Una película que luce de muy bajo presupuesto sobre un tipo
que vive en un remolque en el bosque en el oeste de Michigan, con su gato Kaspar,
y que es visitado por un amigo que le trae víveres y cosas que necesita, aparte
de su necesidad de gatorade y doritos, de su medicina para mantenerse estable y
coherente, lo que le faltará y se perderá en la locura.
La película del americano Joel Potrykus puede leerse como el
viaje de un hombre hacia la insania, el que parece estar fabricando droga, lógicamente
a escondidas, que en el filme se dice que yace practicando la alquimia, de la
que pronto se aburre y pasa a otro nivel. Lo cierto es que éste joven se siente
perseguido y pretende hacer dinero rápido y fácil. En este lugar se pueden
observar dos lecturas, una más inocente, y una típica del mundo lumpen de los
afroamericanos, habiendo drogas, robo, huida, que compagina con ese mundo
alterno en que vive Sean (Ty Hickson), uno más de ficción, que realista. Se describe a Sean como un ermitaño en busca de producir oro. Pero lo que
enseguida nos trae al realismo es la presencia y diálogo con el amigo que habla
de pandillas, de compartir este lugar secreto y que recrimina constantemente a
Sean la forma en que vive, abandonado, sucio y a puertas de la locura.
El amigo, o quizá hasta un primo, Cortez (Amari Cheatom), no
le da el interés debido al medicamento que urgentemente le hace recordar Sean
que quiere que le traiga. Esto habla de desconocer una posible enfermedad
mental. Este punto más que un error de la trama es producto de la ambigüedad que
practica Potrykus con su filme, acerca de si en verdad se trata de un tema de
locura; o se trata de una historia de terror, donde la práctica de sacrificios de
animales y lecturas en latín invocando al demonio han degenerado en una
situación extraordinaria. En esto llegamos incluso a presenciar al demonio, pero
más bien todo apunta al delirio y la alucinación, presenciando que Sean va
degenerando como si fuera un esquizofrénico que llega a volverse muy peligroso
para su entorno.
El filme tiene un toque de impresentable, de fealdad y
suciedad, de una estética rustica, propia del cine independiente marginal, cuando
vemos la trasformación del protagonista, no obstante La Mosca (1986) le queda
muy grande. Ya lo decía de otra forma el arranque del filme con el vagabundeo
del protagonista y la música clásica de fondo. El filme también tiene humor negro,
y hay diálogos dichos en lenguaje de barrio negro, es decir, quiere ser cool,
juvenil. El filme tiene tan solo a 2 personajes, a dos afroamericanos. El
deterioro de Sean puede verse interpretado a razón de la perversión del
ambiente, tras la invocación del demonio. El filme también es una película de
terror psicológico, como a su vez pretende ser tipo The Blair Witch Project
(1999).