Éste filme tiene un arranque fenomenal, con un Henry Fonda
buscando entusiasmo en peleas de bar, para terminar desmayado por un botellazo
del cantinero. Todo en son familiar por más extraño que suene. Así se presenta
el filme, nos habla de un pueblo donde todos son como una gran familia que deliberan
y debaten juntos, aunque tengan diferencias y rencillas de paso. El debate
central y meollo del filme lo ocasiona la muerte de un ganadero, un hombre
ejemplar y muy querido, ha sido robado su ganado y asesinado. El pueblo, los
amigos, los compañeros, los vecinos, la comunidad, enardece, quieren venganza,
quieren hacerse cargo de los asesinos, para eso quieren ir a buscarlos,
atraparlos y lincharlos, ahorcarlos. El debate surge porque antes algunos pretenden
que se les arreste y pasen por un juicio, pero la mayoría no quiere tanto
tramite, están furiosos, quieren el linchamiento. Deliberan rápidamente, y
salen en busca de los asesinos, la gran escena se muestra con montón de jinetes
cabalgando. El filme se define por la justicia en manos de la gente contra la
de la ley. La consciencia viene más tarde con un toque sentimental, con una
declaración de por medio. El filme tiene un mensaje claro y muy certero. Es
también una propuesta entretenida, muy ágil, muy simpática, aun cuando acción
no es que abunde, es más un drama, una película para pensar dígase aunque no sea
para nada compleja de ver. Como uno de los bandoleros está Anthony Quinn aunque
como secundario. The Ox-Box Incident (1942), de William A. Wellman, es un filme
en su punto de tiempo, dura menos de hora y media, y es muy potente.