El título del filme de la alemana Valeska Grisebach hace
pensar inmediatamente en un lugar de tipos rudos peleando por sus vidas, algo
así se podría decir que es lo que veremos, en la relación difícil entre
búlgaros y alemanes, pero Grisebach es una directora impredecible y muy natural
en su puesta en escena, que uno diría que es como la vida misma, aunque
sabemos que estamos viendo algo especial también, un cine donde suceden cosas.
La amenaza de violencia como en el western está siempre latente, pero Grisebach rehuye una y otra vez lo que parece inminente. Cuando finalmente acaecen
momentos de violencia estos están llenos de realidad, la que escapa a la
grandilocuencia.
Un grupo de alemanes trabajan una obra en un pueblo búlgaro,
el jefe de la obra, Vincent (Reinhardt Wetrek), es un tipo torpe e inmaduro en
la comunicación con la gente del pueblo, mientras el héroe del filme, Meinhard
(Meinhard Neumann), es un tipo afable y tranquilo, quien pronto se
interrelaciona con los búlgaros y se hace de amigos. Meinhard juega póker, toma
y cena con ellos, hasta tiene sexo con una lugareña. No obstante el que se mete
en problemas no es Vincent, como hubiéramos esperado, o un castigo o lección a
lo película tradicional, simplemente obtiene la distancia. Meinhard en cambio
tiene muchos problemas, primero lógicamente porque es un extraño en el pueblo y
además un alemán, pero más tarde producto de su propio acercamiento. Los
problemas surgen de manera natural, son por cosas muy imprevistas, como encontrar
un caballo y utilizarlo, ganar en el póker y que el perdedor pase por necesidad
económica o por ignorar a la chica con la que se acostó.
Meinhard es un legionario y eso le trae admiración de los
búlgaros, también eso incita como en un western a que los vaqueros le salgan
enfrente. Muchos búlgaros cargan armas de fuego y el legionario tiene un
cuchillo siempre guardado. No hablar el mismo idioma es una dificultad para el
protagonista, pero igualmente está siempre rodeado de búlgaros. Meinhard es un
tipo que sabe defenderse, pero tampoco es un superhombre, es un tipo común
finalmente, en eso se enfoca la película, pero lo reviste de cierta magia,
encanto. El filme se centra en la integración entre estos dos países. Meinhard
es ese intento, y aunque todo apunta a que él está dispuesto -mediante un gesto
llega a decir que tiene a Bulgaria en el corazón- y los búlgaros tienen sus
prejuicios pero también quieren acercarse, van surgiendo baches, de lo más
sencillos. No obstante ese baile último o ese recuperar de la bandera alemana
es finalmente el triunfo de nuestra humanidad y no de nuestras fronteras.