domingo, 30 de diciembre de 2018

The woman who left (Ang babaeng humayo)


El filipino Lav Diaz adapta a su estilo el cuento Dios ve la verdad pero no la dice cuando quiere, del maestro ruso León Tolstói. Como curiosidad está decir que la estupenda The Shawshank Redemption (1994) se basa en la novela corta Rita Hayworth and Shawshank Redemption, de Stephen King, pero éste autor se inspira en el cuento de Tolstoi que recoge Lav Diaz. Diaz ganó con The woman who left el león de oro 2016, del festival de Venecia.

The woman who left tiene el estilo clásico de éste director, las secuencias llevan mucho tiempo real, es decir, corta muy poco o eso muestra el corte final, mucho menos de lo convencional; prolonga extensamente las secuencias, el filme por lo tanto es bastante lento. Lo que puede mostrarlo veloz con una edición prominente se deja fermentar por buen tiempo, y la historia rápida de contar se torna muy detallista y mínima tanto como un poco ardua de ver. Pero sus tomas tienen encanto, sabe poner bien el ojo en la cámara, armar una buena puesta de escena, y mostrar una visualidad virtuosa dentro de ese tiempo tan extenso de las secuencias, en su manera de narrar, lo que podría contarse en menos fotogramas.

La historia en sí es interesante, una vez aguantada la lentitud de su séptimo arte. Una mujer es injustamente condenada a prisión, por un tipo ruin y una compañera que también está encarcelada, pasa 30 años en la cárcel hasta que la compañera se arrepiente y confiesa que ella es la verdadera asesina. Horacia (Charo Santos-Concio) libre pretende entonces venganza, de ese hombre que le malogró la existencia. Una vez puesta en acción va a la ciudad de ese hombre rico y cruel que la perjudicó, llamado Rodrigo Trinidad. Es también en segundo grado un filme de clases sociales en lucha o diferencias sociales.

En la ciudad donde vive Rodrigo Trinidad Horacia se dedica a hacer ayuda social, a mezclarse con el pueblo, conoce a un jorobado vendedor de baluts con quien pasa sus noches entre chismes. También se topa con un travesti, Hollanda (John Lloyd Cruz), que suele bailar en plena calle hasta caer desmayada en ataques epilépticos. Tiene también relación con una extensa familia, de una madre soltera con muchos niños. El tiempo pasa y pasa y parece que su propósito central se diluye, pero en realidad Horacia lucha contra su odio, habiendo sido en prisión una mujer de fe, que solía ser contadora de historias que hablaban de la vida misma.

La película es sutil en manejar las dudas de Horacia, pero yace en el largo tiempo que pasa ella preocupada en los demás -prolongado lo que parece inevitable-, aparte de ser una mirada de bondad hacia los más pobres y un rasgo de identidad, de semejanza con el pueblo, a contracorriente de la hipocresía de Trinidad de ir a la iglesia seguido y hacer donaciones pero prácticamente va a comprar al cura y el supuesto perdón celestial. Dios está presente en toda la propuesta pero muchas veces sin ser mencionado. No obstante un diálogo del jorobado lo deja claro, dice que Dios lo hizo feo y pobre no sabe por qué, pero siempre retaba a Dios y la situación trágica cambiaba, él aparecía de cierta manera, por eso cree en milagros y en él.

Existe una relación conmovedora entre la protagonista con el travesti y el jorobado por separado, mostrando el alma de Horacia, al tiempo que Trinidad se hace más despreciable con algunas pocas apariciones. El filme es algo obvio, pero efectivo. El tiempo pasa, se siente, y empieza uno a pensar que ya es hora de resoluciones; perdonar, dejar todo atrás, aun siendo 30 años perdidos o acabar con ese hombre que dice no sentir remordimientos por destruir a sus enemigos. Queda por último en la memoria una gran escena de carácter en un interrogatorio. Lo curioso es que faltan unos 40 minutos para que termine el filme y ya parece finiquitado. Lav Diaz es detallista hasta el último suspiro, no deja cabos sueltos y tiene cierta pequeña rareza en su haber, como con el final con los papeles de alguien perdido revoloteando alrededor de un cuerpo que toma un halo surreal.