Robert Altman es uno de los grandes directores del cine
moderno, su cine se remonta a comienzos de los 70s. Vincent & Theo (1990)
ostenta una mirada sórdida, pícara, despierta, audaz, sarcástica, intrépida.
Tiene una puesta en escena abundante, llena de mezclas, un poco desordenada,
pero aun así elegante. En Vincent Van Gogh (Tim Roth) existe una mirada mística
-amaba el arte japonés y el misticismo oriental- junto a una mirada vulgar -propia
del burdel al que es asiduo y que incluye tener de pareja a una prostituta
embarazada-. Vincent repudia a su familia, en
especial a su padre, la mirada del filme de Altman es más agresiva, menos
lacrimógena, no lo plantea desde el menosprecio del progenitor y el deseo de
aceptación familiar. Vincent luce como un obrero, sucio, humilde, tiene los
dientes descuidados, una apariencia y comportamiento tosco, algo grosero, apareciendo
algunas veces histérico.
Parte importante del filme y de la biografía de Vincent Van
Gogh es su relación con Paul Gauguin (Wladimir Yordanoff). Vincent sentía gran
admiración por Gaughin, le llega a dedicar un cuadro, lo veía como un maestro y
amigo, aunque en la propuesta de Altman tenemos a un Vincent que llega a
retarlo. El genio de Altman se toma notorias libertades, hace cine de autor en
toda la palabra (ya lo dice aquella línea: cocinar es como pintar, hay que usar
la imaginación), como cuando el pintor holandés se hace llamar el espíritu
santo a través de lo que parece un graffiti en la pared y termina pintándole
con óleo el rostro a una cortesana en un bar, con lo que muestra su enojo con
Gaughin. Inclusive Altman exagera un poco, cuando Vincent deja caer vino de su
boca ante el fastidio con Gaughin. Se muestra a un Vincent abiertamente
violento. Gaughin genera una mala influencia en él, por más que el holandés se
siente atraído por las similitudes entre ambos, como su rechazo a lo
burgués.
Ya lo anunciaba la llegada de Gaughin, cuando sopla el viento
con polvo elevándose del suelo, que significa amenaza, aunque en éste filme
vemos a un Gaughin más pasivo que su leyenda, aunque se suelta que es un mentiroso,
a pesar de que ha tenido una vida muy dura, sobrelleva una cojera y se recuerda
que llegó a limpiar baños públicos. No obstante se propone con fuerza a un Gaughin
inocente de culpa. En cambio en Vincent hay hasta una mirada salvaje
homoerótica hacia su admirado compañero de vivienda, llegando del
apasionamiento a morder un cuchillo. Tim Roth le pone una cierta mirada
psicótica a su interpretación, a lo que hará más tarde con Tarantino. Altman
plasma una estética oscura, con aquel espejo roto, una navaja y la sangre en la
oreja y el cuerpo. La Locura de éste famoso pintor holandés es repentina, no está
en toda su vida, y se señala al alcoholismo como posible razón.
Dentro del atractivo del filme está que es un biopic no sólo
de Vincent, sino también de su hermano Theo (Paul Rhys), en igualdad de
importancia, cuando uno no lo suele ver así. Theo dice: Yo tengo mis propios
gustos y debo ser mi propio dueño. Es la declaración de principios del cine de
Robert Altman, y esto hace que su atrevimiento y personalidad roce a veces el
ridículo, como con el comentario del bigote de Theo, pero nunca cae en éste.
Theo no es rico, como muchos pueden haber pensado al sostener el arte de
Vincent. Theo es clase media. Theo también discute. No es ningún santo. Sufre
de sífilis y tiene problemas por tener ésta enfermedad para hallar pareja
seria. En el filme de Altman se difumina un poco el amor entre hermanos, que se
da por entendido (como al ponerle Theo el nombre de Vincent a su hijo), para
darle al filme mayor realismo. Theo es un buen hermano, pero ésta propuesta
propone un retrato general menos simpático que el más propagado, Theo tiene
carácter, lo vemos más humano, imperfecto, menos romántico, es una versión
menos educada de su figura también.
El filme tiene sus escenas deslumbrantes, como la del Jardín
natural de girasoles, una puesta en escena artística, sobresaliente, con el viento,
las flores moviéndose, Vincent entre ellas pintando, de pronto surge la irreverencia,
violencia, Vincent destruye su cuadro, surge un apasionamiento vistoso,
extremo, algo chocante, Altman termina arrebatándole la belleza inicial a la
escena, nulifica la poetización, prima el realismo duro. Otra puesta en escena
sobresaliente, la pintura de los cuervos (llamada “Trigal con cuervos”), metido
Vincent en el paisaje, el sonido alto de los cuervos de fondo mientras pinta. Una
tercera gran escena es la de un momento clave en la vida de Vincent, la de la
oreja. Vincent yace bañado en sangre en la mitad del cuerpo, la cámara se enfoca,
pone el cuadro, en las piernas y en la caída de la sangre, el pantalón está
roto y sucio, lo vemos caminar con dificultad.
Otro momento clave, el suicidio de Vincent Van Gogh, lo
define por una parte, aunque de forma pequeña, el Doctor Paul Gachet (Jean-Pierre
Cassel), un padre dominante. Vincent escucha del rechazo del doctor para salir
con su hija, en una escena discreta, muy sutil. Luego en otra, Vincent oye de
forma directa de las necesidades de la familia de Theo, ésta escena es grandilocuente,
la mujer de Theo yace llorando y fastidiando. El filme culpa a la mujer, a Jo (Johanna
ter Steege), del último acto de Vincent. Jo mantiene un aire rústico en toda la
película. Vienen a la mente rápidamente dos frases del filme. La primera: Yo
daré de comer al bebé, tú dale de comer a tu hermano. La otra, de los dueños de
la galería que administra Theo: no podemos permitirnos un salario extravagante.