lunes, 4 de noviembre de 2019

Joker


Hay muchas películas de superhéroes actualmente, están de moda, y esa gran cantidad hace que salgan novedades, una de éstas es la presente, que imita el realismo de la trilogía de Batman de Christopher Nolan. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es quien será el joker, uno de los mejores personajes que ha dado algo enorme como el cómic, y uno de los malvados más perversos y fantásticos que existen en el arte. El filme de Todd Phillips hace que Fleck sea golpeado por la vida inmisericordemente, todo es malo en su existencia, la vida le pega una y otra vez hasta que se harta y se convierte en un símbolo social y un tipo malvado, valga la curiosidad de definiciones. Fleck trabaja de payaso pero todo le sale mal, también quiere ser cómico de stand up. El filme es como la vida y el mundo cruel crea al Joker. El filme trasuda lucha de clases, hay los pobres y perdedores, y los yuppies, empresarios y los Thomas Wayne que menosprecian a la mayoría perdedora, les llama payasos. De esto que violencia y abuso surgido en un metro con unos yuppies se convierta en una pequeña revolución. Joker lidera a los payasos, es decir a los perdedores, a los olvidados, a los oprimidos, a los pobres. Es una historia que convierte al Joker en un (anti)héroe, como el Travis Bickle de Taxi Driver (1976), tipos a los que se les escurre la felicidad y el éxito –y peor para Fleck, que no para de ser agredido por todo a su alrededor-, y de manera violenta y reprochable hallan el éxito, se vuelven líderes o héroes de masas, del bajo mundo digamos o, de la presente, del pueblo. La idea de un brote de ratas en la ciudad es que la pobreza está en todas partes y hay descontento, así surgen rebeliones, disturbios, crisis. De éste modo el crimen se vuelve un lugar de restitución, el Joker logra su identidad de esa manera, lo cual suena inteligente y perverso al mismo tiempo, toda su definición moral, aunque en el asesinato. Fleck toma 7 pastillas, es un tipo controlando su desequilibrio, tratando de encajar en el sistema, y termina libre y feliz finalmente en su locura, que curiosamente parece sanar en el extremo de la violencia, tomando fuerza en la brutalidad. Su depresión lo lleva a meterse en el refrigerador en una gran escena salida de una película de terror. Baila danza clásica cuando fluye por su cuerpo la libertad, la locura se podría decir, en lo literal es el asesinato, que significa su restitución de dignidad, que es a donde apunta el filme, la de los humillados, la de los maltratados, la de los dejados de lado por la ayuda social. Fleck fantasea con una vecina afroamericana –la señal con los dedos de una pistola en la sien es parte audaz de su insania- , con ser visto como un hijo por quien quisiera sea su mentor, un comediante de programa de entrevistas, y ahí entra a tallar otro filme, El rey de la comedia (1982), donde ahora Robert De Niro es el hombre en lo alto del podio, y Fleck tendrá que matar al padre exitoso para renacer del fango -convertido en el Joker-. También a Thomas Wayne, símbolo de la opresión social. Joaquin Phoenix está grandioso, ésta vez debe merecer el Oscar, es tremendo actor y aquí lo demuestra con creces, es una de las mejores actuaciones de toda su potente carrera, como cuando Fleck está de pie frente al archivero en el asilo de locos escuchando la lectura del archivo de su madre, y oye de su terrible niñez, crecimiento, y el comienzo, creación y desarrollo de sus trastornos, como con su risa compulsiva e incontrolable frente a cuando se halla tenso. Phillips cambia algunas cosas conocidas como con el nacimiento de Batman en aquella calle saliendo del cine y con la sonrisa del Joker que apunta a lo natural -con la sangre, con los dedos, a la incontinencia-, y todo suena perfecto, glorioso. Éste filme ganó el león de oro del festival de Venecia 2019 y es un gran ganador, una gran película, que engrandece y profundiza la visión del personaje del Joker para verlo plenamente justificado.