Una chica que no sabe adaptarse socialmente y yace
hambrienta de popularidad, suele seguir a gente cool y éstas la terminan
marginando, socialmente es una perdedora, llora todo el tiempo su situación,
hasta que descubre a una exitosa fotógrafa y social media de instagram, a Taylor
Sloane (Elizabeth Olsen), y quiere volver a las andadas, ser su mejor amiga y
llenarse de su halo de éxito social, para lo que Ingrid Thorburn (Aubrey Plaza)
tendrá la suerte de recibir una herencia y poner en práctica su acercamiento, lo
cual suena un poco tonto de arranque, pensando que el dinero solamente ya le
podría servir para vivir bien. No obstante ella ansía ser parte del círculo de
los más populares.
De aquí se saca la notoria mención de las redes sociales y
las nuevas tecnologías como espacio cruel de aceptación o marginación, que no
es nada del otro mundo porque es lo que la sociedad y el tiempo viene haciendo,
en especial en EE.UU. donde les quita el sueño ser considerados unos losers.
También en Taylor asoma la idea de las falsas apariencias y el cambio rotundo
producto de la invención, de ciertas mentiras y de la impostura. En ese sentido
Ingrid Goes west (2017) no aporta mucha novedad al séptimo arte que ha
reflejado mucho lo de la aceptación y los perdedores, aunque toma la
tecnología, como estar pegados al smartphone, como pretexto o, siendo
indulgentes, actualización.
Sin embargo la película de Matt Spicer tiene otras virtudes,
es muy entretenida y tiene ratos graciosos, y Aubrey Plaza es muy buena en el
papel de una cierta locura, ella siempre está preocupada por agradar a los
demás, especialmente a los más exitosos socialmente y ese cálculo y tensión
aportan bastante gracia al producto, que contrasta con el enorme ego y la
soltura de Taylor, su pareja, amigos, ese círculo.
El filme también deja ver que la gente cool puede ser
insoportable, como el gran papel de Billy Magnussen como Nicky, un tipo guapo y
muy expresivo que hace y dice lo que le da la gana, quien de arranque detesta a
Ingrid y termina revelándola como la perdedora del inicio. Ella trata de
defenderse, pero su falta de autoestima la trae a la misma situación de
siempre. Esta propuesta es predecible y cambia rápidamente a ésta situación y
termina con un remate también muy obvio, pero el filme ya ha cumplido con
brindar entretenimiento.
El mensaje del filme puede ser –que no lo anuncia- que todo
lo bueno ya lo tenemos en nuestras vidas, si sabemos ser observadores, porque
lo bueno ya está en la vida de Ingrid antes de ganarse a Taylor y forzarse;
como hacer que su casero, Dan Pinto (O'Shea Jackson Jr.), se haga su amigo, y
luego se fije como pareja en ella, aunque ella lo haga bajo el mismo fin de su
locura, que la acepten los populares. Con Dan hay buena química y los momentos
que provocan son atractivos. Dan no es el típico afroamericano pendiente de su
color, aunque es un tipo cool también –con un lado naif, ama a Batman, y muchos
estamos en la misma situación, aunque él lo vive cada minuto-, pero Ingrid está
más preocupada en los otros, que en lo que tiene enfrente, igual que con su
herencia que aparece fácil para poner en marcha la película y nada más. Esto es
bueno en sentido de que el filme fluye, pero en la mayoría de asuntos se
extraña mayor introspección. El filme muestra despreocupación, no quiere ser
profundo, más es entretenimiento con su mensajillo light. Pero igualmente se deja
ver bien.