. La escena de la persecución con el camión -que se toma su tiempo- es bastante notable, define plenamente el filme. Vemos toda le relación afectiva y sexual -que es muy coherente y contundente sin ser vulgar, pero real- de La Japonesa y La Manuela lo cual es interesante de ver en pantalla que inicialmente es un enigma o algo raro, y seguramente lo más curioso del libro de Donoso, que Ripstein sabe convertir perfectamente en cine y arte. La imagen de La Manuela está cargada de humillación, tiene cierto toque lastimero que puede no gustar, pero como historia humana está muy bien trabajada porque no es vacía ni se siente gratuita. Donoso ha dejado parte de su alma sin duda en el personaje, y Ripstein en dirección y coguion con el escritor José Emilio Pacheco lo ha sabido entender y plasmar.