lunes, 17 de septiembre de 2018

Damsel


Los hermanos David Zellner y Nathan Zellner dirigen, escriben el guion y actúan ésta película, que es cine marginal de cierta manera, no va acorde con el cine comercial amable, es humor negro marginal valga la redundancia, lo que la hace una película fácil de rechazar. Pero los hermanos Zellner muestran también personalidad y autenticidad. El filme busca en sus protagonistas lo que todos, felicidad, pero en lugar de hacer que todo el mundo la consiga, como sería un cine más comercial y empático deja a sus personajes con las ganas, mirando melancólicos el horizonte mientras cruzan en barca en pos de un eterno nuevo comienzo.

El filme es uno que habla de volver a comenzar, desde el principio vemos a uno de los tres protagonistas, interpretado por David Zellner, que no tiene nada, lo ha perdido todo, y de manera muy alegre se topa con un predicador, también agotado de intentar y siempre fallar, que renuncia y quien escucha toma su lugar. El filme desde el inicio nos indica que veremos, es bueno atenerse a ello para apreciar el cine de los hermanos Zellner. Nos dice que presenciaremos mucha mierda y cosas fantásticas –entretenimiento-, igualmente que el resultado será el mismo que el del predicador por estas tierras, la frustración, encontraremos vacío, en medio de muchas aventuras y seguir y seguir intentando. De eso parece decirnos que se trata todo, aunque no sea un mensaje optimista, sino muy poco empático.

Éste western moderno es más humor negro que otra cosa, bromea con lo que no debería darnos risa, así están varias muertes, chocantes, en medio de cierto absurdo, que luego toma sentido, en aquel del predicador. Samuel (un muy talentoso Robert Pattinson) parece una buena persona, inicialmente es nuestro héroe, pero aunque el filme se encarga de que le tengamos aprecio, luciendo fuera de lugar en medio de un oeste salvaje, él no es lo que parece. En la segunda mitad, que le pertenece a Penelope (Mia Wasikowska), la primera es de Pattinson, lo sabremos. Ella mostrará un lado feminista, aunque sin rehuirle a la felicidad que todos buscan, pero sin conformarse ni querer el camino más fácil. Ese que quiere un desesperado Parson Henry (David Zellner), el nuevo predicador, a quien nadie convence, pero que como el estribillo del filme salta de aventura en aventura.

Es un filme que narrativamente hablando no busca ser comercial, convencional, te lo cuenta medio extraño, y sus aventuras no son tan audaces, tienen un lado un poco raro, atípico, al menos en la manera de mostrarlo. La violencia está al servicio del humor negro. Es un humor que no da risa, pero que te impacta y finalmente tiene sentido, hasta hace pensar, en aquello de la frustración constante, de la sinrazón existencial. Parson es un hombre débil, es un perdedor, los hombres en ésta propuesta todos lo son, mientras Penelope es la luz, pero que se niega a dar cobijo así nomás, primero es su propio camino.

Con una narrativa extraña, con sucesos idénticamente extraños a su vera, con asuntos intrascendentes a ratos, con un humor difícil y héroes que no lo son éste es un filme que tiene todo para ser rechazado, pero por lo mismo genera interés, por su cuota de personalidad. También hay ternura, con Butterscotch, por la que uno se halla pendiente. El filme pega giros brutales, por lo menos dos, uno una novedad que sale de la nada como una locura, que implica generar mucha acción, y otro una revelación, como truco cruel. El filme tiende a desconcertar, por lo que su marginalidad está asegurada. El filme es como su título, pero acorde con los nuevos tiempos, pero en un sentido poco complaciente. El anterior filme de los Zellner era un homenaje a los hermanos Coen –los top del humor negro-, y éste un grito de terquedad o, mejor dicho, del amor por el humor negro, por uno de los más radicales en su tipo.