Película peruana de bajo presupuesto de Miguel Miyahira, que
narra de manera convencional, lineal, pero con la rareza de estar la película
metida dentro de la imagen estática de un televisor antiguo encendido colocado
en una sala. También ésta película de cine indie peruano es una apología al VHS,
e igualmente hacia las cámaras Hi8 y el formato de la cinta de esta cámara. El
filme está adscrito a comienzos de los 90s, vemos la época representativa del
terrorismo, con los ubicuos apagones (que incluye la canción por antonomasia, Las
torres, de los Nosequién y los Nosecuántos). La película se moviliza a través
de chiquillos miraflorinos (digamos que privilegiados), pícaros, criollos,
avispados, malcriados, con su infaltable vulgaridad típica de la clase media y la
adolescencia peruana.
En el filme vemos como un nuevo chico, algo más lento que
los otros, pero dispuesto a ponerse al día, a amoldarse al resto, se incorpora
al barrio, al grupo de amigos de siempre, que se comportan tal cual y hablan los
temas noventeros. La película tiene algunas situaciones desagradables, como el
aprovechamiento sexual de una compañera en estado etílico, el abuso sexual
normalizado hacia las empleadas y un cierto racismo hacia clases no
privilegiadas, pero todo se adscribe al lugar común, no es que se ande inventando,
pero igualmente cae mal presenciarlo. No obstante otorgan realismo y matices a
la recreación juvenil y al producto. La naturalidad va aflorando mientras va
transcurriendo el tiempo.
Gen Hi8 (2017) tiene una estética visual que juega con la
imperfección, un trabajo que juega con los colores y los defectos de proyección,
se ve como si viéramos un video VHS mal grabado, viejo, muy utilizado que se ha
desgastado. El color tiñe la pantalla y a los protagonistas en especial de
rosado o los monocromatiza. El ver un video y las aventuras de estos chiquillos
en mal estado, movido, rayado, mal colorizado, no fastidia a la vista, sino le
otorga personalidad al filme, como han hechos otros en el cine indie nacional, dando
a entender un cine de guerrilla, orgulloso de sus marcas de guerra.
El filme vale por su atrevimiento, y esto lo hallas en varios
sentidos, desde lo narrativo, lo estético, hasta lo formal en aquel televisor
estático. También puede ser visto como un compendio de una época, los 90s, a la
que le pasa revista por entero, buscando incorporar momentos en medio de la
nostalgia y un poco de humor; rememorar el entusiasmo de cosas como
videojuegos, fiestas, nueva tecnología, música, una edad, que se vive en
algunos actos delictivos también, como pequeños robos, y entretenimientos,
peleas, marihuana, deportes. El filme mezcla lo positivo y lo negativo de los
90s, desde una mirada relajada, inmadura, osada. Puede verse como un estudio
social de la adolescencia y el criollismo peruano. Es un reflejo de la
sociedad, de cómo veía y ve el mundo una gran parte de peruanos.