martes, 31 de enero de 2012

The help

Criadas y señoras como se le conoce en España e Historias cruzadas en Latinoamérica está compitiendo por el Oscar 2012 con cuatro nominaciones; cuenta con tres actrices postuladas a la estatuilla dorada junto con el apartado de mejor filme, teniendo a ambas intérpretes afroamericanas con posibilidades muy altas de vencer.

Es una película que cala rápido en el sentimiento humano siendo además un tema importante para la sociedad, por eso se hace fácil llegar al público, sin embargo tiene dos puntos en contra como que es una historia de ficción que a fin de cuentas no es más que la imaginación de Kathryn Stockett, la autora de éste best seller americano, empero aun así tiene mucho valor porque sirve para tener presente el racismo como mal endémico en contra de la convivencia igualitaria y justa, contextualizada en la lucha real por los derechos civiles de los años sesenta. El otro es que maneja figuras ante todo planas y estereotipadas como la maldad y abuso de Hilly Holbrook (Bryce Dallas Howard), y la existencia sufrida, maltratada y en busca de reivindicación de las empleadas domésticas de color representadas por Aibileen Clark (Viola Davis) y Minny Jakson (Octavia Spencer). Esto no impide que se busque la denuncia general de la discriminación pero equivale a no crear complejidad en sus personajes. Queremos que los malvados sean castigados a toda costa como en la desagradable e impiadosa, hasta para muchos coherente en lo contrario a la realidad, venganza del pastel y su divulgación, y que los buenos, constantemente humillados, tengan un final feliz solucionando sus incontables problemas, que me parece loable pero que se ajusta a lo que viene a ser el filme en el fondo, una fábula simplificadora y muy monocorde que contenta las emotivas expectativas de salvaguardar a las personas de la iniquidad exhibida desde el arte. Visto bien no está en absoluto mal sino muy por encima de ello ya que se pueden extraer amplios valores como en el sentirse bien con uno mismo como inculcan por ejemplo las nanas a las niñas que cuidan, no obstante nos impulsa a ser más básicos con las propuestas del séptimo arte ya que éste filme aunque es imaginado por una novelista se adscribe a un tema serio. La idiosincrasia es relativa pero el límite entre creer en el altruismo y ayudar en su realización está muy próxima de dejarse llevar por facilísimos artísticos.

La trama nos permite ver a Aibileen, una mujer mayor y solitaria que ha perdido a su hijo de 24 años en condiciones deleznables para cualquier ser humano y que decide contar a fuerza de perennizar la memoria de su vástago, todos los agravios que sufre su gremio desde la perspectiva de la mujer negra que es segregada en el sur de Estados Unidos, último bastión anglosajón de la desigualdad racial y que luchó en la guerra civil americana por mantener el esclavismo ya que eran una comunidad agraria que se alimentaba de la explotación de hombres de color.

Junto con Aibileen está su mejor amiga Minny, una mujer joven, gorda y deslenguada que no se deja difamar por nadie aun en las condiciones de su tiempo, con una individual tragedia familiar a cuestas, experta cocinera que será el soporte fraternal que necesita su compañera y todo el movimiento por descubrir su cotidiana marginación. Ella aunque no es la protagonista principal lleva a cuestas dos relatos, el que la enfrenta a la cabeza de las injusticias en el personaje de Dallas Howard, y la de Celia Foote (Jessica Chastain) que es una mujer vulgar pero de buenos sentimientos que necesita apoyo moral ante el rechazo unánime de las mujeres blancas que la ven como una puta.

La heroína de éste cuento cinematográfico es Skeeter (Emma Stone), periodista novel que no suele ser muy buena con las relaciones de pareja y que idealista como pocas, defenderá a las criadas de cara a todo su entorno social, familiar y personal, en el recuerdo de esa mujer de color que le enseñó a quererse y respetarse como ser humano ante progenitoras despreocupadas y frívolas que son indiferentes a sus proles y que irónicamente terminan siendo el modelo generacional que se repite.

Fuera de cualquier acritud que se pueda percibir en contra de la realización, solo es apuntar definiciones personales legitimas que toda crítica lleva en su libertad hacia el concepto de arte cinematográfico pero que para nada desestima el poder de las ideas de convivencia a la que aspira -en su atracción central- el filme que son las que hay que practicar, el amor entre los hombres sin distinciones de piel o el no permitir ninguna forma de separación entre ellos de poder tener las mismas oportunidades. En esa ruta el público identificado con la temática puede hacer valer su voto aun sabiendo que el alcance artístico no sea el que predomine ante películas como Los descendientes, Medianoche en Paris o El artista, aunque tiene un nivel estructural muy decente que tampoco baja el listón de la competitividad.

El Screen Actors Guild Awards (SAG), los premios desde el gremio de actores, recompensó por su destacable perfomance a Octavia Spencer (ganadora a su vez del globo de oro 2012 por actriz secundaria), a la convincente Viola Davis por actriz principal y al elenco de The help que significa ayuda en español en el eufemismo cotidiano de sirvientas.

Veremos que ocurre la noche de los Oscars 2012. Si en los rubros competitivos de intérprete al que se adscribe éste filme se hace historia en el cine para los afroamericanos, recalcando que siguen siendo minoría en recolectar estatuillas doradas y que sus actuaciones han sido muy remarcables.

domingo, 29 de enero de 2012

The artist

Arrancan las apuestas para el Oscar 2012 y uno de los platos fuertes para llevarse muchos premios es ésta realización dirigida por el cineasta francés Michel Hazanavicius, que ha obtenido 10 nominaciones a la estatuilla dorada y que ya ha cosechado valiosos reconocimientos como mejor película en comedia o musical y mejor actor en los Globos de oro; éste último galardón también en el festival de Cannes para Jean Dujardin.

La trama nos transporta al cine mudo del año 1927 en que George Valentín (Jean Dujardin), máxima estrella de Hollywood no sabe lo que se le avecina, está a punto de sufrir el cambio de una época, el paso de la gran pantalla silente al del sonido -en una evolución que su orgullo no ve con buenos ojos- y que se verá reflejado en una debutante que irá en ascenso mientras la carrera de éste galán decae. Peppy Miller (Berenice Bejo), carismática y alegre actriz, despertará la complicidad del público en oposición contextual de Valentín que de lo alto se desbarrancará hasta la banca rota, la derrota y el olvido, sin embargo sus vínculos afectivos pueden ser la luz para salir de ese charco si permite que sus emociones no lo derriben para siempre.

The artist (2011) es un filme romántico que nos llena de optimismo aun en sus conflictos, que practica alegría por cada parte de su estructura y que entretiene con esa magia que nos permite sonreír con la ilusión del arte por medio de sus exponentes humanos a quienes admiramos en pantalla. Es un estado de homenaje para y por el celuloide. No maneja ninguna crítica mordaz hacia esa evolución que dejó afuera a muchos, retraídos por su falta de adaptación, sino más se trata de apreciar la lucha por aceptar la renovación aunque con el filme volvamos atrás en el tiempo y paradójicamente utilicemos lo de antaño para explicar esa transformación, pero desde los más diáfanos sentimientos que no de los hechos históricos. No busca ser un compendio de lo que desapareció, de sus causas, efectos y pormenores sino rendirnos al amor de un artista que representa lo que el viento se llevó, a la par que crece un nuevo mito. Vivimos a través de la suave agonía de la fama que cambia de manos, poniéndonos en la piel del ángel caído que tiene nuestro apoyo desde la butaca y junto a él sin sentir enojo; también por su personalizada competencia, una diva sanamente pícara y sensible que acaba de nacer.

Se ambienta como si estuviéramos dentro de los inicios del amado mundo audiovisual público, en el uso del blanco y negro, y sin utilizar la voz, requiriendo los cuadros con las frases que indican los diálogos. No obstante no se aborda como si realmente fuera cine mudo ya que es la recreación moderna que crea la apariencia aunque con todos los trucos contemporáneos.

Douglas Fairbanks es el ícono que más se acerca a la caracterización ficticia que articula el protagonista; elegante, simpático, agradable y atlético, con ademanes, trabajos y similitudes físicas en común; es la representación del ídolo de masas que seduce a las mujeres con su atractivo y educación, y a los hombres con su arrojo y fascinación para el sexo opuesto. Puede ser un héroe de aventuras que da forma al zorro o a un mosquetero o en el drama un seductor lacrimógeno que muere en el hundimiento de las arenas movedizas. Todo ese trayecto se evapora para dar paso a una fresca y cercana intérprete la cual aprovecha dócilmente los nuevos aires. El personaje de Berenice Bejo se dibuja más familiar de cara a nosotros ya que su figura no es la de una diosa sensual o la de una mujer de apabullante belleza, sino más bien propio del promedio aunque con cualidades como naturalidad, dulzura y empatía a través de su latente intensidad y efusividad. No obstante Valentín y Peppy no parecen diferentes sino solo es que la audiencia quiere un nuevo tipo de diversión que la intervención del sonido produce y al que el actor se niega o no puede acometer con solvencia.

Visto desde adentro sentimos con los protagonistas, el final y el comienzo pueden vincularse, unirse para crear algo más grande, que es la esencia del filme de Hazanavicius, la hazaña de volver atrás y fusionar dos lapsos temporales poniéndose en el siguiente y un tercero en el presente, sentados delante del ecran viviendo un anacronismo delicioso e ingenioso, una obra maestra del entretenimiento. Ésta es la respuesta de que para hacer arte se requiere del aroma del afecto que es lo que circunda en éste guion que muestra el alma de sus criaturas y por eso nos fraterniza; nos conmueve, pero con una amplia sonrisa, tan parecida a la de los dos protagonistas. El filme no pretende el drama aunque lo tiene, sino la leve comedia de aire romántico, cálido y noble, a un palmo de nuestro corazón, sin maltratarlo ni movilizarlo vacíamente.

Se puede sentir pasión hacia el cine por obras como ésta que llegan a todos por igual siendo una de las mejores propuestas que se puedan dar en la actualidad; no es necesario más que dejarnos atrapar por los miedos de un artista al que se le hace complicado hablar, y al que sus virtudes como persona se le retribuyen por gente que lo aprecia, dándole la ayuda que sus defectos y dificultades urgen tener, incluso de su hermoso y leal perro, ese compañero perfecto que con sus audaces movimientos se robará más de un aplauso cómplice, que no faltaran para toda ésta mágica película, como los que se dan desde ésta pequeña tribuna.

viernes, 27 de enero de 2012

Érase una vez en Anatolia

Ésta propuesta del turco Nuri Bilge Ceylan es una obra de arte accesible a todo público que le saca sustancia al tema central de un homicidio y búsqueda de un cuerpo enterrado en el campo tras una borrachera, a razón de un crimen pasional que tiene a un grupo de especialistas, un doctor, un procurador, el jefe de la policía, agentes, militares y al mismo asesino detrás del cadáver. En medio de esa pesquisa se revelaran los secretos personales de las más importantes figuras presentes, que describen sus personalidades y el lastre de sus sufrimientos internos.

Si prestamos atención nos daremos cuenta que toda la idiosincrasia de la trama gira alrededor de las mujeres y como éstas padecen bajo los vínculos afectivos, socioeconómicos y existenciales que las atan a hombres de apariencia dócil que terminan haciéndoles daño por toda clase de errores que cometen, y es que la historia no se tiñe de maniqueísmo sino que otorga matices a sus personajes.

La película circula con calma, pero no ralentiza innecesariamente el recorrido por los parajes alejados de Anatolia. Es la recreación de apariencia natural del viaje que lleva a esos hombres por los restos de una víctima que muchos tildan de detestable. Sin embargo, ¿cómo justificar su muerte?, aun habiendo un callejón sin salida que mantenía un oculto triangulo amoroso que tiene raíces muy profundas y que victimiza a los débiles. De ahí derivamos la salida que se permite el doctor ante un descubrimiento que incrementa repercusiones, un tipo que siente un vacío en su existencia al no tener de donde agarrarse para subsistir emocionalmente más que abocarse a su profesión, lo peor que siendo un alma bondadosa; igual el preparado procurador, que sufre por los remordimientos de una baja conducta momentánea que lo hace preguntarse constantemente sobre un hecho del pasado que ya no tiene solución y sólo le queda aceptarlo; o el sofocado policía que atado a un trabajo y una cotidianidad que no le permite tampoco descansar no puede entender a la raza humana en su proclividad a volverse animales depredadores de su congéneres, y además está el asesino destruido por su crimen.

Hay un pesimismo discreto en estas personas, un fatalismo que circunda el mundo como aquella aventura que los moviliza a salir de su sopor aunque sin transformarles para bien la vida, anclada a un dejarse ir como el agua que llega a la orilla y luego retrocede, una y otra vez, sin detenerse. Es el seguir con aquellas cavilaciones que inquietan cuando a espasmos llegan inevitables, que hieren sin encontrarles (todavía) un escape y es que requieren tomar decisiones pero no en lo absurdo como en el caso de Kenan, el homicida. Váyase le dice el jefe policial Naci al Doctor Cemal, descontento de sus ataduras, como su subalterno Arab Ali que detesta el pueblo en que vive sin que importe que su esposa y sus parientes sean de ese lugar. 

No hay grandes efectos en la trama como viene a ser la realidad en general ya que ésta se mueve por rutina salvando la tragedia que le viene encima a un criminal melancólico. Sin embargo a diferencia de lo que se nos retrata en el fondo de esos ánimos íntimos surge un discurrir despierto y detallista, cambiante, a través de pequeños sucesos, conversaciones, actos y conflictos, sin salirse de un ambiente de sosiego, de un estado flemático. Algunas bromas y diálogos incrementan la sensación de verismo, también nos acerca a ellos que no son tan distintos de cualquier otro ser humano, ser turco, latino o anglosajón nos tiene a todos metidos en el mismo barco.

Apreciamos que la cultura turca no representa diferencias insalvables con las sociedades occidentales sino más bien como pretenden quieren ser parte de la comunidad europea aunque como todas llevan su propia esencia de la cual hay que beber para potenciar nuestra interrelación entre naciones. En la realización aparece un cierto primitivismo que quieren vencer, que los aflige, como en la estupefacción que les genera observar a una campesina de mucha belleza que seguramente terminará engullida por el atraso de sus circunstancias, y eso es importante, el deseo evolutivo, el ver, para luego vencer. Y a pesar de que el filme sólo se dedica a proponer asuntos, ya depende de cada uno o de quienes asumirán el reto. Ésta obra, aparte de ser entretenida mediante la precisa emulación de un caso criminal, permite interactuar con algunas premisas reflexivas en el orden de la realización personal y colectiva.

viernes, 20 de enero de 2012

Pina

El director alemán Win Wenders le dedica una película a su compatriota y amiga, Pina Bausch, bailarina de mucho talento y reconocimiento que murió en el año 2009. Su compañía de danza, Tanztheater albergaba personas de todo el mundo; en el documental vemos bailarines orientales, indios, latinos, brasileños, españoles, franceses entre otros, todos reunidos declarando sobre su maestra, compañera y amistad como si estuvieran en un cuadro sin articular movimientos en la boca aunque traduciendo sentimientos mediante la expresión facial mientras la voz en off nos cuenta sobre ella. En ese detalle estructural de la realización cinematográfica está la búsqueda personal de la artista, poder reflejar a través del cuerpo toda la fisionomía mental y emotiva de una persona, para lo que creó coreografías muy personales de las que podemos ver en el filme.

El lenguaje corporal es hermoso y a la vez tan profundo, vemos sin palabras como es la relación humana en su interrelación violenta hasta el fugaz apareamiento y el abandono, la fusión sentimental de dos extraños sujetos casi como si estuviéramos ante un par de seres de otro planeta o la fragilidad de dos criaturas humanas amándose.

Una de sus máximas de la autora suele ser que sensibilidad es fuerza también. Y mediante el interior de la persona, su esencia o centro espacial en el planeta sale las performances más audaces. Muchas de ellas impresionantes como la de una mujer musculada que no es más que un hombre detrás de una dama en perfecta sincronización.

Los bailes son poderosos y llevan todo un espíritu propio, a cada danzante se le pide que cree su identidad y de la mano de Pina han podido sacar a flote su personalidad en transparente exhibición de la vida privada de cara al teatro. Hay quienes explotan la lucha contra la naturaleza, los que tienen un aire cómico, pueden lucir juguetones, otros románticos, algunos tristes, más allá eclécticos, con conflictos individuales y así seguimos en un sinfín de movimientos capaces de expresar fielmente nuestro mundo único desde lo mínimo hasta lo más grande a través de cada percusión que exuda nuestra cáscara física desde nuestra luz definitoria.

Hay convicción y precisión en cada articulación artística, mezcla de teatro con danza, se puede entender viendo y no hay tretas ni oscuridad escénica, hay detrás un trabajo de mucha introspección y actividad recreativa que se presta a conmover, conmocionar, sacudir al espectador, en una magia que se impregna, sea mediante el uso de sillas que se van derribando bruscamente, sea debajo de la lluvia incesante a la vista de una imponente roca o detrás de una vestimenta de color rojo en medio de una multitud dispuesta a rehuir al compromiso o al destino.
Lleva claridad en sus coordinaciones motrices, viendo por gestos, agitación, silencios, por representación, sintiendo en el organismo ajeno, en la imagen panorámica de su muda e intensa actuación. La música a su vez es cosmopolita y universal, de Europa, de Asia, de Latinoamérica o de Estados Unidos, da la vuelta al planeta en la fraternidad y unidad de los seres humanos que no ven por naciones sino como conjunto en la raza humana.

Bausch, por los videos que muestra Wenders, parece algo tímida, comedida en el habla y de cariz sencillo pero como creadora está dispuesta a comunicar arte sin intrincamientos, o sea con estética y fluidez de entendimiento. Engrandeciéndose en su campo como el animal salvaje en la selva.

Hay un fabulación con connotación real exaltada al aire libre, en la ciudad, que sirve para transmitir otras ideas, la banda que sin instrumentos nos motiva con la alegría de la imaginación, el amante desvalido que sufre por un nombre mientras se despliega en el suelo bajo su agredido corazón, el monstruo y el extraterrestre vinculándose en el metro. Nuevamente andamos frente a una manifestación que nos señala nuestra complejidad, sea la edad o el cortejo, no hay una sola temática sino miles en constante cambio y repercusión. Se figura al hombre sin género pero se adscribe mucho en el escenario a la relación de ambos sexos, la base que predomina en el ideario de Bausch.

No solo puede ser muy agradable ver cada coreografía, porque en el video se puede ser literal con la grabación, confundir un poco a los ojos en la estructura del baile, darle una plasticidad audaz, como generar el efecto que se pretende en la danza. Sino conocer la cosmovisión histriónica de Pina y con ella también la del arte en general abocada al ballet de nuestra osamenta o del rostro.

Es la naturaleza convertida en un rito para luego ser arte, una trasfiguración de nuestros orígenes viscerales, de la intimidad del ser. Se nos exige tan igual a una caricia de una nueva experiencia dentro del amor una cierta confabulación con éste documental que tiene el dulce aroma de la pasión que nos ayuda a entender esa derivación de la virtud que provoca el arte.

miércoles, 18 de enero de 2012

Exit through the gift shop

El año 2011 en los Premios Oscar dieron como ganador a Inside Job, la película con la temática de mayor importancia de la noche que lleva mucha actualidad, aparte de estar muy bien dirigida y solventada con amplia información detallada al milímetro, sin embargo la obra dirigida por Bansky sabe contundentemente como la más ingeniosa y original de dicha gala; artísticamente hablando es una obra maestra, una propuesta redonda que no solo entretiene sino que su ironía reflexiva es de una audacia magistral.

Thierry Guetta, un francés radicado en Estados Unidos se presenta como el máximo protagonista del documental que en parte está asociado con los llamados mockumentaries, esos falsos filmes que aparentan realismo investigativo pero que se adscriben a la ficción. Éste hombre se presenta como un tipo extremo que suele grabarlo todo compulsivamente y que teniendo a un primo que hace arte urbano, denominado space invader, en alusión al jueguito antiguo de matar alienígenas que van descendiendo hasta el suelo de la pantalla, empieza a perseguirlo en sus andanzas ilegales de pegar su logotipo en espacios intrincados y vistosos, para pronto convertirlo en una nueva afición, ir detrás de esos rebeldes que quieren dejar su impronta al aire libre con mensajes irreverentes, burlones y libertarios.

Para éste galo es solo un pasatiempo que no tiene meta tangible aunque suele decir que pretende hacer una recopilación admirativa de esos artistas y lo único que hace es acumular videos en cajas guardadas. No obstante a través de su dedicación graba infinidad de instantes alrededor del mundo que de otra forma se esfumarían en poco tiempo, hasta que oye mencionar a un tal Bansky, el más grande personaje del grupo de quien se desconoce su identidad y al que le precede la osadía de llegar a pintar mensajes sarcásticos y pacíficos en el muro que divide a Palestina de Israel.

El entusiasmo no se hace esperar y Guetta busca conocer al mito, que por asuntos del azar lo consigue y entabla con él una relación de amistad que llega a la emulación de ese genio, bribón y outsider, sin embargo eso es solo una capa de la que la realización se coge para dar el golpe decisivo en una sorpresa que nos provoca la hilaridad desde su feroz acometida en la defensa de los ideales que identifican al movimiento underground de unos locos que pintan, esculpen, distorsionan, pegan, crean y se manifiestan contra cierto orden establecido, queriendo dejarse observar y existir en su propias reglas.

En el filme vemos a Bansky dar declaraciones cubriendo su rostro y afectando su voz para no ser ubicado. Él es el artífice de ésta gracia virulenta contra el mercantilismo, el materialismo, la falsa imagen y sobre todo la crítica de que el arte puede ser tan vacío y arbitrario en lo contemporáneo que ha perdido la esencia y cualquier mediocridad puede ser elevada a la categoría de obra maestra.

Su creación lleva un espíritu que lo desliga de la estética elitista pero que mantiene una inconfundible relevancia introspectiva abierta a todos los ciudadanos comunes y no se adscribe como él mismo lo expresa a la fama ni al dinero aún teniendo la oportunidad de hacerse millonario ya que muchos cabezas huecas consideran su obra cultura pop y pueden pagar cuantiosas sumas por un Bansky, lo mismo que un Van Gogh o un Rembrandt.

El dinero aturde, la ambición de nuevas experiencias y el deseo desmedido de posesiones más originales y raras se hace pelea en el siglo XXI, por eso no extraña que a una galería de exhibición de éste seudónimo celebre, se hayan hecho cita varios personajes públicos como estrellas de cine entre otros solícitos acaudalados, deslumbrados por extravagancias como la de un elefante pintado vulgarmente que además creó sensacionalismo para el enojo de los protectores de animales.

Y justo en ese lugar es cuando entra en acción la mofa con la intromisión de Mister Brainwasher, el alter ego de Guetta que con una exposición absurda, tosca y excesivamente insípida (destrozando a su vez el leitmotiv que articula el arte urbano) remece L.A. durante dos meses convirtiéndose en el nuevo Bansky en donde la felicidad del público por una obra en la estela de Andy Warhol le grita el título de talentoso a un tipo que parece un señuelo para mostrar la idiosincrasia de que considerar arte a cualquier cosa es pan de cada día.

Genialidad que proviene paradójicamente de la contracultura en un saboteo indirecto de cualquiera que quiera romper con la lógica de su filosofía de vida y que levanta la cabeza con orgullo con ésta actitud y trampa de uno de sus mejores representantes que bien merecería para él y sus compinches (los auténticos por supuesto) mayor reconocimiento para su grito personal proveniente del anonimato y de la ciudad mientras otros timadores ya quisieran tener alguna chance para aturdir al mundo con alguna minusvalía artística. Una fantástica película por donde se vea, que hará reír y pasar un momento de ferviente y verdadero culto.

lunes, 16 de enero de 2012

El silencio de un hombre (Le samourai)

El director de ésta película, el francés Jean-Pierre Melville, es uno de esos destacados creadores que fueron como el mismo personaje de ésta obra cinematográfica, un lobo solitario, no obstante fue un precursor para esa famosa corriente denominada nouvelle vague, luciendo como un ejemplo a seguir, tan parecido a un padre para sus hijos en lugar de uno más del grupo, sin que eso signifique ser un outsider sino un modelo de independencia que trabajaba para los demás en su propia cosmovisión del séptimo arte.

Grande entre los grandes, aunque pertenece de alguna forma a esos cineastas algo ocultos y que trabajó sin embargo para el público, notando que ésta realización está en la estela del mítico Hitchcock, un cine para todos pero de vasta calidad y que se puede entender con facilidad mientras pasas un momento entretenido.

La cinta tiene a una de esa icónicas leyendas del cine francés, Alain Delon, en la caracterización de Jef Costelo, un asesino a sueldo que vive solo con un canario en un pequeño apartamento y que únicamente cuenta con un nexo en el mundo, una mujer mantenida a costa de ciertos favores sexuales para con otro hombre, pero que ama a Costelo sin pedirle nada a cambio, aunque él por naturaleza es indiferente a las relaciones humanas; contexto que se trastoca al quedar seducido por una guapa fémina de color que toca el piano en un bar al que va a cumplir un lúgubre negocio y que a razón de éste más tarde contraerá una especie de deuda secreta para con esa dama.

Ese vínculo será tan fuerte que decidirá su futuro y su decisión de redimirse a último momento, corrompiendo el accionar del samurái que no piensa nunca por sí mismo sino siempre cumple con su deber sin protestar, para el caso matar a quien el dinero escoja, sin embargo acorralado por una policía implacable, en un jefe de criminalística que dice sarcásticamente que no piensa sino actúa y que no resulta verdad porque lo persigue como un sabueso astuto creyéndolo culpable, hará un seppuku digno que salvará su alma y una honra que no le importa.

Valeri será la musa que haga trastabillar ese corazón impenetrable y duro de ese hombre que no teme morir ni le asusta enfrentar al hampa, que no tiene jefe, y que se mueve como un ronin salvaje que herido puede ser peligroso incluso para sí mismo.

Melville utiliza poca complejidad en su película, y más busca la intensidad de sus bien desplegados personajes, en un definido filme de crimen que sabe manejar con destreza sus pocas piezas que se asientan con solvencia creando personalidades marcadas que a medio camino de conocerlos se nos tuercen voluntariamente y se nos hacen impredecibles; la dama faltando a su cita o el samurái provocando la sorpresa en su decisión final, salvo el oficial que se debe a su trabajo y no tiene otra meta que atrapar a su presa.

Desde el principio el dardo apunta a Costello y su sentencia es asunto de tiempo, una genialidad que juega a favor de la caza del gato sobre el ratón, sin embargo el asesino también va tras otras personas, no es un ente estático y despliega sus fichas con ingenio aunque sabe que tiene la soga al cuello, lo que no lo altera sino lo hace definir su situación, ordenar su ideas y sacudirse el polvo, despedirse de todo saldando cuentas.

Su principal sentimiento es el odio y no le rehúye a la venganza, un frío semblante lo describe perfectamente a ese ser de poco diálogo y propio de la actitud en los hechos; Delon está sumamente creíble en su perfil serio y filoso de donde nunca se doblega sino se hace mucho más agresivo pero sin perder la compostura. Su estilo es elegante y meditabundo; también aunque no pareciera demuestra una voluptuosidad sensual de cariz siniestro y extraño, una pasión oculta a la que rinde culto de acuerdo a su condición y que no aflora melodrama en el filme sino se difumina en ese silencio que define la traducción al español.

El filme es la voz de un samurái en su código de vida roto inesperadamente en el fondo más no en la forma gracias a aquel favor ajeno de la dama en que parece le ganó su voluntad afectiva. Bella trama de honda simpatía que se presenta sencilla y que minimalista multiplica sonrisas en el espectador, se engrandece con sus pocos recursos, explota su audacia como el maestro de escuela frente a los niños abiertos a descubrir la enseñanza de manos de la buena fe, de la alegría de compartir o del esfuerzo de trasmitir un momento mágico, todo ello son virtudes en Jean-Pierre Melville que parece el artesano del mejor entretenimiento que brilla humilde aunque glorioso para cualquiera que sepa apreciar un cine clásico de magnifica factura.

viernes, 13 de enero de 2012

Chico y Rita

Ganadora del Premio Goya 2011 a mejor animación, la realización del director español Fernando Trueba es un canto de romance entre una bella cantante y un pianista, los dos de ascendencia afrocubana. Ésta ambientada en mayor parte en la época de la influencia americana antes de la revolución de Fidel Castro y se puede ver como Chico Valdés rememora su pasión por una dama con la cual se acerca y aleja constantemente por culpa de contratiempos inesperados que hacen que su amor no se consolide definitivamente.

En ese tira y afloja pasan sus vidas amándose como rechazándose momentáneamente en un inquebrantable destino que tropieza pero vuelve a reunirlos en el tiempo. Siempre próximos a la música, el homenaje a ella es continuo y es parte importante en la esencia del filme, partiendo de un concurso de bolero en que la famosa canción sabor a mí atribuida a la autoría de Chico en la trama les da el punto de arranque para llevar una aventura sensual y musical.

Ambos, voz e instrumento, son dotados de talento y enrumban a desarrollar una profesión bajo una Cuba festiva, nocturna, sobreviviente, pegada a satisfacer a los extranjeros y a tomar la vida con optimismo y felicidad. Más tarde un anciano Chico, solitario lustrabotas impedido de ejercer el jazz en su tierra producto del nuevo gobierno de Castro que considera imperialista a ese tipo de música, por medio de recortes de periódico, fotografías, partituras y demás recuerdos va en su imaginación en busca de su amor rememorándola en su pequeña habitación.

Rita suele salir con hombres adinerados, hacer de dama de compañía, para ello Trueba le ha brindado un cierto realismo a su historia en donde el sobrevivir en la isla requiere de ciertas liberalidades que parecen no juzgarse, sin embargo cuando conoce a Chico, enamorada aunque todavía ligada a la necesidad de dinero paternalista de ciertos empresarios hará una excepción entregada a amarlo sin condición alguna. Por su parte Chico es también un mujeriego que comparte su tiempo con parejas foráneas que solo quieren divertirse con los lugareños y que se prestan a ser sus mujeres de juerga, incluso tiene una relación algo estable con una nativa, sin embargo al ver a la bella morena de amplios labios, mechón de rulos negro sobre la frente y vestido fresco y ceñido de color amarillo quiere dejarlo todo a un lado proponiendo su mutuo desarrollo artístico mientras se toman por almas gemelas.

Hay momentos que son muy manidos, parecen contínuos deja vu y lucen poco originales en el guión; el cortejo no tiene nada de extraordinario cayendo en lo rutinario aunque no deja de ser tierno por utilizar lo que parece pasado de moda, se denota un aire de inocencia que traspasa en parte esa autolimitación creativa, pero el conjunto logra presentarse como algo simpático siendo un relato entretenido y bastante dulce que posee un notable aire sensual; las ilustraciones protagónicas salen muy libres en la desnudes y hay unos bailes que inspiran la naturaleza provocativa de los que pueden expresarse con el cuerpo.

Hay un ir tras la fama que llega despreocupadamente a la existencia de ambos ligada a su vocación hacia la música en que son recibidos con aplausos y simplemente llegan al éxito, pero con un cariz de irregularidad, como que nada está dicho. Un día uno puede terminar siendo una empleada en un hotel o un desempleado sobreviviendo en el más humilde de los trabajos; más tarde o antes una deslumbrante cantante en un hotel de las Vegas como posiblemente una acomodada señorita de sociedad que disfruta de cenas fastuosas en ciudades imponentes como New York, o tal vez un compositor disfrutando de París como quizás de un renacimiento artístico producto de la admiración y oportunidad de alguna nueva compañera. Es una transformación voluble e imprevista de alguna forma como suele ser en parte el mundo, aunque en la cinta claramente más positivo de lo normal producto de la fantasía del cine que no pierde jamás la esperanza ni la voluntad de alcanzar los sueños, bello e indiscutible mensaje que no hay que tomarlo por absurdo sino que implica no sucumbir a la derrota. En ese caso la película es hermosa porque el verdadero amor nunca desaparece, late aún entre dos ancianos reunidos a último momento. Además una vida de reconocimiento merece la pasión que siente Chico en su canción Lily hacia Rita al igual que ella puede ser capaz de dejar el éxito a costa de sentirse abandonada por su otra mitad.

Por la cinta pasan artistas como el célebre percusionista Tito Puente; otro llamado Chano Pozo, que parece ser un icono cubano del jazz latino; ambos jocosos y efusivos, junto con Charlie Parker, Nat King Cole, entre otras figuras destacadas; por ahí vemos raudamente a Marlon Brando escapándose en una aventura de esas hollywoodenses bajo la celebridad que envuelve a Rita para disgusto del justificadamente celoso Chico. Es un amor algo moderno y discutiblemente libre en que hay cabida para otras relaciones, no obstante vuelven al cauce cuando se trata de decidir por alguien. Los cameos dan relieve al homenaje musical y lo hacen más fascinante.

El ritmo y sonido que envuelven el largometraje animado es una contundente delicia como la buena factura visual de las ilustraciones, con mucho color y vivacidad, dando a la obra un espíritu alegre en todo sentido, en el cálido recorrido por distintas melodías identificadoras de la raza latina fusionada en algunas de ellas con la de los angloamericanos aunque con el sello prioritario de la piel oscura de todo el planeta que lleva en la sangre el calor y el reflejo de la pasión sensorial de la música, uno de los lenguajes más francos del alma.

El caballo de Turín

Un cineasta complicado de degustar es Béla Tarr, con sus constantes formas escénicas que implican mucha paciencia; si alguien ha visto Satantango (1994), una de las cintas más difíciles estructuralmente hablando que se han hecho en el cine, se dará cuenta de a que me refiero y es que su continua contemplación, su estática, sus tomas extraordinarias, su lentitud, su voz en off que continua el relato, su parsimonia, sus salidas a ocultarnos la visibilidad de la pantalla, la latente fría mendicidad de sus contextos y su desesperanza ajena a los personajes hacen de su séptimo arte algo único e interesante pero también arduo de soportar. Ésta vez se hace más digerible el espectáculo y aunque retoma su filosofía artística lo hace con mayor sencillez, pero dejando espacios para la reflexión y discusión en su propuesta.

Un prologo anuncia los últimos momentos de cordura del filósofo Friedrich Nietzsche en que se abraza a un caballo golpeado por su amo y pide perdón por la brutalidad de la humanidad. Tarr enseguida acomete la locura de indagar qué pasó con el caballo y sus dueños. Un animal reacio a comer y a beber agua que está destinado a la muerte mientras sus propietarios pasan la vida de forma monótona alimentándose de papa, leyendo, tomando licor, cambiándose de ropa austeramente y haciendo pequeños trabajos manuales.

El cineasta húngaro deja en claro esa rutina que tiene a un padre anciano inválido del brazo derecho y a su hija en un cuarto casi a oscuras alejados de la llamada civilización, aislados sin atisbo de dolor sino de conformidad y pasividad, de rendirse ante la costumbre como unos autómatas que viven simplemente. Afuera un viento terrible los sacude y solo pueden pensar en que unos gitanos no se roben el agua de su pozo que igual se secará. Asistimos a una tragedia en la inmovilidad, bajo una circularidad que los pone de vuelta al duro contexto del medio rural en que se mueven, en donde la supervivencia es el predominio a la vera de la miseria, pero que los tiene rígidos pasando un día tras otro.

El llamado de atención es que hay hombres abandonados ante el paraje estéril y salvaje y el mundo es egoísta, el monologo del hombre que viene por alcohol hace hincapié en una falta de amor al prójimo, de una desunión y una moral quebrantada. Una película dura por donde se vea, carente de melodrama pero explicita en mostramos la decadencia, la soledad, la pobreza o la inconsciencia, a ratos seca y algo compungida por su blanco y negro, por su inclemencia narrativa, por el ritmo de la trama, por sus silencios, por la forma de Tarr que es lo que predomina para producir la cavilación que se postra frente a nuestros ojos.

La ambientación está a la orden del filme, recreando con verosimilitud el espacio geográfico indefinido que parece no adscribirse realmente a ningún territorio sino a un mundo donde un cierto final deplorable se vive continuamente, donde la derrota está presente casi sin notarla, viviendo a un lado de nuestras propias existencias, un abismo en el limbo, un infierno en la tierra, un grito con eco en la pantalla desde la mente del director para con el ser humano, una ayuda que clama por un cambio desde alguna parte. Un filme sencillo en el fondo, pero como propuesta una de importancia; no se nos puede quitar el derecho de prodigar la reconstitución de la humanidad en sus ideales más pródigos y altruistas parece alentar Tarr, más que un conflicto, una búsqueda de soluciones.

Es un filme pesado, pero atribuye sentido al séptimo arte como lugar de incomodidad para no ser indiferentes, no todo puede ser entretenimiento ni todo puede ser complicación sino nadar en el equilibrio de la marea que el arte puede ofrecer. Tarr provee al espectador de una estética que busca ser realista, la preparación del caballo se produce detalladamente, el vestir del viejo ante lo metódico y redundante, el trascurrir del tiempo en aquella vivienda arrinconada con la ventisca y sus panorámicas áridas, todo a favor de palpar el destierro de esas almas en pena, de los desolados, de los fantasmas vulgares y a su vez humanos.

Crítica mordaz de toda claudicación universal, como mensaje para el público. Éste es un filme discreto al fin y al cabo dentro de la grandilocuencia de la flagrante exigencia de sus formas. Pero respetando su personal concepción formal, estructural, temática y simbiótica, que mereció en el festival de Berlín el Gran Premio del Jurado y el fipresci, y que parece anunciar el retiro definitivo del autor húngaro.

martes, 10 de enero de 2012

Los idus de marzo

George Clooney puede ser un autor muy interesante como demuestra en ésta oportunidad, ejerciendo de guionista, de director y actuando. Logrando mostrar una mirada políticamente incorrecta a la usanza; hace una revisión política bajo unas elecciones primarias imaginarias de un candidato interno a representar un partido a las presidenciales en Estados Unidos. Clooney es el gobernador Mike Morris, un despierto, carismático y locuaz contendor que guarda algunos trapos sucios en su haber pero que promete ser como la mayoría que se postula a un cargo público, un cambio en el gobierno y en la vida de la ciudadanía de su país, lo cual no sabemos realmente si llega a suceder pero que mantiene el esquema de que con muchos ideales en la práctica no se puede subsistir, al menos eso es lo que sugiere la experiencia que atraviesa su asesor que en la portada de la realización anticipa un paralelismo con el candidato a quien sirve.

Ryan Gosling interpreta a Stephen Meyers, un hombre quien cree en el gobernador pero que comete un error por vanidad o por curiosidad que lo pone en peligro con respecto a su carrera y que lo hace despertar de su ensoñación de probidad y ética. Rápidamente aprenderá que hay que jugar sucio en la política y que no puede confiar en nadie, incluso en quienes considera sus amigos. Lo particular es que su juicio será ampliamente discutible y su encumbramiento un camino de probar con la idiosincrasia perspicaz que define el poder en un filme pequeño pero con espíritu y bastante relevante para ver que esconde desenvolverse en ese mundo. Funcionando con unos pocos diálogos, en un contexto que fluye con verosimilitud y reflexión como para exponer la evolución del protagonista a quien se le tilda de no servir para estos menesteres y a contracorriente de esperar su claudicación sacará adelante su vocación y enfrentará la situación.

No hay mucho que decir del filme sin develar la trama que hay que ver para atender a esa deslumbrante transparencia que se nos presenta de manera fácil y directa sin caer en entresijos complicados aunque hay que prestar atención. Vemos que los mejores son los más astutos, quienes evitan la egolatría y se adscriben al método: alianzas, complicidad, pisoteo y encubrimiento, una deformación de la lealtad en beneficio propio y del sistema que no encuentra otra forma de sobrevivir al parecer sin que se acepten las reglas internas.

Parece que Aristóteles se equivocó en decir que somos animales políticos si seguimos la visión de lo contemporáneo que nos revela el filme porque si es así es que todos debemos atenernos a su figura lo cual puede ser sorprendente y desalentador con respecto a la esencia humana; denunciándose en pantalla que hay que creer que los no aptos a comprender que hay que atropellar gente tras bambalinas, desconfiar de todos y ser inmisericordes no saldrán a flote.

Para eso no hay romanticismos de por medio y no significa ineptitud en al trabajo seleccionado que eso no ha sido abordado en la película empero quiere decir que hay que asumir ciertas iniquidades en el ámbito personal y laboral. La conveniencia tiene un rol predominante y hasta a quien vemos con disgusto puede ser un buen aliado a la hora de aspirar a las metas, porque todos los que se suben al barco como refleja el filme tienen que hacer “sacrificios” como en el acercamiento al representante de Ohio, el senador Thompson (Jeffrey Wright) que no le es para nada simpático a Morris y de quien depende mucho para el éxito de su proyección de cabeza en la casa blanca.

Marisa Tomei como una periodista curtida pondrá la noticia por encima de la amistad y puede que esté bien si quiere hacer algo en pos de la fiscalización aunque no queda del todo definido, sin embargo es otra fuente de saber para Meyers en cuanto a donde se está moviendo. Tom Daffi (uno de esos grandes actores secundarios en Paul Giamatti) será el disparador de la transformación del protagónico. Molly Stearns (Evan Rachel Wood) es una pieza que permite ver la ruindad moral del entorno pero que queda en el olvido con esa frase cruda de Paul Zara (Philip Seymor Hoffman) que expresa en el funeral que solo está para cumplir con sus obligaciones para con la familia, es decir deja los sentimientos afuera esperando que la verdad guarde silencio habiendo un hueco en esa honestidad que se quieren prodigar en su equipo y ya lo dice el dicho, no hay muchos seres humanos impolutos en la política. Lección que guiará la ruta de Meyers en el filme valiente que propone George Clooney.

domingo, 8 de enero de 2012

Un método peligroso

Ver a un intelectual del calibre de Carl Jung siendo seducido por la pasión del amor a contracorriente de sus pensamientos racionales, metódicos y que reafirman su condición científica es digno de un acto de atracción hacia el buen séptimo arte. La cinta del canadiense David Cronenberg es una de aquellas que son de alta exigencia, muy reflexiva, ordenada, con un trabajo que destaca por unos diálogos imprescindibles, de una cadencia calmada pero no extenuante, que está libre de efectos provocativos básicos o de la careta de puro entretenimiento, dispuesta para aquel que desea algo sugerente en ideas bajo una historia que se puede resumir tranquilamente en la necesidad de agregarle a la razón un aire impredecible, de emotividad aún a costa de trastabillar la propia teoría que no permite ambigüedades.

Jung conversa ávidamente con su maestro, Sigmund Freud, un revolucionario contra las ideas convencionales reinantes y un hombre muy inteligente que a pesar de innovar busca la solidez de quien no admite desequilibrio en su método académico, sin embargo Freud sabe que su aventajado compañero será quien ponga a relieve ciertas ausencias o revelaciones, un paso más en la evolución creativa de la mente que para más inri puede ser capaz de doblegarse ante los sentimientos, ese canto primario que nos identifica y del que no se nos puede desligar como seres humanos. De cara a su deserción no teme sino parece alentarlo secretamente. No es una burda guerra sino la lucha intelectual de unos camaradas.

Lo interesante es que una mujer neurótica tratada por Jung será el dispositivo de arranque para esos cambios personales como analíticos, esas dudas que despiertan o desarrollan audaces y más completas cavilaciones. La joven traumada por abusos infantiles de carácter sexual que provocan en ella la culpa, la rabia y el propio repudio inconsciente se verá liberada en la relación afectiva y profesional con el sabio doctor, pero no estamos frente al control del contexto, sería poco curioso tenerlo en un filme si así fuera, sino que Jung caerá en esas redes infringiendo su personal código de vida, escuchando a ese otro médico y paciente, Otto Gross (Vincent Cassel), que muy liberal no teme involucrarse con las personas que trata; la moderna visión de que hay que rendirse al deseo y provocar el estudio desde la experimentación, una osadía claro está que lleva a Jung a vejaciones permitidas de índole sexual, sumisión y goce erótico libre de inhibiciones.

Cronenberg es muy sutil, podría llamársele elegante, fiel a sí mismo y serio pero creo que cae en el poco reforzamiento de la trama, lo cual encuentro fantástico de alguna forma porque no busca atropellar al público para que éste lento por costumbre pueda entender ante la explicites, sin embargo quizás a la vera de no infringir mucho la historia o no pecar de subjetivo no nos describe demasiado ciertos aspectos importantes de ese tórrido romance muy digno en pantalla y que nos hace pensar más en algo oscuro, quizás realmente en el fondo hubo un romance muy típico de dos almas dulcemente enamoradas pero se intuye algo más liberador de lo que se propone.

Tampoco se ve demasiado desenvuelto el conflicto último que genera la relación para Jung y su corriente psiquiátrica, se ve que hay problemas pero apenas hay ruido, y podemos ver que tiene que dejar su lugar de trabajo para más tarde viajar a otro país; a su vez su mujer parece un fantasma y por lo que se puede ver su influencia debe tener mayor presencia ya que suele apoyarlo económicamente. Queda en el aire mayores revelaciones pero eso no quita que el cine de Cronenberg sea un espacio para ver a través del ecran, porque como se puede percibir, nos ha sugerido argumentos y hacia donde indagar; la cinta no es una enciclopedia sino hay que poner de nuestra parte y descubrir donde quedo abierto el mensaje. El filme busca seguir el curso de nuestra existencia donde suponemos un pasado, un ambiente y unos personajes en conocimiento mutuo y un discurrir del tiempo, lo cual no solo otorga un ritmo más genuino sino una contextualización artística mucho mayor, que no es tarea fácil y en donde se ve la maestría indiscutible del canadiense.

Keira Knightley en su personaje de Sabina Spielrein puede inquietar con sus repetitivos tics como sacar la mandíbula hacia fuera y abrir excesivamente los ojos pareciendo que está a punto de vomitar pero es efectiva, no podemos esperar una paciente encantadora si queremos realismo y es en ese rechazo que ofrece al espectador (en la primera parte del filme) que la hace verosímil y hasta produce mayor desconcierto en que Jung se haya fijado en ella, o nos hace pensar al respecto; por supuesto teniendo en cuenta la belleza de la inglesa –y suponiendo la de la persona real- que bien vale la condescendencia más noble de cualquier caballero, sin embargo se abren nuevas perspectivas, Jung parece haber sido más sensual y humano de lo que aparentaba ante el resto, la idiosincrasia del planeta, complejos e impredecibles.

Se ve que Jung es el protagonista principal aunque Freud sea un buen sparring en un filme que lo respeta mucho, para lo que Sabina se hace secundaria a la utilidad de la historia y se hace extrañar un poco de abordo de su transformación profesional y biográfica; será motivo para que algún otro cineasta tome la posta porque aquí queda un poco como objeto más que materia de sabiduría a pesar de que hay vocación de mostrarla pensante y hasta secamente provocadora para el razonamiento.

Michael Fassbender debe ser el más talentoso actor que se puede percibir últimamente, su interpretación otorga humanidad total a Jung, podemos verlo muy en ambos lados, a fuerza de la mente o de los sentimientos (más próximo aquí a ellos), llora y se muestra frágil como el más simple de los hombres, no es solemne en absoluto y es hasta inseguro, puede ser muy preparado como para pasar muchas horas dialogando con Freud pero tiene un lado disoluto que lo vemos cuando yace echado despreocupado e infantil con su amante en un pequeño velero comprado por su dócil esposa, pero siendo justos e indulgentes no pierde su aura de genio. Hasta en el filme pasa tremenda humillación flagrante con Sabina (dama que a todas luces debió llevar la peor carga en la realidad sino que no es su momento) y es que Cronenberg ha tomado al personaje con aplomo dándole los matices necesarios para crear a alguien celebre pero discutible sin robarle sus méritos, es su monstruo muy perspicazmente entregado. Viggo Mortenssen lo hace estupendamente bien como Freud, podemos ver a ésta eminencia de la psiquiatría en toda actividad. Es favorable decir que siguen siendo cálidos en pantalla, hay una cierta naturalidad y credibilidad que impresiona porque además no hay efectos especiales y casi es inexistente el maquillaje en los actores. Es un dúo que interactúa con mucha solidez siendo de lo mejor del filme ver su convivencia, respeto, su amistad e intercambio culto. Cronenberg se mantiene cerca del espectador, no hace algo insulso y otorga muy buen nivel a su arte.

jueves, 5 de enero de 2012

Drive

La última película de Nicolas Winding Refn, ganador en Cannes del premio al mejor director, es entretenimiento del mejor; un filme con la promesa de mucha acción pero con más fondo del que se pueda aguardar. Es la historia de un personaje heroico que se define en una pregunta de la realización, ¿cómo sabes que él es el malo?, le inquiere al niño por quien daría la vida, el pequeño le responde, porque es un tiburón y ellos siempre son malos. Refn nos pone en la piel de enfrentar a la mafia con las reglas del hombre bajo su propia ley. Sin embargo cuando vemos a Ryan Gosling, el actor que lo interpreta, saltan las dudas si podrá convencernos de que es capaz de resolver semejante carga.

El efecto de su carácter ayuda bastante a generar sustento, al mostrarlo silencioso, impávido, seguro y misterioso, induciendo además a la curiosidad sobre su persona, como dando el giro necesario para sacarlo de su fisonomía de niño guapo o de su suave voz poco intimidante, y como se aprecia no todo parece fácil, pero también son esas características las que rompen con el estereotipo, ya que la imagen es poco frente a la esencia.

Al conocer que es doble cinematográfico, corredor de autos, mecánico y chofer en algún robo se va proveyendo de un aura que engrandece la figura de estar detrás de un volante, siendo ingenioso ver que la pieza que en tantas historias es poco valorada en ésta película toma la mayor predominancia, basado en el libro de crimen de James Sallis.

Vemos desde la espera, el conductor sólo otorga 5 minutos a sus compañeros asaltantes, hasta el despistar de la persecución policial. Rápidamente la leyenda se cierne sobre su cabeza, el elemento de fuerza del filme, despertando la inquietud y la expectativa. ¿Cómo resolverá la violencia el protagonista?, ¿es tan temible como promete? Y al llegar el momento adecuado logramos ver que efectivamente el salvajismo y la brutalidad no solo provienen de Bernie Rose (un convincente Albert Brooks en la estela de los Sopranos), el capo carente de escrúpulos para despachar fríamente a sus enemigos e incluso amigos, sino del chico normal de poca palabra.

Los amplios silencios, la constancia de los diálogos sencillos y cortos, la calma en la espera subyugante, la ciudad imponente desprovista de multitud, que circulan en la primera parte del filme colaboran a fabricar el contexto con la idoneidad del caso, la antesala de la hecatombe física. Hay una solemnidad seca que sólo desfigura un cierto mal gusto musical provisto de un sonido de los ochenta, de ese cursi acompañamiento discotequero que busca resaltar el aspecto solitario o redentor del personaje, junto con una radicalidad bestial de mucha agresividad y desprovista de piedad, pero que no destruye la obra, porque esa mezcla aplana y hace digerible el concepto, que me recuerda al Scarface de Brian de Palma, y que en su contraste de seriedad, cursilería y explicites nos creemos lo que vemos, porque estamos frente a la reivindicación del llamado cine B donde cabe el exceso o la desfachatez. Sin embargo no nos confundamos que sólo es la utilidad de una denominación ya que se convierte en una obra maestra que tranquilamente podría ser la envidia del mejor Tarantino.

Una escena define toda la película, en el ascensor vemos esa mezcla atroz, romance con violencia detallada, la luz y sus sombras amplifican el momento, comienza con lentitud y un exabrupto clausura el espectáculo, y sólo queda la puerta cerrándose separando las dos caras del protagonista, su incondicional amor -aún a costa de salvar al esposo de una deuda- y su bárbara e impresionante reacción aunque completamente justificada. No hay más vueltas que darle, es magistral la resolución del conflicto generado a raíz de un robo entre criminales.

Una cachetada a una compinche tramposa o un pequeño gánster a primeras amigable con el mentor del conductor, Shannon (Bryan Cranston), el rengo que busca encumbrarle ante su frustrada carrera, no hubieran concebido ninguna grandeza, por eso Refn juega como ante la evolución de una pieza musical que arranca suave para terminar en la más descollante intensidad respetando el verismo que implica la complejidad del ambiente y los involucrados. Dosifica los quiebres álgidos y prepara el camino para dar la sorpresa en ese desenlace pecaminoso, desprovisto de concesiones y sin marcha atrás. Los juicios de valor quedan fuera. No obstante no falta la conmiseración de un final feliz.

Carey Mulligan destaca haciendo de una chica bastante simple, el director la rodea de un espíritu sin grandes proporciones aunque de una belleza dócil e indefensa sin perder el realismo contemporáneo. La línea con la que responde al cortejo rudimentario de su actual esposo lo expresa casi todo, ella accede con un ¿dónde está la salida? (o sea, vamos al asunto), y lo hace en la mesa de cara a su príncipe azul. De Gosling hay que decir que cumple con tremendo reto y saca adelante otra condecoración para su currículo, un género más en su haber que lo pronuncia hacia el cada vez más próximo Oscar. En esa ruta veo Drive, a Refn, como con Aronofsky, cineastas que desde abajo se ganan un lugar en el cine y del culto llegan al aplauso general, eso es ésta película, la celebración de llegar al reconocimiento público.

domingo, 1 de enero de 2012

El niño de la bicicleta

Jean-Pierre y Luc Dardenne suelen presentar crítica social en sus filmes, su alta sensibilidad nos muestran el lado difícil de nuestra existencia desde alguna problemática personal, su mirada es intimista y confabula con nuestra responsabilidad hacia los demás desde la butaca, para sin efectismos ni dramatismos exacerbados mostramos que el mundo no es del todo justo, porque no hay mejor causa que ver y entender a través de la pantalla.

El relato que se nos cuenta es el de un niño que no tiene más familia que una caritativa mujer que decide darse el trabajo de cuidar a éste rebelde y conflictivo muchachito, sin que tenga ninguna obligación. El padre no quiere cuidarle ni compartir su reformada vida con él. El vacío emocional del pequeño lo hace proclive a caer en tentaciones criminales, a escoger mal; el dealer o el esquivo padre indiferente son sus recurrentes opciones, no obstante es en una peluquera (Cécile de France) que se vislumbra la re-educación y la buena conducta.

Un punto no encaja del todo en esa naturalidad que define el cine, Samantha llega a la vida de Cyril Catoul (Thomas Doret) con mucha fuerza y no se justifica muy bien su convicción afectiva hacia el niño, no es que sea del todo inverosímil su actitud porque hay quienes pueden comprometerse con los extraños y mucho más si es un menor sin nadie que le quiera, empero la carga es abrumadora y el chico no es fácil de domesticar. Su acercamiento es repentino y el vinculo surge con firmeza prácticamente desde una mujer convencida en su obrar. No es que sea endeble el criterio pero se hubiera requerido de mayor solvencia.

No todo hay que decirlo, las elipsis suelen ser muy poderosas y hasta más saludables en algunas realizaciones, un posible verdadero acto de audacia, imaginación, estética y libertad, pero si no queremos confundir a los indecisos, desconfiados o torpes –mea culpa quizás en un acto de humildad aunque llamémosle en mi particular caso para ser optimistas, exigencia- que no saben distinguir entre la honestidad y transparencia más salvaje de la moralina o de la gratuidad aprovechada, por eso habría que haber reforzado la materialización e influencia de la unión.

Está a favor que la bondad de la figura de Samantha es indiscutible que podemos creer que tiene esa afinidad con el dolor ajeno o que quizás por la edad aflore su lado maternal, aunque su personaje es poco complejo, ya que se estila en medio del complicado mundo, mayores profundidades en la personalidad o seres humanos menos simpáticos, sin embargo tampoco es ninguna caricatura como se ve cuando le dice a Guy Catoul (Jeremie Renier), el progenitor, que le diga a su hijo que ya no lo quiere ver, o en el caso de entender la violencia que provee Cyril en un robo, algo que visto con corrección merecería mayor castigo que acompañarlo sin reprimenda a pagar una retribución económica algo risible a costa de tolerar un acto brutal. ¿La caída del árbol sería un pago mayor?, ¿El perdón es cuestión de dinero?

El mundo del niño es de la clase media, un síntoma de que hay esperanza para la sociedad, no solo por la humanidad de Samantha, sino porque podemos observar que se puede vivir bien en ese estatus como suele pasar en países de buena convivencia y mayores oportunidades para los ciudadanos. Bélgica parece un lugar apacible y ordenado con un ritmo de vida adecuado; hay tiempo para el ocio y hasta para ver por los más necesitados. Sin embargo, resulta valiente denunciar carencias incluso en una modernidad civilizada, y es que Cyril puede ser feliz con una bicicleta, pero lo único que anhela es el amor de su progenitor, sentir esa seguridad que nos brinda el cariño, siendo siempre destacable ver que podemos cambiarle la vida al prójimo. Para ello, los Dardenne mantienen una magia que no nos adormila con la vacuidad o lo idílico ni nos pone a llorar como niñas con traje de Hello Kitty, sino nos hacen pensar y sentir con una película de fondo inteligente aunque de apariencia sencilla.

El final resulta muy digno, los malos actos engendran odio y aunque quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, siempre hay que hacer un acto de constricción, Cyril acepta aunque de la forma que acaece nunca será la mejor salida; ¿merecía eso? No por supuesto, no como método de enseñanza vivencial o existencial ideal pero sí como recurso de la realización cinematográfica porque solo en ese momento entendemos los sentimientos reales del niño ya que no está muy claro hasta ese instante, al ser por lo general hermético; otra maravilla del genio de los directores, al igual que el proveernos de impactantes imágenes como cuando se da cabezazos contra el carro gritándonos en silencio un piadoso y radical ¡auxilio! o mientras persigue vehemente a su padre evocándonos tantas reflexiones.