Un monstruo viene a verme es un filme conmovedor (aunque hinca
sin contemplación), en la transición de dejar ir a una madre, por enfermedad
terminal, a través del tratamiento -plenamente realizado- de maduración de un
niño.
El director español J. A.
Bayona pone para paliar esta terrible situación –ver sufrir y morir a tu madre-
la fantasía de interrelacionarnos con un monstruo, un árbol curativo inmerso en
la figura de un gigante. Ese monstruo (con la voz de Liam Neeson) vendrá a
contarle 3 cuentos a un niño de 12 años llamado Connor O'Malley (el joven
talento Lewis MacDougall, todo un descubrimiento), y espera que Connor le revele
un cuarto cuento, como forma de soltar un secreto y se libere, en esta película
coming of age que no teme punzar –darle duro- al espectador con lo lacrimógeno.
Los cuentos versan sobre la realidad del chiquillo, son buenas
historias –las 2 primeras- que llevan metáforas (cosa que maneja muy bien el
americano promedio, nunca les falta alguna), distintas a las que se suelen
contar, ya que muestran la complejidad –la ausencia del maniqueísmo- y ambigüedad
de los seres humanos; y la coherencia y honestidad con nuestros fundamentos a
costa de no fallarnos por el favor de la realidad, por más brutal que sea la
elección. El tercero es harto práctico y
poco genial en realidad, trata de la invisibilidad social y la responsabilidad (con una reacción poco creíble).
Connor O'Malley no solo sufre el desgastamiento, sufrimiento
y agonía de su madre, que interpreta la talentosa Felicity Jones, como una
madre con los pies bien puestos en la tierra, muy comprensiva y sumamente
amorosa, también padece el bullying escolar, sus padres están separados y su
progenitor –que es una buena persona, para el caso el divorcio no sataniza a nadie- vive en EE.UU.
y él en Inglaterra, y tiene que lidiar con la falta de química que tiene con su
abuela (la genial Sigourney Weaver) que apunta a convertirse en su
tutora.
Connor se libera con estas “extrañas” fantasías (el árbol real
lo tiene afuera de su casa y su madre parece haber alentado su imaginación, por
lo que la terapia viene más que como curiosidad por natural en su persona), las
que no puede resistir, evitar y le invaden, pero en lugar de infantilizarlo lo
obligan a madurar, a razonar su situación, y es una buena alteración del que
podría ser un cuento infantil, de temática adulta, adaptando la novela homónima
del estadounidense Patrick Ness, mediante el uso de impactantes y bien
desplegados efectos especiales (que suma encantadores dibujos animados), al servicio
de una buena e íntima historia. Nunca mejor fusionados los efectos especiales, que llegan
con potencia y remiten a algo personal, familiar, el dolor, la aceptación de
uno y sobre todo del mundo, enfrentar la muerte, el rechazo social, la
responsabilidad de nuestras elecciones, y proponer la conciliación con la realidad.