Unos jeques árabes se preparan para un torneo de cetrería a
darse en Qatar, mientras aguardan vemos como la cámara del italiano Yuri
Ancarani nos muestra la vida privilegiada de estos millonarios catarís. Ellos se
encuentran siempre en total naturalidad, sosiego y seriedad, metidos en su
propio mundo, y lo espectacular es que podemos conocer su intimidad de la forma
más transparente. En una de las mejores escenas del filme los observamos
cenando tradicionalmente, es una mirada antropológica, cultural, pero también
curiosamente tienen muchas similitudes con occidente. Se puede apreciar que es
un mundo de hombres, no aparece en el filme ni una sola mujer, esto sumado, excepcionalmente
claro, a la ideología de relegar en su cultura a la mujer a un segundo plano o a
un estado de sumisión, pero es similar a occidente en cómo se hallan, en las
demostraciones de poder, de intrínseca e inconsciente ostentación, de irradiar
admiración por el lugar que ocupan y qué tanto poseen, como de una masculinidad
extrema, es el juego y divertimento de los machos.
No necesariamente los jeques se manifiestan vacíos con su
riqueza, simplemente es el estado de las cosas, son ricos y este es su forma de
vida común, si tienes, lo quieres, lo compras, es tuyo y, pues, lo disfrutas, y
es que están en su hábitat (el desierto nunca más simbólico), además de que
yacen dentro de un fin de semana “loco”. La cámara por ello más bien trata de no
parecer intrusa o fuera de lugar, celosa o juzgarles de banales. Ancarani y su
filme mantienen mayormente silencio, e incluso apenas se oyen un par de voces
de los árabes, el resto es observación y curiosidad, las imágenes se dedican a
enseñar sin juzgar, sin imponer ninguna perspectiva. Pero más humanos/terrenales
los árabes imposible.
Vemos un lado de despilfarro, los jeques conducen Lamborghinis,
poseen aviones privados para conducir a sus halcones, uno tiene de mascota a un
guepardo o chita, exhiben tecnología de punta, pero todo se ve como si de un
campamento de verano se tratara, tal cual las carpas observadas a distancia, donde
juegan videojuegos o componen autos para generar altas velocidades y mucho
ruido y fuego a su paso.
Implica en los protagonistas ser extravagante, pero también
la cetrería es una práctica milenaria, tradicional del mundo árabe, tanto como
de occidente, y la conducen de esa manera, cuidan y preparan a sus halcones con
suma delicadeza, saber y cariño, tienen respeto por estas aves, como Ancarani lo
muestra por este mundo de privilegio catarí, de aquí que resulte coherente que la
mirada subjetiva de la cámara fusione a los imponentes halcones con los
catarís, mostrando en la toma de captura a las aves en plena libertad y
espontaneidad.