Película colombiana, debut de Natalia Santa, que gira
alrededor del ajedrez, con Samuel (el compositor Gonzálo Sagarminaga) de
protagonista, un profesor de ajedrez y de matemática que yace separado y tiene
una hija aun pequeña y vive solo en un humilde apartamento. Anda con 2 mejores
amigos quienes se le parecen mucho, cincuentones como él que pasan por algunas
dificultades económicas o amorosas. Uno es un don juan frustrado, indiferente a su matrimonio; el otro como reparador clásico de relojes pasa por
complicaciones por no adaptarse ni querer a los relojes más modernos, o a los digitales. Pero el filme coloca a Samuel
como el más perdedor de los tres con una eterna cara de derrota, de perro
triste, a pesar de que tiene el respeto y cariño de los asiduos visitantes del
antiguo -y real- club de ajedrez más antiguo de Bogotá, el club Lasker. No obstante
tiene de cierto su semblante cuando vemos que no puede lograr consumar una cita
afectiva con la madre divorciada de uno de su alumnos de matemática, quizá
porque la cree por arriba de sus posibilidades producto de que tiene mejor
posición económica que él, aunque ella parece atraída. También es un tipo
muy ético, como cuando la hija de quien le arrienda el departamento se le ofrece
muy sensualmente, directa al grano, no obstante tampoco es que Natalia Santa
sea una pacata y lo vemos a Samuel oliéndose la mano a poco de tocar la
entrepierna de la bella muchacha. La trama es estática en casi todo el metraje
en cuanto a hacerlo ver a Samuel como un perdedor y un hombre de baja
autoestima, consciente del peso de su soledad y aunque ama y respira ajedrez y
tiene su saber esto no le reconforta. Para más inri pierde en su club una partida con un
visitante extranjero frente a su fanaticada ajedrecista. El filme no posee
mucha acción, prefiere plasmar un ánimo, es lento, busca lo más cotidiano y llano
y así –o, si lo prefieren, aun así- resulta una propuesta cautivante. No
necesita ser una maravilla o un canto de exuberante originalidad en el cine
arte para ser agradable.