miércoles, 31 de octubre de 2012

Halloween Maratón 2012



Haute tension (2003, Francia)
Alexandre Aja nos dio éste filme gore con la actriz Cecile de France, una de sus mejores películas para ella, y su punto más alto para él que lo hiciera famoso en el género. Éste es un filme que guarda 20 minutos finales inconmensurables en que da un giro sorprendente a un nuevo subgénero de terror. Nunca podrán separarnos es la frase que define la trama, mezcla de violencia y sexo, sadismo, excitación, desmedido afán de posesión. Es un slasher despiadado que hasta inventa un arma en un garrote con alambre de púas. Un asesino en serie que persigue mujeres llega en su camioneta a una casa descampada en el campo, toca la puerta y empieza a matar, en el lugar en que dos mejores amigas van a visitar a la familia de una de ellas. Sobresaliente protagonismo de la dupla de actores en dos caracteres enfrentados, de France y Philippe Nahon. Éste último yace en un tipo vulgar vestido con overol, botas de minero y gorra de béisbol. Da la imagen de fuerza y salvajismo que se espera de alguien desquiciado pero frío y engañosamente ecuánime. Ella parece una heroína salida de Prueba de muerte (2007). Destaca un tercer personaje, Alexia (Maiwenn), reducida a escombros en un aire de áspero e implacable desasosiego, bajo una humillación extrema que parece una muestra demencial y moderna de esclavitud. Se trata de un filme directo, rudo, sencillo, de pocos diálogos, muy fácil de digerir, salvando la exposición descarnada y trepidante. Es una película entretenida. Tiene un excelente despliegue de ocultamiento, escape y contraataque.



El páramo (2011, Colombia)
Estamos ante un filme de mucho suspenso en que nueve comandos del ejército colombiano llegan a un puesto militar abandonado que parece haber sido atacado por la guerrilla en un páramo. Una vez en el lugar encuentran una extraña sobreviviente de aspecto degradado y atemorizador tras un muro que advierte el temor por algo sobrenatural. En adelante cunde el miedo, el desorden y la muerte. Es un filme en que el director Jaime Osorio Márquez ha sabido brindar justificación para generar realismo en la progresiva eliminación de los soldados, hay creatividad y ambigüedad en lo que acontece. Existe un ritmo que mantiene tensión en un clima de sorpresas en medio de sombras, de neblina, de oscuridad, mientras surte efecto el generar un background paranormal, pagano y supersticioso. ¿Es un karma el que están pagando? Parece la pesadilla de algún militar que ha cometido crímenes en la facultad que creen tener en la guerra. Ayuda mucho la atmósfera que se vive, el carácter de misterio, de abandono, de estar aislados, en un lugar destinado al envilecimiento, a los temores, a los excesos, a la sobrevivencia. El enemigo resulta muy natural habiendo un audaz juego de expectación, gracias a algunos artilugios claves. Se rompen los elementos que definen las fuerzas armadas, disciplina y sentido de grupo. También hay mucho contexto con sangre y cadáveres, mientras hay una normalización de los militares. El temor se vive en otro nivel de pensamiento, los efectos visuales están en el entorno más que en los protagonistas. Resulta un juego mental bastante interesante.



Livide (2011, Francia)
El presente es un filme que apela a los miedos más viscerales, dentro de un aire de deja vu, de estar ante algo visto pero mezclado para que se vea original. No logra adjudicarse una trama ingeniosa aunque creando sobresaltos primarios es donde está su fuerte y por ende la recomendación. Inquietan las cruces en el cementerio, la desaparición de varios niños, el encierro en la mansión, el perderse en el interior, los fetos enfrascados, los juguetes moviéndose, las muñecas de porcelana rotas, la taxidermia, el aire clásico en el inmobiliario, una muñeca humana que parece estar embalsamada y eso es solo el comienzo ya que el misterio aguarda. Los directores galos Alexandre Bustillo y Julien Maury ponen a tres muchachos de la clase trabajadora a buscar un tesoro en una vieja casona donde hay una anciana en coma postrada en la cama con una llave desconocida. Van a un lugar tenebroso que pronto les hará arrepentirse de haber entrado.


La casa muda (2010, Uruguay)
Una muchacha que va con su padre a reparar una casa de campo entra en pánico y en shock cuando descubre que en la vieja casona hay un criminal, anticipándose a enfrentar un antagonista, como a su vez a la muerte. En medio de la noche con un farol en la mano recorre el inmobiliario descubriéndose que guarda una relación oscura, sexual y trágica en relación a ella en que una pérdida subyuga su pensamiento. Éste es un filme un poco tramposo descubriéndonos quien está detrás de las muertes, que tiene más lógica si se puede ver como que no es lineal lo que observamos (pegado a lo surreal), pero como parece seguir el tiempo real (salvo que sea solo una técnica), entonces se nos esconden y dificultan muchos detalles. La película consta de una única larga toma en que se va hurgando en el lugar al pasar de un aposento a otro. Es una historia de suspenso en que el espacio desconocido se va abriendo al espectador y a su caminante, donde la luz nos va guiando presagiando lo inesperado en cualquier momento. La propuesta tiene un toque enigmático, se basa en un caso de hechos reales que no se ha resuelto. Es un filme muy bien dirigido que economiza sus recursos pero los magnífica en la trama, se van haciendo claves en el detalle. Es sugerente poniendo el miedo en la sensación de peligro y misterio del ambiente. Parece muy convencional pero su forma de poner algunos toques paranormales y psicológicos le da un alcance múltiple, mayor. Se ve visualmente sencillo y minimalista el trabajo del director Gustavo Hernández pero aun así tiene una trama en parte críptica. Dosifica muy bien el tiempo sin repetirse, una virtud viéndose que todo gira en el interior de una casa, por sus rincones, habitaciones y pasajes, como el título nos refiere, una lugar que guarda muchos secretos. Florencia Colucci se mantiene gritando, asustada, llorando, lo que crea una atmósfera de inquietud constante. Hay una iluminación base que hace tenebroso y mínimo lo que se observa al andar. Tenemos entre manos una apuesta muy inteligente en su estructura, que sabe construir un filme con precisión formal en lo visual aunque coqueteando con la ambigüedad de su historia, con el misterio y los secretos. No tiene mucha sangre ni grandes efectos especiales, pero genera un potente y notable estado de alerta.


Jigoku (1960, Japón)
Clásico de culto de tierras niponas que ha servido como inspiración a otros cineastas, perteneciente a Nobuo Nakagawa. Es una propuesta extravagante, personal, excesiva, una revisión budista en donde podemos ver fácilmente emulada La Divina Comedia, el infierno de Dante. Un hombre correcto se deja influenciar por un amigo –un Mefistófeles asiático cínico, teatral y burlón- y pronto entra en una carrera de pecado que incluye el asesinato. Tras la figura de alguien bondadoso pero manipulable afloran graves faltas que son provocadas sin intención, éste se rodea de mucho drama y una flagrante mala suerte, y es que parece la humanidad destinada al infierno (rige la frase de quien esté libre de pecado que tire la primera piedra), una mundanidad afectada al interés de exaltar el defecto humano. Tiene entre varias particularidades que en la segunda parte no existe casi trama, se llena de una visualidad abrumadora, cundiendo el terror de un sadismo naif. Es una película donde nadie se salva del castigo, doctores de mala práctica profesional interesados en el dinero, policías y periodistas corruptos, militares fratricidas, adúlteros, alcohólicos, promiscuas, suicidas que caen presas de un mundo ultra terrenal en que se dedican a sufrir y nosotros literalmente a observarlo. En ese submundo el protagonista principal busca salvar a su bebé mientras atraviesa los 8 círculos del infierno. Es una película de rasgos muy de cine B donde te chocan los cromatismos de la pantalla, hay lugares comunes en dobles a propósito como con Yukiko y Sachiko, algunas muertes lucen falsas –la caída del puente- aunque otras son de amplia estética (el yakuza sobre el charco de agua), hay sabor a telenovela barata –la madre infiel confesando una hija oculta, otra progenitora enloquecida repitiendo el nombre de la hija muerta-  o hay aspectos incongruentes y repetitivos en la trama. Exhibe una sensación de imperfección notoria pero también por todo ello se luce como un filme muy libre y audaz, vastamente estrafalario y curioso dando una versión original al cruzar el río Sanzu y pasar hacia el juicio del fuego eterno.


El pueblo de los malditos (1960, Inglaterra)
Un clásico del cine de terror en toda regla, convencional, ágil y elegante, dirigido por Wolf Rilla, y que tiene un arranque espectacular y misterioso. Crea un contexto en que unos niños alienígenos han nacido intempestivamente de madres humanas pero de dudosa paternidad en un pequeño pueblo inglés llamado Midwich. Llevan cabello rubio platinado, les brillan los ojos y tienen un coeficiente mental superior al normal con poderes telepáticos, lectura de la mente e hipnotización. El filme tiene una estructura muy bien planificada y hábilmente expuesta pero le falta un aire de pavor en sus postulados ya que tiene un aire inocente e inofensivo (aun provocando muertes, muy cuidadas y sugeridas), pero como historia de aventuras es muy original y entretenido. Sobresale el actor George Sanders que como científico más que como padre de uno de los niños cree en el poder superior del intelecto pero luego se da cuenta que mal encaminado e incontrolable representa el miedo que produce lo desconocido. Hay una notoria lectura simbólica sobre la raza aria, sobre la etapa nazi, sobrevuela el temor que desató en la segunda guerra mundial y su nefasto desarrollo, que nos retrata la inteligencia al orden del mal. Se trata como un fenómeno general que compete al mundo. Es muy audaz ver a los niños temidos como si fueran una especie de monstruo de Frankenstein, y es que en ningún momento sus apariencias pequeñas se vuelven una carga para su exterminación ante el temor que desatan, hay noción de que son el enemigo y aunque ellos dicen solo defenderse no conocen la moral, tienen sus propias reglas. Es una clara revisión histórica en clave. Predominan las ideas del aislamiento y el rechazo a lo diferente. Presenciamos un filme inteligente en su profundidad y claridad aunque guarda sus elipsis, que quedan fuera sin problemas. El pueblo de los malditos es una película sumamente entretenida.



Thirst (2009, Corea del Sur)
Uno de los nombres importantes de Corea, Park Chan-wook, nos trae una historia de vampiros, con la actuación de Song Kang-ho como un padre católico que quiere sacrificar su vida por la humanidad y que termina en una vuelta de tuerca no pudiendo controlar el instinto de pecado una vez enamorado de una mujer casada que lo arrastrará a la corrupción. El cineasta surcoreano mezcla un gore implacable, de constante exposición, con el humor negro, dos rasgos muy propios del séptimo arte de este país. A su vez nos conmueve con una historia de amor en medio del salvajismo de la naturaleza. Ella pretende ser un zorro tras una gallina mientras él es un hombre con dudas existenciales. Se mezclan paradigmas, hay una lucha interna entre lo que uno representa. Se rompen límites en fondo y género, pronto se confunde el bien y el mal, las apariencias caen por falsas y sin embargo la primera muestra de afecto en la entrega de los zapatos engloba el concepto. Se trata de un filme sobre la enajenación de la pasión donde la muerte es secundaria. No espanta en absoluto aunque hay que tener un estómago fuerte, entretiene en otro nivel sin adscribirnos a un único lugar. Genera emociones encontradas entre rechazar o aceptar a la pareja protagonista y es que a fin de cuentas no hay rótulos contundentes sobre ellos, van hacia adelante y atrás pudiendo redimirse o seguir cayendo, un canto de excesos visuales grotescos en un aura de despreocupación, Thirst tiene comedia, sensibilidad, irreverencia, intensidad, muy en el estilo que tanto entusiasma a los seguidores del cine surcoreano.


Viernes 13 (1980, Estados Unidos)
Éste es uno de los slashers capitales del género, dirigido por Sean S. Cunningham, explotado hasta la extenuación, que tiene un origen de culto. Un campamento llamado Cristal Lake vuelve a abrir sus puertas a un grupo de jóvenes tras algunas muertes sin descubrir el culpable, las cuales aluden al ahogo de un niño llamado Jason Voorhees. Se habla de una maldición que no intimida a los aventureros dispuestos a divertirse y a tener sexo, y como resultado se da un despliegue implacable de desaparecidos en medio de la incomunicación mediante el ataque con objetos punzo-cortantes. Uno a uno será presa de un asesino oculto en el bosque al cual solo vemos en el desenlace. Se hace un poco inverosímil al final, sin embargo el misterio alimenta la razón de las muertes. El filme es menos visual que muchas de las otras realizaciones que vendrían después, pero en la línea de la música de identificación que antecede al pánico, los gritos, un destino firmado y un final abrupto no tiene pierde, resultando de visionado obligado. El primer Viernes 13 es una reliquia del pasado que ha perdido fuerza con el tiempo ante un embate mucho más sádico, más explícito, más detallado y más crudo dentro del avance del cine de terror pero que entraña cariño por un subgénero que se creó a su vera. Recuerda en parte a Psicosis (1960), siendo curioso que sea más una introducción en toda regla, una apuesta visionaria, que algo literal. Mantiene la invisibilidad del ejecutor, lo que le da prioridad a los asesinatos, haciendo gala del fuera de cámara, para enaltecer misterio, sorpresa e impacto, desde cada acto hasta la conclusión, mientras en el trayecto proporciona el esquema que forma las estructuras de los filmes de la saga. Está primero el tonteo de unos veraneantes jóvenes, alegres y lujuriosos (la resonancia sexual es parte ineludible), y luego una matanza paciente, de persecución en descampado, personalizada, bajo reglaje, omnipresente y de feroz culminación. Vemos entre los muchachos al actor Kevin Bacon y no es precisamente el héroe. En esencia hay una intrascendencia general, es el ambiente de los jóvenes que pagan por su libertad, dispuesto el filme para que predomine la acción, en tan solo un día. Estamos ante entretenimiento puro y duro del bueno.


Session 9 (2001, Estados Unidos)
Ésta es una película de terror psicológico, que dirige Brad Anderson (El Maquinista, 2004). Nos pone a ver los arreglos de 5 trabajadores en un manicomio abandonado. Sobresale Peter Mullan como el jefe de operaciones de la restauración que yace deprimido por problemas personales, mientras hay roces en su equipo y se descubren intereses propios. Destaca un ambiente rápidamente enrarecido y expectante, habiendo conversaciones curiosas sobre el recinto y los distintos pacientes. Prima la presión mental en el espacio habiendo una fuga con el pasado del lugar, trama que va en paralelo con otra sobre personalidad de desórdenes múltiples, de ahí proviene el nombre del filme, sobre las sesiones que tuvo un enfermo homicida con su psiquiatra que interesa a uno de los trabajadores que escucha sus grabaciones. Inquietan las voces moduladas de distinta forma en el confesor tras la hipnosis. Es una propuesta de bajo presupuesto que se ha convertido en un filme de culto y que para la crítica americana yace entre las mejores del género. Posee realmente una argumentación sencilla en medio de un lugar intimidante que apuesta al golpe en el desenlace. Le pesa un poco la fama pero genera mucha expectativa saber cómo y cuándo se va a desencadenar el terror.

domingo, 28 de octubre de 2012

Memories of murder

Ésta es la película más famosa del surcoreano Bong Joon-ho. Tiene un ritmo trepidante lleno de investigaciones en una atmósfera familiar y relajada que va siguiendo pistas y falencias. Por un lado está el agente que viene de la capital a éste pequeño pueblo donde un asesino en serie está matando mujeres. Seo Tae-Yoon (Kim Sang-Kyung) es el detective racional que se inmiscuirá emocionalmente. Por el otro yace el local Park Doo-Man, el tonto, que piensa en pesquisas absurdas y se mueve en los interrogatorios violentos; lo interpreta el reconocido actor Song Kang-ho.

Tiene un aspecto desordenado por ratos, como muy espontáneo, más que todo en la interacción de los oficiales de la ley, pero se hace interesante hallar que los asesinatos son muy curiosos y extravagantes, como matar a mujeres con ropa de color rojo, bajo la lluvia y cuando suena una canción en especial. Hay un progresivo desarrollo con muchos cambios que van desde lo inane hasta poseer contexto sustentado, habiendo un carácter universal en la trama con rasgos de origen coreanos que se minimizan ante lo humanamente global, y que sobrelleva coherentemente la forma de descubrir rasgos de identidad que no son comunes a ningún otro crimen; se unen cabos pero rehúye la brújula en repetidas oportunidades; parece una lucha muy titánica e imposible aunque a ratos haya proximidad, mientras se lleva la investigación con errores y algunas tonterías.

Se da un aire fresco, repetidamente cómico que no afecta el contexto ya que es de drama y crimen de lo que va; hace que la película se haga predominantemente entretenida y digerible, nada pesada, además que hay originalidad en el asesino invisible, solo hipotético. El filme se mueve en construir y dar forma al criminal, buscarlo desde una huella, nudos militares, acosos, el semen, la excitación de la ropa interior utilizada para amordazar, etc., viéndose en el ecran incluso una de las acciones de secuestro, apreciando además que parte y termina el filme con la revisión del primer cadáver.

Cumple la obra con poner todos los instrumentos de una historia de asesinatos e investigaciones, pero lo matiza con la personalidad de sus investigadores que van dando un tira y afloja dentro de su labor, ambos decididos y comprometidos solo que con mayor o menor inteligencia. Kang-ho otorga esa ligereza que hace de la película algo contrario a lo denso que suele ser ponerse en una investigación de asesinos en serie sin resolver, donde sus arrebatos y elucubraciones no desmerecen el producto, solamente lo suavizan, ya que seguimos atentos a sus posibles culpables. Uno lo proporciona el más bobo detective; luego el otro que impone la técnica y la modernidad, y entre ambos hay un tercero.

A media película estamos tras los pasos del asesino ya decididos a agarrarlo luego de cierto aire de “despreocupación”; es una virtud encontrar que se puede ser ligero, irreverente y entretenido, y luego cambiar de registro y poner enjundia y sensatez a lo que se persigue. Matiza aun llevando exceso y sobresaltos, siendo una propuesta muy visual y extrovertida, que se permite más de un posible sospechoso, abordado y no solo esbozado, contando hasta tres, más un álbum de fotos. La locura que proporciona el protagónico de Kang-ho hace que exista visceralidad, entusiasmo, como el que se impregna en el compañero. Esa dualidad de carácter se fusiona logrando un equilibrio en el relato, aunque uno sea más llamativo que el otro.

La razón parece sucumbir a las emociones, hay una "sinrazón" que brota del mal y ese parecer aborda el filme aun siguiendo ciertas pautas generales propias de una investigación. El director hace gala de algunos trucos en proporcionar forma a personajes secundarios que hacen más próxima la relación con el caso. Se conoce a quienes mueren y eso hace que el compromiso se ensanche. Hay un deseo constante de punzar en donde más duele, y mientras se discute el proceder de los policías más arcaicos, provincianos, se humaniza a su vez el quehacer general por medio de ellos. Es una batalla entre el orden y la desorganización; se ocasiona la ruptura de la línea de acción policial de ese pueblo que tiene mucho de telón de fondo reprobable que termina justificándose en parte por la intimidad y el atraso, luego presente en quien representa a la racionalidad, habiendo mutua influencia, en un filme por debajo muy duro que hace reflexionar sobre la perversidad y el querer vencerla.

La pantera rosa


Primera película de una saga de ocho filmes, dirigida por Blake Edwards, que nos cuenta la intensión del robo de la joya más grande del mundo conocida como la pantera rosa (al reflejar una en el interior de un diamante), la que ha ostentado como regalo familiar y dinastía una princesa del país oriental imaginario de Lugash, interpretada por la guapa Claudia Cardinale, como Dahla, quien en la trama se va de vacaciones a Cortina d'Ampezzo, en los Alpes, al norte de Italia, donde recibe la noticia de que un audaz ladrón conocido como el fantasma está tras su preciada pieza de orfebrería, negada incluso a su población. En el resort se topa con el millonario británico y playboy Sir Charles Lytton (David Niven) que trata de seducirla mientras lleva un affaire con la esposa del inspector de la Sureté encargado de la seguridad de la joya de la princesa, la actriz de rasgos afilados y porte de modelo Capucine. El inspector es Jacques Clouseau (Peter Sellers), el más torpe investigador de la policía francesa.

La pantera rosa (1963) tiene una comedia plenamente inocente y muy física. Clouseau camina por el mundo tambaleándose y chocándose contra todo a su alrededor, no puede ver a dos pasos de sí las pistas que lo puedan llevar a atrapar al fantasma, de predecible identidad, pero que no es nada convencional ya que está a la par del héroe que queda minimizado frente a él. La trama no juega a ninguna lógica tradicional, es solo una excusa para divertirnos en los entretelones de un robo, en cómo se va tejiendo la trampa para el ansiado hurto que es como un grave artificio de algo muy sencillo, mientras se pretende enamoramientos, triángulos amorosos, aventuras sexuales, en un tono relajado y funcional. La parte cómica proviene principalmente del inspector que yace bastante perdido de su caso. No obstante a su vez provoca que los demás padezcan de su torpeza, como su hermosa esposa que es títere de imperturbables golpes, complicaciones y jaleos. El humor es fresco, sin pretensiones, pero ingenioso en su llaneza. Es un entretenimiento simpático de un cine ligero, pero cuidado, otrora fuente de risas más sanas.

Clouseau no cuenta en apariencia con el cariño del director de la película, que lo hace caer en constantes absurdos para bien del espectador agradecido con el humor, es un perdedor sin remedio, de esos desprovistos de consciencia, bondadosos hasta la extenuación y que representa la otra cara de la moneda de Lytton, que es sagaz, seductor y serio, como cuando logra enamorar a la princesa aun teniendo ella prevenciones y habiéndolo atacado en su soltería, y es que logra someterla a su deseos casi sin esfuerzo, en donde lo que implica la imagen apremia en ambos.

A Sellers el personaje le queda como anillo al dedo, sus muecas y su desconcierto es impagable, y con una naturalidad que hace más creíble y menos rudo su padecer, se presta para la broma y siempre está indemne listo para una nueva tontería. No agota en ningún momento, aunque la repetición y la carga sea tan abusiva, y eso es tremenda virtud, gracias también a que hay compensación con el entorno y los demás personajes, que dan balance y permiten que sea la estrella de la película, aunque no lo parezca en la trama. Es un antihéroe que no está para ningún mensaje de redención de esos en donde los débiles o tontos ganan la partida sino todo lo contrario, audacia que se hace muy llevadera a contracorriente de la fantasía del cine porque no valen en la película los juicios de valor, sino solo está para divertir con su auto y colectivo flagelo, tranquilo porque lo importante es el desarrollo de la historia. La pantera rosa es Edwards burlándose del pobre Clouseau, la astucia por encima de la torpeza, como la vida misma, pero riéndonos de ello, sin crueldad sino con ironía.

ParaNorman


El tiempo va haciendo familiar ciertos estilos, estéticas y cines y a esa vera el vínculo con ambientes y tipos de personas. En una primera instancia Tim Burton trajo un estilo nuevo al séptimo arte y ya hoy en día se ha popularizado, yace ampliamente aceptado. Sin embargo a la hora de juzgar el mundo real podemos olvidar lo que nos ha enseñado, por eso que nos lo recuerden sigue siendo interesante y útil. Frente al ecran es fácil enamorarse de su mirada relajada y amistosa sobre los freaks y apasionarnos por su cálido terror gótico y no sólo los niños que lo ven muy naturalmente, más allá de la ideología de las figuras. La presente película sigue la misma idea que enarbola el arte de Tim Burton, sin demasiadas pretensiones o imitaciones descaradas, dentro de algo más típico. 

Desde el arranque somos cómplices de Norman, y pronto lo serán todos dentro del relato. Se ganará el aprecio y la admiración tras un lente iluminador. De eso va, de destruir los parámetros comunes de rechazo hacia lo extraño y asumir la diferencia como algo favorable. El mensaje puede ser un poco obvio, pero nos gana la bondad y comprensión del buen séptimo arte.

La técnica de animación es la del stop motion, que nos recuerda famosas propuestas como El extraño mundo de Jack (1993) o la serie de Wallace y Gromit. Chris Butler codirige el filme, junto con Sam Fell que cuenta con dos largometrajes dirigidos, Lo que el agua se llevó (2006), sobre dejar nuestro lugar de seguridad para entrar en el mundo tal cual, y El valiente Desperaux (2008), con la trama inversa, sobre un ratón que cambiará al mundo.

Norman es un niño raro que dice hablar con los muertos y por ende es marginado y fastidiado, incluso incomprendido por sus padres. Norman tiene la dificultad de adaptarse socialmente, pero al venir su extravagancia a apoderarse de la realidad será el único capaz de salvar a su pueblo, convirtiéndose en el héroe que paradójicamente nace gracias al don que lo ha tenido sojuzgado y menospreciado por el entorno. Los fantasmas, brujas y zombies se ganaran nuestro aprecio también, por medio de una lucha que nos brindará como resultado una muestra distinta a lo estipulado normalmente, aunque primero serán lo que siempre han sido, monstruos que nos producen rechazo. En esa filosofía yace la esencia del filme, ya que alejamos todo lo que nos manifiesta temor o nos es raro, de ese lugar nace un tipo de violencia, para el caso que muera una niña por bruja. No obstante, habrá una reconciliación, una forma de compenetrarse.

Se da un preámbulo lleno de aventura en donde un pueblo entero aprenderá a superar sus prejuicios, en busca de redimir una imagen, la de un niño raro que como él mismo expresa, espera que le terminen queriendo, proponiendo que no hay que odiar aunque nos hagan el mal. Esta comprensión se da en todo terreno, hasta se dice que el bullying es selección natural, y aunque existen reacciones como el enojo hay que esperar la oportunidad de cambiar al resto. El filme promueve el optimismo a toda prueba, aunque también la inocencia, que no se desestima en el arte ya que ¿no son estas fantasías las que nos enamoran?, y es que en el fondo creemos en su discurso o deseamos hacerlo, y de esa manera más buena onda no se puede ser.

En el filme hay estereotipos, aun buscando vencer otros, están en todos los compañeros de Norman. Los guapos y populares hermanos mayores, el gordito y mejor amigo (un hablador siempre simpático), o el matón de la clase, el que actúa como por reflejos. Pero es esa identificación la que hace que la trama vaya contra el quiebre del rechazo y la marginación. Se trata de ponerse en el contexto conocido y sacar una mirada más noble de lo ordinario. No obstante, únicamente esto no sería suficiente, sino estaríamos frente a un Disney clásico y son otros tiempos. ParaNorman (2012) se actualiza por medio de su comedia ligera, su personal colorido cromatismo, evitar la pesadez de lo cursi y la flagrante fábula de niños, aunque un cierto halo de tontees se deslice en el aire casi sin querer, pero también permitir la liberalidad de la inocencia trae recompensa.

viernes, 26 de octubre de 2012

Casa dentro

La ópera prima de Joanna Lombardi es un filme que narra la cotidianidad de una anciana a punto de cumplir los 81 años, la señora Pilar (Elide Brero), que recibe la visita de su hija, Patricia (Grapa Paola), su nieta Carla (la novata Anneliese Friedler) y la familia de ella (el marido de nombre Pedro -Giovanni Ciccia- y su bebé), mientras convive con sus dos empleadas del hogar, una anciana llamada Consuelo (Delfina Paredes, impecable como Brero también) y una chica joven llamada Milagros (Stephanie Orúe), más su perra de raza peruana llamada Tuna. Esos son todos los participantes de la trama y junto a ellos vemos de forma lenta o natural como se desenvuelven, tomando desayuno, aseándose, limpiando o simplemente preocupándose por nimiedades. Dentro de la historia sólo hay dos conflictos menores, uno es que Patricia se siente un poco excluida del cariño de su madre a costa incluso de sentir celos y fastidio de la mascota, y el otro es que Carla no puede dar de lactar porque no tiene leche.

Si uno tuviera que hallarle virtudes al cine de Joanna tendría que decir que sabe poner en escena algo que es fácil de ubicar, de identificar y sentirlo como verdadero, pero como narradora de historias se queda corta, no genera expectativa o esperas y nunca llega "nada". Se extrañan emociones. Si ver lo que hace tu abuela en su casa es algo entretenido estamos graves, aunque todos los mundos tienen algo que aportar y la curiosidad humana es grande. Pero de ahí a cautivar por lo que tranquilamente podemos ver quedándonos a dormir en casa de algún pariente solitario y envejecido es muy diferente, y ni siquiera hay drama detrás, es solo la vivencia normal de alguien que yace anclado a una etapa de la existencia y como todos yace normalizado, acostumbrado.

No quiero ser indolente porque esa anciana sufre por la ausencia de su propia familia y yace ocupada abogada al cariño de su mascota en ese estado de modestia en que todos estaremos en una época, hay una sensibilidad para con ese ser humano mayor, pero en el cine no estamos detrás de pasos tan sedentarios, tan desprovistos de alguna intensidad, tan abúlicos y sosos, no si no hay un fondo con mucha ambición reflexiva. No es regla generar efectos o artificios vacíos para generar estados de ánimo en el espectador, sin embargo tampoco darle un hueso con tan poca carne, no vamos al cine a ver desayunos, llamadas de atención por dejar la puerta abierta, enojos simples, frases como "que rico está el pan, señora" y un sinfín de momentos sumamente intrascendentes. Incluso, Joanna, se esmera en hacer sentir el peso de esa tranquilidad, con poca iluminación y en la monotonía del silencio (hay hasta un apagón muy simbólico con lo que experimenta uno como público), bajo un único escenario, una casa antigua. Joanna hace uso de diálogos acordes a esa simplicidad que por lo menos evita la jerga, y que repite hasta el cansancio la presencia del perro que cae hasta en la broma fácil de decir que la sopa que le gusta a Patricia es para el animal.

La señora Pilar en dos momentos se queda meditabunda. Uno cuando está a puertas de bañarse; sabe Dios que estará pensando y para ser franco ese pudo ser un buen tema a afrontar, más que la normalidad; acompañar en esa parte psicológica al personaje en su edad. El otro cuando se da cuenta que Ana, su hija predilecta, no va a venir ni ha llamado en su cumpleaños, ella se queda triste escuchando una declamación escolar de su otrora pequeña. No es que necesitemos llorar pero sencillamente, valga la redundancia, es muy poco lo que vemos, y es que si no te quedas dormido a media película quieres meterle una patada al perro o a Patricia, que las dos caen pesadas. Patricia en lugar de pensar en sí, debió pensar en su madre, ser menos egoísta y llamar a la olvidadiza de su hermana para que le de felicidad a la anciana con un saludo o una visita dominguera, y también arreglar el televisor de la cocina, y no quejarse tanto de que todo esté bajo llave.

Reflexiones chiquitas, familiaridad, eso tenemos entre manos. Casa dentro (2013) es una realización que ejecuta lo que quiere y muere en su ley. No es cuestión de técnica sino de guión, de generar algo más atractivo aun sin salir de la misma temática. No siempre lo sutil es interesante ni esconde grandes secretos. Éste filme peca de forma, aunque pueda ser bastante coherente, y es que tampoco es estar sin que nos generen emociones. Hay ideas por debajo, pero no se mueven mucho, es una cavilación dormida, que no infringe daño, tampoco se trata de rehuir el conflicto. Es contemplación, pero ¿de qué?, del polvo de una casa, de la última etapa de la vida vista desde afuera, y al final hay mucha calidez si se quería pretender dolor aun con diálogos planos (más que contenidos). El filme es fiel a la realidad externa, a esa costumbre que nos enseña la obligación de la docilidad y el conformismo, y en ese lugar hay materia. Pero falta presión, pulso no. No obstante hay atrevimiento en que ha hecho un séptimo arte de espaldas a un gran público, por no darle acción sino mucho sosiego a su película, que habrá inquietado a los exhibidores de las salas de cine.

sábado, 20 de octubre de 2012

The taste of money


El cineasta surcoreano Im Sang-soo compitió por la palma de oro en el Festival de Cine de Cannes 2012 con ésta película. Leído sobre ella decían que era muy sensual y trasgresora, y tiene de ello pero ha sido mucho menor de lo que parecía, siendo algo muy llevadero; también se le adjudicaba que era una obra mediocre, poco atractiva, y tampoco ha sido tan despreciable si bien está muy lejos de la obra de arte. Es una realización bastante entretenida, que vuelve a retratar la clase social alta de su país, como en The housemaid (2010), remake bastante libre de la cinta de culto de su compatriota Kim Ki-young del mismo título del año 1960 que era de corte popular y de serie B llena de suspensos, mucho melodrama y giros constantes, siendo la presente una continuación de la nuevas formas e ideas que dio, una derivación de la misma historia de Sang-soo, expresiones que aun viniendo de una adaptación resultan bastante personales, pero llevan de tributo como cuando pasa imágenes del original.

The taste of money se enfoca en las ventajas del poder a través del dinero en que todos se mueven bajo esos hilos muy conscientes de la omnipotencia de hacerlo todo cuanto deseen mediante su uso, y en donde se conjuga mucho la humillación y el abuso que esto permite. El eje del filme está en el asistente Joo Young-Jak, que pasa de un lado a otro en la batalla que despliega una pareja millonaria que van a separarse a raíz de una relación extramatrimonial que tiene el marido con una empleada de casa de procedencia filipina con la que lleva una larga relación al punto de tener dos niños con ella y considerarla su última mujer de una variedad que ha tenido. La esposa hace todo en sus manos para impedirlo y en medio está Young Jak que servil aunque con cierta moral padece esas decisiones.

Como no puede faltarle a Sang-soo, la luz de bondad entre tanta indolencia por el mal ajeno de la clase dominada yace también dentro de la familia en la hija que está enamorada del asistente. Éste romance esquivo, en un juego superficial, viene a ser una bocanada de aire fresco bajo tanto drama. El filme tiene su lado ligero, en sí lo es en general por tomarse tanto daño con poca preocupación en que trata de asumir que es como se mueve esa alcurnia social, pero que termina reduciendo el alcance de lo que postula al no darle mayor matiz y resonancia argumental. Hay una escena en que hay una riña a golpes, Young Jak trata de corregir al hijo engreído y resulta que no gana una, es un antihéroe en toda regla aunque serio, más llevado por acciones discretas, siendo manipulado constantemente. Hay que recalcar que los poderosos suelen salirse con la suya, Im Sang-soo los deja muy a menudo libres de polvo y paja, invocando nuestra reprobación como espectadores más que desde el interior de una trama que no es convencional pero fácil de apreciar.

La ansiada transgresión puede estar en que el castigo nunca llega por la ley sino por las personales elecciones, el engaño, el suicidio, el tiempo, que se encargan de lo que su sociedad se niega a hacer ante su corrupción, frente al materialismo de una ciudad moderna y sumamente lujuriosa. No faltan desnudos pero se ven en general algo rígidos, salvo en la ambición estética de las escenas de las guapas furcias asiáticas o de las masajistas extranjeras, destacando los encantos de la prostitución en la lascivia de la abundancia. No obstante no se embellece el acto para la cámara ya que se guían de una atmósfera de frialdad solo rebatida por toques extravagantes (el abuelo patriarca cuidado por una guardaespaldas gansteril, pequeña y gordita), así somos partícipes de risa o de espontaneidad (más entre la bella hija, que se viste siempre atractiva pero se comporta muy relajada, y el asistente que yace además de galán, que son las almas caritativas del relato).

En el filme no existen grandes recriminaciones, parece todo una telenovela con una estética que la ensalza por encima de ello, que alude un preciosismo que se conjuga con el contexto, junto con tomas superiores como el famoso travelling alrededor de la mesa familiar en que se desnuda la práctica de la infidelidad que a primera vista muestra el desenfado de la clase alta. Falla un poco entablar un nexo emocional entre la sirvienta y el millonario que llaman regularmente presidente, más por la actriz no muy dotada en su actuación, y aunque a fin de cuentas éste "affaire" es el soporte del filme se puede perdonar por la sequedad que exuda él en el personaje, que prima por sobre ella que es realmente accesoria. La propuesta permite algunas exageraciones muy orientales, con performances dramáticas potentes y elaboradas, y un detallismo propio del séptimo arte.

El marido, presidente de una respetada compañía, busca encontrar un aire de verdad en su vida y aunque lo hace dentro de la infidelidad se muestra con ganas de una última honestidad a prueba del sacrificio y de ir contra lo que se teme, su mundo que perdona todo, salvo la desunión, por lo que no le será tan fácil escapar aun en su descaro, ese que siempre ha tenido y tienen todos sus semejantes de clase. La ironía es que el esposo sabe de qué va el entorno y subestima a su contrincante, no mide el peso de su vieja compañera que también depreda, engaña y manipula.

No hay ética en juego y las justificaciones son las de cualquiera, pero el honor, lo invertido y las apariencias, el haber perdido la juventud unida a una persona que deja de querernos se convierte en una fuerte motivación, más que el amor, ya que el personaje de Yoon Yeo-jeung, una muy destacada actriz surcoreana que no sobredimensiona su papel pero está llena de aplomo, nos entrega una mujer mayor dura que parece tomar el relevo en la posición de su cónyuge, como si nada hubiera pasado.

martes, 16 de octubre de 2012

No, de Pablo Larraín

Ganadora de la quincena de directores en el Festival de Cine de Cannes 2012 la cinta de Pablo Larraín es una expurgación del ambiente en que se dio la campaña publicitaria del No para el plebiscito sobre la continuación del gobierno de Augusto Pinochet por 8 años más, tras 15 de dictadura, disidentes desaparecidos y progreso económico.

La cinta en ningún momento da la imagen muy hollywoodense de reto contra el destino, es decir, se da con calma queriendo ser realista, que sorprende en la apariencia de una hazaña a un nivel sin espectáculo y que lo hace más increíble aún, sin embargo empiezan temiendo un fraude y se vive un cierto pesimismo que cambia gracias al plan de René Saavedra (Gael García Bernal, muy acorde con la historia, un actor de carácter y semblante común que apela a la confabulación del público, aparte de que tiene la imagen de rebelde, de inconformista, de llenar los zapatos de la figura que encarna, y de hacer cine de autor como el que tenemos presente en buena medida), un exiliado que vuelve de México y al que no se le ha dado mayores justificaciones de su proceder, esquivando así el flagrante heroísmo, pero de quien veremos que demuestra muchos ideales, mientras pone mucho en juego, incluso su paz familiar, a la par que tiene la influencia de una ex-esposa combativa (no solo de palabras), y que lo sacude de vez en cuando en ese control y firmeza que suscita a su alrededor.

Saavedra yace junto a un staff experimentado en el negocio, aunque solo se digan elogios en presentaciones sencillas (se perfila que hubieron muchos ayudando a escondidas) y se mencionen algunos lugares de coincidencia como que no son ningunos animales de caza sino muy dóciles y ordinarios. Tienen apoyo internacional (se suelta en un diálogo que Estados Unidos quiere el cambio) y 17 partidos detrás. Plantean slogans sobre la alegría, algo muy estratégico, ya que recurren a las mejores armas de la publicidad, a diferencia de lo que se esperaba, increpar violentamente los crímenes del régimen, además de que el temor a represalias, sus propios trabajos en agencias apegadas al oficialismo y una desunión generalizada hacían presagiar una inminente derrota.

Hay un didactismo y sequedad en la atmosfera, Larraín no pretende salirse de una propuesta fiel a la historia o da esa impresión aun siendo una ficción por encima, que tiene que manejar con temas inamovibles como  el altruismo, una batalla desigual y pequeños grandes héroes; tiene un toque artístico serio, técnico, argumentativo, que mezcla hábilmente noticias o las franjas publicitarias reales con la textura del filme mostrándose sin desequilibrios visuales; trata de ser imparcial en lo posible aunque estriba destacar la labor tras la decisión del “cambio”. Se puede creer que era como una guerra de hormigas frente a un titán, sin embargo el adormecimiento del primer ministro, cara visible de la campaña por el Sí, implica deducir que era la modernidad frente a lo arcaico y es que la rueda no para, sigue evolucionando y pidiendo a los mejores, ese conocimiento de la publicidad en manos de la oposición, gracias a la gente con que se contó en su plana, como se puede ver cuando no se le despide a Saavedra, a pesar de ser contrario al régimen, ya que denota éxito en su labor, representa en su colectivo el futuro de Chile, una paradoja en que la transformación parte del entorno, y cuando algunos ven que se hace algo muy similar a lo que hace Coca Cola, ganarse a la población con su producto, creen tontamente que la ciencia, porque de eso trata, es inferior a la consciencia, algo que gente como Saavedra logran enmendar, ya que sabe que apelar a ideas intimas del subconsciente humano funciona más.

Es una campaña visceral, pero festiva, de confianza, que denota seguridad, mientras el grupo oficialista, poco desarrollado en el ecran más que con sus spots (una simbología de su actividad inferior), no son realmente visibles, quieren implantar el miedo, el recuerdo de la pobreza, como refleja la ama de llaves, en no poder pagarle la universidad a los hijos, no tener para comprar comestibles, no poseer una vida decente y en eso los seres humanos tampoco son mártires, ya que se acoplan a lo mundano y hay un arraigo capitalista en la actual sociedad. No obstante, el filme recurre a mostrarnos una lucha, una épica sin espadas, con inteligencia, que a primeras parece poca cosa pero a la larga invierte el descrédito que se propugna en el otro lado; como se expresa, el optimismo es imbatible. El resto es solo darle contexto. La madre marchando descontenta, lo predecible y manejable para un gobierno autocrático, poderoso y represor. Algunos sustos como amenazas bastante menores, no habiendo sobredimensión en ello porque nuevamente se destila sutilmente que los ojos del mundo están puestos en el plebiscito, lo cual coarta la acción del gobierno. Saavedra mostrándose simple, que definitivamente no lo es, aunque que él pasee con su skateboard o juegue con su tren a control remoto es para darle existencia emocional a su personaje, ya que la película se desarrolla muy fríamente en cuanto a dar muchas concesiones fuera de la explicación y desarrollo que define el título, No, a Pinochet.

La virtud del filme –y esto puede verse al contrario, esperando muchos momentos de clímax fáciles, que tiene alguno- está en que es una película contenida que apela sentimentalmente en algunas ocasiones, pero que prefiere el brillo del fuego de las ideas, siendo muy valioso ver como se fragua los spots publicitarios, dando la sensación de pequeñez, de aparente incoherencia, para lo que la trama realza contrastes. Desde adentro hay reticencia; dice un dirigente, no voy a hacer algo que más tarde nos va a avergonzar, es la oportunidad que muchos ven que se desperdicia, porque aun no vislumbran la trascendencia de la ciencia que más tarde se consolida y se aprecia. Si muchos ven su oficio minusvalorado en el séptimo arte o no suelen quedar del todo contentos, es seguro que aquí cualquiera puede sentirse orgulloso de ejercer la publicidad. Finalmente una carrera propia del capitalismo toma el lugar de proponer y lograr el relevo histórico.

La cinta deja de lado abrir un poco el panorama, de cómo se ve Pinochet, hay luces, pero no son tan completas, se escucha decir: "es mi general", con cariño y respeto, o en una manifestación contraria: "el viejo siente la presión". El descontento general está muy velado, el filme se adscribe solo a la campaña del No, y se hace asumiendo que se debe solo a esta campaña el devenir del retiro de Pinochet, pero parece faltarle más contextualización, intriga saber más de esa realidad, aunque es decisión de quienes realizan la película. Las “grandes" transformaciones provienen de muchas canteras que terminan reuniéndose. Como se puede atribuir, la propuesta opositora más que algo distinto quería resaltar que lo que han vivido ya cumplió su labor, el artificio de la alegría alude: “es hora de gozar de libertad tras el sufrimiento compensado”, algo que puede ser duro de digerir, pero que tiene más lógica que atribuírselo únicamente a los ideales, en todo caso están en el fondo de una práctica más audaz, más combativa, desde las neuronas, pero teniendo del estilo de Ghandi o el de Mandela. La decisión de legitimización de Pinochet crea la puerta para esa capacidad que demuestra ya no las utopías socialistas que siempre hay que tener en cuenta en alguna dosis pero no en totalidad, sino el ingenio, la practicidad, la racionalidad a favor de lo emotivo, la noción de necesidad, la seguridad, sacándole la vuelta al enemigo en lo imprevisible y en lo más contundente: la fe en el mañana, un arco iris puede ser más fuerte que un baño de diatribas.

sábado, 13 de octubre de 2012

Rodencia y el diente de la princesa

Una coproducción peruano argentina nos trae la segunda película de animación dirigida por el bonaerense David Bisbano tras Valentino y el clan del can (2008), y ya ha pasado mucha agua bajo el puente desde Piratas en el Callao (2005), el primer largometraje de dibujos animados que se hizo en el Perú. Hoy día constatamos en la presente que la animación ha progresado notablemente hasta estar en estándares bastante más respetables que antaño aunque aún insuficientes a lo que esperamos tener como bandera ya que se aspira a llegar a lo más destacado. El trabajo en computadora tiene mucho más movimiento en sus caracteres, sus figuras y paisajes son más nutridos, los personajes tienen mayor creatividad artística visual –algunos como Roquefort y Gruyere son muy estéticos- si bien todavía falta un poco de atrevimiento y mayor personalidad, esto conjugado, no por separado. Y es que enseguida se nota que siguen parámetros extranjeros angloamericanos y no está mal porque reviste de inocencia al producto, lo hace muy aceptable a lo que se suele estimar en lo tradicional del género, sin embargo esto conlleva diálogos muy planos, muy tímidos, o peor aún, frases pseudo inteligentes que caen en saco roto de la verdadera perspicacia al estar espolvoreadas como si se tratara de alguna argucia de palomilla de ventana.

Equivale a su vez a no proporcionar demasiada identidad a la realización y no solo se trata de lugares fáciles de ubicar, como el chullo de Edam –ingenioso el nombre de quesos en los personajes- o algunos parajes de la serranía cusqueña, sino de darle independencia y novedad que la distinga como algo personalizado, siendo lo colectivo en cuestión algo más primario, el ciudadano del mundo también tiene características que lo señalan con alguna procedencia y que mejor que las más sustanciales y ricas de difundir, de esas que generan curiosidad e interés, y no solo hay que referir a lo más esencial en cuanto a básico, ya que en lo que todos esperan –por lo general- no implica arte. Y es que se puede desprender que hay un deseo de universalización, necesario para tratar de llevarlo por los distintos países de habla hispana mientras pone la nota “exótica” con los soldados argentinos o el espacio andino, pero requiere sin pretender ser nacionalista generar plectro en sus formas y eso conlleva también no solo generar una notoria contextualización; si se quiere un ambiente determinado se debe tratar de innovar aun respetando lo tratado y buscar una fisonomía más compleja, no solo recurrir a una adaptación general con base sencilla, como lo campesino para referir a lo autóctono.

Rodencia posee virtud, aunque puede ser predecible y juega a hacerlo notar en ciertos casos, lo de la princesa y amiga, el acoplarse a una historia que conlleva a los héroes como familiares, el enemigo disidente en el ratón, la lucha por sobresalir siendo primeramente mediocre, tampoco van a inventarlo todo, pero requiere más, y de eso hay camino hecho, tiene un discurrir amplio, es decir mucha aventura, varios problemas a resolver, el aprendiz de mago, la lucha contra los invasores, la misión al mundo humano mientras el vencedor logra la mano real. Incluso la batalla de ratas y ratones no es una guerra que sigue el esquema manido, dominación y liberación, sino se da un tira y afloja, que hace que sea más jugoso el filme. Y esto va a la par de los 4 guerreros en pos del diente de una niña, una genialidad ya que se amolda muy coherente a la práctica del ratón que intercambia una moneda por una pieza bucal, dentro de una tradición cosmopolita, denotando quiénes son y lo que suelen hacer entre comillas, dos mundos paralelos interconectados y hasta dos cosmovisiones geográficas -occidente y Cuzco o un Cuzco abierto al mundo-, brindando un poco de más fantasía sobre una costumbre.

Van a un consultorio odontológico, que mejor lugar para buscar el secreto del triunfo en un mapa con un símbolo (una arbitrariedad mágica idónea dentro de un cuento) luego convertida en naturaleza, un colofón ya de regalo intrascendente en la historia. La pequeña princesa lo es en su hogar al ser la luz de los ojos de los padres, mostrando algo conocido mezclado con la habilidad de la imaginación, sin necesidad de ser críptico o salirse de ser algo accesible para el público principalmente infantil, pero apreciando que es capaz de entretener a toda edad –además de que los buenos aficionados al séptimo arte no tienen solo un punto de encuentro sino están abiertos a toda la gama de posibilidades- bajo la licencia de su sencillez de postulados, pudiendo verse como una comedia ligera pero educada, con una película que produce un sentimiento agradable de que sea parte de nuestro cine.

martes, 9 de octubre de 2012

Muerte de un ciclista


Uno de los nombres más importantes del cine clásico español es el de Juan Antonio Bardem. Muerte de un ciclista (1955) es una de sus mejores películas, ganadora del Fipresci en el Festival de Cine de Cannes de 1955. Parto del motor de tanto conflicto en la esplendida belleza de Lucia Bosé como Maria José de Castro, una mujer casada con un hombre de mucho dinero y que lo engaña con un profesor universitario mediocre que encuentra la renovación de sus motivaciones existenciales al caer en un incidente a expensas de la defunción y abandono de un ciclista en la carretera. Éste contexto desentraña la mentira en que está envuelto Juan (Alberto Closas). Como curiosidad está decir que Closas se parece mucho a David Niven y a quien por momentos se podía confundir físicamente un poco además, aunque más grueso, con Miguel (Otelio Tosso), el marido millonario.

La mentira yace tanto en su cátedra apoyada por la influencia de su cuñado como en su relación afectiva secreta con la novia que no supo esperarlo. La inconsciencia de aquella beldad representa la pieza principal del caos en su vida, el recordatorio de su fracaso, el cual se apoya en el egoísmo de ella, y por consecuencia indirectamente en el de su clase social. Sin embargo le servirá a su vez para renovarse, ya que es él quien tiene que cambiar aunque presenta el escollo de hacerlo junto con su amante, y es la verdad la que pretende impulsar su renovada felicidad. Toda su situación hace que las dificultades y el mal se presenten como estado evolutivo para ser una persona más digna, una prueba que llena el vacío ante la reflexión.  

Juan vive bien pero no tiene mucho realmente como propio y pesa en sí bastante el anhelo de empezar de cero, impoluto. No obstante la cárcel puede ser un anulador de las buenas intenciones, pero no hay que obviar el mérito que conllevaría su elección de ser honesto. Sin embargo no podemos negar que es más complejo para su affaire, a la que se le da menos vías de cavilación aun compartiendo incidente, dibujándosele encima como alguien más superficial. Puede perder su reputación familiar y su estatus económico como se hace hincapié en una escena en donde se intensifican los temores y los castigos, entonces cubrirse las espaldas parece más “coherente”. En ambos hay una buena capa de psicología dispuesta con claridad, habiendo que notar que la moral no predomina en la película, es más un adicional, mayor es la idiosincrasia de cada personalidad, sus deseos, estatus quo y objetivos. Un elemento muy contemporáneo y realista.

Otra característica de la presente arte del cineasta español es no sobredimensionar la muerte del ciclista sino pasa a ser una excusa para desenmascararse, nuevamente se deja de lado la culpa, algo muy cristiano. No hay identificación con el cadáver, ni siquiera se ve sufrir a los deudos, o a los vecinos, que se da el caso de ver a estos últimos en pantalla. Igual Bardem oblicuo alude la política, en la demostración de los enardecidos alumnos, elogiando el sentido de cuerpo, de indignación, pero en un aura no especifica, y se diluye esa carga social o se enfoca en las bases, el precepto es el ideal. Ésta es una película de personajes, sobre María y Juan, y en un tercer lugar Rafael (espléndido éste actor, Carlos Casaravilla, en un tipo mordaz, agudo, acomplejado, viperino, exaltado), no de melodramas ni de ideologías o dogmas; algo más en lo libremente “filosófico”, más existencial, pero bajo raíces comunes, aun aludiendo la opulencia, ya que se trata de hombres a fin de cuentas. Juan y María no son ángeles, sino seres humanos con graves defectos, uno es casi un perdedor, la otra una hipócrita que se aferra a su posición social mostrando la suciedad de una alta sociedad que vive para sí misma, aislada de la virtud. Se repite la palabra egoísmo en boca de los actores constantemente, palabra clave que el director nos quiere convocar a reflexión.

Yacen dos polos distintos en el filme, una vez encontrado el espíritu que nos define. Por un lado está el precepto de salir libre de polvo y paja, no asumir responsabilidades, pasar por alto la gravedad de haber atropellado mortalmente a una persona y huir de la escena del crimen cuando todavía seguía con vida; querer indemnizar anónimamente como quien lava su consciencia con dinero, olvidarse del asunto y seguir como si nada hubiera pasado, incluso en la infidelidad de un matrimonio, mientras otra postura, la del valor del ideal, proviene de una sub-trama tras un desliz en la universidad (magnificado con idoneidad, ya que sirve de justificación), de pensar en otro que no sea nosotros, y es que no basta ser una buena persona, nos podemos corromper en el transcurso de la vida, como le pasa a Juan, quien aunque es inteligente se ha convertido en un tipo anímicamente derrotado y conformista. Se convierte en un perdedor una vez que acepta ser menos de lo que puede ofrecer y se acostumbra.

Los rostros se llenan de entusiasmo o se ponen sombríos, se quedan meditabundos, se dan bríos de expresividad, brillan las posturas de los gestos faciales, el estado emotivo sosegado en sus diferentes formas, bajo la cámara en primer plano en la inmovilidad de la iluminación sobre su persona, un aliciente para conmovernos u mirar con recelo una futura resolución en la trama, pero sin juzgar del todo hasta el final en que se revelan respuestas, en que los protagonistas deciden lo que quieren ser, y no hay Dios ni fuerza que los conmine a una acción única, fija, ejemplar, sino actos que se acoplan a la figura del carácter y a lo que cada cual entiende por adecuado a su ser.

Es una historia que inmediatamente se aboca al mundo, a los individuos y a sus errores, a sus disyuntivas, en ese trajín de manifestarse en quien realmente son, unidos a sus preocupaciones, y ese es otro estado de ánimo del filme, el miedo, temer las represalias, ya que sin consecuencias poco valor tiene lo que se decide, la virtud implica atenerse a un sacrificio, y ninguno es fácil, es un trance que hay que asumir, que hay que preparar y sopesar, para ello el filme da muchos diálogos y perpetra una historia, encuentros, forcejeos, ejemplos, situaciones, el esposo narrando anécdotas intimidantes, ver la pobreza de la víctima, su minusvalía frente a la ventaja o una ventana destrozada que simboliza la arenga del compromiso con el prójimo.

Muchos quisieran ver soñador y optimista a Bardem, pero se encarga de cortarnos las alas hacia esa única definición, se escabulle del libro de autoayuda, prefiere la libertad y la naturaleza humana, la realidad dura, que sobrevuele la duda. Deja la opción (muy propia de lo humano) de seguir como estamos, como aquel crítico de arte que reprocha el medio en que se mueve pero sigue ruin y falso viviendo de un paupérrimo comportamiento doméstico, y es que la ambición y el interés personal pueden mermar nuestra calidad como ser humano. Muerte de un ciclista es una cinta potente en cuanto a mostrar ambigüedades de carácter, vaivenes, en que la trama se reviste de tensión en vislumbrar un desenlace mientras una historia de la vida, de la cotidianidad, próxima, nos llena de emociones.