Unos hermanos jóvenes, hombre y mujer, se topan con un sujeto
de mal aspecto en un especie de mundo post apocalíptico, con un vagabundo
llamado Mariano (Noé Hernández). Rápidamente el extraño hombre de este infierno
o submundo ubicado en un edificio en ruinas los domina sin resistencia de ellos,
los coge a su cuidado como un maestro y empieza a llevarlos hacia la
depravación. Los hermanos son empujados a la práctica del incesto –sobre todo
por medio de ella, encantada con Mariano- como si esto fuera una epifanía, liberación
o iluminación. Mariano que parece un loco (especialmente con su tambor), invoca
la corrupción como un modo de vida natural en la actual situación. Su sonrisa
tiene de demoniaca pero a la vez de juego sádico. El debut del mexicano Emiliano Rocha Minter no
puede ser más polémico y para muchos seguramente insoportable. Esa depravación
que induce Mariano cada vez va en aumento hasta la total anarquía, hacia una
orgía de putrefacción. Rocha Minter exhibe canibalismo, mutilación, necrofilia,
en los que parecen ritos satánicos velados.
El filme tiene un halo fantástico puesto en Mariano, a lo
que se suma el humor y la irreverencia. La película no tiene una historia que
contarnos, el discurso es precario. Se trata de una forma de vida, una
trasmisión llevada al culto. Eso es todo. Y ni eso porque en medio de una orgia
que parece una masacre, un cuerpo se levanta como si nada y sale de la cueva o
submundo con total normalidad. Queda muy bien la audacia, el desenmascaramiento
del artificio, el mundo supuestamente irreal/fantástico y extremo le queda muy
cerca al común y corriente (a México). El filme puede creerse que intenta ser
como Saló o los 120 días de Sodoma (1975), pero queda sin la rabia y política de
Pasolini, más bien empuja a pensar en un divertimento banal y vacío, un
regocijo puro y duro de lo extremo, como quien festeja el atrevimiento arty y
marginal. No es una película para amargarse, más bien entretiene tanta sordidez
(¿y ahora que viene?, te preguntas). Ver sexo oral explícito en la actualidad
donde la pornografía de todo tipo está a un click de distancia ya no es tan
revolucionario ni impactante como antes (que no sea una calentura pasajera),
como aquel casco sobre la cabeza de esa alumna revolucionaria (pero que deja
una imagen cool), o ese soldado pasado por el gore sin mucha meditación
argumental.