martes, 2 de diciembre de 2025
Reflet dans un diamant mort
El cine para continuar con vida debe seguir buscando novedad, originalidad. La literatura existe desde antes de Cristo y sigue vigente, está viva. El cine tiene apenas unos 130 años de existencia. En comparación a la literatura es un arte joven, aun cuando se hace muchísimo cine, se ha hecho bastante en corto tiempo. Y en efecto el cine sigue inventando, sigue proponiendo nuevas cosas y éste filme es el reflejo de éste nuevo cine, del cine que se hace hoy en día, el cine que se diferencia del de ayer. Por una parte me atrae éste tipo de novedad, el cine no puede ser la copia de la copia, como muchos se conforman, refiriendo a espectadores de todo pelaje, y es lo que más abundará y en todo es así. El cine tiene que apostar por sorprenderte, tiene que ser creativo, tiene que ser audaz en sus propios atributos. Por eso vale éste cine de hoy en día. Tener una buena historia siempre es atractivo (más que ver a la nada haciendo malabares para impresionar), donde la cuestión siempre ha sido cómo contarla, y ahí uno es más de lo clásico (que no me refiero a verlo como un simple formato, sin ninguna gracia, un cine muerto). El cine de antaño por ello ha gestado maravillas, obras maestras, contadas de manera frontal, convencional dirán algunos, entre comillas, porque la genialidad por lo general es diáfana (siempre da la cara). No obstante es cierto que el ingenio tiene muchos rostros y éste es claramente uno. El cine contemporáneo y el cine del futuro cercano lo representan en particular películas como Reflection in a dead diamond (2025), lugar en que brillan las lecturas múltiples y la locura, si bien les cuesta inventar habiendo tanta agua bajo el río, tanto filme fundamental. Los directores franceses radicados en Bélgica y esposos, Helene Cattet y Bruno Forzani, hacen una mezcla de lecturas. Es una película que tiene de protagonista a un escritor de novelas, thrillers de espías, que producto de la edad puede estar delirando (por locura senil), en medio de lo que parece un sci-fi, del tipo Welt am Draht (1973). En su delirio le persigue su literatura, y de paso el cine, como si lo persiguiera o estuviera atrapado en La invención de Morel (1940), de Adolfo Bioy Casares, o como si el protagonista se supiera un personaje de ficción. Él cree, y el relato lo dice, lo expone narrativamente, que lo que le sucede es una estratagema de alguno de sus extravagantes enemigos con los que combatió y está buscando vengarse, producto de lo que parece el hurto de unos diamantes -los cuales también varían en cuanto a su lugar en la trama y hasta visualmente, así cuando una asesina se baña similar que en vidrio- y posiblemente una doble traición, la ruptura de una alianza secreta gubernamental y un escape en solitario. La estratagema utilizada es un arma curiosa, el cine como arma literal. Escapan las invenciones de su mente, sus memorias lo confrontan, donde en otra lectura pudo ser en realidad un espía, con el que parece un seudónimo prácticamente, John D, de "joven" (con 50 años) el actor belga Yannick Renier que en su performance y su estética puede ser catalogado como un especie de James Bond, y de viejo lo interpreta el gran Fabio Testi, con 84 años de edad, participe de todo tipo de películas, hasta de clase B. El filme aunque elegante, refinado en sus formas, una obra con estilo, juega con el cómic y tiene un poquito de cine B en su cine de acción. Ésta propuesta hace gala de un porcentaje de metacine, se vuelve un tipo de estudio del anhelo de darle aventura y hedonismo al espectador, quiere ganárselo (dirán que casi todos los creadores lo tienen presente, pero aquí se percibe su exacerbación, soltar todo nuestro arsenal de pirotecnia, como al escritor que lo excede su propia mítica), ambiciona ser popular aunque distinguiéndose y puede hacerse un poco arduo en ese trayecto, si bien apunta a la cinefilia. Un anhelo normal, tener un público cautivo. El personaje némesis de Serpentik, también una de las partes amorosas de la película, que puede leerse como el lado mujeriego del escritor en estado de conflicto, en punto de ebullición, recuerda a Diabolik (1968), en versión feminista, el que luce un homenaje a Mario Bava. El viejo escritor en el balneario, embobado con una jovencita, viviendo sus últimos años, hace pensar en Muerte en Venecia (1971). Serpentik es la mujer de su vida, la que lo marcó a John D., quien parece plantear como escritor metamorfosear su existencia normal en sus relatos fantásticos, en sus libros. En el momento que John D. se venga del asesino de su ilusión crepuscular es como ver una escena de Hitchcock (¿fue verdad?, todo puede ser tan sencillo como descansar en la playa en un homenaje a la creación en sí misma). El hombre sólo perdido en un hotel cinco estrellas de la Costa Azul, un asesino intentando escapar de su pasado, bajo una cierta decadencia económica, perseguido por su imaginación y sus culpas, hace pensar en Hitchcock o en realidad, uno pegado a lo histérico. En la propuesta se fusionan personajes (la rubia con la de cabello azabache, o con la afrodescendiente; pasa de artista, agente secreto, criminal, mujer florero, femme fatale). El relato presenta varias salidas, varias alternativas, distintas narrativas, muchas fusiones, es un relato de misterio imposible, no va acometerla por ahí en realidad. John D. descubre a una mujer siendo asesinada al lado de su habitación en otro de los relatos (uno de sus tantos textos como escritor), un thriller, suspenso. La mujer parece asesinada por un político. Luego eliminado en una historia nipona con una máscara a lo Onibaba (1964). La mancha de aceite oscuro sobre el cadáver, tal si fuera una pintura, es estetizar la muerte, darle extravagancia, estilo, identidad neo noir. El filme juega mucho con las formas, con lo fragmentario. Incluso el piso, la alfombra, tiene un aire de desequilibrio. Es un filme que a ratos es como estar dentro de la alucinación de una droga, cómo se afecta la mirada, la visión, como divaga la psiquis, la psicodelia, lo cual como ha de esperarse, lleva mucho color que junto al título tiene una aproximación al giallo. Es una película que por una parte recicla al estilo de Tarantino. Esa escena de lucha en el bar, con Serpentik, se puede justamente identificar con su cine o con lo que recoge.
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