viernes, 17 de mayo de 2019

Dar la cara


Dar la cara (1962), de José A. Martínez Suárez, es un filme político, que retrata los tiempos en que se halla Argentina por entonces, tiempos convulsos, tiempos de huelgas, de estudiantes protestando, de obreros y trabajadores humildes quejándose o con gente defendiéndolos, peleando con sus patrones, exigiéndole al estado, épocas de socialismo.

El filme es un coming of age de tres personajes, de tres muchachos, recién terminado el servicio militar de ellos al mismo tiempo. Uno es un ciclista, otro un estudiante y otro un director de cine. En el filme hablan de fracaso, se enfrentan a ello constantemente. Entre ellos hay distinta condición social, el director de cine es de dinero, hijo de un hombre exitoso, mientras los otros dos son clase trabajadora (ciclista) y clase media (estudiante).

Los tres protagonistas son amigos. Beto (Leonardo Favio, el mejor actor de los tres, el más carismático además) es el ciclista, quien debe esforzarse por clasificar a una gran competencia de ciclismo, y ver por un buen futuro –es repartidor de periódicos-. Beto es un muchacho muy sociable y muy querido. Lo tenemos haciendo una parrillada gigante para sus amigos –carne argentina, qué más nacionalista-, auspiciada por un tipo de negociante popular.

Beto tiene una novia que se la pega de muy modosita con él, o teme perderlo por esa vía “fácil”, y no quiere tener sexo ni provocarlo siquiera antes del matrimonio. Beto termina en brazos de otra buscando una mujer más sexual, la que tiene muchos amigos como eufemismo de promiscuidad. Pero termina renegando de ésta nueva mujer también, aun cuando esta mujer tiene dinero –no obstante Beto no es aprovechado, es finalmente un caballero-. En un momento alguien lo llama grasa, insulto despectivo argentino de vulgaridad y mediocridad, y éste pierde los papeles, es un hombre humilde, pero orgulloso, alguien con personalidad, aunque a ratos sea discutible, parezca que no sabe lo que quiere, como todo muchacho.

Bernardo (Luis Medina Castro) es el estudiante, siempre falla en avanzar en sus estudios porque la huelga y la lucha social lo hacen desenfocarse de su camino, lo jalan como quien es atraído hacia el pecado, cuando sabe que la lucha social se entromete en su futuro, en terminar de labrarse uno. Intenta olvidarse de la huelga por esta razón, pero los tiempos y sus compañeros no lo dejan tranquilo, notando que hay estudiantes enfrentándose a los huelguistas, hasta como si fueran pequeños gángsters, criminales en ciernes.

Esto lo sigue a todas partes a Bernardo, el claramente político de los tres, como si se tratara de un filósofo o un sociólogo por naturaleza cuando en realidad estudia ingeniería. Es su fuerte consciencia, son los tiempos, y será su pugna “eterna”, sopesando que esto del socialismo también es fuente de violencia –como las antorchas que llevan los huelguistas que parecen bombas molotov-, aunque no veamos aun brutalidad.

Mariano (Pablo Moret) es el cineasta que quiere hacer una gran película y cree que su padre que también es director de cine solo hace películas comerciales sin profundidad, sin tener nada que decir, las llama hasta bodrios, y esto le molesta, por un especie de idealismo. Pero en el trayecto entiende que el cine no necesariamente debe ser político ni el cine comercial es algo malo –pero acotando que es más altruista que negociante-, no tiene la vena social en sí como otros compañeros de cine que llama (audazmente) periodistas. Pero tendrá su lucha existencial, su confusión, su lucha de autodescubrimiento para darse cuenta.

Dar la cara es una película muy bien hecha, aunque tiene un lado marcadamente político, que la emparenta con el cine latino de ese entonces y las influencias ideológicas, pero también quiere ser clásica en su amabilidad, en sus historias simpáticas de humanidad, como el deportista que quiere tener sexo con una mujer de su agrado, con una pareja romántica, como quien dice ni puta ni mojigata o quien no pretende ser un tonto por ninguna parte; el estudiante que no quiere botar su vida a la basura, a razón de madurar y saber quién quiere ser y quien es; y el cineasta imberbe que quiere trascender en su profesión, hacer arte, por encima del dinero, un tipo con consciencia, otra a la social.