La vuelta de Mel Gibson al perdón y aceptación de Hollywood
es una película que defiende la guerra, que proclama la necesidad de ir a
luchar a una, para salvar a los niños y a las mujeres de nuestro país, nos dice
un diálogo, que completo, de la opresión y el abuso del enemigo dominador, que
uno puede substituir pensando en American Sniper (2014), viendo como niños y
mujeres son empujados a acciones de defensa contra los invasores y caen muertos
por el francotirador. El filme es una apología a la guerra y un tributo al
soldado americano, específicamente al de La Segunda Guerra Mundial, y más a
fondo, en la escalada de Hacksaw Ridge, en la batalla de Okinawa. Todo
apuntaría a una película bélica más, enarbolando lo habitual, nacionalismo y
justificación, no obstante el ingenio de la película de Mel Gibson se basa en
unificar la guerra con la religión, con el humanismo, con la sensibilidad por
no matar. Es decir, hacerlos compatibles, y justificar doblemente las acciones
bélicas, y esa forma terrible de asesinar, que Gibson sabe muy bien retratar de
forma brutal, sin dejar nada a la imaginación.
La guerra, lo horrible de morir y matar queda retratado
fielmente –con su toque de humor, otro de exageración y un potente anhelo de entretenimiento-
en la película, habiendo largas y variadas exhibiciones de combate (como media
película son las recreaciones pormenorizadas de los combates), asumidos en el
gore y en la explicites más liberal, viendo cómo se salen las vísceras, surgen incansables
mutilaciones, sangre por doquier, escenas de todo tipo de destrozo sobre el cuerpo
humano. Por ese lado sabe uno a lo que va y el patriotismo y el heroísmo queda
fehaciente, al mismo tiempo que el miedo queda relegado en la obra de Gibson.
Lo inteligente de la propuesta es justificarlo del lado de
lo humano, del miedo a ir contra Dios, y quedar bien con matar al prójimo, como
versan las religiones y el ideal, y la que más se adapta al lugar es la
religión de nuestro protagonista, el médico y primer objetor de consciencia medalla
de honor en combate Desmond Doss (Andrew Garfield), quien en realidad existió y
es un héroe total, que en el filme llegan hasta santificarlo –hay una escena de
elevación muy clara al respecto- y a convertirlo en el guía espiritual de la guerra para sus
compañeros americanos, que sí usan las armas convencionalmente, mientras él
simplemente salva a los heridos, no solo como médico, sino en una acción especial,
algo sobrehumana, que puede sonarnos fantástica e irreal. De hecho hay su buen
toque de maquillaje y cine, pero eso no le quita un ápice histórico a la
valentía y excepcionalidad de Doss. La religión que sirve para adecuarse a la
guerra es la Iglesia adventista del séptimo día. Doss va a la guerra sin usar
armas, ni matar a nadie, cuando los japoneses son retratados como militares
radicales, casi locos, no tienen humanidad, son simples entes para reflejar al
enemigo que había que combatir y destruir, otro punto de concordancia con la
idea clásica de retratar la guerra en el cine americano (al otro lado están los
salvajes), que la notable Cartas desde Iwo Jima (2006) no acataba
y se mostraba generosa, real y más humana.
En el filme hay una jugada maestra, se habla de tolerancia,
hacia este soldado que no quiere matar, que se niega a usar un arma, pero
siente una necesidad de participar en la guerra, pero, claro está, sirve
también para esa otra tolerancia a perpetrar y defender la guerra. Lo cual es
la audacia del filme, esta conjunción y convivencia. El resto es entretenerse
con la visualidad de Gibson, que es todo un showman con el gore de los
combates.
El filme empieza enseñando el hábitat de Doss, con un Andrew
Garfield haciendo de joven maduro y bondadoso con cara de niño bueno y tonto
perpetuo, sumándose un enamoramiento tierno, pero con menciones al divertimento
de la sangre, el que tanto gusta al hijo prodigo Mel Gibson. Muy bien la guapa
y dulce Teresa Palmer como la novia de Doss. También decir que Garfield
proyecta más cuando ya queda involucrado en la guerra. Vince Vaughn como el
sargento Howell, el entrenador del ejército, cumple, no lo hace mal, pensando
que total nunca nadie superará la figura y recuerdo del Sargento e instructor
Hartman (R. Lee Ermey) en el cine. El que sí merece mucho más respeto y luz es Hugo
Weaving que hace del alcohólico, abusador familiar y ex –militar con trauma y
dolor existencial Tom Doss que termina comportándose decentemente más tarde. Lo
que uno puede notar del filme de Mel Gibson es que utiliza las ideas manejables
y aceptables de la guerra, y arregla los errores de una película como American
Sniper (2014). Gibson es entretenido, pero nunca barato.