jueves, 6 de mayo de 2021

Cine de terror mexicano


El Vampiro (1957)

Difícil ser original con un personaje como Drácula, tan popular, tan conocido. No obstante el director mexicano Fernando Méndez perdura en el tiempo habiendo logrado algo atractivo y con su cuota de propio y novedoso. El filme por el final se pone incluso algo complejo con el fluir de su narrativa. Éste filme tiene tremendo ritmo, puede que a ratos parezca correr un poco, pero es notable aun así. Es la historia de una familia de hacendados, quizá de expropiadores en clave simbólica, con un Conde Duval (Germán Robles) tratando de recuperar lo que le han quitado o perdido -incluyendo familiares-, sólo que a través de la leyenda y mitología del vampiro frente a la cara naif de los descendientes. También se ve notable la creación y el deambular de las 2 hermanas dueñas de la hacienda, una vampira convertida por Duval, Eloisa (Carmen Montejo), y la otra, una mujer vista como loca y muerta en el pánico, María Teresa (Alicia Montoya). Eloisa es muy astuta, pone la nota interesante en la trama cada vez que su agudeza fija la vista en el descubrimiento. María Teresa también es astuta y es una buena contrincante, más allá de las apariencias, como suele ser. La protagonista o el conducto es Marta (Ariadne Welter), muchacha bella, frágil, sensible, que regresa a la hacienda de su niñez y la halla descompuesta, envejecida, descuidada, pero ama el lugar no obstante. Marta es una damisela en constante peligro, que provoca un romance, un cortejo, simpático, de la mano de la galantería de un viajante de comercio, Enrique (Abel Salazar, gestor, productor del filme también). Enrique es en primera instancia el héroe de la historia, aunque la película por el final coquetea con el feminismo, con un pie en el miedo y otro en las armas de tomar. 


Ladrón de cadáveres (1957)

México ama la lucha libre profesional, es parte de su identidad y cultura. Es a comienzos de los 50s que ésta pasión por el deporte mezclado con el entretenimiento y el espectáculo se transforma en cine, se plasma en la gran pantalla. Para fines de los 50s llega al éxtasis con el luchador El Santo y sus películas, y después con Blue Demon. En 1957 con Ladrón de cadáveres, de Fernando Méndez, se hace una de terror serio con luchadores, si bien es cine B, también un homenaje al mítico Frankenstein, con la creación de una historia bien mexicana, con un Frankenstein a la mexicana; sin duda, toda una curiosidad, y encima es una película no solo entretenida sino una buena película de terror de cine B. Es la historia de un científico loco y criminal que mata luchadores y saquea tumbas para poder crear un superhombre. Finalmente nuestro Frankenstein mexicano lleva la sangre o el cerebro de un gorila. Verlo libre en acción es lo más divertido y cinéfilo que uno espera ver. El científico y genio loco (Carlos Riquelme) se disfraza como los grandes, sus planes son maestros para poder doblegar a estos luchadores tan celebrados, fuertes, y míticos para la gente del pueblo. Hay grandes escenas con estos planes de secuestro, escenas llenas de emoción, suspenso, tensión y audacia. Columba Domínguez es la beldad por la que se muere nuestro protagonista, Guillermo (Wolf Ruvinskis). Columba fue pareja del director de cine mexicano Emilio "El indio" Fernández, años antes de ésta película. Columba es Lucía, una secretaria muy segura de sí, sobrada a un punto, que hace la diferencia en la vida de ese perseguidor de secretarias que es Guillermo, un cowboy seductor, un típico mexicano, un macho man con corazón. El filme tiene por el final hasta cierta recreación a lo King Kong. Las escenas donde los luchadores se ponen a luchar -que son varias y extensas- son un alarde de atletismo, técnica y show


El esqueleto de la señora Morales (1960)

Dirige Rogelio A. González. Guion de Luis Alcoriza. Adapta un cuento del galés Arthur Machen. Lo protagoniza el genial actor mexicano Arturo de Córdova. Ésta es una obra maestra. Es una comedia de humor negro, una comedia de terror. La historia nos muestra a una mujer insoportable torturando día a día a su marido. Gloria (Amparo Rivelles) cojea de una pierna por una rodilla deforme, es una mujer bella a pesar de esto, pero su fe y su hígado hacen que no quiera nada sexual con su marido, a éste lo obliga a lavarse mil veces las manos y a echarse alcohol todo el tiempo, odia su profesión, él es taxidermista; tampoco tuvieron niños, aun cuando Pablo (Arturo de Córdova) los adora, como a los niños del barrio con quienes juega. Pablo es odiado por el cura confesor de Gloria, aquí se señala a la religión católica como enemigo. Pablo es un hombre de ciencias, un tipo muy inteligente. En un momento habla del crimen perfecto, lo tiene muy claro. Pablo en el filme no es perfecto, es propenso ciertamente al alcohol, que se deja ver sutilmente. También ha llegado un momento en donde no soporta estar cerca de su mujer; es bonachón con gente del barrio, pero indiferente a su mujer en general. Gloria es una fémina torturadora, a razón de sus frustraciones y complejos. Tanto uno como la otra tienen su gente que los respalda y su propia versión. Gloria para muchos es un ser maltratado, sufrido, también es una buena mentirosa, puede ser muy cruel a puerta cerrada. El filme tiene una comedia y trama sólida. La propuesta es mucho las tantas caras de Gloria. Lo macabro llega por el final. Es una película muy divertida, Arturo de Córdova está fuera de serie, así mismo Amparo Rivelles, hacen una grandiosa dupla de antagonistas. 


Alucarda, la hija de las tinieblas (1977)

Ésta es la The devils (1971) mexicana en cierta manera, pero mucho más, tiene su propia personalidad. No es tan grandiosa como la de Ken Rusell, pero Juan López Moctezuma ha hecho una película con su atrevimiento personal y una historia con atractivo narrativo, con su curiosidad y novedad en el terror. Alucarda (Tina Romero) es una muchacha huérfana que vive en un convento católico, tiene premoniciones y sueños raros, hay un destino oscuro detrás suyo, que un sátiro jorobado vestido de adivino gitano le confirma, un destino que se cumple con la apertura de un ataúd, que le aflora su lado demoniaco. Alucarda es lesbiana, ama a compañeras desvalidas, pero también las transforma en seres posesos por el mal. El filme pareciera invocar a la inquisición, con el cura y líder autoflagelador, el padre Lázaro (David Silva), y las monjas superiores, pero en realidad figura un extraño exorcismo que parece cámara de tortura y asesinato. La propuesta de Moctezuma se pone del lado de la fe católica, los justifica finalmente -con alguna muerte de por medio-, aun cuando los hace antes ver como fanáticos, como extremistas -también el lugar de contexto es un convento de claustro, ubicado en el campo-. Alucarda tiene una escena de glorioso terror cuando empieza  a quemar a todo el mundo con el simple deseo y llamado del demonio, demonio que en forma de animal llega a aparecérsele. Su compañera, Justine (Susana Kamini), se comporta como vampiro y también brinda buenas escenas de horror. El filme muestra desnudos, pero se sienten parte de la necesidad del terror, se ven naturales. El momento en que Alucarda y Justine empiezan a gritar arengas al demonio frente a una clase de religión llena de monjas y aspirantes a monjas es de antología, tiene tremenda fuerza escénica, también tiene algo de cierto humor involuntario, pero nada excesivo en ese sentido que malogre la idea del momento. Este filme es admirado por varios fans del género, incluidos directores famosos. Los lugares, sobre todo el convento, es puro concreto y minimalismo, implica lo necesario solamente y tiene gran potencia histórica y realismo.


El extraño hijo del sheriff (1982)

México tiene su personalidad, nacionalismo e identidad en el western, con sus películas rancheras y de charros, al western llegaron a conocerlo bien desde temprano y a darle su propio estilo, por ello no es tan sorprendente que lograran hacer westerns de terror ya desde varias décadas atrás del estreno de El extraño hijo del sheriff, del mexicano Fernando Durán. El western de terror no es muy conocido, no ha logrado trascender mucho, quizá por ser visto como cine B o como lo llaman algunos weird western, pero en México se podría llamar un subgénero -que ya no trabajan-, que logra su cumbre con el presente filme. El guion es de dos actores, de Bárbara Gil y de Eric del Castillo; Eric también actúa aquí, como el sheriff de la historia. El filme nos habla de dos niños que nacieron pegados por la columna vertebral, siameses, y que su padre los esconde encadenados, hasta que decide obligar a un doctor a separarlos. El doctor (Mario Almada) le advierte que de hacerlo uno morirá y, cuando sucede, el niño muerto se convierte en un demonio. Es un filme imperfecto, de cine B, pero muy entretenido y curioso, está lleno de giros y sorpresas. Es una obra muy imaginativa, tiene tantas vueltas y novedades que sería injusto llamarlo básico en son despectivo -que lo básico también puede ser gloria-, aun cuando es bastante claro y a ratos imperfecto. Su terror es astuto, un poco irónico, y sublime, como cuando el niño demonio miente para matar a alguien o cuando aparece furioso pareciendo que viene a salvar a su padre. Es una propuesta que critica la pena de muerte, no justificándola ni con asesinos de ancianas. Tiene un juicio y es muy intenso y brillante, no es para nada aburrido, va al asunto y le pone potencia. También el filme trasuda feeling con los niños siameses, tanto con Fred como con Erik, en el asomo de la orfandad o simplemente con ser buen padre; además se puede entender una línea religiosa con el aborto; así mismo involucra la discapacidad en general, como se enfrenta, desde lo llano. El sentimiento lo matiza muy bien con el terror. Al niño -en doble actuación-, a Luis Mario Quiroz, se le exige montón, y lo hace bien, pensando que es un filme de bajo presupuesto, de cine B.