Esta película junta dos mundos diferentes y los une detrás
de una lectura simbólica. Uno de los universos –el contextual en primera instancia
- es el del director de ésta película, Tom Ford, famoso diseñador de modas,
hombre de dinero y alta sociedad, que en su primera película tocó un tema
sensible para él, su sexualidad, Ford es gay, y le resultó un filme poético y melancólico,
en la adaptación de una novela de Christopher Isherwood, Un hombre soltero
(2009), que fue un muy buen debut cinematográfico, y como todos sabemos/presenciamos
Colin Firth estuvo más que iluminado y de esto saltó como actor a la fama. El
mundo del dinero, la elegancia y la superficialidad es también el universo de Susan
Morrow (Amy Adams), una famosa galerista, que presenta performances artísticas
también, las que por lo general van en busca de lo distintivo o extravagante y
muchas veces el arte moderno resulta esperpéntico en cuanto a significación. En
pocas palabras, Susan es una mujer algo antipática (aminorado por la simpatía que
exuda Amy Adams), como en buena parte se siente así igualmente su mundo.
Cuando vemos como disfruta Susan con sus amigos y familiares
esnobs, y su marido guapo y físicamente perfecto (Armie Hammer), del que se
bromea orgullosamente a ese respecto, uno puede sentir cierta desidia como
espectador, pero el filme no se queda ahí, por supuesto; Ford criticará -aprovechará
más bien- su propio mundo, en otra buena elección de adaptación de una novela, “Tony
y Susan”, de Austin Wright. La desidia se emparenta con la desilusión que siente Susan de su vida, producto de un marido infiel y distante, un trabajo en
etapa de baja –y mediocre- inspiración, y de esa superficialidad que decidió
escoger por sobre un amor romántico, poético, para quedarse con su alto nivel
social y su dinero. En esto hay una gran escena con la actriz Laura Linney detrás
de repetir/aceptar el lugar que uno tiene en el mundo, y del que se desprenderá
tristeza, pesimismo e inmovilidad.
El filme coloca al romanticismo de las mano con la pobreza pero sin esa entrega, sacrificio y nobleza que suele acompañar como ideal de
aceptación, la pobreza se dice que es producto de la debilidad de carácter, la del aspirante
a escritor y primer marido de Susan, un sujeto noble y con un sueño –escribir- pero
que a los ojos de la familia de Susan luce mediocre, Edward Sheffield (Jake
Gyllenhaal). No se le recrimina a Susan –en primer lugar- la debilidad por no querer
apoyarlo ni creer en él. El filme termina exhibiendo en ese otro mundo más
atrapante (aquí cinematográficamente más entretenido), el de un sur americano
rural, pobre, medio primitivo y muy violento, el golpe de vuelta a la crueldad
de Susan.
Edward Sheffield le envía una novela llamada “Animales
Nocturnos”, escrito bajo la esencia que le señalaban faltante a Edward, lo que
significaría que Susan lo inspira pero erra al mismo tiempo, de lo que se
suceden múltiples lecturas con el manuscrito -que le dedica- por medio de la
reflexión de su pasado en común. Hay solvencia en las similitudes libro-pasado,
un lugar intermedio entre difícil y fácil de coger, pero hay más que suficiente genialidad en su interrelación.
Ayuda mucho también en qué situación última se hallan los ex.
Jake Gyllenhaal interpreta también al protagonista de la
obra literaria, y presenta una actuación magnifica, la mejor del filme, intensa
y al filo de lo emocional. Mientras va leyendo Susan vivimos/presenciamos el
libro, en un buen thriller, del que surge una propuesta emocionante y extrema, con
dos puntales en estado de gracia, el rustico villano salido de la carretera,
que hace Aaron Taylor-Johnson (que sorprende y bien mereció un Globo de Oro), y
el oficial a cargo que no tiene nada que perder, del querido y talentoso Michael
Shannon.
Lo entretenido que nos resulta la parte del thriller es la
comprobación además (realista) del futuro éxito de Edward, que en la trama impacta
y admira a Susan; como que el mundo de Susan tiene su salvedad, tal que Ford nos
parece estar diciendo, es malo este universo porque Susan lo es, aunque se deja
aflorar un lado humano en ella, claro que desde donde ahora tira menos la cuerda
en esa especie de competencia en que se convierte el divorcio. No obstante, la
melancolía inunda todo el filme, y lo torna más complejo, estando plagado de
sucesos tristes, y ni que decir de la novela, que hace del filme uno bastante brutal,
demostrando que Ford piensa/escoge muy bien qué adaptar, dando a entender
compromiso artístico, identidad.