Si prestamos atención nos daremos cuenta que toda la idiosincrasia de la trama gira alrededor de las mujeres y como éstas padecen bajo los vínculos afectivos, socioeconómicos y existenciales que las atan a hombres de apariencia dócil que terminan haciéndoles daño por toda clase de errores que cometen, y es que la historia no se tiñe de maniqueísmo sino que otorga matices a sus personajes.
La película circula con calma, pero no ralentiza innecesariamente el recorrido por los parajes alejados de Anatolia. Es la recreación de apariencia natural del viaje que lleva a esos hombres por los restos de una víctima que muchos tildan de detestable. Sin embargo, ¿cómo justificar su muerte?, aun habiendo un callejón sin salida que mantenía un oculto triangulo amoroso que tiene raíces muy profundas y que victimiza a los débiles. De ahí derivamos la salida que se permite el doctor ante un descubrimiento que incrementa repercusiones, un tipo que siente un vacío en su existencia al no tener de donde agarrarse para subsistir emocionalmente más que abocarse a su profesión, lo peor que siendo un alma bondadosa; igual el preparado procurador, que sufre por los remordimientos de una baja conducta momentánea que lo hace preguntarse constantemente sobre un hecho del pasado que ya no tiene solución y sólo le queda aceptarlo; o el sofocado policía que atado a un trabajo y una cotidianidad que no le permite tampoco descansar no puede entender a la raza humana en su proclividad a volverse animales depredadores de su congéneres, y además está el asesino destruido por su crimen.
Hay un pesimismo discreto en estas personas, un fatalismo que circunda el mundo como aquella aventura que los moviliza a salir de su sopor aunque sin transformarles para bien la vida, anclada a un dejarse ir como el agua que llega a la orilla y luego retrocede, una y otra vez, sin detenerse. Es el seguir con aquellas cavilaciones que inquietan cuando a espasmos llegan inevitables, que hieren sin encontrarles (todavía) un escape y es que requieren tomar decisiones pero no en lo absurdo como en el caso de Kenan, el homicida. Váyase le dice el jefe policial Naci al Doctor Cemal, descontento de sus ataduras, como su subalterno Arab Ali que detesta el pueblo en que vive sin que importe que su esposa y sus parientes sean de ese lugar.
No hay grandes efectos en la trama como viene a ser la realidad en general ya que ésta se mueve por rutina salvando la tragedia que le viene encima a un criminal melancólico. Sin embargo a diferencia de lo que se nos retrata en el fondo de esos ánimos íntimos surge un discurrir despierto y detallista, cambiante, a través de pequeños sucesos, conversaciones, actos y conflictos, sin salirse de un ambiente de sosiego, de un estado flemático. Algunas bromas y diálogos incrementan la sensación de verismo, también nos acerca a ellos que no son tan distintos de cualquier otro ser humano, ser turco, latino o anglosajón nos tiene a todos metidos en el mismo barco.
Apreciamos que la cultura turca no representa diferencias insalvables con las sociedades occidentales sino más bien como pretenden quieren ser parte de la comunidad europea aunque como todas llevan su propia esencia de la cual hay que beber para potenciar nuestra interrelación entre naciones. En la realización aparece un cierto primitivismo que quieren vencer, que los aflige, como en la estupefacción que les genera observar a una campesina de mucha belleza que seguramente terminará engullida por el atraso de sus circunstancias, y eso es importante, el deseo evolutivo, el ver, para luego vencer. Y a pesar de que el filme sólo se dedica a proponer asuntos, ya depende de cada uno o de quienes asumirán el reto. Ésta obra, aparte de ser entretenida mediante la precisa emulación de un caso criminal, permite interactuar con algunas premisas reflexivas en el orden de la realización personal y colectiva.