Esta coproducción entre Argentina y Colombia dirigida por el
colombiano Vladimir Durán se hizo merecedora del premio de mejor director y
mejor película colombiana en el Festival de Cine de Cartagena de Indias 2017 (FICCI).
Durán emula el cine de Yorgos Lanthimos pero de manera muy leve, muy mínima, con
una situación central, con una madre que vive encerrada en su cuarto, nunca la
cámara la deja ver, solo se comunica por una ventanita del baño y habla tras la
puerta, da indicaciones, consejos y mimos a su hijos, y recibe su comida, libros,
vídeos de películas o su cumpleaños que celebran en la casa pegados a su
puerta. Aparte de este encierro voluntario, de lo que una pelea clama que es
porque la madre está loca, se sabe que toma algún tipo de pastillas, su
cumpleaños lo decide celebrar 3 días antes de la fecha porque así lo quiere, se
le antoja. La mujer tiene 4 hijos, 3 mujeres jóvenes y un chiquillo, ellos
cuidan de ella, pero a veces sienten fastidio hacia su situación, sin embargo
nunca se oponen, lo aceptan sin justificaciones que conozcamos. El filme tiene
esa rareza, después es lo más ordinario, aunque todo gira alrededor de ese
cuarto de la madre que nunca vemos por dentro. Tampoco esconden la situación,
los hijos llevan gente a su casa, pretendientes y amigos. El filme puede
interpretarse como el extremo de una enfermedad mental, tipo Howard Hughes,
aunque a la madre se le oye muy despreocupada, pero también a ratos inocente. El
acomodo de la situación igualmente recuerda a The Wolfpack (2015), como con el
pequeño festival de variedades que se montan, preparándose con anticipación, pero
por sentirse atraídos hacia su madre, se percibe voluntad propia, a la que se
supone quieren proteger y compartir con ella, producto del amor, ya que la
madre suena muy afectuosa también aun tras su encierro, y se acomodan a ese atípico
eje, aunque se presiente que produce ciertos enraizamientos psicológicos en los
hijos que a la larga les puede terminar cobrando una factura.