lunes, 22 de febrero de 2021

The white tiger

 


El popular crítico americano Roger Ebert decía que el director de ésta película, el americano de padres iraníes Ramin Bahrani era un gran director, llegando a ser más tarde muy buenos amigos, incluso hasta los últimos días de Ebert. Bahrani con sus tres primeras películas, Man push cart (2005), Chop shop (2007) y Goodbye solo (2008) se hizo del respeto de cierta crítica; hoy finalmente creo ver que llega de cierta manera la popularidad, con su potente película The white tiger (2021), producida por Netflix. Es una película que intenta hablar con Slumdog Millionaire (2008), otra película india hecha por un anglosajón, ganadora de 8 Oscars, y una película que le encanta a muchos y me incluyo. The white tiger le dice a esa megapelícula que su historia habla y propone pasividad, servidumbre eterna e ilusión y fantasía utópica en poder convertirse uno en millonario o en poder salir de la pobreza, que señala la proclama de forma tan fácil y falsa -es decir, por un juego, ciertamente como una rifa, más allá de mil penurias que muestra el protagonista en su habitad y crecimiento-, tras el tema que comparten. Audazmente, The white tiger le dice salir del gallinero a salir de pobre o de la servidumbre tan arraigada en la sociedad india, como se nos explica. The white tiger exhibe como se le humilla al pobre, como ser señalado de criminal e ir a la cárcel injustamente para que los amos pasen sin polvo y paja sus delitos y culpas, señalando una servidumbre psicológica inclusive. El filme que se basa en un bestseller es políticamente incorrecto haciendo uso de la violencia de la peor forma, para salir del hoyo, para escapar del gallinero. En la película de Bahrani todo vale por dejar de ser pobre. Para eso el filme se ampara en la excepción (cosa que curiosamente comparte con Slumdog Millionaire), en ser un tigre blanco, un ser único en cada generación, un ser que recurre a lo oscuro para llegar a la luz (por supuesto, entre comillas). El protagonista finalmente se ufana de su éxito, posición y dinero. The white tiger es una película amoral, propia de nuestra contemporaneidad, pero carente de ser políticamente correcta, como también es parte del hoy en día. Es un filme que justifica la violencia, aunque se ampara en la excepcionalidad (medio romantizada, medio de cartón), pero al estilo del cine criminal, que me recuerda cierta semejanza con esa obra omnipotente y gloriosa que es El Padrino (1972), salvando ciertas distancias, como también que The white tiger genera muchos daños colaterales a diestra y siniestra; mueren perversos, y también justos por pecadores, bajo la noción de la autoinmolación, de saber plenamente qué estamos haciendo, decidiendo, perdiendo y ganando. El cambio lo es todo, nos dice el filme. Balram (un maravilloso Adarsh Gourav) empieza bastante humilde, y es hasta simpático. Mientras tanto, yace dominado por una abuela dura, abusiva y aprovechada, que deja morir al padre de Balram, un hombre humilde, trabajador y ultra correcto. Pero va creciendo en él un germen de disconformidad con su situación, provocando que vaya dando pequeños cambios en su vida, hasta que se calza a un amo de buen corazón (para seguir mejorando), pero débil en varios sentidos, interpretado por el genial Rajkummar Rao como Ashok. Ashok y Pinky, su mujer (la hermosa y voluptuosa Priyanka Chopra), son de ideas liberales y libertarias y terminan favoreciendo al demonio que crece en el cuerpo y la mente de Balram (consciente de que el mal yace en realidad en otra parte), igualmente por dársela de cool. La paradoja es ver como Balram se convierte en un monstruo, justificando su accionar, hasta el orgullo; hay una alusión al despertar de una pesadilla -muy creativa- que lo describe de cuerpo entero, y al filme y al libro en que se basa también, es una imagen terrible dígase de paso. En esto el filme es bastante atrevido, en ello basa su distinción, que es gran parte de la propuesta; casi todo el metraje -toda la explicación, en hermoso cine- es lo que hará que Balram entre en estado de locura, 100% consciente. El cambio será a razón de todo ese background que hemos visto, muy parecido, pero más de pobreza y penurias del bajo mundo, al de Slumdog Millionaire, película que exagera adrede -bromea incluso con ello-, en medio de un fresco muy amplio, tremendo resumen del cine indio, simplificando muchas existencias en una vida humilde. Pero con distinta salida o conclusión (en la de Danny Boyle su protagonista nunca abandona su alma). Balram vivirá una epifanía macabra, muy bien ilustrada cuando se topa con un loco de la calle y caga uno frente al otro al aire libre entre risas y euforia, provocando tremenda, mítica, escena, inmortalizando el click. Luego, a lo Oldboy (2003), blande un fierro, por un martillo, y proclama su libertad de la peor forma, de la forma más vulgar, pero todo muy consistente.