viernes, 15 de noviembre de 2019

Muere, monstruo, muere


Es una película un poco criptica, se entiende que hay un monstruo asesinando mujeres, decapitándolas y abusando sexualmente de ellas, en las montañas de Mendoza, Argentina, pero se culpa al marido loco de una de las mujeres halladas muertas. La mujer muerta del sospechoso era amante de un policía, Cruz (Victor Lopez), que investiga el caso. Como es lógico no se piensa en algo sobrenatural como caso policial, entonces es analizado un tipo como posible culpable, éste tipo tiene visiones y escucha una frase en su cabeza, muere, monstruo muere. Lo que el sospechoso suele hablar de los crímenes en relación al monstruo suena siempre extraño y bastante indescifrable con la narración de los sucesos, pero se entiende que hay una cierta confabulación, una corrupción cómplice, con el monstruo, con otra gente que no está del todo consciente de ello, a ese respecto tienen que ver el lenguaje y cierta telepatía. No se entiende bien esto, pero lo importante es que hay un monstruo asesinando mujeres. A éste monstruo se le ve por completo, nítidamente, hay un excelente efecto especial en la hechura de su presencia, con su boca dentada puntiaguda que parece una vagina, con sus cachetes que dominan su rostro que lucen semejantes a dos testículos gigantes caídos, con su cuerpo voluminoso y guatón y su cola como extremidad de pulpo. Éste monstruo es todo un show de terror, del cine fantástico. El final pone a la boca-vagina en movimiento como un animal salvaje suelto a sus anchas. El filme tiene algunos diálogos que pueden sonar estúpidos, muchos salidos de la boca del capitán de la policía, aunque con una excelente actuación del argentino Jorge Prado. También hay una canción recurrente, “Te irás, me iré”, de Sergio Denis, que en la película suena extravagante cuando Cruz de cuerpo robusto y rostro avejentado, poco agraciado, rudo, se pone a bailar en buena parte ridículo, pero Cruz se salta su imagen, es un tipo suave en el filme, de expresión triste, es un tipo de pocas palabras, dentro de un comportamiento primario. Victor Lopez es un buen actor, lo que hace el director Alejandro Fadel con él es notable, es un protagonista raro, pero también original, quien le da personalidad al filme; igualmente su amante, que hace la actriz Tania Casciani, quien se parece a Frida Kahlo. Ellos tres –agregando a Jorge Prado- junto al sospechoso, David, que interpreta Esteban Bigliardi, entregan actuaciones estupendas que realzan el filme en su misterio y escenificación extraña en medio del campo, un escenario atractivo y novedoso, que curiosamente recuerda algo a la obra maestra Érase una vez en Anatolia (2011), cuando transportan al sospechoso por la zona de los cadáveres. Bigliardi hace de un sujeto algo retardado y enfermo que está bastante golpeado por la presencia física y mental en su existencia del monstruo, con una parte enigmática y otra emocional y psicosomática. Éste filme de terror de Alejandro Fadel es imperfecto, pero de la misma forma muy curioso, valioso. Tiene además escenas de terror muy potentes, como cuando Cruz se topa finalmente con el monstruo, así también cómo se ven los cuerpos descompuestos. La escena cuando Casciani, de Francisca, se arrastra agredida por un tentáculo en el cuello con la cámara retrocediendo y ella yendo a toma próxima al son de su rostro es una gran secuencia; lo mismo el realismo de las cabezas decapitadas. Muere, monstruo, muere (2018) tiene distinción, tiene presencia, pudo ser mejor sí –sobre todo argumentalmente-, pero los filmes son aventuras, apuestas, riesgos, cuando se intenta hacer algo propio, y todo eso lo tiene a favor, es una película interesante.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Wik


La película nacional Wik (2016), de Rodrigo Moreno del Valle, es una digna película del cine indie, del que sea en ese tipo, en especial emulando por ratos al cine argentino, al buen cine argentino, aunque muy de bajo presupuesto, pero bien hecho, con la austeridad de la mano pero con un buen nivel estético –mil veces mejor que el cine indie primerizo en Perú-. Lima parece una ciudad de película, una Lima en parte subterránea, pero no de fea apariencia aun así; asoma medio escondida entre destellos y reflejos o globos de luz. Lima es punto de existencia de jóvenes slackers, muchachos en tránsito pero aun desorientados, que entregan volantes para chambear en algo y tener un dinerito o luego poder vislumbrar el futuro. Otros viven precarios, pero independientes, aun cuando tienen familia con poder adquisitivo. Son tres muchachos mejores amigos, dos de ellos, una chica y un chico, tienen relaciones, pero él no se manda a llamarla su flaca, su novia, pero es con el hacer de un video porno que valorará el sentimiento que esconde por ella. Es un filme con poca narrativa, más es la presentación de los personajes vagabundeando, metidos en una piscina abandonada, apedreando las botellas vacías de cerveza. No obstante el filme tiene un buen quehacer narrativo, fluido y atrapante, aunque ligero y relajado, creíble. Los diálogos no son pesados, aunque tampoco demasiado inspirados. Hay una buena relación entre los tres amigos principales, solvente, que es el centro del filme. Se suman otros como atracción de conflicto –la chica salida de internet está muy bien como personaje y manejo- y pasa uno de esos secundarios que intentan ser graciosos –un chiquillo místico pastrulo light- pero que es muy poco original y simplón. Wik, debut de Moreno del Valle, no solo es una película de juventud sin hacer nada, va armando una pequeña narrativa con el porno y el romance a lo moderno, pega un pequeño salto de pretender la vida como un eterno domingo. Es una semana viendo como la juventud padece de cierta manera, padres separados y lejanos, tíos haciendo de padres que joden todo el día, padres a los que no les importa sus hijos, también padres humildes preocupados en sobrevivir, es decir padres poco paternales y nada familiares, con hijos a la deriva, abandonados en gran parte, marginados, con la luz al fondo del túnel brillando por el cambio de edad, a la llegada de la madurez, y ésta se refleja en algo mínimo y sutil –entre comillas- como definir una relación afectiva, en un mundo donde parece costar querer –reflejado en cuidar- y esto parte de otro tipo de amor, la amistad.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Aj Zombies


Un apocalipsis de zombies en Lima en clave de comedia tiene su curiosidad y originalidad en la historia del cine nacional, aunque a la hora de visionarla no haya mucha originalidad con lo que vemos en realidad. No obstante el filme no es de mala calidad, tiene efectos especiales competentes, no impresionantes, pero si eficientes al menos. Además es una comedia que funciona, da risa por momentos, aunque también hay momentos obvios, planos, simplones, mucho lugar común en sus bromas y en lo que cuenta su narrativa, como el enamoramiento entre el hijo de una empleada del hogar, Felipe (Emilram Cossio), y la hija de una familia adinerada limeña, Claudia (Anahí de Cárdenas). Felipe muere por ésta niña pituca que interpreta por millonésima vez Anahí de Cárdenas y le queda como anillo al dedo aunque con una actuación propia de televisión. Felipe sueña con estar con Claudia, que a pesar de su diferencias sociales fueron muy amigos de niños y comparten cierta complicidad, que se plantea tipo Chavo del ocho con un tira y afloja romántico, sin beso de por medio, apenas una recostadita en un hombro, con final melancólico por un lado y rapero y burlón pajero por otro. Junto a ellos en las correrías y escapes de los zombies están 2 tipos “curiosos”, un guachimán híper marcial (Cesar Ritter), y un borracho salsero (Miguel Iza); tanto Iza como Ritter son buenos actores y ofrecen varias risas, y hasta Iza lo conjuga con buenos lugares dramáticos haciendo muy bien de borracho, atrayendo lo popular en especial, sobre todo con la música (la salsa), pero sin exagerar, sin jalar a todo el barrio encima, como suele hacer la mayoría cuando piensan en hacer algo peruano. La energía de Ritter en su papel también es de destacar. Éste filme sabe usar y mezclar muy bien lo popular con lo pituco, y no cae tampoco en el golpe bajo, ni en el criollismo vulgar y feo. Emilram Cossio tiene carisma, aunque simple, y Anahí de Cárdenas es una buena compañera de mataperradas e ilusiones amorosas. La música mayormente es en inglés y cada canción que acompaña tiene sentido con lo que vemos, aunque suena un poco incongruente con el cine latino, hubiera sido más audaz aunque más difícil hacer algo notable ponerle música en el mismo idioma. Aj Zombies, perteneciente a Daniel Martín Rodríguez, parece q no tuviera rumbo, es más un par de chistes lights pasables o decentes que otra cosa; no será plus ultra, pero películas como éstas deben hacerse.

martes, 5 de noviembre de 2019

Mi desnudez no significa nada (Ma nudité ne sert à rien)


Docuficción de la francesa Marina de Van, directora de cine de películas de terror que aquí se anima a hacer algo bastante íntimo, más personal en apariencia, pero que contiene su toque de espectáculo –aunque atípico a lo general-, y de narradora de historias. En principio es algo chocante la figura que vemos, presenciamos a una mujer solitaria y triste que anda mucho tiempo desnuda –el desnudo como búsqueda de despojo de la opresión del sufrimiento, más que de erotismo-, la mayor parte del tiempo encerrada en su habitación con su gato. Solitaria en los 40 y pico –edad que hace de sutil mortificación- busca hallar pareja en citas que pacta online, pero cuando concreta encuentros hay algo en su personalidad, en su abulia, y cierta depresión en general, que la hace rechazar a cada pareja que en principio le interesa. Así observamos como un tipo se resiste a no parar de tener relaciones con ella, de lo que asoma una posible violación y termina en frustración existencial. La cámara aparece en los lugares más complicados de filmar lo que da a entender que no todo es real, que hay ficción presente, como con el momento que Marina irrumpe en un cuarto de hotel, además de que las reacciones de la pareja sorprendida denotan actuación. El final también lo deja más que claro en aquella sonrisa naif. No obstante el filme coge un sentimiento, una cierta verdad expositiva, revelando algo muy personal de ésta directora, una psicología, un anhelo y sufrimiento, en esto la directora es vanguardista y audaz, aunque también se percibe un tono de cierta fealdad, de cierto patetismo, que la directora no rehúye, más bien lo busca con ahínco, y es algo duro de ver, aunque finalmente el filme se revela como un artificio en parte. Ahí anida el vanguardismo de la propuesta, la intrepidez de concretar éste retrato de apertura emocional. El filme sigue un guion, éste guion se percibe que tiene de cierto, pero se nota que hay construcción (que falta espontaneidad), que no todo es solo posar la cámara. Pero a un punto contiene realidad y es eficaz, la de la soledad, el desgano y la melancolía de Marina, la del retrato poco bello, el que toca el ridículo con la imitación de la admiración por Flashdance (1983). Hay un ánimo de revelarse poco agraciado, imperfecto física y emocionalmente, al tiempo  que Marina está osadamente desnuda ante la cámara en varios sentidos, y esto tiene interés a la vez que rechazo, por dar a notar amar el patetismo. Es un filme poco comercial, curioso, imperfecto como el cuerpo que exhibe, tan semejante al de “todos”,  al de la mayoría, y ahí hay atracción para con el espectador, aun cuando también germina una distancia producto de una transparencia tan abierta e incómoda por momentos. Es en su primera parte casi un callejón sin salida, y se hace fuerte de ver, pero la imagen general va soltándose, relajándose, al pasar del metraje. La protagonista va siendo cada vez más racional, apoyada siempre en su voz en off que hace de diario de cotidianidad en soledad, en gestos tristes. Luego se ve a la familia de la directora –madre y hermanos- que es una familia convencional, tranquila, feliz y sencilla, lo que contrasta con la esencia de rareza que exuda Marina de Van, digna artífice de su cine de terror.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Joker


Hay muchas películas de superhéroes actualmente, están de moda, y esa gran cantidad hace que salgan novedades, una de éstas es la presente, que imita el realismo de la trilogía de Batman de Christopher Nolan. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es quien será el joker, uno de los mejores personajes que ha dado algo enorme como el cómic, y uno de los malvados más perversos y fantásticos que existen en el arte. El filme de Todd Phillips hace que Fleck sea golpeado por la vida inmisericordemente, todo es malo en su existencia, la vida le pega una y otra vez hasta que se harta y se convierte en un símbolo social y un tipo malvado, valga la curiosidad de definiciones. Fleck trabaja de payaso pero todo le sale mal, también quiere ser cómico de stand up. El filme es como la vida y el mundo cruel crea al Joker. El filme trasuda lucha de clases, hay los pobres y perdedores, y los yuppies, empresarios y los Thomas Wayne que menosprecian a la mayoría perdedora, les llama payasos. De esto que violencia y abuso surgido en un metro con unos yuppies se convierta en una pequeña revolución. Joker lidera a los payasos, es decir a los perdedores, a los olvidados, a los oprimidos, a los pobres. Es una historia que convierte al Joker en un (anti)héroe, como el Travis Bickle de Taxi Driver (1976), tipos a los que se les escurre la felicidad y el éxito –y peor para Fleck, que no para de ser agredido por todo a su alrededor-, y de manera violenta y reprochable hallan el éxito, se vuelven líderes o héroes de masas, del bajo mundo digamos o, de la presente, del pueblo. La idea de un brote de ratas en la ciudad es que la pobreza está en todas partes y hay descontento, así surgen rebeliones, disturbios, crisis. De éste modo el crimen se vuelve un lugar de restitución, el Joker logra su identidad de esa manera, lo cual suena inteligente y perverso al mismo tiempo, toda su definición moral, aunque en el asesinato. Fleck toma 7 pastillas, es un tipo controlando su desequilibrio, tratando de encajar en el sistema, y termina libre y feliz finalmente en su locura, que curiosamente parece sanar en el extremo de la violencia, tomando fuerza en la brutalidad. Su depresión lo lleva a meterse en el refrigerador en una gran escena salida de una película de terror. Baila danza clásica cuando fluye por su cuerpo la libertad, la locura se podría decir, en lo literal es el asesinato, que significa su restitución de dignidad, que es a donde apunta el filme, la de los humillados, la de los maltratados, la de los dejados de lado por la ayuda social. Fleck fantasea con una vecina afroamericana –la señal con los dedos de una pistola en la sien es parte audaz de su insania- , con ser visto como un hijo por quien quisiera sea su mentor, un comediante de programa de entrevistas, y ahí entra a tallar otro filme, El rey de la comedia (1982), donde ahora Robert De Niro es el hombre en lo alto del podio, y Fleck tendrá que matar al padre exitoso para renacer del fango -convertido en el Joker-. También a Thomas Wayne, símbolo de la opresión social. Joaquin Phoenix está grandioso, ésta vez debe merecer el Oscar, es tremendo actor y aquí lo demuestra con creces, es una de las mejores actuaciones de toda su potente carrera, como cuando Fleck está de pie frente al archivero en el asilo de locos escuchando la lectura del archivo de su madre, y oye de su terrible niñez, crecimiento, y el comienzo, creación y desarrollo de sus trastornos, como con su risa compulsiva e incontrolable frente a cuando se halla tenso. Phillips cambia algunas cosas conocidas como con el nacimiento de Batman en aquella calle saliendo del cine y con la sonrisa del Joker que apunta a lo natural -con la sangre, con los dedos, a la incontinencia-, y todo suena perfecto, glorioso. Éste filme ganó el león de oro del festival de Venecia 2019 y es un gran ganador, una gran película, que engrandece y profundiza la visión del personaje del Joker para verlo plenamente justificado.