sábado, 31 de diciembre de 2016

Las mejores películas del 2016


La primera es la mejor película del 2016. El resto no tiene orden alguno.

1.       Ausma (Laila Pakalnina)
2.       Arrival (Denis Villeneuve)
3.       Elle (Paul Verhoeven)
4.       Carol (Todd Haynes)
5.       The neon demon (Nicolas Winding Refn)
6.       La academia de las musas (José Luis Guerín)
7.       The Hateful Eight (Quentin Tarantino)
8.       Take Me Home (Abbas Kiarostami)
9.       Foyer (Ismaïl Bahri)
10.   Langosta (Yorgos Lanthimos)
11.   Mi amiga del parque (Ana Katz)
12.   Sangre de mi sangre (Marco Bellocchio)
13.   The Witch (Robert Eggers)
14.   Right Now, Wrong Then (Hong Sang-soo)
15.   La luz incidente (Ariel Rotter)
16.   La gran apuesta (Adam McKay)
17.   L'ombre des femmes (Philippe Garrel)
18.   The Sky Trembles and the Earth Is Afraid and the Two Eyes Are Not Brothers (Ben Rivers)
19.   Taxi Teherán (Jafar Panahi)
20.   Rogue One: Una historia de Star Wars (Gareth Edwards)
21.   Toni Erdmann (Maren Ade)
22.   Bone Tomahawk (S. Craig Zahler)
23.   Hail, Caesar! (Joel y Ethan Coen)
24.   The Revenant (Alejandro González Iñárritu)
25.   Las lindas (Melisa Liebenthal)
26.   El hijo de Saúl (László Nemes)
27.   The Handmaiden (Park Chan-wook)
28.   Alone (Hon-ja,  Park Hong-min)
29.   Hell or High Water (David Mackenzie)
30.   El rastreador de estatuas (Jerónimo Rodríguez)      
31.  Moonlight (Barry Jenkins)
32. Videofilia (y otros síndromes virales) (La mejor película peruana del 2016)

jueves, 29 de diciembre de 2016

Neruda

El director chileno Pablo Larraín ha trascendido a su país y se ha instalado dentro del mejor cine comercial del mundo, aun hecho en Latinoamérica. Este año no solo mediante el salto decisivo con su película Jackie (2016), ya inmerso en la cultura americana y en el cine de Hollywood. También con Neruda (2016), una película que revisa un momento importante de la vida de uno de los iconos más grandes de Chile, el famoso poeta y premio Nobel Pablo Neruda. Este sucede cuando el presidente chileno Gabriel González Videla -que interpreta el asiduo de Larraín y brillante Alfredo Castro- tacha a Neruda de comunista tras unos insultos del vate y le declara la guerra, surge una persecución política, por lo que Neruda debe esconderse y seguidamente intentar salir del país, como implica la historia universal. Sin embargo, Pablo Larraín no se queda solo con ese contexto, sino que le agrega una parte ficcional, la que incluso se lo dice al espectador directamente (para qué hacernos problemas), en el personaje del inspector policial que interpreta el mexicano Gael García Bernal, como Óscar Peluchonneau, un nombre que puede ser real, pero que su persecución en sí, personalidad, background y definición es el invento del filme, y aunque muchos obviamente quedamos enganchados con la presencia y vida de Neruda, el verdadero aporte (metalingüístico) del filme es el de Peluchonneau.

Peluchonneau está obsesionado con Neruda (un genial Luis Gnecco), quien declama en fiestas sus poemas románticos más populares, afecta la voz y se engríe y embelesa entre los fanáticos, todos los asistentes de sus fiestas, es un ídolo, lo cual le suma su tendencia social, política, aunque es visto como un socialista privilegiado, que vive suntuosamente, no obstante se preocupa por el pueblo, a los que les otorga voz con sus poemas más comprometidos y luchadores, cargados de reivindicaciones. Neruda es un hombre apasionado, que disfruta de la buena vida, lo vemos en burdeles y siempre celebrando, rodeado de gente (que se sienten tocados por su esencia y personalidad, recordemos la maravillosa escena que proporciona ese buen actor camaleónico que es Roberto Farías), pero también es un hombre comprometido con su mujer, la devota de él Delia del Carril (Mercedes Morán), y sobre todo de la política y de los desfavorecidos, lo cual engrandeció o creo una leyenda, además de que supo plasmarlo en sus letras, uniendo al artista con el personaje público, que divertirse en juergas y tener dinero pasa/pasó a segundo plano. 

En el filme de Larraín hay una escena precisa y audaz, una compañera socialista salida del pueblo –en la muy buena actriz Amparo Noguera- se le acerca a Neruda y prácticamente pone la situación de sus diferencias de clase en claro, ella es pobre y anónima, él rico y famoso, mientras Neruda come en un buen lugar, pero ambos son socialistas, y ella tras cierta pequeña recriminación lo celebra, Neruda en ese momento, según la película, acepta su lugar, no lo discute, más bien sabe quién es y qué hace. El filme hace ver a un Neruda aclamado, pero con los pies en la tierra, aunque apasionado y algo ciego con ciertas acciones. Pero está bien asesorado y parece saber escuchar. En conjunto la propuesta es muy respetuosa de su legado y presencia en general. Larraín simplemente juega a movilizar el mito. Grueso, disfrazado, bohemio, declama y encanta a todos, quedan extasiados con él, y se trasluce una cierta sobredimensión a propósito, de ahí que pueda entenderse una pequeña crítica muy discreta de un endiosamiento.   

El filme muestra a un Neruda realmente muy poco políticamente incorrecto, el retrato es inofensivo, tratamos con entretenimiento, implica a Neruda el personaje, no a fin de cuentas al hombre de carne y hueso. Lo de las fiestas y el lado extravagante del poeta es más “efectismo” que trasgresión argumental, o, mejor, algo para hacer el filme ameno y atractivo para un público masivo, y no hallarnos con un poeta sin gracia cinematográfica. El Neruda de Larraín es cine, en el sentido de espectáculo, pero muy inocuo y básico. Encantador sí, pero poco sustancial a la hora de las novedades, descubrimientos y de la verdades. La recreación de su vida incluso es esquemática y funcional, pero se disfruta, el viaje es cautivador, tiene estilo, las formas y la narrativa son muy competentes. Y eso no es todo, hay más, el filme tiene otra parte, y es la que representa Peluchonneau, que se imprime como perteneciente a la mente de un escritor/autor "imaginario" (quizá sea además el sueño de vanidad del propio Neruda, o al que le achacan, el de vivir una existencia inigualable, pomposa), y con éste se plasma un ambiente noir, y se dan tonos y estéticas nostálgicas y clásicas, detrás de las descripciones de contextos, revelaciones, elucubraciones, bajo la voz en off  de Peluchonneau. El ser anónimo que lucha por ser inmortal, el hombre trágico, el hombre complejo, pero invisible. Su madre fue una prostituta, su padre resulta el señalamiento del hombre que le hubiera gustado sea su padre. Pretende hacerse de una gran historia, consumar el sueño de la gloria, por lo que Peluchonneau admira a su perseguido, y como muchos han hecho en la historia –nómbrense asesinos- quiere sustraerle un pedazo de su fama. 

sábado, 24 de diciembre de 2016

Rogue One: Una historia de Star Wars

Un spin-off de Star Wars sonaba a priori a algo poco posible de que fuera a tener éxito, pero el resultado en manos de Gareth Edwards (Monsters, 2010) es bastante satisfactorio. Muchos dicen que lograr una película decente tras la nueva trilogía y Star Wars: Episodio VII- El despertar de la fuerza (2015) ha sido cosa fácil, no había mucho que superar, pero la realidad es que este spin-off que se ubica entre el Episodio III y IV de la saga, una versión 3.9, digamos, es ciertamente un tipo de genialidad, sobre todo cuando de lo que trata el filme presente es de conocer como los planos de la estrella de la muerte llegaron a manos de la princesa Leia, con lo cual pueden destruir ésta arma de destrucción masiva. Asunto que se ve en Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (1977). La película que dirige Edwards tiene un meollo muy sencillo. La trama parte de encontrar a la hija de uno de los principales arquitectos de la estrella de la muerte, muchacha que será la heroína, Jyn Erso (Felicity Jones), y que formara parte de los rebeldes que luchan contra el lado oscuro, donde no hay jedis sino gente valiente pero común.

El capitán Cassian Andor (el mexicano Diego Luna), el piloto renegado del imperio Bodhi Rook (el británico de ascendencia pakistaní Riz Ahmed), el droide del imperio reprogramado como rebelde K-2SO (con la voz de Alan Tudyk), el monje ciego Chirrut Îmwe (el hongkonés Donnie Yen) que cree en  la fuerza pero no es un jedi, y su leal amigo el mercenario Baze Malbus (el chino Wen Jiang) son el grupo de rebeldes que acompañaran a Jyn Erso tras los planos. Como se ve el filme ha buscado la diversidad de nacionalidades y razas, sumado a que el padre científico lo interpreta el danés Mads Mikkelsen, y el enemigo es el director Orson Krennic en el actor australiano Ben Mendelsohn. Esto luce natural, no se nota mayor diferencia en el mundo de Star Wars. Hay una plena compenetración. Los personajes rebeldes tienen sus pequeñas historias, nada especial, pero suficiente como para identificar algún rasgo de personalidad. Andor, en un competente Diego Luna, es un hombre que se arrepiente de su obsesión y amoralidad con la guerrilla. K-2SO es gracioso, y se presta al comentario audaz. Donnie Yen reparte golpes de kung fu, pero solo a los Stormtroopers, igual a una de sus películas (y así se sienten varios momentos del filme, no necesariamente son los de un sci-fi), pero haciéndolo sólo frente a la plana baja.

Desde luego todos celebran al robot K-2SO (¿ironía?), pero lo interesante es ver que Diego Luna se mantiene serio y creíble en toda la película (cuando parecía una elección “extraña” para el mundo de Star Wars; tampoco es la primera vez que sucede en la saga), muy poco o casi nada aparatoso o llamativo, todo lo contrario a lo que esperaríamos de un héroe, pensemos que puede verse como un especie de Han Solo. No hay fiesta ni espectáculo en el personaje de Diego Luna. Cumple, acepta un lugar menor. Igualmente pasa con la naturalmente carismática, en parte contenida y bella Felicity Jones, a pesar de haber sido criada y entrenada por un guerrillero extremista como Saw Gerrera (Forest Whitaker) y haber cierto ímpetu desarrollado en ella. Gerrera hace de contraste con la práctica de una revolución más bruta, en una línea narrativa que pareciera sobrar o confundir, pero que en realidad da más que una pequeña perspectiva de expresión política, hace de bisagra entre la separación de padre e hija Erso de la apertura con cierta motivación y venganza existencial del trayecto. Tiene más sentido del que se cree.

Orson Krennic es un enemigo también humilde, pero sorpresivamente más competente que Kylo Ren, no tiene poder alguno, es solo un tipo ruin y apasionado, pero su ambición y frialdad denotan ser bastante valiosos como el antagonista central de Rogue one. No obstante, la riqueza del lado oscuro en verdad viene del pasado, lo mejor del filme es el CGI del querido Peter Cushing como el malvado y mítico Grand Moff Tarkin. Digitalmente disfrazan la actuación del británico Guy Henry de fisonomía parecida a Cushing –quien murió en 1994-  y con esto le dan vida. El resultado del efecto es maravilloso, totalmente creíble. Es como ver una nueva actuación del propio Cushing en la película, a diferencia del CGI de la princesa Leia que denota falsedad, mucho brillo. El otro resucitado es Darth Vader, pero solo es necesaria la voz original de James Earl Jones. En el filme a Vader se le usa brevemente y huele a deja vu, pero de todas maneras en su segunda aparición brinda uno de los mayores orgasmos de un cinéfilo.

Una interrogante que uno se hacía era como iba a ser el desenlace del filme y de los personajes para encasillar con toda la saga de Star Wars, y aunque muchos han apuntado a encandilarse con la idea –y promesa de Gareth Edwards- de una batalla sin igual, y ya muchos hablan con entusiasmo selectivo del último acto del filme, la realidad es que tiene lógica, sorprende de Disney y es conmovedor el final. El filme paga bien al espectador, cierto que tampoco es terriblemente maravilloso, maneja mucha humildad, hay una notoria noción –en el alcance- de estar frente a un spin-off, pero ver al original Vader, al original Moff Tarkin, articular una trama y narrativa correcta, sin malograr nada y propiciando un background básico, generar emoción en algunos momentos de acción y sostener el mundo de Star Wars desde cierta independencia inocua merece su agradecimiento. 

viernes, 23 de diciembre de 2016

Mi amiga del parque

Ganadora de mejor guion en el festival de cine de Sundance 2016. Liz (Julieta Zylberberg) es una mujer insegura, pero lógicamente insegura (aunque la idea es pensar que tiene un problema y exagera), teme por la salud y bienestar de su bebé, duda de su capacidad para cuidarlo y de lo impredecible que es la realidad y el mundo. Ahí la vemos ducharse y llorar y a cada rato mover la cortina y vigilar si está bien su bebé. El filme de la argentina Ana Katz coge esa inseguridad y la pone a prueba con una amistad –la de la amiga del parque, la de Rosa, la propia Ana Katz, en un dueto magistral- y yendo a lo secundario en un largo viaje en carro (cuando se piensa de Liz que es una pésima conductora y tiene una responsabilidad que prácticamente la tiene sujeta en su vida, cuidar de su primer hijo). 

La prueba –que la propia Liz se impone- es poder confiar en Rosa, en hacer solvente su amistad, cuando en el barrio Rosa y su hermana Renata son mal vistas, las llaman despectivamente las hermanas R, las ven fraudulentas, inmaduras, confianzudas y aprovechadas. Se dice de Rosa que se llevó un auto del barrio sin permiso, y frente a Liz se roba el pago que Liz hace en un lugar de comida y genera que tengan que huir con los cochecitos de los bebés. Liz desconfía de todos, hasta de una nana y empleada ejemplar y rigurosa que contrata. La observa como si pudiera lastimar a su pequeño Nicanor de 8 meses de nacido. Liz desconfía también de sí misma porque no puede dar de lactar a su hijo. Pero en lo que puede sonar paradójico Liz se hace amiga de Rosa en este trance tan difícil de su vida.

¿Temes de lo más confiable –de una nana experimentada y seria- y del amor más grande, y se pueden entender estas dudas, pero pretendes confiar en el peor de tus (nuevos) amigos? Rosa tiene –al parecer- su cuota de simpatía y expresa ganas de apoyar, pero está cargada de defectos y libertades reprobables, como mentir diciendo que Clarisa, la bebé de su -supuesta inestable- hermana, es suya. Rosa se cree una buena madre, antes y después de saberse la verdad, y esto es parte de la prueba (en la mente de Liz) en un juego de espejos. Pero todo tiene una razón y un sentido, y esta es la audacia y distinción de la propuesta. Aunque arriesgada y poco común es una elección elaborada y emocional. Liz quiere demostrarse y demostrar que uno puede confiar en uno mismo y en los demás, cuando las personas de este “experimento” no presentan todas ni muchas de las cualidades para sostener una maternidad y amistad saludable. Trata de la búsqueda de una cura psicológica. El extremo requiere de otro extremo, es decir, el miedo frente al heroísmo. La trama invoca al pusilánime que se convierte en héroe.

El filme yace en un empaque sencillo de vicisitudes menores y narrativa amable. Muchos dirán convencional, pero sumamente atrapante y delicioso (nunca habrá mejor que saber contar una historia, poder profundizar en el mundo con tanta claridad), como hallar un arma en un bolso o que desaparezca el bebé, a la vera de las hermanas. En el filme contrasta la personalidad vulgar -a un punto- y desenfadada de Rosa con la corrección de Liz, en la que es una especie de buddy movie de la maternidad. Además tenemos una sub-trama de lejanía  y soledad con el marido de Liz, el que trabaja en el extranjero, que agrega al meollo, pero no tiene mucho vuelo en sí. No obstante nos habla del machismo, en donde se cree que cuidar de un hijo es deber exclusivo de la madre, dejando al padre relegado a un segundo plano, lugar a donde apunta una crítica. Aparte se manifiesta que la madre no tiene esa naturaleza irreprochable que muchos señalan, sino se va construyendo, aprendiendo y creciendo una como madre, habiendo una imperfección y cierto vacío que trabajar. 

martes, 13 de diciembre de 2016

Viejo Calavera

Si antes he mencionado que era una alegría hallar cine ecuatoriano, por lo que no abunda, la alegría es la misma con el cine boliviano, que apenas existe. Este filme se ubica en Huanuni, una zona minera. Nuestro protagonista es Elder Mamani (Julio Cezar Ticona), un joven que acaba de perder a su padre, quien era un buen hombre –vemos en una escena lograda como limpian su cuerpo, que propone un lado místico y llano al mismo tiempo, tal cual esa voz que lanza lamentos familiares al viento- y se halla perdido, para alcoholizado y drogado, vive con su sufrida abuela y no tiene una buena conexión con ella. Un tío y padrino, Francisco (Narciso Choquecallata), decide ayudarlo, y lo mete a trabajar en la mina, aun a riesgo de ser tachado de generar nepotismo. El joven Elder no se encamina y sigue rebelde, pronto disgusta a sus compañeros que lo ven como una mala vibra, e incluso se pone en peligro al deambular borracho por la mina.

El arranque del filme es bastante bueno, vemos como Elder lleva una vida desenfrenada, roba y huye, y se va de juerga a una discoteca, en que vibra la música electrónica. Esto es interesante, ver que el filme no recurre a estereotipos, y apreciamos que Elder es una bala perdida, cero corrección con él, es un tipo solitario. Pero esto no es arbitrario, porque Elder es un joven lastimado internamente, requiere un mentor, cariño que valorar, y es por eso que malgasta su vida, se halla desganado y destructor de su propio ser. Lo cual muy bien se definirá en aquellos cuerpos cubiertos por una frazada, en un acto de retribución y cuidado.

El filme nos enseñara la vida de la mina también, la de los compañeros, divirtiéndose, celebrando y haciendo política, ya que pertenecen a un sindicato y no falta la lucha social en sus duras existencias laborales. El filme es muy sencillo en la historia de Elder, pero sirve de diferenciación, con esto la propuesta trata de desligarse de una visión parametrada de las personas. Enseñar la complejidad y la imperfección de todo ser humano, las distintas aristas que solemos poseer. Es interesante ver que los mineros no solo son supersticiosos y socialistas, sino que también juegan/tontean, se divierten, como hacer luchas de sumo en la piscina, donde existe una camaradería y sentido de la unidad bastante poderoso, al menos como grupo de trabajo.

El filme está ambientado mayormente entre tinieblas, hay una estética de la oscuridad, habiendo la dificultad de filmar en la mina, pero que queda bastante bien, uno logra ver tranquilamente a pesar de la poca luz y a la vez sentir no solo la realidad de esta forma de vida, también una distinción visual, una creación cinematográfica, una buena captura, la de un tipo de mundo aparte. Los roles no los tienen actores profesionales, y se nota, sobre todo cuando hablan, están en parte acartonados. Pero el director Kiro Russo inteligentemente no hace hablar mucho a Elder, su expresividad es corporal más que todo, es un hombre de acciones, y así funciona mejor el filme, salvo los discursos sociales, que ciertamente se ven muy naturales, que se oyen como salidos de un cine soviético, con la palabra compañero/camarada repetida hasta la extenuación. El filme tiene un buen toque realista, se maneja muy bien, con los mineros con sus bolas de coca en la boca. 

domingo, 11 de diciembre de 2016

Sully

Unas  gaviotas se estrellan contra los dos motores de un avión comercial y los malogran apenas salen del aeropuerto quedando en muy mal estado el vuelo. El piloto Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) que cuenta con 40 años de intachable experiencia, junto a su copiloto, Jeff Skiles (Aaron Eckhart), decide amerizar en el río Hudson, New York, como medida para salir intactos, salvar a sus 155 pasajeros y a la tripulación, rehusando no aterrizar en ninguno de los 2 aeropuertos más cercanos, como le indican por radio. Esto es el filme, Eastwood vuelve con un filme elemental, tras la pésima y propagandística El francotirador (2014). Y lo que hace de buena calidad al filme es su estructura y su forma de exposición, donde mediante varios flashbacks se palpita el momento clave del vuelo de Sully, se discute si fue apropiado su amerizaje o en realidad puso en peligro a los pasajeros con su acción, sabiendo que el Hudson es un río helado además y pudo haber hipotermia o congelación, por lo que la ayuda de los guardacostas y demás grupos de rescate hicieron lo suyo también.

Se pone en duda el profesionalismo y el sentido común del piloto, al que en New York lo creen un héroe, y él humildemente no celebra, lo llama una acción colectiva, apreciándose como situacional, de reacción rápida y de temple, mientras busca tratar de pensar bien que sucedió, y defender con juicio pleno que hizo lo correcto, que un momento de este tipo puede implicar romper con el reglamento, que el factor humano implica una decisión más real, más eficaz, y a pesar de las apariencias mucho más segura, porque ir hasta los aeropuertos significaba por el contrario no llegar ilesos. Esto puede entenderse que es también la premisa de El Francotirador, pero cambia un contexto, añádele otros elementos y el panorama, la decisión, la empatía y la respuesta es totalmente distinta. Partamos de que es inconcebible y muy ligero, no es el mismo peso ni la misma condición, comparar al antihéroe de un western, la fantasía de un entretenimiento puro y duro, con una figura real e histórica, muy fácil de identificar y que hay que asumir y aprobar, el nivel de abstracción y compromiso es distinto, como lo que proporciona una guerra reciente como Irak y sus agentes de acción, el aceptar sacrificar vidas humanas –niños y mujeres, ciudadanos civiles, seres humanos, vistos todos como salvajes- toma otro vuelo cuando tenemos la noción de querer perpetrar una justificación con algo mucho más próximo y tangible, la proyección y el entendimiento asume otro nivel y el espectador lo siente y lo procesa/atiende de otra forma, cuando lo que uno observa ya no es un juego o simple ficción.  

Decir que Eastwood repite la misma esencia  y constantes en sus películas es verdad de alguna forma, pero cuando el nacionalismo y el patriotismo por sobre el resto se desbordan es menester señalar ese extremismo, egoísmo, empobrecimiento humano y unilateralidad, como también el sentido de la ira y la falta de meditación total. En cambio Sully prefiere pensar en lo humano, asumiendo a esos 155 pasajeros como el mundo y no solo como norteamericanos, o es por eso que uno se identifica y ama lo que ve. El filme de Eastwood pone a pensar el incidente llamado “El milagro del Hudson” desde distintos ángulos –que no son muchos- y momentos, es el sistema reclamándole a un agente, distinto a El Francotirador donde el sistema impulsa y justifica ese comportamiento bélico  y ultra defensivo y cerrado de lo nacional y lo premia y lo eleva como héroe oficial. Sully hace un gesto por los demás, se “sacrifica” o desobedece (en realidad solo hace lo que cree lo más razonable para salvar a todos), manteniendo su moral y ética, actúa fuera de la cuadratura para salvar hasta el último pasajero, hace de su experiencia y lucidez una bandera de justificación. Lo inteligente del filme de Eastwood es que no se trata de ir en contra de los reglamentos, de aceptar que cualquier “loco” puede creer que debe reaccionar a su regalado gusto, Sully demuestra que lo que decide es lo más inteligente, y además hace uso de una opción del manual, el amerizaje.  Pende de un hilo su reputación y se juzga su profesionalismo, como se dice toda una intachable carrera puesta en vilo por 208 segundos de reacción, en que Sully demuestra su buen manejo, donde la mayoría hubiera fallado. Es realmente un héroe.

El filme no cansa por más que se articula mediante lo elemental, aun cuando los componentes son muy pocos, el contraste de la decisión –e investigación- como el de la introspección personal –que llega hasta soñarse en la catástrofe, que repiten los simuladores, creando la idea del horror que pudo ser, sin grandilocuencia alguna- y el revuelo y la reacción de cara al público –un taxista, un barman, gente común, que muestran admiración- y a los familiares –que muestran preocupación por el estado emocional de Sully- , no hay mucho que contar, pero el ingenio del director hace que el filme presente momentos interesantes alrededor del vuelo (explican puntos contrarios pero, desde luego, Sully es el protagonista y se entiende a donde apunta la balanza). La película posee una narrativa solvente y delicada, se siente emoción dentro de un tono elaborado (recurriendo a la otra cara de la moneda, el triunfo, no el horror, que por lo general no se estila, sino más bien el espectáculo, la tragedia, y ahí el tribunal también yace muy comedido), que no se agote a pesar de la omnipresencia de esos intensos y decisivos 208 segundos –que sentiremos en todo el metraje de distintas maneras, el vuelo es una constante en nuestra mente- , sin buscar sentimentalismos, ni celebraciones heroicas altisonantes, como en su anterior película, lo cual parece una enmienda a cierto punto, no obstante se puede ver que Eastwood recurre a varios lugares suyos comunes, como un director que tiene una manera de narrar el cine.

Tom Hanks para ello como Sully mantiene mucho el equilibrio, demuestra sosiego y madurez, sencillez, de quien sabe y solo cumple con su trabajo y deber, transportar sanos y salvos a sus pasajeros. Tiene un cariz natural que revela a un hombre coherente, racional, centrado, controlado, aunque pensativo y preocupado dada la situación.  No es –con todo respeto- como Chris Kyle que va por lo extremos (nacionalista, en una misión superior, sufriente hasta la locura, rechazando intenso los honores), donde Eastwood subraya, pone énfasis en su mensaje. Sully puede que sea una versión mucho más light y bastante mejorada de Kyle, pero, claro, lo dicho, es otro contexto para bien o para mal. Este filme es simpático y sencillo, en el estilo de un buen clásico, es más un Eastwood medido y austero, pero genial en su distribución narrativa, en como mueve y expone sus fichas. Ser novedoso y emocional en su punto, sin tragedia ni melodrama, con una historia donde un vuelo no se estrella, no hay muertos y se habla de un triunfo de lo colectivo, es un filme definitivamente valioso, y sobre todo muy maduro e inteligente.  

sábado, 10 de diciembre de 2016

Take Me Home

Último trabajo cinematográfico del admirado y querido cineasta iraní Abbas Kiarostami, recientemente muerto el 4 de julio del 2016. Es un corto de 16 minutos de duración. El filme es muy sencillo, minimalista, sin trampas ni sobredimensiones ajenas, de lo más transparente, sobre una pelota de futbol que un niño deja en la entrada de su casa que se encuentra en una zona de elevación y que se rueda y empieza a caer por las escaleras, de forma interminable, y que es el juego de la presencia de la pelota y las distintas maneras de exhibirla y apreciarla a través de la flexibilidad de la toma, que de una distancia y altura real, ya que hay cantidad de distintas escaleras, más de lo aparentemente lógico, junto a unos cuantos pequeños callejones y rellanos, por donde la pelota rebota como frontón y sigue su curso, va cayendo y cayendo y cayendo, con una lúdica y armoniosa música de acompañamiento. A nuestros ojos parece un pinball natural, de lo que en realidad su dinámica es propia de efectos especiales. Uno se puede preguntar: ¿es todo casual?, ¿es todo divino? Las escaleras simbolizan al mundo, el movimiento es la felicidad. O como puede implicar el título (en segundo plano), la caída como golpe y querer ser llevado a un lugar cálido y seguro. O, simplemente, ya jugué, ahora vámonos a casa.

Se puede ver a la pelota en sombras o en medio de ángulos y estéticas curiosas. El corto recuerda a El globo rojo (1956) con su lógica caracterización de movimiento, ya que en el hermoso mediometraje de Albert Lamorisse el globo parecía más una mascota. La  pelota incita a pensar en  la simbolización de la búsqueda de la libertad o la gloria de tenerla. Es un filme tierno y ultra positivo, “infantil” y bello. Kiarostami muestra su sensibilidad y esa grandeza de lo pequeño, en su eterno canto a la niñez. La pelota no deja de caer, pero nunca se pierde, el niño la halla con facilidad. Se trata de un juego y entretenimiento netamente visual, ver las cuantiosas caídas, apreciando a las escaleras semejantes a una "interminable" hilera de dominó, rebotando a cada peldaño como derribando cada pieza, generando la idea de la perfección. La pelota logra seguir moviéndose siempre entrando en alguna lógica. Es ante todo un descanso visual, algo que no necesita profundas elucubraciones. Invoca -primeramente- la relajación y la alegría de existir, todo lo contrario a la complejidad y muchas veces crueldad del mundo. Que mejor despedida que esta, con la pasión por la sencillez y la emotividad del séptimo arte. 

El futuro perfecto

La ópera prima en el largometraje de ficción de la alemana radicada en Argentina Nele Wohlatz es una película en cierta manera poco definida, es varias cosas y todas leves, cómo que está llena de espontaneidad, sin un plan estricto de trabajo, y tiene un cierto aire amateur, y de work in progress. En esta película vemos faces de creación cinematográfica e híbridos entre documental y ficción, entre relato y meta-cine. La escuela de aprendizaje de idiomas del filme, donde la protagonista y compatriotas chinos van a aprender el español también se nota a todas luces que es un taller de actuación, aprenden el idioma haciendo performances.

El filme no solo habla de la inmigración y de la adaptación a un nuevo país, sino igualmente del deseo de convertirnos en actores. Para eso la protagonista Xiaobin, muchachita china de 17 años llega a la Argentina donde le esperan sus padres y hermanos, llega sin saber nada de español, y rápidamente se adapta, aun cuando sus padres  -que tienen una lavandería- buscan mantener su tradición y no quieren mezclarse con los argentinos, ven su estadía como una transición para hacer dinero y volver a China. Xiaobin como toda fuerza joven piensa modernamente y diferente, por un lado es disciplinada y respetuosa de sus padres, por otro quiere ser independiente y decidir por sí misma, de esto que guarde/esconda dinero para sí. Xiaobin trabaja vendiendo carnes, asado y embutidos, trabajo lo más típico argentino, hay que decir.

La propuesta de Wohlatz empieza como documental, haciéndole preguntas a Xiaobin, más adelante estas versaran sobre el uso de su imaginación en cómo sería su vida hecha ficción en una relación amorosa con un chico de la India –esto es lo que define el título-  que en el filme vemos en su parte de relato y que choca con la tradición de sus padres de no mezclarse afectivamente con personas de otras nacionalidades. En ese lugar se abren posibilidades y se juegan con las variaciones. Xiaobin es muy libre y luce natural aun en su imperfección expresiva, no solo vocal, por lo que lo que inventa no es lo suficientemente ingenioso o tan atractivo, raya en el lugar común. Xiaobin y la mayoría del reparto lucen como que no dominaran la actuación (aunque existe la genial escena cuando todos los amigos y compañeros chinos del taller de la mano del actor argentino Nahuel Pérez Biscayart logran manejar bien el poder llorar en el cine). En el filme esto da una figura simpática de amateurismo, como estilo más que como defecto. Esa manera de hablar y de comportarse sin perfecta fluidez, con una narrativa bajo cierta ausencia de bisagras, algo robotizados, tiene su encanto, y más parece otra parte del meta-cine de la película, se notan las costuras de una actuación.

En el filme no hay un esfuerzo de crear una ficción convencional, su búsqueda y cine es otro. Xiaobin se interpreta a sí misma, pero también juega a la actuación y lo deja notar, en otras partes simplemente se manifiesta como es, en sus anhelos, sueños y quehaceres, en su juventud y en su cualidad de migrante, donde vemos que se comporta como cualquier persona. Un acierto, el de Wohlatz, es dejar ver una personalidad, no solo es el objeto de una chica china recién llegada a la Argentina. De Xiaobin también hay que decir que viste muy bien, tiene estilo. 

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Dog Eat Dog

El director de Aflicción (1997), Paul Schrader, es de hacer películas muy personales y osadas, de las que apuestan por la autoría y por la diversión cinéfila, fuera de que su filmografía sea bastante irregular. Su última película tiene a tres criminales buscándose la mala vida, tratando de hacer dinero a toda costa, mientras se van con putas y se drogan, mientras tratan de deshacerse de los cadáveres que van generando. El tipo más extremo, medio psicópata, es como su apodo lo dice, Mad Dog (el genial Willem Dafoe), un sujeto que es en buena parte insoportable, que parece gentil y termina provocando mucha violencia. Es un tipo fracasado y solitario, por lo que su criminalidad es una extensión natural de su existencia. Lo acompañan Troy (un buen Nicolas Cage) que es en cierta forma extravagante, tiene su edad, pero mantiene su estado juvenil, relajado. Por último tenemos a un actor desconocido y novel, Christopher Matthew Cook, como Diesel, el tipo grandulón  y supuestamente bruto pero que lucha por ser coherente, no obstante termina temperamental. Los tres se meten en trabajos sucios de robos y secuestros, no temen a la policía y son unos criminales de la peor calaña, aunque tienen personalidades llamativas, si se quiere, propio de la invención de personajes distintivos.

El filme de Schrader es ver cómo se comportan y desenvuelven estos criminales. Existe una cualidad de novedad, de no ir por el lugar ordinario, amable y fácil en una buena cuota, hay tiempos muertos y algarabía, vagabundeo, pero fallan muchas cosas en la película, hay momentos que sobran y abruman, mucha audacia tiene un feo efecto y hablan mucho, sobre todo tonterías, pero no se oyen como los hampones de Quentin Tarantino, a los que uno les presta atención y generan placer, sino todo lo contrario, molestan, aburren, agotan. El filme quiere ser rocambolesco, pero carece de cierta magia, el guion y las aventuras, la forma de narrar no son tan efectivos, desgraciadamente el filme no entusiasma, por más que se esfuerza.

Puede que ver la criminalidad de estos tipos en toda gloria y maldad sea “atípico” y provoque curiosidad, el cine es muy tolerante, hay mucha libertad y aguantas mucho más de lo normal, pero en la práctica, en los hechos en sí no funciona del todo bien. No es que Cage, Dafoe y Cook lo hagan mal, pero el guion no les ayuda. Suben un cadáver y de pronto una compuerta se abre y caen a un  basurero con el cuerpo, ¿qué pasa después?, Mad Dog intenta justo ahí ser comprendido y escuchado. Se genera mucha incongruencia. Mad Dog mata sin contemplación. Troy es medio poético y rebelde, en el tono de un viejo Elvis. Diesel está como aburrido de su vida. Lo malo es que luego se comportan como personajes planos y estúpidos, y la acción no es lo suficientemente buena. En un momento Troy secuestra a una pareja de ancianos afroamericanos, y como en un sueño empieza una balacera, al poco rato de volver de la muerte esposado y arrastrado por una patrulla. La incorrección política es muy insípida y desagradable, y así se siente la película en general. Una cabeza explota de un disparo inesperado, los amigos juegan a echarse mostaza y kétchup tomando a la ligera la relación criminal entre ellos, arranca el filme con un desenlace impactante, hay ironía en la crueldad, pero el filme –o quizá por eso- no termina de funcionar. 

martes, 6 de diciembre de 2016

Las plantas

Ésta película chilena y debut de Roberto Doveris es una obra rara, a un punto; no es de las más amables para empezar, sino más bien puede generar disgusto en su explicites sexual y como coming of age desenfadado, por lo que por obvias razones tuvo cierta polémica en su país, y no le faltaron los ataques. Sin embargo más tarde mereció 2 premios en el festival de Berlín 2016. La propuesta invoca el despertar sexual de una chica de 17 años que no es muy típica; ésta figura es propia de la siempre buscada originalidad del cine, de perpetrar personajes extravagantes, especiales, y en ello pueden hasta ser incómodos (de ahí puede o no que tenga un logro y audacia), aunque no es la costumbre.

Florencia (la cantante argentina Violeta Castillo) contacta por internet a muchachos que quieren tener relaciones sexuales casuales, pero una vez que llegan a buscarla ella los manipula y juega con su deseo sexual, los obliga a masturbarse y en segundo plano tan solo los observa, no quiere contacto, solo es una experimentación y curiosidad. Los hombres, desde luego, se enfadan, se sienten defraudados y ansiosos. Una decepción produce que haya una gran escena cargada de tensión, de cómo va a terminar; uno de los encuentros se convierte en el juego del gato y el ratón. En esos momentos el filme se posa sobre el poder de seducción de la mujer, en el control por sobre los hombres (en un arranque feminista que termina en frustración y en ortodoxia), y en la responsabilidad y peligro de llevar ese deseo con una, aunque desde un caso extremo.

Florencia señala a todos los de su edad un cierto aspecto friki general, lo cree por antonomasia en la juventud, lo cual puede sentirse como disonante en el concepto del cine latinoamericano, más propio de la modernidad norteamericana. El problema de adaptación de Florencia, aun cuando está llena de amigos, es que su rareza proviene de tener a un hermano en estado vegetal y tener que cuidar de él. Ella es parte de una familia muy golpeada. Florencia impredecible –también hace cosplay y se anima a hacer coreografías singulares a ese respecto- toma al hermano por un maniquí y lo manipula como le viene en gana. No es que no lo quiera, sino que le da vida con su irreverencia, lo hace por un optimismo particular. Lo mismo pasa cuando lee un cómic de unas plantas fantásticas que hablan transversalmente de la vida del hermano, como dentro de un mundo alterno y secreto, de otro despertar, el que ve o quiere compartir Florencia (¿incesto?), una chica muy imaginativa y atrevida. El filme carece de cierta consistencia, parece que algo está aquí y allá sin mayor motivo; contiene momentos dispersos y llamativos, a propósito quizá, como estilo y lugar común de cine arte. Gira en base a tres elementos centrales, el cómic (la cultura pop), la sexualidad y lo vegetativo/la enfermedad (como ella pasmada frente al vidrio de la puerta), donde se triplica una experiencia, la de las plantas que desbordan sexualidad. Suena interesante como concepto, pero que queda en un filme regular solamente. 

Ruinas tu reino

Un pequeño barco pesquero en el golfo de México es el escenario principal del presente filme, ahí el director mexicano Pablo Escoto nos enseña la humildad de los pescadores que van separando tripas, restos, suciedad, de los pescados, entre chancletas. La imagen carece de belleza, la toma se demora, mientras la captura es lo más franca posible, el ambiente es precario. El rostro del flaco pescador, serio, concentrado e indiferente. Pero la cámara no se detiene solo en su diario existir, en la dureza de su labor, aparte de verlos matar el rato, Escoto trata de hacer su propia lírica, construyendo ideas muy gaseosas con las imágenes. Podemos ver solo el vaivén del mar, sumergirnos en su ecosistema, la repetición de las varias faenas del oficio, la toma petrificada  -mal encuadrada- frente a unas gaviotas sobrevolando el cielo, y no se queda únicamente en ese lugar, va hasta tierra donde observamos a una mujer ir hacia adelante sin más, penetrando en la oscuridad, rumbo a una parte frondosa de plantas, y enseguida uno termina pensando en el cine que hace Nicolás Pereda.

Un intermedio –infaltable- le reza al mar, lo enaltece y a su bravura. Una voz clama por un retorno y una distancia territorial. El filme hecho de forma rústica, implica no solo la mundanidad de los pescadores, su sencillez vivencial, un lugar social, sino trata de experimentar con el espíritu que rodea la dura jornada y el hogar, lo que nunca es barato. La película recuerda a la joya de Leviathan (2012), que es hacer la misma película con otro estilo y con muy pocos recursos, algo bastante pequeño y humilde, un cine marginal, donde la toma de un ángulo desangelado y muy simple de un barco –pedazos en bruto- es nuestra declaración de principios.

Foyer

El tunecino radicado en Francia Ismaïl Bahri filma un papel en blanco durante 31 minutos, sí, aunque usted no lo crea, y eso es todo lo que verás en este mediometraje en cuanto a aspecto visual. Un fondo blanco movido por el viento. Un viento e iluminación que produce algunos leves tonos y sombras, nada más. Detrás de ese papel Bahiri sale a la calle y empieza a deambular filmando su particular película. En el camino abundan los curiosos que le preguntan que qué hace, se autoproclaman cinéfilos y le hacen comentarios, hay conversaciones, aunque nunca veremos a nadie ni a nada.

Se trata de dilucidar de alguna forma qué es el cine, cuales son las pretensiones propias y las de los espectadores con respecto a este. Se da el encuentro entre el cine comercial y el cine más personal, extravagante y experimental. La gente común que se acerca es amable y simpática, no desestiman a Bahri, más bien tienen la mente abierta o son diplomáticos. En algún momento se acerca la policía, y se puede apreciar un tono político en el filme. ¡Sí! (risas), todo esto sucede tras un simple papel en blanco. Sin duda, el filme reta al espectador común. Es un filme que seguramente molestaría, aburriría y frustraría a miles de espectadores. En su aspecto político, ese papel en blanco puede simbolizar muchas cosas, algo se oculta o se le oculta a la sociedad tunecina (todo quema, como el potente sol que siempre acompaña a Túnez), o implica la noción de que usted debe poner las imágenes a lo que oye, las conclusiones. En ello se habla de una Túnez problemática, difícil, pero no se especifica nada (al final, el filme irá a parar a una piscina, según se oye). Se siente además el peso de Francia, la sombra de Europa en la ciudad. 

Entre las preguntas del público sale a flote preguntas que se hacen los cineastas del cine de guerrilla, minoritario y de cine arte más austero, ¿vas a exponer en algún lugar tu película? (detrás: ¿quién va a ver tu película?). ¿Cuál es el peso, significado y necesidad de tu película? En el trayecto alguien ironiza diciendo que la película lo volverá famoso. Ahí siempre el contraste con el cine comercial. Cine en que la mayoría se identifica. Se entiende la noción de exposición, de lucha, de convicción, de soledad. Pero el filme está lejos de ser sombrío. El cineasta pretende otorgarle al movimiento del viento de un papel en blanco algún tipo de belleza. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

La mano (The Hand)

Antes de que Oliver Stone se volviera un autor tan político empezó como muchos, haciendo películas de terror, hizo 2, la segunda es de la que hablaremos. Stone tiene un sentido del relajo bastante potente también, como se ve en The Doors (1991) o en Natural Born Killers (1994). Tiene talento para los dos lugares, y puede manejar ambos en el mismo espacio, tipo su maravillosa Wall Street (1987). La mano (1981) es entretenimiento, pero con un lado psicológico; Stone no se conforma con solo divertirse. Puede que por esto el filme intenta ser más neuronal de la cuenta o narrativo que terrorífico, aunque tiene también mucho de básico. La escena donde pasa la mutilación de la mano tiene su espanto, su gore, eso sí; me agrada cuando la mano perversa empieza a arrastrarse y a fisgonear, a dejar rastros por ahí, a seguir a su amo. Sea con el anillo, la hierba o el gato, esa acechanza se percibe muy bien, te inquieta, genera suspenso, mucho más que con las performances de los asesinatos que lucen apenas cumplidores, poco impresionantes. A pesar de esto, Stone, con el giro final (a lo Carrie, 1976), muestra que disfruta(ba) del género; también cuando se presta él mismo para una de las escenas de "terror".

La presente tiene de antecedente a Las manos de Orlac (1924) donde un trasplante de manos, las de un criminal ejecutado por la pena capital, mortifica la psiquis de un hombre idealista, el pianista Paul Orlac, interpretado por el enorme Conrad Veidt, quien gesticula en su potente expresividad, es alguien que lleva prácticamente el cine en su teatralidad y plasticidad gestual. Orlac cree ser poseído por las manos del criminal, y se siente destruido moralmente. En el filme de Robert Wiene vemos la grandeza del expresionismo alemán, del cine mudo, la de Veidt y la de Wiene. Orlac pasa por tremenda angustia mental y de culpa. El estado de sufrimiento se nutre del expresionismo alemán en gran forma y queda tremendamente sentido; vemos la daga incriminadora de Vasseur, el estado de pesadilla, la perversidad de Nera y la entrega de la leal Yvonne que llega al rescate. Hay un remake  (de Hollywood) más sencillo, pero casi tan genial como el original, Mad Love (1935), de Karl Freund. En éste filme nos ubicamos en Francia con un tal doctor Gogol (el estupendo Peter Lorre) que toma todo el protagonismo; él es en un tipo que no puede controlar el amor desmedido que siente por la esposa del concertista Stephen Orlac (Colin Clive), una actriz del Grand Guignol, a la que adora incluso mediante una estatua de cera. Gogol obsesionado hasta el tuétano terminará dañado frente a unas palabras de amargura –quedando golpeada su genialidad como cirujano, uno amante de las ejecuciones- y nos dará una de las escenas gloriosas de la historia del séptimo arte, con lo del trasplante de cabeza (salido de la película de 1924, pero con una figura con propia personalidad, aunque breve). También hay un segundo remake, de 1960, con Christopher Lee (Nero El mago) y Mel Ferrer (Orlac) que al parecer no es muy bueno, aunque no he tenido oportunidad de verlo.

En la película de terror de Stone observamos que un exitoso realizador de cómics llamado Jonathan Lansdale (Michael Caine) pierde una mano en un accidente de autos y ésta mano mutilada cobra vida y viene a ejecutar todo el odio y venganza secreto que siente el protagonista. Se dedica a poner en práctica sus oscuros pensamientos. Lansdale pasa por problemas maritales, su mujer no lo quiere más y desea a otro hombre, y esto repercute en volverlo un villano, un psicópata (con pérdidas momentáneas de la memoria), quien tiene recurrentes pesadillas y alucinaciones. El filme juega con la realidad y la fantasía, genera dudas sobre qué está pasando en verdad; en ello hay dos historias paralelas. No obstante es un filme que llega a explicarlo todo con pelos y señales perpetrándose barato. A ratos pareciera haber inspirado al escritor Bret Easton Ellis y a American Psycho (2000). La mano es una película curiosa en la filmografía de Oliver Stone, aparte de ser muy atractiva la idea de una mano solitaria cometiendo asesinatos, tras los deseos íntimos de un hombre frustrado y castigado, en su hogar y en su trabajo, en el amor y la pasión. 

Comanchería (Hell or High Water)

Ésta es una película del siempre interesante David Mackenzie (Perfect sense, 2011) donde 2 hermanos vaqueros en éste western moderno roban pequeñas sucursales bancarias en Texas. Tanner Howard (Ben Foster, creíble a un rango decente) es el impetuoso y loco hermano quien es un ex presidiario, un hombre proclive desde siempre a lo criminal, sin exagerar la nota –sin crear una figura de cómic o caricaturas- con sus maneras rebeldes e inesperadas. Toby Howard (Chris Pine, que sorprende a lo que le conocemos como actor, ya que no suele tener actuaciones tan exigentes, serias, rudas y realistas) es el hermano pensante, quien tiene todo un plan para vencer al capitalismo ramplón y más aprovechado (el que representan los bancos, que para el caso se quedan con los hogares y tierras tras las hipotecas).

En el otro lado tenemos a dos rangers de Texas, a Marcus Hamilton (Jeff Bridges, en una magnífica actuación) y a su compañero medio indio y medio mexicano Alberto Parker (Gil Birmingham, excelente compañero) que siguen las pistas de los asaltantes. El dúo de la ley está muy bien trabajado y sobresale bastante en el filme, Hamilton es siempre políticamente incorrecto con su compañero, le hace mil bromas sobre su ascendencia mexicana e india, pero tienen ambos una sólida amistad, así de rara. Parker es astuto y despierto, tranquilo, de respuesta estoica y avispada aunque respetuosa. El dúo de los hermanos está también bien trabajado, pero es más algo muchas veces visto en el cine, de ellos sobresale su periplo, en lo cual no todo es criminal, muestra afectos y juegos entre ellos, simpatía con gente que van conociendo, y a la vez van chocando con el mundo. Los dos están en una misión, más Toby que Tanner, éste último respalda a su hermano, proponiendo experiencia, aun cuando fuera el hermano loco y uno esperaría menos de él, pero aun así resulta muy verídico. La relación de cariño entre los hermanos es un gran puntal, “malos” o buenos todos tienen emociones aquí.

El viaje de los hermanos por las carreteras de Texas y la persecución racional y básica de los rangers, la sencillez del método físico de los robos, pero de suma inteligencia como complejo plan contra los bancos, tiene todo un toque muy cotidiano y sencillo, un tono híper realista y natural, alejado de lo grandilocuente, recurriendo a  personajes secundarios pintorescos, algunos secamente cómicos. El filme trata de coger y crear una gran cercanía con la vida común y silvestre, con unos robos que más son una necesidad de vencer al mundo y al sistema que pura y banal maldad o criminalidad sin escrúpulos. La propuesta tiene de único guionista a Taylor Sheridan, también único guionista de Sicario (2015), otra gran película, y más que traer originalidad, se trata de estilo, de recurrir mucho a la vida tal cual, evitando más bien lo aparatoso y fantástico, en lugar de buscar impresionar, todo es muy vital y directo, buscando lo audaz en el realismo, como la seducción de una recepcionista bella con el piropo preciso (para la mujer candente escondida en las formas) o ser atendidos en un restaurante de parrillas por una mesera anciana cascarrabias e imponente.

El filme deja en claro por su parte figuras conocidas de comportamientos, aquí esta lo rudo y llano, sin pose, gente naturalmente extrema amante de lo rural y social cansada de lo citadino y capitalista. Hay hasta una escena obvia con el choque entre gente tipo hip hop versus vaqueros, gente del interior americano. Escuchar música típica de la zona es otro realce y gran acierto, el cariño por lo autóctono y primario, que canten los asaltantes la música que los refleja. En Hell or High Water, aunque cumple con su tiroteo y esperado enfrentamiento con la ley, más vale el viaje y sus formas comunes audaces, originales porque el cine sobredimensiona las realidades y aquí se busca el opuesto.