martes, 5 de noviembre de 2024

Una Sombra Oscilante


Cuando uno ve cine o se pretende hardcore con éste espera siempre sorprenderse. Puede ser por la vía del entretenimiento o por la vía intelectual, o quiere decir que el hedonismo de uno se debe a la poderosa diversidad del séptimo arte. Éste es un filme político, cuando yo me considero predominantemente apolítico. No obstante uno siempre tiene que tener la mente abierta cuando de verdad le apasiona algo. Dejar las ideologías personales de lado, que soy de izquierda, que soy de derecha, que esa es de terroristas, que esa es de fascistas. Yo suelo decir que soy de derecha con ayuda social, un hibrido. Las películas difíciles se deben apreciar sin quedar dominado por los prejuicios mientras sea un cine de nivel, inteligente, dialogante con el mundo o con nuestra profundidad existencial. Una buena película puede venir de cualquier parte, si hay talento. Ésta película es sobre un ex militante del MIR, El Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, llamado Lucho Rojas, quien es uno más y a la vez fuerte representante de su movimiento. El filme empieza complicado de comprender por lo visual, pero pronto nos damos cuenta que se moverá mucho por una habitación de revelado de fotografía y ahí la directora, hija de Lucho Rojas, la argentina-chilena Celeste Rojas Mugica, en ésta su ópera prima hará uso del cine experimental, proponiendo esbozos, destellos, claroscuros, despliegues de luz, o mucha oscuridad literal. La propuesta fomenta el vinculo padre-hija. Ellos conversan en la voz en off. A veces habla uno, luego ella, o los dos dialogan. Celeste escucha el pasado joven del padre, su pasado como luchador social, su pasado revolucionario, que dejó cuando finalizó la dictadura de Pinochet, 1990, partiendo del plebiscito de 1988 (a 1 año de que Celeste naciera). Es una película sobre las memorias del padre, pero también un ensayo sobre el arte de la fotografía, pasándole revista a las fotos que tomara Lucho en los 70s y en los 80s, trabajo de fotógrafo que empezó como coartada para no ser detenido y terminó entusiasmándole. De éste militante no se dice qué ha hecho en realidad, si es que ha hecho algo (malo), si bien él mismo dice que era capaz de todo por sus creencias militantes. Pero como miembro del MIR que salió autoexiliado por el golpe de estado y regresó clandestinamente -de lo que se nos cuenta detalladamente con fotos cómo lo hizo- siempre el peligro le acechó, al dedicarse a registrar la dictadura como a mantener su militancia. Casi no le quedan fotos, muchos registros sólo los pensó, y en ello se plantea un juego con la imaginación, lo real y lo ilusorio, lo fantástico, el sueño, los límites perceptivos. Así mismo interpreta sus propias fotos, del tiempo detenido en una imagen, y con esto entra a tallar la vocación de la directora. Es interesante ver una reflexión sobre diferentes interpretaciones de la misma fotografía, como quien dice que hubo una mirada de la dictadura y otra revolucionaria, como quien pretende que se oigan a ambos. El filme tiene un cierto aire de querer comprensión, más allá de que muchos ideológicamente sientan más fácil y rápida empatía. Se percibe que se habla de una revolución movida por lo utópico, como si hubiera sido desplegada por unos perdedores idealistas románticos. No se menciona la violencia. La dictadura es representada por una pesadilla de sombras oscilantes que te atemorizan. Como esa tensión y ese acecho narrado del cuarto oscuro. Es una obra de esas austeras en lo estético y visual pero se siente intelectual con la participación directa de Celeste mientras Lucho cuenta todo de manera muy próxima, campechana, hasta bromea del tema. Vemos puestas de escena de cine indie austero en zonas rurales. Es un filme curioso. Posee cierta originalidad, aunque hay varios filmes de éste estilo. No es exhaustivo con los datos históricos. Es el retrato de un militante, pero sin engrandecerlo formalmente, pero que algo se percibe tal si hubiera salido de una película de acción como si se tratara de un agente secreto o un espía -quizá por la admiración filial- dentro de un mundo de aventura -incluso hasta distópico-, quien tiene que llegar a Santiago, el epicentro efervescente. En sí la propuesta lo muestra bastante simple, común a muchos. Es el estudio de un soldado, no de un alto mando. Se habla de mucho peligro, el régimen podía ser implacable mientras se dejan de lado las acciones específicas de los infiltrados revolucionarios. Se deja ver solamente algo de bulla y propaganda. Ganó una mención especial en la competencia de primeras películas del FID Marseille 2024 y fue la ganadora de mejor película chilena en el FIC Valdivia 2024. 

sábado, 2 de noviembre de 2024

Denominación de origen


Ésta película ganó el Premio Especial del Jurado (segundo lugar) en la competencia principal y además el premio del público en el Festival de Cine de Valdivia 2024. Es una docuficción, es decir, tiene partes reales como un documental a lo que suma cosas ficticias o imaginarias o que la convierten por un lado en un relato de entretenimiento. Como se puede parafrasear al mismo director, al chileno Tomas Alzamora, que sale brevemente en los créditos, ¡estamos haciendo una película! El formato documental permite recurrir a elementos de austeridad con mayor efectividad de empatía como narrativa al tener un presupuesto más humilde entre manos o menos recursos estéticos o de producción de arte. También la propuesta se puede leer como un mockumentary, un falso documental. Lo que se nos cuenta versa alrededor de que activistas de la comuna de San Carlos quieren que sus longanizas tengan denominación de origen, que se distingan como únicas o especiales oficialmente, con registro público o estatal e incluso internacional. Hasta llegan a traer a una chef extranjera (polaca) para solventar su anhelo. El filme se puede apreciar por varios momentos como una comedia ligera, con su pinta bien de pueblo o popular, con look de campechanía. El relato tiene a 4 activistas que son algo La venganza de los nerds (1984), con un DJ subido de peso -con estudios de computación- pero con bastante personalidad; un viejito rural productor pequeño de longanizas que le han puesto un nombre muy sugerente, el tío Lelo; una travesti medio que parece una señora, de esas simpáticas y amables a la que la vemos congeniar con la mayoría; y un abogado de esos que uno imagina hacer lo que sea para salvar el día, de los que señalar de recurseros, si bien nos dice que no le interesa el dinero sino las causas justas. Y es cierto. Todos pegan de bonachones, de grupo de amigos y activistas buena onda. La película nos enseña como su movimiento, MSPLSC (Movimiento Social por la longaniza de San Carlos), quiere distinguir su embutido nacional, comunal, a los Sancarlinos. Están convencidos de su calidad. El enemigo es la comuna de Chillán que se lleva los laureles con las ventas de las longanizas, les roba el reconocimiento. Quizá porque manejan mayor mercado o albergan más inversión. Pero los Sancarlinos ya están hartos y quieren justicia. Ésta es una película sencilla, pero realmente entretenida, y logra ser más que decente sin presentar nada demasiado rimbombante. Luce creatividad de a pie se podría anotar. Estos activistas no son especialistas y ahí se trabaja la comedia, y también el dicho de que el que quiere (de verdad), puede. Empiezan a triunfar, a meterse y vencer a la burocracia, a esa montaña que parece no escalable. Es el éxito sutil de la voluntad, del pequeño gran hombre. No obstante es también la historia de Babel y de no querer salir de la caja, que recuerda un poco al Visconti social. El formato enfrenta a la audacia (como siempre quiere detenerle; el soñar en grande, apuntar alto, con originalidad), la pasividad a la valentía, la irregularidad a la mentalidad empresarial (pero en pos de la colectividad). Todo dentro de lo ligero. En ese sentido es notable ver un cine popular tan solvente -tan nacional- sin pretender mucha política -o mantenerla discreta- mientras se es muy digno como arte.