La ópera prima del venezolano Rober Calzadilla es un filme
de denuncia y derechos humanos, retratando la masacre de El Amparo, localidad venezolana
ubicada en el estado de Apure a orillas del río Arauca y fronterizo con
Colombia, donde fueron asesinados 14 pescadores por las fuerzas militares venezolanas
que los creyeron guerrilleros colombianos. Ocurrió el 29 de octubre de 1988
durante el gobierno de Jaime Lusinchi en manos del Comando Específico “José
Antonio Páez” (Cejap). El filme nos habla del hecho real de la sobrevivencia de
2 pescadores que se tiraron al agua y se escondieron, los que más tarde fueron
inculpados de terroristas. Según el filme el gobierno y el ejército trataron de
deshacerse de ellos, luego intentaron que firmaran una confesión de
culpabilidad. El gobierno no quería aceptar responsabilidad, y quiso comprar a
los familiares. Lo mismo pasa con el contratante de los pescadores que
va queriendo convencer a las esposas.
El filme delinea mucho la figura y se pone en clara y
potente defensa de los pescadores, y exhibe al gobierno de Lusinchi y al ejército
como corruptos. Las circunstancias de las muertes no se revelan más allá de lo
muy esencial y básico, que solo queda imaginar los motivos concretos. La propuesta
pierde cierta sensación de cine arte ante su cariz subrayado de denuncia, pero
en general está acompañada de una buena estética y las actuaciones son dignas.
En el filme uno ve como el pueblo respalda a los sobrevivientes y lo mismo el policía
local que se comporta heroico, también los dos pescadores inculpados, Chomba y
Pinilla, se niegan a firmar confesiones con abogados tramposos, todo surge muy
obvio, y algo fabuloso, pero hacen pensar en una lucha valiente y desde abajo por
los propios derechos, por los derechos de los humildes y desprotegidos, que es
lo que quiere dejar fehaciente la película.
No es un filme con matices, aristas o ambigüedades, aunque a
la película se le siente palpitar, querer tocar emocionalmente, por lo que
abunda lo dramático sin llegar a lo patético, si bien la emboscada del comando específico
no se llega a ver, sólo la salida cargada de fiesta y optimismo, entre música, alcohol
barato y distintas generaciones, lo que acerca al público hacia la cotidianidad
y el trabajo duro de pobladores pobres. La despedida por miedo y cansancio de
la esposa de un sobreviviente –las esposas y familiares juegan un papel
importante, más que el periodismo que se ve útil pero secundario- o la
procesión de los entierros en que vemos llorar a Pinilla, o a Chomba clamar ser
todo lo peor menos guerrillero, logra alguna conexión más íntima. Otros momentos
dramáticos son la confusa bulla que hacen afuera de la dependencia policial por querer saber que ha pasado con los pescadores, algunos diálogos entre esposas que
confrontan no venderse y defender y guardar memoria, o una mujer corta verduras
y hace ver el cuchillo entre sus manos como posible reacción.