Chiatura, Georgia, es una ciudad minera semi-abandonada hoy
en día, otrora muy prospera cuando surtía de mineral –muy especialmente de manganeso,
incluso a escala mundial- a la Unión Soviética, la que repercutía en el
embellecimiento de la ciudad (aunque también existió una época previa de hambre
en la ciudad, y es como si uno esperara, como en lo bíblico, un nuevo ciclo de
renovación), pero actualmente en estado post-industrial, post-soviética, se ve
post-apocalíptica. El georgiano Rati Oneli nos muestra lo que ha quedado de
aquella pequeña gloriosa ciudad, ahora medio fantasmal, a sus ciudadanos movilizándose
entre subsistir, buscar algún dinero, y desarrollar sus pasiones, sea la
música, el teatro o el deporte.
Dos chiquillas, atletas silenciosas, corren y corren,
infatigables, son propias del imaginario de la lucha, pero el mensaje se hace demasiado
obvio y la composición manida, pero hay otras escenas logradas, como seguir en
más de una oportunidad la caminata de algunas personas a tiempo real en la
expectación de a dónde irán a parar, o la de una mina y su carrito de
transporte de metales avanzando veloz iluminando su paso. También hay
significación más particular y exitosa, como ver una vaca atrapada en un hueco,
no sabiendo por donde moverse para escapar de las ruinas, o a un tipo laborioso
destruyendo con martillo el concreto a gran altura, aprovechando las ruinas,
pasando quizá la página.
El filme plasma tomas y secuencias digamos que artísticas -curiosas,
bellas, de ángulos y fondos particulares- y significativas –algunas misteriosas,
y puede que algo nostálgicas, sopesando que involucra a la Unión Sovietica- de los
espacios de Chiatura, acompañado generalmente del diario existir de sus
pobladores, notando que muchas veces el lugar les queda enorme, como que se
traga a sus ciudadanos, la pasada gloria lo absorbe todo, y duele un poco de
observarse. Apreciamos gente empequeñecida por el espacio, aunque hay ratos que
la cámara lo aborda colectivamente y uno olvida un poco el entorno. Es así que
la composición visual por simple que a veces sea es metafórica.
Chiatura tiene mucho de soledad, pero también de fiesta,
tiene gente humilde pero resiliente o, si así lo quieren, indiferente. Sin
embargo no se puede evitar atender que la ciudad se percibe como un gigante
moribundo y su gente como “rémoras” de la situación, simplemente existiendo, pero además, aunque muchos son como olas que tan solo chocan contra
las piedras, también tienen sueños y anhelan/buscan placeres, la mayoría en
el arte y así vemos muchas expresiones que dan vida –aun- a Chiatura, a un
minero de actor de teatro, o a un profesor de música rompiendo concreto para
vender metal, ambos -y otros más- otorgan calado y virtud al filme.