lunes, 27 de enero de 2025
Inside the Yellow Cocoon Shell
Inside the yellow cocoon shell, del vietnamita Thien An Pham fue el descubrimiento del festival de Cannes del 2023, ganadora de la Caméra d'or, premio a la mejor ópera prima de todo el festival. Es una película donde se busca lo místico, una conexión trascendental, un vínculo con Dios. Algo curioso de ver es que el protagonista entierra a su cuñada en la religión católica, que es una minoría en Vietnam. El relato tiene de protagonista a Thien (Le Phong Vu) quien debe hacerse cargo de su sobrino de 5 años. La madre ha muerto en un accidente de moto, y su marido, el hermano de Thien, hace tiempo se fue sin decir nada, sin aparente motivo. Thien, como toda la modernidad, duda de las religiones, pero sin embargo busca algún tipo de conexión especial con algo superior. El filme de Thien An Pham apuesta por creer y deja algunas señales de su fe en algo más que la vida terrenal. Su protagonista se embarca en un pequeño viaje de búsqueda mística, no abiertamente del todo, porque va como casual, trotando en la vida, dejando que simplemente las cosas, lo cotidiano, vaya sucediendo. El filme se ve natural, como si Thien, el protagonista, no tuviera ningún plan de vida, pero en el camino, a través del metraje veremos que lo encontrará, resuelto sutilmente, puesto que éste filme es bastante suave en su narrativa, pero no obstante no es difícil de comprender. Es una película que también mezcla distintos tiempos y hasta superpone personas en otras. Por el final el estar echado en el agua parece representar 2 cosas al mismo tiempo, el relajarse y detenerse simplemente a respirar y el que puede haber sido el devenir trágico del hermano. Es una trama donde uno debe animarse a vivir, a hallar sentido a nuestras vidas. Thien no está muy anclado a lo material, como se puede ver del mismo Vietnam, o el que muestra el filme, de pequeñas villas en medio de la selva. Se denota una existencia humilde, enfocada en lo rural. Thien viene de Saigón que es una gran ciudad de su país, superpoblada, pero su búsqueda va por las villas donde va a enterrar a su hermana política. En unas ruinas una mujer hace como de fantasma y duda de salir de las sombras e ir a la luz, se le hace complicado, como a muchos. No ha todos se le hace fácil vivir, o empezar de nuevo. Thien sutilmente le reprocha a Dios algunos sucesos, no los comprende, aun cuando en lugar de pensar en un pretexto de escapismo hay que pensar en una razón de superación, de hallarnos a nosotros mismos, hallar un lugar sentimental. Se dice que a veces pensamos buscar a otros, pero en realidad estamos buscándonos a nosotros mismos. Éste puede ser cuidar del niño (como cuando en el río le oye llamarlo). Igual que deja verlo cuando Thien se hace cargo de una pequeña ave que halla en la calle. La composición de ello también es curiosa, de quehacer brevemente desconcertante, cuando de pronto se agacha debajo de la mirada próxima de la cámara con el fondo desenfocado. Pero al levantarse tiene, por lo que ha hecho el inesperado movimiento, a la pequeña cría entre las manos, en forma de nido. La propuesta también maneja secuencias extensas, sin cortes, bastante logradas, muy bien planificadas, donde se continua con habilidad la narrativa, tal está el recorrido hacia el encuentro del excombatiente vietnamita, de la famosa guerra de Vietnam, ya anciano, hablando de sí mismo. Ésta obra tiene momentos en la carretera, circulando montañas, que junto a la neblina señalan vencer el tiempo, aludiendo atravesar lo místico. Así igualmente se percibe hallar un hermoso árbol repleto de mariposas que puede implicar el avistamiento de un milagro o lo sobrenatural. Una anciana le habla a Thien en un pueblito, de manera entendida en el sentido existencial y el viaje interior, o sobre no saber por donde seguir o qué estamos haciendo inconscientemente, pero a la que se le quita solemnidad diciendo que es parte de una locura senil. El filme se balancea entre mostrar algo excepcional-espiritual y no serlo en realidad, como quien no quiere afirmar nada, pero el filme indica que Thien y muchos sí lo necesitan, necesitan creer. En un momento en la gran ciudad, en Saigón, Thien, yace con una prostituta, y suena el celular. Entonces él dice que lo está llamando Dios. Esto explica perfectamente de que trata la película. Thien quiere que Dios le hable de alguna forma. Montón de gente no puede con el vacío existencial, vivir sin trascendencia espiritual que va con lo emocional, aun cuando no son personas necesariamente complicadas, o temerosas, dentro de un retrato de gente clase media, instruida (como el protagonista), pero gente común y corriente. Es de elogiarse además en particular la escena de apertura donde beben los tres amigos, tiene una sólida recreación, repleta de visualidad, donde hay muchos elementos en movimiento, exhibiendo una notable coordinación que expone gran naturalidad. Se aplaude hallar éste buen cine arte en Vietnam, donde el presente muestra un cine propio.
domingo, 29 de diciembre de 2024
Dahomey
Documental ganador del oso de oro del festival de Berlín 2024. Dirige la francesa descendiente de senegaleses Mati Diop. Una de las ideas originales del filme se llega a oír de boca de una de las estudiantes que exponen su propio pensamiento -como todos los presentes- en un debate público de una Universidad -lo de los debates es algo habitual de ver en el cine africano-, hacer que las 26 obras de arte devueltas por Francia a la República de Benín muestren su lado místico que a la oradora señalada le produce temor, porque empalma con las artes mágicas populares que se practican por lo bajo en Benín según se manifiesta. Diop hace que una de las obras devueltas, la Número 26, hable con una voz que suena un poco como la voz de un demonio o propia de una película de terror, si bien también suena en parte al tono de la pronunciación que coge al hablar el africano. Ésta obra -la 26 en particular que toma protagonismo algo arbitrario- y el documental en sí habla de identidad, de relacionarse con lo más autóctono de su país, de la mano del rechazo al colonialismo francés que sin duda ha dejado una fuerte huella multicultural en Benín. Diop mediante el debate de los estudiantes expone un sinfín de ideas de nacionalismo africano. Hay pensamientos inteligentes en el ambiente universitario, pero también se les sienten muy desafiantes, algunos pasan por altaneros, que puede confundirse con gente problemática y quizá hasta contraproducente. Se percibe mucho político en ciernes, mucho intelectual revolucionario -que hasta uno lo dice abiertamente-, y como es típico, mucho ánimo de hacerse notar, de llamar la atención y, por supuesto, ¿cómo?, discutiendo. Más que pelear, las ideas deben oírse constructivas, llevar empatía como planeta, aunque con convicción. Llaman insulto que hallan devuelto únicamente 26 de lo que consideran son 7000 obras de arte que se llevaron los franceses. Llaman a la actual gestión del presidente de Benín un lavado de cara de su familia, que adjudican culpa de los saqueos colonialistas galos. El debate se oye más 80% como conflicto que de diálogo, pero hay ideas notables aun así, algunas son informativas además. El ambiente se pone picante y de manera muy simple se dice bastante. Es un documental abiertamente político, más allá de algunos adornos cinematográficos valiosos y una buena estética y profesionalismo en la documentación del traslado de las piezas africanas desde Europa. Como fuente para valorar la propia cultura, pensando que apuntan a que su país evolucione -aunque más que criticar se trata de crear, porque ser negativo es propio de cualquiera, la sabiduría real está en pensar en soluciones-, tiene su fuerza, maneja intelectualidad a rescatar. Una persona inteligente, en el debate, señala una respuesta audaz, que la cultura es intangible, está como decir en el aire o la cotidianidad del país. Otro lo complementa que así todos pueden recibirla, pensando en superar la pobreza. Hay que trabajar con el alma, junto con las motivaciones, siempre en un ambiente positivo, no del enojo, el buen líder siempre tiene que tener nobleza, porque cuando llega el poder (o la celebridad) eso es lo que lo define. También Diop ha sabido dar más alcances alrededor del debate, en términos autorales. No se ha quedado ahí, pero el meollo de todo es lo que dicen los estudiantes, propulsores -como el título señala- de volver a la gloria del reino de Dahomey (ponerlo en la palestra), el pasado de Benín y de donde nacen las obras devueltas. Se exhibe un manejo interesante de hacer hablar a la propia cultura (con la obra Número 26) y a esa vera querer unificarla con el poblador de Benín, si bien el feedback proviene de los jóvenes intelectuales. La cámara más tarde pasea simplemente por las calles en busca de la cotidianidad del poblador de a pie. En la propuesta se dice que es momento de pasar la antorcha y se manifiesta que ya existe ésta gente. No se enfoca en las personas hoy en día importantes, los que vemos llegar al Museo africano, aun cuando todos ellos muestran caras amables a la cámara, mediando trajes pintorescos, ricos en matices. Es un documental potente porque todo es bastante claro, fácil de entender, y no obstante tiene arte.
sábado, 28 de diciembre de 2024
Las mejores películas del 2024
No tienen orden alguno entre sí:
- A paixão segundo G.H. (Luiz Fernando Carvalho)
- Perfect days (Wim Wenders)
- Dream Scenario (Kristoffer Borgli)
- Late Night with the Devil (Cameron Cairnes, Colin Cairnes)
- I saw the TV Glow (Jane Schoenbrun)
- The Beast (Bertrand Bonello)
- L'empire (Bruno Dumont)
- The Substance (Coralie Fargeat)
- My old ass (Megan Park)
- Denominación de origen (Tomás Alzamora)
- Subject: Filmmaking (Jörg Adolph, Edgar Reitz)
- Anora (Sean Baker)
- El realismo socialista (Raúl Ruiz, Valeria Sarmiento)
- The Wild Robot (Chris Sanders)
- Dahomey (Mati Diop)
domingo, 22 de diciembre de 2024
El realismo socialista
El realismo socialista es una película incompleta de Raúl Ruiz elaborada en 1973 poco antes del golpe de estado que derrocó a Salvador Allende, obra que ha sido finalizada el 2023 por su viuda, la cineasta Valeria Sarmiento. Se ha explicado que se ha recuperado el metraje que observamos de éste filme, de diferentes partes del mundo como Estados Unidos o Bélgica entre otros países que preservaron algún pedazo y un nuevo equipo encabezado por Valeria Sarmiento lo ha armado, ha unido sus partes dispersas y le ha dado cohesión y continuidad, como también lo ha musicalizado, montado; igualmente, han mezclado el sonido original y ambiental y lo han postproducido y restaurado en sus distintas deficiencias. Es una película crítica con La Unidad Popular, el partido donde se agrupaban las distintas izquierdas que llevaron al poder al presidente Salvador Allende, el primer gobernante socialista del planeta en ganar unas elecciones democráticas, por el voto real y mayoritario del pueblo. Raúl Ruiz critica desde su militancia socialista, no como un disidente del gobierno o de su ideología. En 1973 el gobierno de Salvador Allende estaba sumido en el caos, quizá por sus malas decisiones y/o por su notoria debilidad para hacer respetar sus ideas. El realismo socialista permite ser crítico y ver parte de ese caos, poderlo entender de cierta manera. Como con la conversación con el taxista, se puede leer que asoma, era latente, un posible golpe de estado. Chile se hallaba en conflicto de opuestos ideológicos. También había gente poderosa que quería defender -como es lógico- sus propiedades y su dinero. Así mismo existía también descontento de parte de la ciudadanía de a pie. Ruiz deja entender éste descontento, y no sólo se enfoca en los malos elementos del partido, sino en gente humilde que únicamente quería poder trabajar y mantener una vida digna y a su familia, como era la promesa del gobierno socialista de Allende, y por la que muchos se opusieron a la vía más clásica. El filme muestra que la conformación de La Unidad Popular, de los distintos elementos de izquierda, de los distintos compañeros, no era del todo saludable ni beneficiosa para el éxito del partido, hablando cuando ya se hallaban en el poder, aun cuando ésta unidad le otorgó el triunfo al propio Allende, más la promesa de su imagen y quien era. Muchos integrantes izquierdistas son analizados en El realismo socialista, en porqué ingresan al partido, su pertenencia y su pensar socialista. Se muestra que estos movimientos de izquierda en realidad no los dirigen los obreros o los pobladores más humildes (aunque hay participación), sino se llena de una cierta clase media en descenso, una burguesía venida a menos o que no ha podido despegar con anterioridad, gente en cierta manera de élite que se haya por debajo de sus aspiraciones políticas y económicas. Es como Lenin y los bolcheviques, es el intelectual de izquierda, que es pobre, se siente oprimido, quien enarbola el disgusto y las aspiraciones generales. Al pueblo no le importa ni el socialismo ni el capitalismo ni ninguna ideología -salvo que lo adoctrinen o manipulen-, lo que quiere son oportunidades, anhela progreso -que no sabe como obtener y requiere de un liderazgo efectivo-, una vida digna, una vida como la de la clase media americana, donde el obrero o la clase trabajadora puede vivir decentemente. El sueño americano no es para el excepcional sino es que cualquier americano -nacido o inmigrante después nacionalizado- puede aspirar a una buena vida, si se esfuerza, dentro de un ambiente positivo. No necesariamente es parir la vida de un millonario, pero trata de poder acceder a cosas materiales, poder pagarse la salud, la educación para los hijos, casa, auto, alimento, ropa, alguna recreación básica. Vemos en ésta propuesta que muchos no son izquierdistas reales o digámosles honestos o de corazón, no creen realmente en ello, ni lo defienden con hechos de valor, sino se podría decir que son oportunistas, sólo quieren beneficiarse sin más, visto desde un individualismo ramplón, de esto que el Chile de la época padece que destruyan o saqueen la empresa que esperaban poner a trabajar comunitariamente, hacen daño de ésta manera al resto, descomponen el gobierno, hacen que éste no pueda refulgir económicamente -todo es repartija y no hay sostenimiento-, esto así mismo es culpa de la burocracia, de la ineficiencia del liderazgo. Un empresario se motiva para que su empresa triunfe, así sea dicho desde dar directrices, se encarga de la logística, de hacer mover la rueda, puesto que su empresa implica dinero y beneficio para él (lo que no debe faltar es que el obrero o trabajador también salga beneficiado, aunque como peón sea menor el beneficio). Esto no era visto así en la práctica de muchos socialistas que pertenecían a la Unidad Popular, más bien generaban que la empresa no produzca, que quede detenida. Ruiz no critica el socialismo, critica los malos elementos de éste socialismo que compartieron con Allende el poder o hicieron que fracase, que crezca el descontento y que la gente se desuna, que todos peleen por sus propios intereses. Muchos eran contraproducentes. Se ve también gente inepta con poder que al hallarse por perderlo hacían cualquier cosa para desquitarse, había mucha traición al propio partido, al éxito de éste. No había un anhelo altruista, de defender los ideales, el beneficio de todos. Igualmente con la cultura, había un distanciamiento real de lo que se necesitaba verdaderamente para sacar adelante al pueblo. Se percibe que querer imponer burguesía al pueblo no suena lo más inteligente si antes no das una vida digna, hablando del grueso de la población, aun cuando los romanos como imperio nunca dejaron de darle circo al pueblo. No todo es negativo. Se oye que la gente del partido ponía en movimiento el intelecto, pero otros solo buscaban pelear. La critica de Ruiz tampoco es exhaustiva, recoge solo algunos puntos. Pone en particular circulación dos malos elementos, el socialista saqueador y el socialista burgués traidor y solo interesado en sí mismo. Sin liderazgo, sin orden, sin laboriosidad, con entrampamiento burocrático, no hay esperanza de éxito. Todo eso se puede ver en éste filme, con el sugerente título de mirar más allá de las poéticas. La propuesta juega un poquito a la broma, con los trabajadores peleando literalmente, más un final como quien dice de película, donde se fantasea con lo gángster. Pero hay mucho de racional en la película. De la libertad se menciona poco, medio que todo se percibe anárquico. Mientras tanto en pantalla pasean marchas con ruidos de cacerolas, aunque brevemente. Se entiende que el golpe haya detenido la realización del filme, Allende pasa a ser un especie de héroe, ya el socialismo chileno no aguanta una autocrítica para la época, pero tantos años después es una valiosa radiografía histórica. Lo curioso es que no es un documental, es una película actuada por actores no profesionales, por obreros podemos decir, y ciertos socialistas intelectuales de clase baja, y lo hacen todos muy bien. La secuencia con el debate de la procedencia izquierdista es tremendo.
sábado, 21 de diciembre de 2024
Anora
Anora (2024) de Sean Baker es su mejor trabajo hasta la fecha, demuestra un crecimiento artístico, como seguramente mayor presupuesto y más respaldo ganado detrás suyo. Visto el filme no sorprende que haya merecido la palma de oro (como uno podría haber pensado inicialmente, de un festival como Cannes), es una película sólida de principio a fin. Baker muestra tal cual la realidad de su protagonista, una stripper y una prostituta. No hay falsas ilusiones ni poética entregadas para el espectador en su introducción, ella se dedica a tener sexo con cualquiera que le pague por sus servicios. Camina en busca de clientes, se soba de lo más espontánea con todos ellos, por una propina anda desnuda montada en gran parte del club en que trabaja. No obstante Ani (la espectacular newcomer Mikey Madison de 25 años de edad) como se hace llamar Anora, una chica de ascendencia rusa de 23 años, tiene su personalidad, puede ser dulce y frágil, mostrar sentimientos reales, aun cuando se le nota también que posee calle, lo cual es de esperarse de su oficio y poder tratar con el comercio de sexo y todo tipo de hombres. Ani conoce a Ivan (Mark Eydelshteyn), un muchacho millonario de 21 años de edad y le gusta. Se forma un especie de vínculo entre ellos, lo pasan bien -mediando muchas escenas breves de sexo incluido; sensuales, pero cuidadas- y terminan teniendo un romance, dentro del alquiler de la mujer. Ivan se nota un chiquillo engreído, mimado, pero simpático, y al mismo tiempo muy inmaduro, amante de los videojuegos, de la juerga, del despilfarro de dinero. No obstante sabe moverse en el mundo de los adultos, hasta de lo que puede llamarse de lo sórdido. El dinero le abre la puerta a todo y a todos, y en ese lugar anida una critica, porque no se puede jugar con los seres humanos, incluso de los más discutibles. Ivan siembra el sueño de cenicienta en Ani que muestra que puede pegar fácilmente el salto hacia una vida más tranquila, más decente, aunque privilegiada, donde hay mucho para gastar y disfrutar, porque Ivan le muestra la fiesta constante, propia de un chiquillo millonario, no de la corrupción y el maloliente submundo. Ani queda maravillada con esa vida al estilo de una joven Paris Hilton. Durante 45 minutos todo es felicidad, inclusive Ani se muestra una chica bastante inocente, pero realizada consigo misma. Se casan en Las Vegas, y empiezan los problemas. Los padres de Ivan se enteran que se ha casado con una prostituta y envían gente a solucionar la vergüenza que sienten ha metido a su familia. En adelante Ani es a ratos humillada; maltratada hasta físicamente aunque sin premeditación. Baker transforma su película en una moderna screwball comedy. Pienso en la grandiosa What's Up, Doc? (1972) como inspiración. Ani enfrenta la decepción absoluta, el enrostre de la elección de su oficio de prostituta. Sin embargo Baker abre una posibilidad de redención existencial con un (empático y dulce) "matón" que desde el arranque se ve que queda prendado por su belleza, con lo que ella cree predisposición a una violación, de movimientos en buena parte casuales, pero también salidos del subconsciente. Ani sueña con el príncipe azul, con el chico cool adinerado, y no mira hacia el costado, en el que uno puede creer como un obrero, pero que puede ser mejor. Muy bien Yura Borisov. La última escena es la triste comprensión que le ha quedado a Ani, que no puede abrir su corazón, porque es una prostituta. Sólo que la salida está en cambiar. Lo que le falta a Ani es descubrirse como Anora y, desde luego, no proponer falsas poéticas, sino dejar la mala vida, la vida fácil del dinero a costa de la dignidad y la honra. El check no es que hay gente abusiva (sobre todo con poder adquisitivo), sino que la mala vida engendra abuso alrededor, da a pensar mucho a los demás que no merecemos nada, salvo el trato superficial, enfocarse en el negocio, y va a entrar a tallar cierta violencia. No pidas amor serio si no vas a abandonar la corrupción. Y el filme muestra que Ani si tiene esa voluntad, sin que pegue la desesperación por lo sexual, pero debe ir más allá del dinero, ese gancho que tanto la corrompe, pensar en otras opciones para vivir bien. La sexualidad del filme está muy bien trabajada, se nota real, natural, y no exagera la condición, dentro de un notable erotismo de Mikey Madison. Ani pasa por una chica experimentada, pero capaz de insertarse en una vida más convencional. El final es de esperanza. A todos los que dicen que todo bien con que una mujer sea prostituta, no pidamos para otros lo que no queremos para nosotros.
domingo, 15 de diciembre de 2024
Le mystère Koumiko
Éste documental es un filme ensayo perteneciente al francés Chris Marker, es uno de sus primeros trabajos, aunque ya tenía alrededor de una década de cineasta. Marker tenía 44 años cuando hizo ésta película que tiene una duración de entre 45 a 55 minutos, otra virtud, saber decir mucho, ser competente, en un transcurso que no abrume, que no se llene de tiempo muerto, o provoque desconexión o redundancia. Aquí hasta ocupa menos espacio al metraje promedio de 1 hora 30-45 minutos, observando que saber manejar el tiempo de lo que queremos exponer es atributo valioso en el cine, inherente al séptimo arte, así como saber editar, poder controlar el tiempo provocando riqueza intelectual. Marker estaba desarrollando sus habilidades de cineasta, su estilo de filmar, sus búsquedas reflexivas, humanistas, políticas, sociales, y ya en ésta propuesta exhibe excepcionalidad -hasta de pionero- como ensayista a través del cine. En 1964 filmaba los Juegos Olímpicos de Tokyo y como menciona como introducción conoció por casualidad a una muchacha japonesa llamada Kumiko Muraoka, que estaba en el rango de los 20 y 30 años. Decidió hacer un documental sobre su persona, y con ella reflexionar y conocer Japón, y de paso un poco el mundo. Es como si se hubiera enamorado, pensando más en lo platónico que algo más mundano. Desde el punto que se mire, algo más, o menos, doloroso. Marker es quien manda, siempre es el artífice, él se encarga del guion, del montaje, además. El filme se ve creíble de que Kumiko sea real, tal cual la vemos, aunque sin duda lleva del intelecto artístico que produce el conjunto de la guía de Marker, quien hace de voz en off, le conversa, la entrevista directamente y hasta le deja preguntas en el aire después de irse. A Kumiko la descubrimos en el estadio -como una espectadora más, entre la gente- y en adelante la vemos pasear por Tokyo, por tren, por las calles. La cámara también lo hace sola, muestras cosas complementarias. Es un filme que tiene a la joven de eje pero va más allá. Marker dice que es una chica común y corriente, pero así mismo tan especial como para hacerle una película, así como al Papa. Kumiko, nos explica, no es tradicional ni tampoco muy moderna. Mantiene un equilibrio en su personalidad, una donde se le ve sencilla, pero inteligente; amable, pero perspicaz. No es de esas mujeres que terminan fastidiando con sus engreimientos, y dice cosas, expresa pensamientos propios, pensamientos interesantes, y lo hace con pausa, con tranquilidad, con un aire de docilidad, de empatía. Se le siente real o simplemente lo es, aunque por la época cae como una mujer algo exótica, en especial para el europeo, pero desde un Tokyo en apertura y deseo de caerle bien al mundo tras su recomposición de la segunda guerra mundial. Demuestra mucha admiración por lo europeo, en un tiempo donde mucho japonés quería ser occidental en varios sentidos. Es un retrato propio de su época, y más su humanidad, su sencillez como ser humano, se amplia la lectura. Sobre todo con la habilidad de Marker para sacar lo mejor de su intelecto. No obstante sus respuestas son humildes, no suenan a pretender impresionar. Se le percibe realmente amable, dulce. Ella misma manifiesta que el amor y la ternura le mueven y que valen la pena sobre lo demás. Sin embargo dice respetar la violencia. Afirma no temerle y, de suceder, aceptar su devenir pasivamente, la muerte; así mismo se plantea cierto erotismo con lo japonés desde el sadomasoquismo que se expresa yace muy arraigado culturalmente. Si bien muestra que el japonés es muy adicto a las tradiciones que están por todas partes, como el folclore, también a la violencia -que se adjudica naturaleza del planeta-. Dejan ver en ellos un impensado carácter algo freak. En la apertura se desmiente señalando ironía que sean salvajes. Se menciona un comentario superficial de la gente que no conoce realmente Japón, de que los samuráis eran salvajes. Aun así tampoco dejan de ser humanos y no encajan sólo en la típica formalidad que muchos pueden creer inamovible, si bien se les conoce por una cultura basada en el respeto. En 1940 Japón iba a ser cede de las Olimpiadas, época de grandilocuencia, de egos deformes, y la segunda guerra mundial canceló la fecha. Ahora en 1964 todos sus jefes políticos saludan al resto del planeta. Japón se vuelve un lugar atrayente para cualquiera. En el documental se habla de varios estudios que tratan de comprender el país. Marker lo hace también a través de la mirada, de las respuestas, de la bella Kumiko que se acerca a una olla con sahumerio y ríe desmitificando el misticismo nipón, e incluso puede ser reduccionista con definir el espíritu japonés. Kumiko estudió en una escuela franco japonesa y tiene una mentalidad medio cosmopolita. Habla de cómo es el hombre japonés, cómo la observan a ella como mujer. Marker también pretende algo de seducción en su guion, como europeo. Hay un aura a lo Yoko Ono-John Lennon sobrevolando en el aire, sólo que lleno de simpatía. Kumiko sutilmente habla también de qué quiere, como mujer, de un hombre. Ella parece sentir algo de tedio con el exceso de amabilidad, de idolatría, y pretender, bajo la mención de observarlo en la mirada de los gatos (gatos que parecen enamorar al mismo Marker), un aire tal cual el título, de misterio, de ambigüedad, de poder ser un poco cruel, igual que tierno. Kumiko sin duda es una chica atractiva en muchas facetas, más allá de que pueda uno creerla aspirante a actriz. Se entiende que Marker le haya dedicado un documental; también, desde luego, provocando un ensayo con tantas aristas, a partir de una mujer hermosa, inteligente y fácil de querer, no habitualmente complicada, aunque ella declara que en su cabeza hay mucho desorden (complementado con su mención del mundo semejante a una ola). Sin duda está presente la magia del cine también, la ilusión, la fantasía, el romance, la mujer hecha poesía, como con las tantas tomas del rostro de Kumiko, hasta oír un piropo abierto del autor. Y en el trayecto hay demostraciones de kendo, nipones disfrazados de guardias ingleses mientras pretenden algo de comedia, la imagen de un búho gigante como publicidad pública que gira sus ojos intensamente, luces de neón a lo New York al son del tambor japonés tradicional, y hasta una secuencia celebrando similitudes con Los paraguas de Cherburgo (1964).
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domingo, 8 de diciembre de 2024
Class Relations
Class Relations (1984) del matrimonio francés Daniele Huillet y Jean-Marie Straub adapta la novela inacabada Amerika de Franz Kafka. Todos los actores actúan de manera austera y abiertamente fría (sin adornos expresivos), con cero histrionismo, con mucho ascetismo. Es una película que trata de compaginar las distintas clases sociales produciendo una interrelación analítica, reflexiva si se quiere, y aunque los autores galos son ideológicamente socialistas -plasmado en sus trabajos- muestran también gente pícara y hasta abusiva entre la gente sin recursos. El relato tiene a un muchacho europeo, alemán, Karl Robmann (Christian Heinisch, en su única actuación en el cine), que ha embarazado a la empleada de su casa y su familia lo ha mandado lejos, a New York, por barco, para evitar el escandalo. Karl luce un chico básico en sus expresiones, en sus reacciones y posibilidades con la gente (sin embargo hace más de lo que se espera de él, de sus debilidades), hasta pasa por inocente e incluso frágil (no obstante se presenta intrépido para nadar sólo en tierras lejanas y desconocidas). Posee buena educación y luce a un punto culto. Se le percibe real a secas, destila mucha humildad para con la gente sin recursos. En el barco se debate en defensa del fogonero con quien entabla amistad y un aura de respeto hacia éste, y va más allá de las meras palabras o la demagogia, sino intenta solucionar sus problemas. Se puede señalar que hay cierto estado de injusticia en el ambiente del relato, en el planeta, en la humanidad, en la sociedad, en la convivencia, y es poner el lente sobre una realidad que se aplica común (aunque Kafka lo dimensiona hasta lo neurótico), muy propio también del mundo. Los fuertes pisan, dominan o subyugan a los débiles o unos buscan estar por encima del resto (sea de donde vengan), si bien esto es obviamente reprochable, implica proponer equilibrios, construir sociedades más factibles para nuestra humanidad. Karl en EEUU anhela ser independiente, quiere hacerse desde abajo, pero la situación es muy difícil. Kafka muestra, como suele hacer en sus escritos, al hombre que el peso del mundo lo opaca, lo hace ver pequeñito, y simplemente trata de remar hacia adelante como puede, como quien no tiene muchas armas para solucionar su propia existencia, contraer sosiego, paz mental, si bien posee ciertas ventajas en su habitad, como el estatus social, una familia poderosa, como el tío millonario hecho en América (Mario Adorf). Karl, y el propio Kafka (hombre de por sí complicado, embrollado mentalmente, y al mismo tiempo, muy inteligente, excepcional), siempre pretende un cierto idealismo que suele resultar poco práctico y que más bien lo pone en jaque frente a la vida. Karl se mete en mil problemas por no aceptar la existencia sencilla que le ha tocado vivir producto de sus privilegios sociales (sólo tiene que estudiar). La maleta y el paraguas de Karl se pierden una y otra vez, están expuestos al hurto constante. El joven enfrenta así la simbólica derrota frente al trato interpersonal, aunque él mismo se lo pone arduo, porque se pone en el plano de la gente de bajos recursos -dígase cierto primitivismo o violencia, el dictamen de la fuerza bruta- como con Delamarche (el director de cine experimental Harun Farocki que hace de un buen pillo, con 40 años de edad; un pillo cool además), sujeto que se quiere comer el mundo aun cuando no tiene muchas virtudes o ventajas y más bien coquetea con lo criminal, aunque todavía a baja escala. Delamarche es un vagabundo que no obstante se las arregla con su atractivo físico de enamorar a una cantante con dinero, solitaria y envejecida, con fama en descenso, interpretada por la gran actriz italiana Laura Betti que por entonces tenía 57 años. Delamarche tiene un amigo que es como el tonto u oprimido del dúo, Robinson, quien le cuenta sus cuitas, su vida menospreciada a Karl. Conversan en una azotea, a lo The room (2003). Huillet y Straub hacen uso de escenarios bastante austeros, ultra primarios, pero competentes, tal si estuviéramos metidos en una clínica, rodeados por el color blanco o como si nos encontráramos especialmente iluminados, con únicamente sus pocos personajes, no hay otra gente nunca, no hay extras. Manifiestan un estilo formal con un distintivo blanco y negro del metraje y una visualidad minimalista medio de aire futurista, propio de una unidad con las performances que hacen. Hay un quehacer sexual en la historia, la que se percibe de estilo Kafkiano, que no se siente fácilmente, que medio que sutilmente intenta pasar desapercibida, como con la empleada que entra de noche al cuarto de Karl y dice estar volviéndose loca por no hablar con nadie, lo cual es muy americano. Así mismo con la hija del profesor, que parece una chica liberal y quizá proponer un trio, o el intercambio de parejas; en todo caso, la permisividad. En esa mansión de aspecto aristocrático se puede entender una cierta propensión a la corrupción o la trasgresión de tipo sexual, pero metida en el cinismo u que se pretende ocultar en cierta manera -la liberalidad puede ser peligrosa, mostrar lo peor-. Karl no es mostrado muy interesado en lo sexual, no parece prioridad en su personalidad, algo que tenga fijo. Sus inquietudes son de otra índole, está vislumbrando su futuro, el camino a seguir, como ejercer el altruismo, un amor atípico y real por los demás. Lo de la empleada que embarazó da a pensar que fue un acto que al propio Karl lo ha cogido por sorpresa en todo sentido, no se intuye un acto deliberado, lujurioso, menos de clásico aprovechamiento de clase, de opresión, pero eso habla también de nuestra imperfección general, nuestra dificultad de poder trascender. No existe el ser humano perfecto se podría decir, sin sonar que por ello hay que aceptarlo, aguantarlo o permitirlo todo. Hasta un tipo como Karl falla miserablemente. También es la tendencia de Karl a empatizar con la gente humilde, un poco en dejarse llevar, ser algo un barquito de papel en el agua. No ve diferencias sociales, ve personas, no clases sociales. No obstante tampoco esperen la eterna telenovela. La obra de Kafka está por encima de esto, su poderosa particular ambigüedad y su complejidad abriéndose a empalmar mil aristas por algo lo sindican como un escritor importante de la literatura universal, y tanto Huillet y Straub aun en sus ideologías dominantes parecen respetar finalmente eso.
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domingo, 24 de noviembre de 2024
L'Étrangleur
Ésta es una película un poco rara, rara no porque no la vayas a entender, sino porque algunas acciones no parecen las más comunes, algunas acciones son literalmente extrañas, como si los personajes salidos de la cabeza del francés Paul Vecchiali -que escribe en solitario el guion- fueran gente rara, pero tampoco es que ser asesino en serie pase por ordinario, sino, claro, es propio, como se dice en pantalla, de personas dementes, anormales. El relato abre con un niño pequeño castigado escapando de su hogar para querer huir en tren, pero se topa con un adulto y presencia un asesinato, algo que él tomará de modelo. Por un momento parece pasamos por una visión o sueño del futuro, producto de un enojo e impotencia que cambiará el rumbo de la vida de Émile (Jacques Perrin), pero puede ser otra cosa, puede haber una lectura de abuso sexual, pero el filme por ratos se plantea abiertamente artístico y se disuelve en la sutilidad y en un quehacer light arty. Artístico como quien pretende buscar el camino atípico. Se percibe del filme que hay mucho de Vecchiali, pero también se siente un ánimo lúdico (como infantil, aunque trabajando con las relaciones afectivas interpersonales) con la temática, disfrutar de construir el personaje de un asesino en serie, de la fantasía y libertad que proporciona. Pero a su vez se siente un Vecchiali (en los 40s, realizando una de sus primeras películas) entusiasmado, experimentando, con el aparato del cine y querer ser artístico, ganarse un lugar como cineasta de autor. No obstante no sólo es eso, porque se percibe un cierto gusto personal como de cabaret, algo entre pintoresco y un poquito huachafo, como si recurriera a disfraces, en el personaje de la actriz entrada en años, olvidada y melancólica o desesperada por compañía, que mete a cualquiera a su cuarto; o con las prostitutas que visten de marinero y se mueven a lo autómatas, fríamente, dentro de un espacio posiblemente cutre. Los homicidios del asesino en serie en que se convierte Émile -que sueña con ver a sus víctimas bailar alegres en el cielo y más que perversidad hay candidez- y de lo que va la película se manifiestan excesivamente suaves, no se exhibe ninguna violencia, ningún acto de horror, están propuestos hasta en el fuera de campo, casi no hay nada del hecho en sí. Incluso el asesino mata con chalinas blancas que el mismo confecciona. Se trabaja bastante una cierta emotividad o melodrama, sobre la soledad de las personas, aquellas que no tienen a quien amar. Émile mata porque se identifica con esa imagen, en no poder relacionarse profundamente con nadie, puesto que lleva hasta un problema mental. Éste asesino cree matar por compasión, para calmar el dolor de la soledad, del vacío existencial. Mata mujeres porque quizá se ve hasta reflejado en ellas, aunque desmiente ser homosexual en una escena en específico, como muchos pueden pensar al tener por ésta opción al mismo Vecchiali. Así se podría pensar en la auto-represión -sufre desasiéndose de las mujeres, cosa que no puede controlar- y el machismo circundante. La falta de un lugar de aceptación. Pero Émile es trabajado como un tipo en esencia, un sujeto sufrido, que le duele vivir y para hallar satisfacción cree que es samaritano, que le otorga descanso a las almas maltratadas por el mundo, o a la vera de sus limitaciones y elecciones. Es como que Émile en lugar de pensar hacia sí se articula en una labor semejante a un acto social, humanitario, cuando lo que hace es una monstruosidad, pero Vecchiali lo muestra todo muy suave (y de esa manera irreal), como si todo fuera una excusa para ejercer una sensibilidad existencial (el martirio de la soledad y las malas relaciones). El inspector de policía del caso (Julien Guiomar) quien luce como todo un personaje, resulta cómplice con su abierta pasividad, que se le puede entender de empatía, tal que con esto se señalara que todos los hombres son recriminables o si hubiera una fuerza mayor que dirige ese comportamiento colectivo. Por supuesto, se mete injustamente a todos en el mismo saco, como si hablara el feminismo más extremo o el cliché, más la composición melodramática y cursi del director. Un tipo ruin roba a costa de la muerte, denuncia general y más carne narrativa distintiva para el asador, que termina siendo una expresión lúdica con la pelea con navajas. La mujer -de cierta apariencia friki- que denuncia y se enamora a diestra y siniestra (la bella Eva Simonet, de expresión desorientada, pero curiosamente prometedor erotismo) es el señalamiento de la concepción del ser frágil, ligero y algo tonto que cae víctima de éste asesino en serie, o más, de la inconsciencia, del seductor per se. Se confunde compromiso (paciencia infinita) con hedonismo.
sábado, 23 de noviembre de 2024
my old ass
Todos en Hollywood apuestan por su inversión, los productores no vienen a jugar, vienen a hacer dinero, quieren apostar a ganador, pero por una parte quieren justificar el éxito, generar algo parecido al arte o quizá sí un poco de arte, pero pensando en llegar a mucha gente, ganar dinero y ganar prestigio, merecer el triunfo digamos, aun cuando lo más importante es que el negocio del cine sea lucrativo. Los guionistas así como los directores de cine de ese mundo, aspirantes al Hollywood puro y duro, tratan de pensar películas que lleguen a conquistar a mucho público con algo interesante, entretenido y amable en general. Muchos fallan y hacen películas de fórmula que calman solo a los cinéfilos más casuales o básicos, pero hay películas que efectivamente son amables, entretenidas y al mismo tiempo artísticas e interesantes. Una de esas justamente es la presente, de la canadiense Megan Park que además escribe el guion en solitario. Empieza como la típica película de los nuevos tiempos, aspirantes a ser cool en ésta modernidad, apuntando a la chica locuaz, de esas que quieren ser populares y lo son y se creen por encima del mundo portándose como eternas adolescentes irresponsables e irónicas. Pero pronto probar una extravagante droga de aquellas que te hacen alucinar, ver visiones y padecer misticismo hace que Elliot (Maisy Stella) dialogue con su yo del futuro, su yo de 39 años de edad. Ella (Aubrey Plaza) sólo le dirá que evite a alguien (como si fuera el demonio). Éste es un super gancho, un sci-fi de conocer el futuro de una muchacha entrando a la mayoría de edad. Incluso antes de ver la película el quehacer fantástico hará que muchos -como yo- sientan curiosidad por el filme, un filme que a priori sin esto no parece llamar demasiado la atención, pero Megan Park es audaz y con únicamente un pequeño aviso pone en juego una película -pero no esperen nada firma Shyamalan-, logrando algo más intrépido que llenar la película de lugares comunes sobre el futuro. El misterio se resolverá y completará un relato donde lo que vendrá se anticipa en los diálogos, pero de manera algo oculta. Es una narrativa sobre crecimiento, madurez, de empezar a dejar de ser el ombligo del mundo o un ser en buena parte insoportable y pasar a mirar nuestra humanidad, lo que damos por normal. Empezar a decirle te amo a lo que amamos, a lo incondicional. Se produce crecimiento emocional e intelectual no con el sufrimiento sino con los afectos. Ya los que no quieren enternecerse la desestimaran fácilmente, por no catalogarse de inocentes, pero es un filme que es pleno en lo que hace. Megan Park pasa del eterno modernismo liberal a un filme cálido, que no por un poco ñoño, no hermoso. No teme pasar de lo contemporáneamente omnipresente a lo suave. Hace que el estilo de Hollywood inspire su trabajo, brille en sus reglas, con una historia sólida y original por simplemente algunas pequeñas cosas, como quien reformula una obra con un ingrediente secreto o especial generador de un placer por encima del resto al postre que todo el mundo suele preparar regularmente. La película no hace uso solo de la madurez, sino que se ampara también en esa vitalidad juvenil capaz de vencer o saltarse toda dificultad, que está hecha de titanio y que está lista para brincar al vacío y volver de éste. Ese rasgo de fuerza. Es valorar el futuro, pero también mucho el presente, la sabiduría y la fortaleza física. Otro punto bastante virtuoso es hacer que Chad se le meta en las venas a Elliot a toda costa y no se trata de un acto de idiotez -aunque el amor siempre tiene de salto al vacío-, sino un acto de notable seducción. Muy bien el flaco Percy Hynes White, y aun más, una muy prometedora Maisy Stella, junto con una Aubrey Plaza que aquí le hace nombre a su popularidad.
jueves, 21 de noviembre de 2024
Subject: Filmmaking
Éste es un documental bastante cálido, sencillo y está (así) bien hecho. Se basa en que el co-director de la presente película, el alemán Edgar Reitz, ahora de 90 años de edad, en 1968 trabajó un proyecto por entonces experimental en su natal Alemania. Quería que se dieran clases de cómo hacer/pensar cine como parte de la formación educativa de su país. Todo lo que vemos, incluido bastante material visto hoy como de archivo, el mismo documental de 1968, se puede corroborar fácilmente en la actualidad, todo lo que se muestra hablaron por entonces. Pero como todo lo que luego se acepta masivamente, hay que pelear por hacerle un lugar. Lo valioso nuevo por más contradictorio que suene -o quizá no tanto, porque lo bueno, te cuesta- tiene que luchar por ganarse el espacio dentro de lo establecido socialmente, popularmente. El documental de 1968 de Reitz es el resumen de éstas clases de cine, éstas clases piloto, con lo que él quería se hicieran películas que llevaran un estilo analítico, creativo, libre, horizontal, buscando el encuentro y desarrollo de una comunidad o colectividad, de un quehacer comunitario amable y despierto, desde cada propia voz. Buscaba dar herramientas. Que lo vieran accesible. Por ello trabaja con los alumnos, que fueron chicas de 13 y 14 años, el cómo hacer y pensar el séptimo arte, un cine de ideas, un cine de autor, no principalmente de entretenimiento, sino aunque podía ser sencillo, que sea intelectual, palabra tan temida y despreciada por muchos, como si pensar no fuera accesible a la humanidad. Lo que vemos en Subject: Filmmaking (2024) es el reencuentro (tras 55 años) de las alumnas de esas clases de cine que impartió el propio Edgar Reitz a los 35, consumado cineasta, pero mayormente de cine experimental por lo que a las mayorías no les parecerá familiar su nombre. No es un cineasta popular, pero sí respetado por los entendidos de cine. Uno podría pensar que la elección del cine que hizo éste director alemán -sumando su hiperbólica trilogía de Heimat- lo ha dejado medio desprivilegiado colectivamente, más allá de que ha tenido éxito en su campo y en sus ambiciones, pero lo que prevalece en él es que deja ver que ansiaba una vocación intelectual en su arte, ver el cine como una herramienta para pensar y que esa herramienta no sea ajena para muchos. Igual, hacer (buen) cine nunca es fácil. Pero su deseo parece auténtico en cuanto vemos qué tipo de clases impartió o pretendió en su documental de 1968. No se especifica el tiempo que se dieron las clases, pero se deja intuir que fue muy por debajo del tiempo que se anhelaba como parte de la currícula escolar, de 1 año siquiera. No obstante de éste experimento en particular salió algo interesante, que produjo conversaciones inteligentes con las alumnas, dentro de la edad y la sencillez del grupo. Fueron ellas casi 30, y lograron concebir cada una un cortometraje, conteniendo decente formalismo. Se produjo variedad de tipos de película que oímos ahora describir. El otro codirector, el alemán Jörg Adolph, filma el reencuentro, bajo un estilo sobrio. Se mantiene tras bambalinas. Oímos gente ya mayor, marcada por aquella experiencia, un evento que manifiestan de muy especial, aun cuando no se oye que pudieron desarrollarse en ésta profesión. Las voces del presente se escuchan nostálgicas, pero sobre todo contentas. No se percibe proclividad a sufrir frustración, como anunciaba un padre de familia en 1968, sino algo que valorar/valoraron por siempre. Tratamos con un canto de humildad. Puede leerse actualmente de algo muy normal lo que vivieron y conversaron, pero por entonces tuvo de visionario. Es una propuesta que no plantea ninguna grandilocuencia, se percibe como una obra bastante austera, sin ninguna dificultad para el público, llevadera, incluso estéticamente, profesional, un reencuentro amistoso más sencillo de lo que uno pensaría de haber formado parte de una película sobre una clase experimental, pero suficiente como para celebrar algo distintivo, algo que recordar y comunicar, de lo que se percibe en todas ellas, felicidad.
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