jueves, 3 de marzo de 2022

Akyn (Poet)


Estuvo en la Berlinale 2022 en una sección discreta, pero distintiva. El director kasajo Darezhan Omirbayev tiene actualmente 63 años y 7 películas -incluida la presente- en su filmografía. No tiene muchos premios en su haber. Su debut en 1992 le dio un reconocimiento en el festival de Locarno y su tercera película ganó el máximo premio en Un Certain regard, Cannes 1998. No es muy conocido fuera de su país; su alcance como cineasta es muy reducido. Esto lo emparenta con la historia y personajes que ofrece su último filme, que se percibe íntimo, una declaración de personalidad y principios. En éste un poeta (Yerdos Kanaev) lucha por no claudicar ante sus circunstancias, es decir, que no tiene público y no le es fácil sobrevivir de su vocación por la literatura. El filme abre con el trabajo austero en una oficina, con ordenadores personales, donde un grupo de gente mayor -salvo el protagonista que es aun joven- discuten la realidad de ser poeta o artista en su país; mencionan que los poetas están desapareciendo y que cada vez es más difícil serlo. No solo lo harán muchas culturas, y lenguajes, sino el aprecio por la poesía que ellos argumentan y defienden; proclaman su importancia. El filme es una declaración de sobrevivencia y ética para y por el arte (refiriendo al más puro y auténtico), desde la poesía, pero que claramente interviene el cine también y el arte en éste. El filme también es un viaje en el tiempo; pone, a un lado y a otro, el pasado campestre y el presente tecnológico. El viaje al pasado lo hace a la vida de un guerrero kasajo convertido en poeta quien realmente existió, Makhambet Otemisuly. Ese trayecto empieza a inicios del siglo XIX y transcurre hasta hoy en día en como termina finalmente éste poeta tras enfrentar el olvido y la invisibilidad; gracias a su vez a la voz intergeneracional de unos pocos. Ésta invisibilidad es lo mismo que pasa nuestro actual poeta, de manera ruda y notoria, a veces Omirbayev pecando de muy poco sutil, como con las carencias y anhelos económicos, que van en el protagonista desde un auto moderno hasta unos simples zapatos de vestir, pero que luce muy lógico pensarlo. No obstante el filme le ofrece dinero aunque supone vender su arte al poder adquisitivo. Suena un poco romántico en la presencia moderna pensar en el arte verdadero por sobre rechazar el dinero; pero luce noble también aunque quizá inocente, como cuando el protagonista se llega a inspirar en un niño pequeño, pensando en dejar principios y un legado honesto. En Makhamet todo es muy potente, muy claro y no necesita de mucho para contener una figura fuerte (aunque se extraña más info de su vida, bastante simplificada; yace actuada por la misma familia del presente). Éste lucha contra el colonialismo ruso desde el nacionalismo y lo autóctono; se enfrenta a una fuerza y violencia mucho mayor que la que ofrece su pueblo y él (al imperialismo ruso); lo suyo es un acto de valentía kamikaze. También se justifica que la única salida sea convertirse de guerrero nómade en poeta. El nuevo y último poeta busca emular y guarecerse en ésta legendaria existencia y suena justo aunque propio de otro tiempo, ese mismo que yace invadido por la tecnología, que no es mala aunque se le puede percibir algo así, pero en realidad como explica la apertura, la interesante conversación en la oficina, cada nuevo tiempo y cambio exige un nuevo tipo de poeta guerrero. Su lucha es una lucha de siempre. Ser poeta, un poeta auténtico, es una notoria lucha, contra diferentes enemigos. Los de hoy son la invisibilidad y otro hacer valer la ética y esencia contra la necesidad de dinero; también de cierta forma contra el poder. En un momento todos miran extasiados algo, el poeta se acerca a ver que es eso que los tiene atónitos y deslumbrados, y se trata de una despampanante y sexy bella mujer kasaja, desnuda en pose sugerente pero no vulgar y sólo vestida con tacos altos, bien justificada ésta "extravagancia" en la historia, como decir que la vida tiene también ésta clase de felicidad, incluso para un director poco conocido, que dígase de paso es uno de los admiradores literales de esa fémina bella. En otro momento se hace alusión a la debilidad, esa que maneja El poder del perro (2021), de Jane Campion, como ruptura de la imagen del western tradicional; aquí como parte de la esencia poética de nuestro héroe moderno kasajo (pero supone una debilidad en busca de soluciones). El filme tiene una parte muy ingeniosa, con un lugar de venta de celulares o televisores de última tecnología, algo muy identificable en la actualidad; hace sentir en el espacio la obra 1984 de Orwell, algo de sci-fi con ser poeta. Los subsidios también son sugeridos, la ayuda de un mecenas del arte flota como fantasma detrás de la noticia de un televisor. Es un filme bastante austero en todo sentido, pero exuda una honestidad y un discurso sólido; Omirbayev sabe usar el lenguaje audiovisual para trasmitir el propio pensamiento, aunque con pocos recursos. Le falta montón de cosas, pero aun así es indiscutible su valor.