Dentro de una población
austriaca ubicada en los Alpes italianos en una montaña hay una granja donde viven dos ancianos, su hijo
Albert (Andreas Lust) de mediana edad ha pasado a vivir en la parte de la
ciudad, mientras trabaja en una cantera no muy lejana del hogar de sus padres.
La anciana madre, Marianne (Ingrid Burkhard), no quiere que su hijo viva en la
montaña, quiere que se adapte a la ciudad y tenga una vida mejor. Albert es un
poco retraído y le cuesta aun adaptarse a la ciudad, además de que siente un
gran vínculo emocional con sus padres. Esa separación y contraste le pesa, aunque
Albert ama a una mujer. En la montaña la vida ascética, por más raro que suene
por una parte, no cumple con darle felicidad y tranquilidad a estos hombres del
campo, la anciana siente los embates de la realidad y profesa decepción, lo que
pretende es que el hijo se inserte en una vida menos sufrida. El frío y la
soledad de la montaña que lleva Albert pegados al cuerpo es su lucha, además se
enfrenta a compañeros de trabajo que lo aturden. Pero el único camino que
parece quedar es abandonarla. El filme muestra mucha dureza por la vida en la
granja, pero Albert siente demasiado amor hacia aquella existencia representada
en sus padres. Este amor no es tan efusivo, el trato es llano, pero se percibe
en todo momento. El filme del italiano Ronny Trocker intenta desligarse de lo místico
y lo poético, y buscar la practicidad del mundo, todo lo que se entiende
necesita Albert, y debe aceptarlo, a la inversa de lo que solemos escuchar, de la belleza y la paz de lo bucólico.